♫ Negro y Gris ♥
Rodrigo
—¿Puedo ir a tu casa? Me siento mal...
La voz femenina al otro lado del teléfono se oía aquejumbrada. De inmediato se encendieron los radares de preocupación en Rodrigo, quien se levantó de su cama tan rápido como pudo, a tal punto de que por poco se tropezó con sus pantuflas que yacían a pocos metros de él.
—¿Qué...? ¿Qué ocurre?
Revisó el teléfono despertador que había sobre su mesita de noche. Eran las 07:51 am, una hora poco habitual para que Aira lo llamara.
—¿Estás bien? ¿Te recrudeció tu gripe? ¿Te duele el cuerpo? ¿Cómo está tu garganta? ¿Volvió tu fiebre? Pero, ¿por qué? ¿Qué te pasó? ¿Te descuidaste? ¿Dormiste sin tomar tus medicinas? ¿Te destapaste al dormir quizá? Si justo ayer me decías que tu garganta ya no te dolía, y que la fiebre había bajado hace varios días...
Al otro lado del teléfono, Aira esperaba que Rodrigo dejara de formularle sus cientos de preguntas sobre su aparente recaída en su gripe y todas las teorías habidas y por haber sobre por qué había pasado.
—Weit, ¡para tu carro, mijo! —exclamó cuando vio conveniente ya cortarle el rollo a Rodrigo.
—¿Eh? —preguntó él volviendo en sí.
En su preocupación (y desesperación) por Aira no se había dado cuenta de que había chocado con un estante, provocando que uno de los libros de la parte alta le cayera sobre la cabeza.
—Estoy bien.
—¿En serio? —preguntó mientras un gran libro de tapa blanda de color crema y azul se abría ante sus ojos: "Poesía Romántica Española".
—Sí... o sea, bien de salud, pero no del corazón.
—No... no te entiendo. ¿Te refieres a que tienes algún problema cardiovascular?
Una pequeña risilla se escuchó a través del teléfono.
—Que no, tontín. Mi salud está bien.
—¿De verdad, no me mientes?
—Así es.
—Entonces, no comprendo de qué estás mal si dices que ha recrudecido tu gripe o tienes algún problema al corazón. ¿A qué te refieres? —preguntó a la vez que devolvía uno de los libros de su madre a la estantería y se rascaba la cabeza en señal de confusión.
—¿Puedo ir a tu casa ahora y te cuento? Necesito alguien que me escuche, que me abrace, que me consuele y que me haga sentir bien... que todo estará bien... y solo tú lo logras, ¿ok?
—Bueno... yo...
—Ahora a mí me toca ser consolada, de nuevo. Pero no te mal acostumbres, ¿ok?
Un pequeño rubor se mostró en las mejillas de Rodrigo.
Desde que Aira se había sanado hacía días atrás, había evitado por todos los medios de que regresara a su departamento. La última vez que ella había estado ahí la tentación de tenerla cerca, de abrazarla, de tocarla en la intimidad, en la soledad, en la privacidad, habían provocado que una serie de sensaciones se encendieran dentro de él, haciendo que las cosas desembocaran en un terreno peligroso que no quería tocar... ni siquiera provocar... no todavía. Por algo que desconocía, siempre que estaba junto a ella no podía evitar que la sensación de sentimientos que le producía dicha cercanía se intensificara más... más...cada vez más.
Hasta ahora había salido airoso cuando le proponía quedar salir por ahí: ya sea a comer, a pasear, ir al cine o a jugar en alguna máquina recreativa. Ella se había quejado de que él siempre le ganaba porque tenía todas las consolas habidas y por haber y, al practicar en ellas desde pequeño, era lógico que fuera bueno; a diferencia de Aira, que a duras penas cuando podía juntaba sus centavos para destinarlos a jugar con Xico o con su hermanito en Coney Park, una tienda recreativa dentro del mall cerca de su casa. Y así, en sitios públicos, con gente a su alrededor, no había sido posible caer en la intensa emoción, peligrosa provocación, inevitable tentación que ella le producía .Y así era mejor para él... Había disfrutado de cada segundo que pasaba a su lado, de cada minuto en el que departían como cualquier pareja, en un proceso lento, pero seguro para ambos distraerse, para ambos conocerse, para ambos quererse... Eso era lo que él quería para esta relación y haría lo imposible para no tentar a la provocación, y la cuidaría por sobre todas las cosas, sea de elementos internos, como sería su peligrosa intimidad con Aira, como de elementos externos...
Durante estas salidas no habían vuelto a tocar el tema de lo que él había querido confesarle. En algún momento lo insinuó, pero Aira había sido bien tajante...
Aira
—No hay cosa sobre la faz de la Tierra que sea tan fuerte como para poder separarme de ti, ¿sabes? —había dicho en esa ocasión—. Y en tal caso, aunque existiera, no quiero saber del tema, ¿está claro? —dijo tratando de mostrarse segura, pero no muy convencida del todo.
Él había terminado de comer su ensalada César. Aquella tarde le había propuesto almorzar en un nuevo restaurante que se había inaugurado en Plaza San Miguel, a pocos metros de donde se habían conocido por primera vez. Ella había aceptado de muy buena gana. Y mientras terminaban de almorzar, había querido llevar el cauce de su conversación hacia donde deseaba, pero sin los resultados esperados.
—A no ser, claro, que hubieras provocado la muerte de tu madre como lo hice yo con mi padre... —añadió ella levantando los hombros y esbozando una sonrisa.
Rodrigo sintió un baldazo de agua fría.
—¿Cómo...? ¿Cómo lo...? ¡¿Cómo supiste?!
—¿Eh? —preguntó Aira frunciendo el ceño.
—¿Cómo supiste que yo...? —Tragó saliva—. ¿Que yo tuve...? —Respiró fuertemente—. ¿Tuve que ver con la muerte de mi madre? —dijo cabizbajo y retirando su plato a un costado—. Justo el otro día fue el aniversario de su muerte. —Hablaba con pausa mientras meneaba la cabeza—. No pude ir a visitarla al cementerio porque estaba enfermo. Tampoco pude hacerlo luego porque, cuando me sané y fui a la casa de mi padre para que me llevara, justo el otro día que te llamé, él se había ido de viaje... El cementerio queda a las afueras de Lima y no sé llegar por mi cuenta... —Levantó la vista y le observó fijamente, clavándole la mirada y provocándole que se le erizaran todos los vellos—. Entonces me lo tomé bien, pero ahora que me lo dices así... tal cual... yo... yo... yo...
Apoyó sus codos al borde de la mesa, levantó sus manos y las juntó para poder acunar su mentón sobre ellas. Quizás así la imaginaria carga que siempre lo acompañaba podría ser menor... quizás solo quizás.
Aira sintió una pequeña gota de sudor por su sien, a la vez que el sudor de sus manos empezó a intensificarse. Se cogió de ambos lados de la cabeza y comenzó a halar de sus pelos, provocando que algunos cayeran sobre su plato de comida. Al darse cuenta de aquello, de inmediato levantó la vista para ver si Rodrigo se había percatado de ello. Felizmente que no fue así. Él estaba tan ensimismado en su mundo interior, recordando viejas heridas que todavía eran renuentes a cicatrizar, que lo único "bueno" de haber metido la pata era que su tricotilomanía seguía pasando desapercibida.
Volteó a un lado para evadir la realidad que tenía ante sí. Una joven de cabello ondulado corto vestida de overol, que estaba sentada en la mesa contigua, la observaba con curiosidad. De inmediato, le lanzó una mirada fulminante con un ‹‹¿Qué estás mirando?››, que obligó a aquélla a desviar la mirada.
—¿Me decías algo? —la interpeló Rodrigo.
—Nooo, nooo —se apresuró en decir.
Él la observaba con esa mirada que al principio le pareció inexpresiva, pero que, tras de esas gafas, aparentaban que escondían una gran tristeza. Se sintió embelesada por esa mirada, atraída por ella, envuelta por ella... Sus ojos color verde eran similares al agua del mar del Caribe que solo había visto por fotos, tan transparentes que reflejaban la conmoción que había dentro de él, tan brillosas que le daban la sensación de que ¿quería llorar?
‹‹¿Acaso quieres llorar?››, pensó mientras sintió un estrujón en su estómago, a su vez que estaba más vacío que nunca, a pesar de acabar de almorzar.
Deseó levantarse de su silla de inmediato para acortar su distancia e ir a su encuentro para consolarlo, pero no pudo. Quizá anticipándose a sus intenciones, quizá por cuestión de orgullo, o vaya una a saber por qué, él simplemente le evitó la mirada y volvió a agachar la mirada para concentrarse en todo o en nada, solo en su mar de nostalgia, de recuerdos y de sinsabores... quizá a aquel mar oscuro de su pasado que lo obligaba a agachar la cabeza para acomodarse mejor a llevar aquella carga de la que no se quería zafar.
En un impulso que hasta a ella misma la sorprendió, agarró sus manos sin importarle que él la pudiera rechazar por tener las suyas sudadas, y formuló lo siguiente:
—Ya terminé de comer y quiero pasear un rato por ahí. ¿Nos vamos?
Él volvió en sí, abriendo sus ojos como plato. Bajó su vista hacia sus manos, que estaban firmemente cogidas por las de ella. Las contrajo un rato, seguro en su impulso inicial de querer apartarse al sentirla húmedas. Sin embargo, al insistirle Aira de que quería irse de allí de inmediato, solo atinó a asentir tímidamente la cabeza ante su petición.
*****
Saliendo del restaurante, caminaron algunos metros hasta llegar a un gran parque que estaba a la espalda del centro comercial en el que habían estado comiendo. Era uno que comprendería unas cuatro a cinco manzanas de las normales de ese distrito. Era mucho más grande que los parques a los que Aira estaba acostumbrada en su barrio, y a ella esto le fascinaba.
Desde que había comenzado a salir con Rodrigo, ya se había hecho costumbre que ambos caminaran por estas zonas, entre calles ordenadas y limpias, parques grandes y agradables, respirar la naturaleza y embelesarse por la calma del paisaje ante sí. En especial, le llamó la atención a Aira cuando vio a unos pajaritos en los alrededores
‹‹Qué bellos se ven››, pensó para luego voltear a ver a Rodrigo y comentárselo. Sin embargo, al verlo, se le quitaron las ganas. Él seguía cabizbajo andando con paso lento a su lado; por lo que, prefirió concentrarse en admirar el paisaje a su alrededor y perderse en sus pensamientos...
Adoraba esa parte de Lima porque era muy distinto al barrio en el que ella vivía. A esa hora de la tarde, cuando la gente volvía a sus quehaceres diarios luego del almuerzo, el trajín de la ciudad disminuía un poco, por lo que en ese momento ellos eran de los pocos habitantes que a esa hora estaban ahí. Era el ambiente ideal para descansar, para contemplar, para reflexionar.
‹‹¡Sería genial vivir en un barrio de estos!››
Respiró profundamente para inhalar el olor a hierba que le fascinaba.
‹‹Lástima que mi mamá no quisiera mudarse a uno así. A ella le va más uno en el que vivimos, cerca de las discotecas, la mala noche y el escándalo... Quizá si le dijera a mi abuelita que se mudara a una casa por aquí, yo podría me con ella. Aunque pensándolo bien...››
Miró a los edificios a su alrededor. Las casas eran grandes, de no menos de trescientos metros cuadrados. Los complejos de apartamentos eran modernos y de no menos de cinco pisos de altura.
‹‹Dudo mucho que le alcanzara para el alquiler››.
Exhaló con resignación, volteando su mirada para buscar un poco de apoyo en su acompañante.
Rodrigo seguía cabizbajo, ensimismado en su mundo y sin emitir palabra alguna. Aún así, meditabundo, le parecía muy guapo. En especial, le encantaba cómo había acomodado su cabello esa tarde. Lo llevaba recogido, pero no tan firme como siempre. Había alivianado un poco al hacerse una pequeña cola, ya que un par de flequillos partían desde el medio de su cabeza, alineando sus fuertes facciones, volviéndolas más masculinas y atractivas para su vista.
‹‹Aunque... podría caber la posibilidad de mudarme con Rodri. ¡Me encantaría pasar más tiempo con él! Total, ya somos enamorados y...››
En ese instante, sintió que un ligero rubor subió a su rostro. Dejó de contemplar a Rodrigo para concentrarse en ella y tocar sus mejillas. ¡Las tenía tibias!
‹‹¡Qué diablos! ¿Por qué me pasa esto últimamente cuando lo veo? Nooo, nooo››.
Lo miró de reojo para ver si se había percatado de ella. Para su tranquilidad, no lo había hecho. Él seguía tan ensimismado en su mundo, que por primera vez se alegró y agradeció al cielo por el estado catatónico de Rodrigo.
‹‹Es obvio que no me desagrada la idea de pasar más tiempo con él. Aunque convivir sería muy apresurado, ¿no? Digo, solo tengo quince años. Pero, por otra parte, la pasamos tan bien cuando estamos juntos...›› —Volvió a contemplarlo de reojo—. ‹‹Es tan lindo cuando está conmigo, tan bueno... tan atento... tan...››
Su vista pasó de contemplar sus grandes ojos a su perfecta y hermosa nariz —según palabras textuales— para luego recaer en sus labios, a los que se quería aproximar, a los que quería tocar... a los que quería besar...
‹‹¡Basta, Aira!››
La temperatura corporal de su cuerpo volvía a encenderse. De inmediato, regresó su vista hacia los pajaritos que seguían en pleno cortejo.
‹‹¿Qué diablos me pasa? ¿Por qué solo pienso en eso››.
Por un momento, sintió envidia de la pequeña ave gris que había aceptado al macho de plumaje negro, para luego dar paso a unos amorosos "besos" entre ambos, como ella lo bautizó.
‹‹¿Debe de ser porque no nos besamos desde hace días? Desde que me sané hemos salido por ahí y la hemos pasado bien, pero... ¡ya no me ha propuesto ir a su casa! Y siempre que le digo para recogerlo, me dice que mejor nos encontramos en algún sitio. Es como si me evitara... ››.
Su vista volvió a toparse en el cortejo de aquellos pájaros, él de plumas de negro, ella de gris. En ese instante, su ánimo mejoró, a tal punto que quiso soltar una risa cuando reparó en sus vestuarios, pero se contuvo. Y es que Rodrigo usaba una casaca negra de cuero y ella una ploma de buzo, ¡igual que los pajaritos que coqueteaban!
Tuvo que toser para contener de nuevo la risa que pugnaba por salir. No era el momento adecuado para bromas o demás, y más cuando había una charla pendiente ante sí y que no podía seguir dejando pasar. No obstante, la sola manifestación de su tos bastó para que los radares de preocupación de Rodrigo se encendieran de inmediato:
—¿Estás bien? —le preguntó con avidez.
—S... sí —se apresuró en decir.
—¿Estás segura? —Se detuvo frente a ella y comenzó a tocarle la frente con su mano derecha.
Ella cerró los ojos al sentir el leve toque de su piel sobre la suya. Cientos de pequeñas cargas eléctricas recorrieron su cuerpo. El aroma de su perfume se coló por sus orificios nasales, llevándola hacia un estado en donde las sensaciones que antes había percibido se exponenciaron al infinito. Aspiró profundamente para poder percibirlo mejor, a la vez que se agarró del brazo que él tenía libre y se apoyó sobre su pecho. Quería tocarlo más, quería abrazarlo más, quería sentirlo más...
—¡Aira! ¡Aira! —Su voz resonaba tan bien dentro de ella, que se rehusaba a abrir los ojos para salir de aquel estado de perfecta melodía creada por él especialmente para ella—. ¡Aira! ¡Aira!
Él continuó llamándola, pero ella seguía negándose a obedecer a quien le reclamaba. No fue hasta que sintió que ambos brazos de Rodrigo se apoyaban sobre su hombro y la samaqueaban levemente, que decidió abrir los ojos para volver en sí...
—¿Qué te pasa? ¿Tienes fiebre? ¿Acaso has recaído en tu gripe? ¿Te arde la garganta? ¿Te duele el cuerpo? Dime, ¿qué tienes, por favor? —dijo mientras la guiaba e invitaba a que se sentara en una de las bancas del parque creyendo que era lo mejor en esos instantes.
Ella obedeció, a la vez que esbozó una leve sonrisa.
—No me pasa nada, tontín —mencionó.
—¿En serio?—Ella asintió—. ¿De verdad? —Volvió a asentir—. Entonces, ¿por qué tosiste? ¿Por qué tenías los ojos cerrados? ¿Por qué no reaccionabas cuando te llamaba? ¿Estás enferma o no?
Al ver su sincera preocupación, quiso responderle con la verdad, mas se contuvo. Cuando levantó la vista se volvió a topar con esos hermosos ojos que la enloquecían, con esa boca que la enloquecía, con ese aroma que la enloquecía...
—¡No me pasa nada!
Desvió su vista hacia otro lado, moviendo la cabeza una y otra vez, para así desaparecer todo atisbo de esas intensas emociones que la colmaban y a los cuales no sabía cómo responder.
De inmediato, recordó el porqué le había pedido que pasearan por ahí, por lo que llevó la conversación hacia donde deseaba:
—Rodri —dijo al tiempo que lo cogía de la mano y con una inclinación de la cabeza lo invitó a sentarse a su lado.
—¿Eh? —preguntó confundido.
—Vamos, siéntate a mi lado. Quiero conversar un ratito contigo.
—No... ¿no sería mejor que te fueras a tu casa? —preguntó frunciendo el ceño y rascándose la oreja derecha—. Si has recrudecido en tu gripe, estar al aire libre en estas horas de la tarde puede ser imprudente. Lo mejor es que regreses a tu casa, no vayas al ensayo de tu danza por hoy, comas una sopa caliente, te abrigues bien y...
—¡Quieres dejar de actuar como mi padre! —lo interrumpió dejándolo más confundido aún—. Me gusta que seas tan preocupado, pero a veces me desesperas. ¡Ayyyyy!
Sin mediar duda alguna, se levantó para coger a Rodrigo de ambos brazos, obligándolo a sentarse junto a ella.
—Pero... pero Aira —añadió todavía aturdido—. Recién te vienes recuperando de tu proceso gripal. Puede ser una recaída y...
—Rodri, ¡hazme caso! Cuando te digo que estoy bien, es que estoy bien. ¿Ok?
—¿Segura? —Ella levantó la ceja—. Recuerdo que ayer me dijiste que cuando una mujer dice que está bien, es porque no es así, y que su pareja debe adivinar que algo malo le está pasando.
La joven soltó una carcajada.
Él se refería a cuando Aira le había pedido que la abrazara para consolarla al perder por enésima vez ante él en las máquinas recreativas. Luego de perder, el joven le había pedido para continuar jugando, pero ella se negó. Y cuando le preguntó cómo estaba después verla estornudar, ella había respondido "Estoy bien. Solo quiero irme a casa". Luego, durante el trayecto a tomar su bus, no le había dirigido palabra alguna porque se había quedado picada. Pero, esto le duró poco. Antes de despedirse, le había dicho que cuando una enamorada le dice a su pareja que "Está bien", era todo lo contario; y que como tal, él debía "Averiguar qué de malo le ocurría a su querida y hermosa noviecita" —según sus palabras textuales— dejando a un Rodrigo todavía más confundido de lo que estaba para poder interpretar los gestos no textuales de las mujeres.
—Rodri, olvida lo que te dije ayer, ¿ok? —Se tapó la boca para evitar reír. No quería hacerlo sentir mal en su comprensible confusión—. Fue una broma. —Él enarcó la ceja—. Hablé en sentido figurado, ¿comprendes?
—¿En serio?
Ella asintió la cabeza.
—Estoy bien, en serio. Créeme, por favor...
Le cogió de la mano derecha con firmeza. Él parecía todavía dudoso, pero cuando ella inclinó la cabeza y respondió con un nuevo asentimiento ante la gran interrogante que había en su rostro, Rodrigo, por fin, parecía estar convencido.
—Más bien, si te pedí irnos del restaurante es por un tema que... no sé si es conveniente tocarlo o no, pero... por lo menos, me gustaría hacer el intento, ¿sí?
—¿A qué te refieres?
—Tu madre...
De inmediato, Rodrigo retiró sus manos de las de ella y se apartó de su lado, dándole la espalda.
—¿De qué quieres hablar específicamente?
—Me confirmaste que ella estaba muerta, aunque yo ya lo intuía.
—Así es —dijo secamente.
—Digo, por todo lo que hemos hablado hasta ahora...
Él se levantó del banco, caminó unos pocos metros más allá, poniéndose frente a frente a una puerta de una casa. Esta era de vidrio, por lo que Aira pudo observar el rostro de él reflejado en aquélla.
—Me dijiste que tú tuviste que ver con su muerte. ¿Puedo preguntarte por qué?
Escuchó que él resopló profundamente. El frío de la tarde empezaba a colarse por sus huesos, aunado al aire que le golpeó la cara. Al ser una zona descampada, el viento arreciaba con más fuerza que antes.
—¿Debo responder a eso? —dijo.
No sabía si proseguir o no en su interrogatorio. Por un lado, siempre había creído que cuando ella se sentía mal y lo exteriorizaba, ya fuera por medio de las lágrimas, sus versos o buscar consuelo en otras personas como Rodrigo, era lo mejor que podía hacer. El alivio que experimentaba servía de bálsamo para su gris espíritu de ese momento. Por otro lado, nunca había conocido a alguien como él que fuera tan hermético al expresar sus emociones. Aunque de cuando en cuando sonreía, se enojaba o se entristecía como cualquier persona, el ser muy expresivo no era una de sus virtudes. Esto lo había atribuido a su Asperger —y él se lo había luego confirmado—. No obstante, al ser tan "único en el mundo" —como lo bautizó desde ese día— se dio cuenta de lo diferentes que podían llegar a ser ambos a ese nivel.
Fue por esto mismo que quería llegar a conocerlo más, para quizá ayudar a comprenderlo mejor, a expresar sus sentimientos y demás emociones, y su curiosidad por saber de los hechos era su mejor aliada. Aparte, ellos ya no eran amigos, ni éteres no-novios... eran una pareja como cualquier otra, por lo que se veía en la imperiosa necesidad de saber qué era lo que le ocurría. Pero, la tristeza que percibía en sus ojos era tan profunda y oscura que hacía perfecto juego con la vestimenta negra que Rodrigo usaba ese día. Sabía que aquello le provocaba dolor, podía palparlo en toda su piel... ¿Debía proseguir o dejar las cosas como estaban? Lo que vio al contemplarlo a los ojos, cuando él volteó para contestarle, le daría la respuesta.
Los ojos de Rodrigo volvían a estar acuosos cuando se clavaron en su alma. Él quería llorar, no tenía duda... ¡Quería llorar!
—Rodri... —dijo de inmediato y se dirigió hacia él.
Iba a abrazarlo, pero se le adelantó. La acunó tan fuerte en sus brazos, como si quisiera fundirse en un solo ser con ella... como si hubieran sido uno solo desde el comienzo de los tiempos, y solo se hubieran separado para nacer, crecer y encontrarse en el momento justo para conocerse, consolarse y quererse hasta la eternidad...
—Rodri —añadió para luego asirse más a él y poder acariciar su rostro.
Levantó sus brazos para cumplir su objetivo, mas no pudo. Él no la dejó. Por sus acciones, se dio cuenta de que no quería que le tocara sus mejillas, quizá para no observar lo que sobre ellas acontecía, pero para el caso daba igual.
Ya para después dejaría las preguntas sobre su madre. Ya después quizá, descubriría lo que él quiso decirle días atrás cuando creyó que lo dejaría. Todo llegaría a su debido momento. Ahora no quería saciar su curiosidad, ahora no quería escarbar en su pasado, ahora no quería revelar lo que aquel atormentado corazón le revelaba. Porque Rodrigo no necesitaba hablarle. Al percibir cómo su hombro izquierdo se humedecía, con ese simple gesto le demostraba que podía ser tan o más expresivo que ella cuando la oscura tristeza colmaba su alma...
*****
Rodrigo
—No te mal acostumbres, que no todos los días voy a ofrecerte mi hombro como ayer, tontín —dijo Aira al otro lado del teléfono.
—¿Eh? ¿Ayer? ¿Tu hombro? ¿A qué te refieres?
—¡Ayyyy!
Él frunció el ceño. No le gustaba cuando se encontraba en esa situación de incertidumbre. Sin embargo, quiso centrar su conversación respecto a lo que verdaderamente le interesaba.
Aunque al principio lo dudó, debido a la cercanía e intimidad que sabía que Aira provocaba en él, ahora no había que poner reparo alguno. Ella lo necesitaba, por lo que se apresuró a dirigirse a la ducha para asearse y estar listo cuando llegara.
—Puedes venir si deseas... —Abrió la puerta del baño y prendió el pestillo de la luz—. Pero, ¿puedo preguntarte qué es eso tan urgente que te ha pasado para venir ahora? —manifestó antes de poner el celular en altavoz.
Oyó un profundo resoplid, luego un breve quejido antes de escucharla formular:
—¡Me han sacado de la danza!
Aira no pudo más y cayó en llanto. Él se preguntó si el sentimiento gélido que percibía sobre sus manos se debía al agua fría que corría sobre estas o por el estremecimiento de saber lo que aquello significaba para ella.
Anotaciones Finales:
Bueno , ya cada vez estoy demorando menos en actualizar. Así que, espero que les haya gustado este capítulo algo dramático. Sí, nuestro Rodri últimamente está muy emotivo, pero para todo lo que le pasa al pobre, pues. Supongo que con este capítulo ya se han dilucidado las dudas que muchas veces dejaban en los comentarios sobre un tema bastante peliagudo xD. Pero en fin, ya se están cerrando ciertas cosas para dirigirnos al final de esta historia (le tiran tomates virtuales, pero bueno... tampoco es que MyA pueda ser escrita hasta la eternidad ¿?).
Por último, por si me siguen sólo por esta historia y no me conocen de hace un año y medio atrás, quiero invitarlos a leer una historia que había tenido en Borrador durante todo este tiempo, que se llama "Decídete, Margarita", y cuya publicación va a volver a hacerse desde el primer capítulo cada miércoles y sábado. La encuentran en mi perfil con ese título. Es una historia de género Chick-Lit/Romance/Ficción General, que trata sobre la indecisión de Margarita, una mujer convencional de veintiocho años, que luego de un divorcio se planteará recomenzar su vida junto a alguien diez años menor que ella. Es un poco "más seria" que esta, si se podría decir (lo pongo entre comillas, porque saben que, aunque la Saga Poesías trate de un amor de dos personas jóvenes y tenga toques de comedia, en el fondo, los temas que se tratan aquí como la depresión, el apego emocional, el Asperger, etc., no me gusta tocarlos superficialmente. Todo lo contrario.
Luego del momento de auto spam (si yo no lo hago, ¿quién lo hará por mí? :'v ) , pues me despido no sin antes de hacerles recordar que si les gustó el capítulo, no se olviden de votar y/o comentar.
¡Hasta otra!
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