♫ Medidas desesperadas ♥
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—Xico, ¿me vas a ayudar, sí o no?
Aira se encontraba en su salón de clases tratando de que su compinche de toda la vida le diera una mano.
Había tratado por todos los medios de poder conseguir que su madre le levantara el castigo. Se había pasado toda la noche en vela ideando cualquier plan para conseguir su fin. Desde decirle que necesitaba clases extras en la tarde para reforzar las materias —sobre todo en Geometría que se le daba fatal—, hasta que le había dado la vena artística y quería llevar clases de teatro que se impartían también en la tarde, lo cual le daría puntos extras en diversas asignaturas. No obstante, cuando lo pensó mejor, se percató de que dichas salidas no eran las más beneficiosas, ya que dichas clases llevaban un control de asistencias, algo que estaría fuera de su alcance cumplir, por lo que ideó un plan desesperado. Y cuando concluyó cuál era la salida que tenía, se dio cuenta de que necesitaba ayuda sí o sí.
—Tú estás loca, ¿no, huevona? —dijo Xico saliendo del saliendo del aula siendo perseguido por la joven.
—No estoy loca..., ¡estoy desesperada! —alegó la aludida sosteniéndolo de la camisa. Solo de esta manera creyó que su amigo, por fin, se detendría y la escucharía con la atención que necesitaba.
Xico volteó a ambos lados de los pasadizos. Cuando un profesor vestido en buzo pasó por el lado de ambos, lo saludó de manera cortés, provocando que su amiga soltara una mueca.
—"Buenos días, profesor Hugo" —dijo imitándolo—. ¿Desde cuándo acá tú eres tan formalito? —Sonrió para luego ser halada por su amigo hacia el interior de otro salón—. Oe, ¿a dónde me llevas...?
—Quieres callarte, huevona, ¡que nos van a ampayar! —habló en voz baja el muchacho, volviendo a observar sigilosamente a ambos lados de los pasadizos, para luego cerrar la puerta del salón con cuidado.
—¿Para qué me has traído aquí, zonzonazo? ¿No me digas que te me vas a declarar? —dijo Aira poniendo los brazos sobre su cintura y observándolo de manera divertida. Esto provocó que su amigo se sonrojara y luego moviera la cabeza.
—¡Quieres dejarte de huevadas! —respondió todavía incómodo—. Aparte, a mí no me gustan mucho las pechugonas como tú... las prefiero culonas como la Vero —dijo con una mueca, lo cual provocó que ella se enfureciera y le pisara el pie—. Auch, desgraciada, ¿por qué me pisas?
—¡Porque me estás insultando!
Xico soltó una carcajada, relajando la tensión del ambiente.
—A todo esto, ¿cómo vas con mi plan? ¿Qué te ha contado de mí? ¿Has hecho avances con ella? ¿Le gusto algo?
—Le he tenido que mentir y le hablado maravillas de ti —dijo la adolescente con un aire de petulancia. Cualquiera que la viera de lejos diría que su nariz había crecido y que parecía Pinocho.
—¡Idiota!
—Encima que te ayudo, me insultas... —Xico hizo una mueca y le iba a contestar, pero su amiga se le adelantó—. Igual, no te preocupes. Está todo yendo sobre ruedas...
—¿A qué te refieres?
—Bueno, tú sabes que la Vero es del tipo de las nerds, ¿no?
—No es nerd, eso suena ofensivo —dijo Xico arrugando la frente—. Yo prefiero que le digan aplicadas. Esas deben ser más amorosas, más apasionadas... tan formalitas como se ven...
—¡Qué vulgar eres! —lo interrumpió pisándole el pie y provocando que su amigo lanzara otro chillido de dolor—. ¿Cómo te refieres así de la chica que te gusta?
—¡Perdón!
—Como sea, me ha contado que quiere socializar más con la gente. Le he dicho que tiene razón, que como vamos a terminar el colegio el próximo año, pues...
Su amigo puso una cara de felicidad.
—¿No me digas que...?
Aira asintió con la cabeza.
—Le he sugerido que vaya a las prácticas de la danza para ayudar a los que van a bailar y hacer más amigos, que yo la voy a ayudar...
—Oe, pero... entonces, ¿tú estás pensando que...?
A Aira se le iluminaron los ojos y volvió a asentir con la cabeza.
—¡Ni lo sueñes, huevona!
—Pero tienes que ayudarme. ¡Estoy desesperada!
Él negó con la cabeza.
—¿Cómo se te ocurre pedirme que lesione a la gorda Liliana en las prácticas de la danza? ¡Eso sí sería una maldad!
Aira resopló profundamente.
—Tú sabes que la tipa se muere por ti. Y cuando estén en pleno intercambio de parejas, pues le pisas el pie... y como la muy tonta va a practicar con zapatos de tacos, será fácil hacerlo...
—¡Estás loca! —dijo Xico dándole la espalda y alejándose de ella.
—No estoy loca, es lo justo.
—Huevona... —Volteó a verla.
—¡La gorda Liliana ni siquiera sabe bailar bien! —mencionó cabizbaja—. Es una descoordinada y ni ritmo tiene... En cambio yo... yo... —Se cubrió la cara con las manos. Tenía tantas ganas de llorar, que no quiso que las lágrimas la traicionaran.
—Huevona, te entiendo... —Puso sus brazos sobre los hombros de su amiga—. Pero eso no se hace... O sea, la puedo lesionar y todo... No, que no... ¡Eso no se hace!
—¡Yo merezco estar en su lugar! —levantó la voz con rabia. Xico se cubrió la boca con un gesto de silencio de las manos para que bajara el tono de voz. Ella obedeció—. ¡Fui elegida incluso para dirigir al grupo de las chicas en la audición!
—Lo sé... —alegó Xico dando un par de palmaditas sobre la cabeza de su amiga. Sabía que ella lloraría, y que ni, aún su orgullo que le impediría derramar lágrimas frente a él ante una situación tan apremiante como la que se encontraba.
—Y si no me escogieron fue porque, al final, mi vieja se negó a pagar el alquiler del disfraz —mencionó para luego respirar entrecortadamente—. Las clases sí tuvo que pagarlas porque a todos los alumnos los obligaban, fueran elegidos o no.
—Oe...
—Si la eligieron a ella fue porque sus padres siempre le pagan todo. ¡No sabes cómo la envidio! Pero no es justo que me quede fuera del festival por culpa de la tacañería de mi madre...
—Aira...
—¡Entiéndeme! Por más que estudio, no consigo levantar mis notas en Geometría y Física. En cambio, si Liliana se lesiona, puede que me llamen para reemplazarla, y con el dinero que tengo ahorrado de vender cosméticos, podré pagarme el disfraz. Si bailo tendré puntos extras en las materias y puede ayudarme a pasar de año. Y si con eso logro tener tiempo en la tarde para poder ver a Rodri, lograré matar dos pájaros de un tiro...
—Aira...
Un par de lágrimas cayeron por su mejilla.
—No lo veo hace semanas y, como te conté, lo siento a veces tan distante... tan frío... tan... —Hizo una pausa. Luego respiró profundamente—. Rodri me dijo que era especial para él, y lo sé... pero...
—¿No me habías contado que te dijo que quería que fueran poco a poco?
—Sí, pero... yo no puedo evitar sentir esta especie de basurita en el corazón... Puede que sea porque no nos hemos visto o yo que sé... Y yo... y yo —Rompió en llanto y se cubrió la cara con las manos. Xico arrugó las cejas y puso un gesto preocupado. Iba a hablarle para consolarle, pero prefirió que su amiga siguiera hablando para desahogarse—. ¡Quiero verlo...! ¡Me muero por verlo! Mi corazón me duele tanto cuando tengo estas ganas locas por verlo y sé que no puedo... ¡Quiero tener tiempo para verlo, por favor...! Y esta es la única manera en que yo... en que yo...
La joven ya no pudo más. La respiración entrecortada le impedía seguir hablando. Y fue así que, con sus lágrimas bañando todo su rostro, que dejó salir toda la mezcla de sensaciones y sentimientos que la venían consumiendo y que no sabía cómo canalizar.
Si bien Xico se había dicho en más de una ocasión que era los del tipo duro ("Soy peruano, macho peludo que se respete", era su lema), el ver a su amiga de la infancia de esa manera le partió el corazón. Y se prometió a sí mismo que vería la manera en ayudarla, lesionando o no a su compañera Liliana, pero que haría todo lo que estaría a su alcance para lograr que su mejor amiga fuera feliz...
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