♫ Manías y Frases ♥

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Aira

‹‹¿Podré salir airosa de esta situación? Digo, por algo me llamo Aira... y Aira debe salir airosa, ¿sí?››

Había llegado lo más rápido que podía a su casa. Más había durado su trayecto en caminar desde el departamento de Rodrigo que lo que había sido el viaje en bus. Si bien había tratado de hacer memoria en saber cómo llegar a la avenida principal para tomar la línea que la llevaría de regreso, el estar en un barrio nuevo y poco transitado la había mareado al comienzo. Luego de preguntar e indagar entre los vecinos, luego de varios minutos caminando, por fin, había dado con el lugar indicado.

Durante todo el viaje de regreso el nerviosismo había hecho mella en ella. Sus manos estaban tan sudorosas que creyó que, al tenerlas tan húmedas, parecían las manos de una mujer vieja. A su vez, el temblor en su cuerpo era tan palpable que una pasajera en el bus le preguntó si se encontraba bien, atinando a responderle con un simple asentimiento de cabeza. Su respiración había sido tan intermitente que, por un momento, creyó que se ahogaría sobre su asiento, debiendo agarrarse su pecho para obligarse a sí misma a calmarse y a respirar apropiadamente. Pero, si esto parecía poco, un viejo enemigo había regresado para su ya de por sí baja autoestima...

La tricotilomanía, o el impulso obsesivo de arrancarse el cabello, había regresado a su vida.

Años atrás, luego de perder a su padre, había adquirido malos hábitos, entre ellos, el comerse las uñas y el arrancarse el cabello. En especial esto último, era la peor de sus manías porque había traído terribles consecuencias sobre su autoestima y su alma... Tanta había sido su manía de halarse su pelo, que había provocado que en su cabeza se formara un pequeño hueco. Esto hizo que fuera objeto de burlas en su escuela, lo cual, unido a la depresión que sufría entonces, trajeron como resultado que perdiera el año escolar. Tiempo después, y cuando sufría una recaída en su depresión, volvía a su manía de siempre, provocándole que su cabello se viera menguado en algunas zonas de su cabeza.

Ahora, durante el trayecto de regreso en su casa, se había arrancado varias hebras más de su pelo, en un impulso que no se vería disminuido para nada. Todo lo contrario, al encontrarse siendo gritada en esos momentos, volvió a sentir el deseo irrefrenable de arrancarse su cabello. Sólo la parálisis momentánea que sufría, debido al pánico que tenía por estar siendo gritada en aquellos instantes, se lo impedía,

—¡¿Me puedes explicar a dónde te fuiste?!

Una mujer delgada de largo cabello castaño se hallaba frente a la chica. El traqueteo impaciente de sus tacos hacía perfecto juego con el sonido que sus dedos sobre su brazo derecho, provocando un eco ensordecedor en su interlocutora. Su mirada penetrante produjo un pavor tal en la joven que la obligó a bajar la cabeza, haciendo que la diferencia de estatura entre ambas fuera más pronunciada que antes.

—Yo... yo... —dijo Aira alzando su mano hacia su cabellera.

Haló fuertemente de uno de sus pelos. Pero, cuando iba a terminar por arrancarlo, el grito que recibió la interrumpió:

—¡Habla de una maldita vez!

—Mamá, yo...

—Dime, ¡¿a dónde te fuiste?!

Aira pasó saliva. Las manos le temblaban tanto. Hizo un esfuerzo sobrehumano por hablar, y cuando, finalmente, pudo hacerlo, sintió que la garganta le quemaba.

—Me... fui a...

—¿A QUÉ? ¡¿TE FUISTE A QUÉ?!

—Me fui a pasear... —dijo en un susurro lo más rápido que pudo.

—¿CÓMO? ¡NO TE ENTIENDO NADA! —habló la mujer encaminándose hacia su hija.

Armándose de valor, aún cuando intuía lo que vendría después, dijo de una manera clara la respuesta esperada:

—Me fui a pasear... por ahí...

—¿CÓMO DICES, MOCOSA?

La mujer arrojó el cigarro al suelo y azuzó los brazos. Volvió a encarar a su hija, haciendo que esta tuviera que retroceder.

Luego de que la señora diera otros pasos más, en unos sonidos que a Aira le parecieron tan ensordecedores que por poco rompen las ventanas de la habitación, se dio cuenta de que no tenía escapatoria alguna. El frío que percibió de la pared detrás de sí no hizo menos por disminuir la tormenta que tenía frente a sí.

—¿DICES QUE TE FUISTE A PASEAR POR AHÍ, ASÍ SIN MÁS?

Asintió con la cabeza.

En cuestión de segundos, sintió que era golpeada por su madre, descargando sobre ella años de frustraciones, amarguras y decepciones.

—¡ES EL COLMO! ¡ES EL PUTO COLMO! ¡YA ME TIENES HARTA, MOCOSA DE MIERDA! —dijo la mujer mientras seguía propinándole a su hija varios golpes con las manos y patadas, los cuales no solo dejaban huellas físicas sobre ella—. ¡SIEMPRE ME HACES PERDER EL TIEMPO! ¡DESGRACIADA!

—¡Para ya! ¡Deja de pegarme! —rogaba Aira cubriéndose con las manos la cabeza, pero sus pedidos eran en vano.

—¡TUVE QUE DEJAR A UNOS CLIENTES PORQUE ME LLAMARON DE TU COLEGIO! —dijo la señora haciendo una tregua en sus ataques físicos a su hija—. TU TUTORA DICE QUE SI SIGUES ASÍ, REPETIRÁS DE AÑO... ¿QUÉ ME DICES ANTE ESO?

Ella no le respondió. Todo lo contrario. Y es que, producto de los golpes físicos que había recibido, algo se había encendido en la muchacha.

Si bien se había comportado como un cachorrillo indefenso ante los ataques de su madre, en los últimos meses, antes situaciones en la que se veía ofendida, se había portado altanera y desafiante. Pasar noches enteras en vela llorando, mascullando no solo su tristeza, sino su soledad, su melancolía y su rabia, habían provocado en Aira un profundo resentimiento hacia quien le había dado la vida. Todo esto, unido a lo culpa y la depresión que había acumulado durante años, la hacían propensa a reaccionar de forma defensiva ante cualquiera.

De esta manera, cuando le volvió a mencionar el aviso que le había dado la tutora, ella ni se inmutó. El saber que estaba a punto de acumular el 30% de inasistencias injustificadas y con ello, estar próxima a perder el año escolar, parecía no importarte. O por lo menos, eso fue lo que quiso dar a entender a su madre. Esta reaccionó hecha una furia cuando vio que Aira respondió a sus reclamos con un simple encogimiento de hombros.

—¿ACASO ME ESTÁS DICIENDO QUE NO TE IMPORTA?

Volvió a encogerse de hombros.

—¿QUIÉN ME VA A DEVOLVER EL DINERO QUE PAGO POR TU EDUCACIÓN, EH? ¡¿QUIÉN?!

—Ay, no hagas tanto escándalo, por Dios —contestó la joven levantándose del suelo.

—¡DESGRACIADA! TEN POR SEGURO QUE SI REPITES EL AÑO, YA VERÁS QUIÉN TE MANTIENE, PORQUE NO VOY A VOLVER A GASTAR NI UN CENTAVO EN TI.

—¡Para lo que me importa! —dijo Aira fuera de sí y observándole altaneramente —. ¡Si por mí fuera, me largaba ya de esta casa!

Su madre hizo el ademán de querer volver a pegarle, pero ahora Aira había esquivado su golpe.

—¿ME VAS A VOLVER A PEGAR? —exclamó dirigiéndose a su madre y alzando su rostro para estar a la misma altura que ella—. ¡PORQUE TEN POR SEGURO QUE AHORA NO VOY A VOLVER A PERMITIRLO!

—¡¿QUÉ HAS DICHO?! ¡¿QUÉ HAS DICHO?!

Poca era la distancia que separaban a ambas mujeres. El encono, el resentimiento y la frustración que se veía en sus ojos eran tal palpables, que parecían hierros candentes. Si cualquiera las hubiera visto de lejos, les sería difícil de creer que eran madre e hija y que compartían los mismos rasgos físicos.

En ese instante, cuando la mujer iba a volver a descargar su furia sobre su hija, alguien se interpuso entre ambas, trayendo un poco de catarsis y de recuerdo de los lazos familiares, que ya se hallaban rotos desde hacía años atrás...

—¡Lucas!

—Mami, ya no le pegues a la "chata"... —dijo el niño en medio del llanto mientras era abrazado por su madre—. Te prometo que comeré toda mi comida, que haré mi tarea y que ordenaré mis juguetes... Pero, por favor, por lo que más quieras, ya no le pegues a mi hermana...

En ese instante, Aira sintió que se le quebró el corazón.

—No le pegues a mi hermanita, ¿ya? No le pegues más... Por favor... —siguió suplicando el niño, mientras seguía siendo consolando por la señora.

Sintió unas ganas inmensas de abrazar a su pequeño hermano y de agradecerle por prodigarle el único cariño que creía que tenía en esa casa. Sin embargo, se dio cuenta de que no era el momento adecuado de quitarlo de los brazos de su madre.

Después de varios minutos, en los que el niño por fin parecía calmarse, la señora lo cargó en sus brazos para llevarlo a su habitación. Pero, antes de hacerlo, atinó a observarle de reojo a su hija, para finalmente decir:

—Tú y yo hablaremos más tarde. ¡Ve a tu cuarto!

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Los días que continuaron no fueron muy distintos para Aira. Se sentía deprimida por lo que había sucedido, a tal punto que siguió halando de su pelo hasta formar un pequeño hueco en su cabeza. Trató de disimular aquél soltando su pelo y no llevándolo en dos colas como lo llevaba habitualmente.

Asimismo, su madre y ella con las justabas hablaban. Solo atinaba a dejarle el desayuno y a recordarle cada mañana, antes de irse al colegio, que debía asistir a clases, si es que no quería que la llevara de la mano como una niña de kindergarden. A su vez, no perdía oportunidad en hacerle recordar lo que le habían informado.

Su tutora había sido bien enfática en su situación escolar: tenía más de un 20% de inasistencias injustificadas. Si la situación seguía en lo que quedaba del semestre, corría el riesgo de perder el año. Además, sus calificaciones tampoco eran muy sobresalientes que digamos. Sólo tenía notas aceptables en los cursos de Literatura, Historia, Lengua y Geografía, pero tenía varios desaprobados en las materias de Matemáticas y similares. Si esto continuaba así, si no era por el porcentaje de inasistencias, repetiría por desaprobar varias asignaturas.

Su madre la controlaría más que antes. Debía estar en casa ni bien saliera de la escuela y llamaría todos los días a su tutora para cerciorarse de que, verdaderamente, ella hubiera asistido a clases. Asimismo, le prohibió las salidas y las fiestas hasta nuevo aviso. Peor todavía, le confiscó el celular y le cortó el internet. Cuando le comunicó esto último, ¡el mundo se le vino encima!

Podía aguantar no salir a matar el rato por ahí con Xico y compañía, porque a fin de cuentas, con el único con el que se sentía a gusto era con él. Podía aguantar no irse de fiestas, porque a fin de cuentas, si salía a discotecas o a pubs era a insistencia de su amigo por hacer grupo de parejas de chicos y chicas. Podía aguantar no tener internet para matar el rato en lo que quisiera, porque a fin de cuentas, podía entretenerse en cualquier cosa como leer o ver televisión... Pero, lo que no podía permitirse era estar incomunicada con Rodrigo, aquel chico que parecía ser el único en el mundo capaz de escucharla, de comprenderla, de quererla...

Luego de transcurrir tres días, en los que estuvo totalmente incomunicada con él, la situación se le hizo imposible. De esta manera, trató de apelar a medidas desesperadas. Y el único que podía ayudarla en una situación así era su mejor amigo, su compinche en una y mil aventuras.

—¡Estás loca! —exclamó el joven.

Ambos se hallaban en pleno recreo. Aira estaba comiendo su refrigerio, y le había dicho que le invitaría un poco de su pan con jamonada, a cambio de que le hiciera un favor. Xico, quien se caracterizaba por tener un gran apetito, había aceptado sin chistar. Pero, cuando escuchó su propuesta, se negó de inmediato.

—¡Te equivocas! ¡Estoy desesperada, no loca! Y hablando de desesperados, mi Rodri debe estar preocupado porque no me comunico con él desde hace días... —dijo apoyando su cabeza sobre su mano—. Conociéndolo, seguro que debe haberme escrito varios mensajes en estos días que no ha sabido de mí.

—¿Tu Rodri? Asu mare(1), no me digas que...

—¡¿Qué?! —Ella volteó el rostro con una mirada que decía "No te atrevas a reprocharme"—. ¿Qué cosa no quieres que te diga?

—Bueno... Como dices tu Rodri, no me digas que tú y él pues... que tú y él... —Aira le clavó la mirada, a tal punto que se sintió intimidado—. Tú sabes, ya se fueron a los tiempos suplementarios y con penales incluidos pe'.

—¿Ah? —habló ella con una mueca.

No tenía ni idea de a qué se refería Xico. Cada semana que hablaba con él, repetía la misma mueca porque aprendía una jerga o frase nueva de su compañero.

—Vamos, habla... ¿A qué te refieres con eso?

—A ti no te gusta el fútbol, ¿no? —dijo Xico casi sin pensarlo.

—No, con las justas veo a nuestra selección cuando siempre pierde. Pero no me cambies de tema, ¿a qué te refieres?

Xico pasó saliva. No obstante, al ver la mirada inquisitiva de su amiga, se sinceró. Y cuando le dijo lo que pensaba, se llevó un famoso "apanado", que no era más que ser golpeado en la cabeza por parte de Aira ante las malinterpretaciones de su parte.

—¿Tú eres zonzo o te haces?

—Oe', ya párale... —dijo mientras ponía su mano sobre su cabeza para no seguir siendo "apanado" por su amiga—. ¿Quieres que me vuelva calvo como tú?

—¿Ah?

Se quedó petrificada.

—Que te he visto... Tienes un pequeño hueco aquí —Indicó con su dedo derecho el lado derecho de su cabeza—. ¿Lo has vuelto a hacer, no?

—No sé de qué me hablas... —dijo Aira sintiéndose avergonzada.

—No lo hagas, flaca. Se te va a ver feo... Y Rodri y tú no van a volver a hacer "cositas" pe'

—¡Él y yo no hemos hecho nada!

—¿Ah, no?

—¡No! ¿Es que acaso no me conoces y crees que voy a ir tan rápido con él? ¡Apenas hemos salido un par de veces, tonto!

—Pero nunca se sabe. Cuando una flaca como tú está "templada"(3) pues...

En ese instante otro ‹‹Ay›› volvió a escucharse en el salón seguido de un ‹‹Ya no me pegues pe'››.

Cuando las cosas entre ambos amigos se calmaron y Aira volvió a insistir en su petición de que le preste su celular, Xico volvió a negarse a ello.

—"Nica"(2) puedo aceptar lo que me pides. Si te presto mi celular, ¿con qué me voy a comunicar yo?

—¿No me contaste el otro día que te habías encontrado un celular en la calle?

—Pero es de esos "chanchitos"(4) pues, que con las justas se conectan a internet. No es un smartphone como el que yo tengo. En tal caso, ¿por qué no te presto el "chanchito" a ti? Le metes tu chip y asunto arreglado.

—Necesito uno que pueda tener aplicaciones como Wattpad y demás de esas "vainas". Ahora que me he inscrito para los premios Watty, necesito un celular en condiciones...

—¿Los premios qué? —la interrumpió Xico enarcando la ceja.

—Los premios Watty. Son una competencia anual en donde te postulas a varias categorías. Puedes ganar premios y...

—¡Espera! ¿Dijiste "premios"? ¿De dinero, no? Porque si es así, a pique puedo publicar cualquier "vaina", y fácil la hago linda. Ya conoces mis dotes de Neruda.

Xico se arregló el cuello de la camisa, como queriendo exhibir su mejor perfil.

—Primero que todo, no dan premios en dinero. Seguro... ¿Neruda? ¿Tú? —Aira meneó la cabeza—. ¡Fuera de acá! ¿Qué vas a ser Neruda tú? Si todas las veces que hemos tenido que escribir un poema de tarea no has sido capaz de hilar dos versos seguidos y he tenido que hacerlos yo por ti para que no te desaprueben...

—¡Weit! —dijo el joven alzando el brazo derecho como si fuera un policía de tránsito—. ¿Estás menospreciando mis dotes "hisdrónicas"?

—¿Hisdrónicas"? ¿Qué diablos es eso? —Su amigo se le quedó mirando sin saber qué responderle—. Habrás querido decir "histriónicas", Xico.

—Traaanquila, diccionario ambulante —Levantó el brazo colocándolo entre él y ella—. Creo que se te está pegando lo del pituco ese, ¿eh?

—¿Ah?

Aira abrió tanto la boca, que por poco su quijada llegaba al suelo. Al darse cuenta de que lo que le decía Xico era cierto, una mirada de espanto invadió su rostro. Definitivamente, el corregir el vocabulario de los demás no era algo que quisiera asimilar de Rodrigo.

Luego de volver en sí, trató de encaminar la conversación hacia lo que verdaderamente le importaba:

—Vamos, no seas malo. Préstame tu smartphone pues. Sólo hasta que me levanten el castigo.

—¿Y eso hasta cuándo va a ser?

—Pues hasta que mi "vieja" se asegure de que no voy a repetir el año, supongo que será por lo menos de acá a un mes.

—¿De acá a un mes? ¡Estás loca! Mejor pónte a estudiar y déjate de huevadas...

—Oe, pero...

Ella siguió rogándole para que la ayudara, pero fue en vano. Luego Xico pareció ignorarla por completo al quedarse mirando embobado a una chica que pasaba por los pasillos del lado sur del salón.

En ese instante, y para su complacencia, una idea rondó por la mente de Aira, haciéndola sonreír maliciosamente ante lo que acababa de descubrir.

—Con que te gusta la Verito, ¿eh?

—¿La Vero a mí? ¡Estás loca!

—Lo tienes escrito en toda la cara.

—¿En serio? —dijo Xico sonrojado. Ella asintió con la cabeza.

—Hagamos un trato—. Él la miró con ojos interrogativos—. Tú me prestas tu smartphone, yo me hago amiga de la Verito, descubro sus gustos de chicos y te hago "el bajo"(5) con ella, ¿vale?

—¿Crees que funcionará? —dijo el joven con la cara llena de esperanza.

—¿No que no te gustaba, huevón?

Xico volvió a negar por enésima vez que le gustara Vero. Sin embargo, cuando accedió de buena gana en prestarle su smartphone, Aira se dio cuenta de que sus sospechas eran ciertas... y de que, como antes, él podía ayudarla a salir airosa.

Así que, la frase que de vez en cuando se repetía, tenía sentido. Podía respirar tranquila y dejar aquellas manías del pasado que habían vuelto para atormentarla. No valía la pena deprimirse... Por lo menos, no por ahora. Sabía que su comunicación con Rodrigo no se vería interrumpida, a pesar de las adversidades que tuviera encima. Porque ‹‹Aira debe salir airosa, ¿sí?››.

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(1) Asu mare: Abreviatura de "Para su madre", que expresa una frase de sorpresa. 

(2) Nica: Abreviatura de "Ni cagando", que significa "Ni lo sueñes".

(3) Templada: Enamorada

(4) Chanchitos: Objetos antiguos, sencillos, y con las justas que sirven.

(5) Hacer el bajo: Ayudar a dos personas a que coqueteen, sean pareja.


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Anotaciones Finales:

Ya había avisado en "Ansías y Poesías", pero lo vuelvo a informar por aquí. Como ven en la parte de multimedia, "Ansías y Poesías" se ha alzado con un premio en los Wattys 2015 en la categoría "Adicciones Instantáneas". Y esto no hubiera sido posible sin su apoyo. Gracias totales por sus votos, por sus comentarios y sus recomendaciones :3

 Finalmente, no olviden de dejarme su voto y comentario si les gustó el capítulo :)

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