♫ Estatus Indescriptible ♥

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Aira

-Ro... Rodri -dijo a la vez que sus manos se tensaban al agarrar las del aludido.

Él se le quedó observando fijamente con la cabeza ladeada. Sintió que con sus dedos retiraba mechones de su cabello que caían por sus sienes y luego una leve caricia en sus oídos. El calor en sus mejillas era tal que no pudo evitar bajar la mirada de la pena para luego volverla a alzar con valentía y preguntar con decisión sobre aquella situación que la había dejado pasmada:

-Sabes que me has besado en la boca, ¿sí?

Rodrigo asintió.

-¿Por...? ¿Por qué...? -Tragó saliva-. ¡¿Por qué lo hiciste?!

-Porque me gustas... -respondió con tranquilidad-. Porque eres importante para mí... ¡Y ya no quiero verte sufriendo más!

Ella frunció la ceja e hizo una mueca.

-Me has dicho antes que te gusto y que te importo mucho... -Miró hacia un lado de la habitación. Un póster de Freddy Krueger estaba enmarcado, quien parecía reírse de la situación-. Eso lo sé. -Él asintió-. Pero, ¡se me hace tan raro que me besaras! O sea... a mí me importa mi hermano, me importa mi abuela... ¿ok? ¡Pero no por eso los beso en la boca! -habló levantando la voz.

-No te entiendo.

-Lo que quiero saber es si... -Hizo una pausa y soltó sus manos de las de él-. Si aparte de gustarte, ¿me has besado porque...? -Acarició su mejilla y pudo notar que las de él estaban tan o más rojas que las suyas-. ¿Porque me quieres?

Rodrigo soltó su rostro de sus manos y bajó la mirada.

-¿Porque te has dado cuenta de que me quieres o algo así? -agregó Aira.

Él no le contestó. Sólo se separó unos metros de ella para después darle la espalda.

Hubo un momento tenso entre ambos, en el que el viento frío que se colaba por la ventana entreabierta de la habitación rozó sus mejillas. Al experimentarlo, le pareció tan lejana la sensación de calidez que había sentido al tener sus manos de él acariciándola, que le era increíble que momentos antes hubiera sido tan efusivo con ella.

Los segundos siguieron transcurriendo mientras ella seguía esperando una reacción o respuesta a su pregunta, pero nada. Rodrigo seguía meditabundo y cabizbajo, construyendo una pared de indiferencia entre ambos, que terminó por congelar el corazón de la muchacha. Desesperada, decidió actuar por su cuenta y aclarar sus dudas de una vez por todas:

-Rodri -dijo Aira cogiéndole del brazo y sentándose a su lado al borde de la cama, tratando de romper esa pared infranqueable-. Dime, ¿me quieres o no?

Él no le contestó. Seguía tan sumergido en la mar de sus pensamientos, que por poco le dieron ganas de cogerlo de los brazos y sacudirlo para que volviera a la orilla junto a ella. Pero se contuvo.

Resopló profundo a la vez que contaba en su mente hasta diez para tratar de obtener la calma que la situación ameritaba. No quería perder la cordura. Se había sentido tan bien al ser acurrucada por él, al ser acariciada por él, al ser besada por él, que quería experimentar más de aquéllas hermosas sensaciones. Saborear de aquella ambrosía era tan maravilloso que nunca se hubiera imaginado que algo así pudiera, siquiera, estar a su alcance. Sin embargo, había algo más dentro de sí que había cambiado, que había brotado y que había madurado, el cual la ayudaría a lograr su cometido...

No sabía cómo, pero a pesar de que la fría espina que tenía en su corazón -al no obtener respuesta a su pregunta- volvía a clavarse un poco más, la seguridad de que significaba mucho más que un gusto para él se germinó en su mente. Después de que la tratara de forma tierna al principio, para luego besarla con tanta aprehensión, algo dentro de sí se había encendido.

Sensaciones inimaginables, ardores insospechados y ambiciones desmedidas habían dado paso a algo mucho más... algo más indescriptible... algo más sublime... algo más creíble... el cual la ayudaría a traer luz al mar de sus dudas y de sus temores: desde aquel beso la relación entre ambos ya no sería la misma ni los sentimientos mutuos que tenían. Pero, si quería llegar a buen puerto en aquel nuevo sendero de descubrimiento, debía remar mucho, pero mucho...

Había leído en internet que el ser pareja de un chico con Asperger requería de paciencia. No obstante, aunque esta no fuera una de sus cualidades, trataría de poner de su parte para poder descifrar toda la mezcla de nuevas sensaciones que tenía dentro de sí, pero, en especial, para ayudar a que Rodrigo se diera cuenta de ello. Quizá podrían hacerlo juntos, para que, finalmente, él fuera capaz de sincerarse con ella y con sí mismo. Sólo debía encausarlo a que él pudiera sacar de sí lo que sentía por ella. Porque luego de aquel beso, ahora más que nunca, Aira tenía la seguridad de que para él significaba mucho más que un gusto. Si la quería o no, eso ya era otra cosa. Pero quería que él fuera capaz de abrir su corazón a ella, y lo ayudaría a que fuera capaz de expresarlo con palabras...

-Rodri...

Él volteó a mirarla.

-¿Seguimos siendo éteres? ¿O ya somos enamorados?

-¿Eh? -dijo enarcando la ceja.

-No sé cuál es nuestra situación. Nunca he tenido pareja y yo pues... Esto es muy complicado, ¿sabes? -Se rascó la cabeza para luego halarse un par de pelos.

-¿Te estás quedando calva?

Rodrigo se acercó para querer contemplarla mejor, pero al darse cuenta de lo que eso significaría, ella se cubrió su cabeza con ambas manos y se alejó unos centímetros de él.

-¡No me pasa nada! -alegó cabizbaja.

-Pero me pareció ver...

-¡No te preocupes! -lo interrumpió-. No es nada, ¿ok?

-Ok.

Luego de unos segundos que parecieron interminables, ella volvió a encauzar la conversación hacia lo que le interesaba.

-Sólo... -Estrujó la sábana bajo sus manos-. Sólo quiero saber qué es lo que somos... Es decir, ¿seguimos siendo éteres?

-Sí.

-¿Pero los éteres se besan como tú me ha besado?

-¿Eh? No lo sé. Creo que no... -contestó tan inexpresivamente que a Aira le pareció que aquella espina volvía a clavarse en su corazón.

Resopló profundamente, mientras que mentalmente se trataba de dar ánimos.

-¿O somos...? ¿O somos más que éteres? Algo así como...-Hizo una pausa. Él la observaba tan concentrado, pero tan calmado a la vez, que se dijo que lo mejor que podía hacer es dejar de cavilar y apelar a la espontaneidad con la que él la había conocido al principio y que había captado su atención-. ¡Somos éteres- no-novios!

-¿Cómo? - dijo Rodrigo arreglando el pelo que le caía por la oreja y lo que parecía ser un esbozo de una sonrisa.

‹‹¡Bien! Por fin mi hombre de hielo parece estar cediendo››, pensó a la vez que su rostro se iluminó con una idea.

-Mira... Tú y yo nos hemos besado, antes de que tú me pidieras ser tu enamorada y...

Aira le contó que las referencias cercanas de cómo debían ser las relaciones de pareja eran las que había visto en las películas, pero que prefería basarse en lo que le habían enseñado en casa. Obviando las diferentes parejas que había tenido su madre, prefería tomar como base lo que le había contado su abuela Gladys.

Aquélla le había enseñado que era el hombre quien debía tomar la iniciativa en este tipo de relaciones, pero Aira no creía en estos convencionalismos. No obstante, le había parecido bonito la historia de cómo sus abuelos se habían conocido: en un verano de finales de los sesenta en un balneario a las afueras de la capital, cuando su abuelo trabajaba como pescador. Tiempo después, el hombre se le había declarado, habían sido pareja durante meses, para no pasar mucho tiempo para pedirle la mano a su padre. El resto era historia conocida.

Aunque Aira le aclaró que consideraba todo aquello como chapado a la antigua, había algo que sí tomaba en cuenta de ellos. Su abuelo le había dejado claro a doña Gladys desde el comienzo, con sus palabras y acciones, la relación que ambos tenían, cosa que él no. Rodrigo se había adelantado al acuerdo de no-novios que habían decidido tener cuando le explicó acerca de su sentimiento etéreo, y esto la dejaba sin saber qué decir o hacer al respecto.

Los éteres tenían un sentimiento mutuo que querían cuidar, era cierto. Sin embargo... hasta donde ella sabía, no se besaban. Esto era algo que, según entendía, era más para una relación de pareja, no para éteres-no-novios, como ella terminó de bautizar a su "estatus actual".

-No sabes escribir bien, pero se te ocurre cada palabra, que creo que la RAE debería tomar en cuenta tus sugerencias... -dijo Rodrigo con las manos juntas apoyadas en sus rodillas y con la sonrisa torcida, para complacencia de ella.

-¿Tienes alguna otra palabra en japonés para nuestra situación actual? Digo, ¿como "shoganai" o algo así?

Él meneó la cabeza.

-¿Somos éteres?

-Sí -dijo observándola bastante entretenido. Esto le dio ánimos para hacer su siguiente pregunta.

-¿Somos pareja?

Rodrigo inclinó la cabeza y se quedó pensativo.

-Porque los éteres no se besan, según me respondiste, te lo vuelvo a recordar -añadió Aira-. Pero a mí... Me gustó que me besaras y... -Tragó saliva-. Me gustaría... Me gustaría... -Volvió a halarse un par de pelos rápidamente-. Me gustaría que lo volvieras a hacer, ¿ok? -dijo al tiempo que sus mejillas le ardían.

Sentía tanta vergüenza, que quería que la tierra la tragase ahí mismo, pero esto era lo de menos. Si quería aclarar su situación actual, ayudar a Rodrigo a sincerarse con sus sentimientos y hacerle saber lo que ella deseaba, esta era la única manera que se le ocurría. Aún con sus dudas, con sus tartamudeos y con sus manías, a su corta edad, y con el sentimiento que germinaba dentro de sí, debía hallar las fuerzas necesarias para lograr que su relación con él esclareciera.

Observó a Rodrigo fijamente. Él estaba tan o más sonrojado que ella, que le pareció que la sopa de tomate que había bebido le había cambiado todo el color a su rostro.

-Sé... -prosiguió Aira-. Sé que los éteres sienten algo muy especial el uno por el otro, aunque eso no implique quererse todavía... -Bajó la mirada sintiéndose apenada. Sin embargo, esto le duró poco, porque se animó al poco rato y lo enfrentó decidida-. Pero... quiero que sepas que me gustó mucho cómo me besaste antes, ¿ok? Y yo no sé besar... pero... quisiera... a partir... de ahora... pues... tú... me enseñes a... hacerlo... ¿Pue...? ¿Puedes?

Quiso proseguir, pero ya no pudo más. La vergüenza por explicar en palabras todo lo que ansiaba terminó por vencerla, que pensó que en ese instante se desmayaría de la pena. No obstante, antes de desvanecerse, su rostro fue sostenido, de nuevo, tan delicada y amorosamente por él, al igual que lo había hecho minutos antes, para luego experimentar por segunda vez de aquella ambrosía que la llevaba al estatus más sublime que nunca antes hubiera experimentado.

Cuando se hallaba sumergida en el mar de aquella excelsa sensación, un inesperado sonido de chirrido de dientes producto de su inexperiencia la trajo de nuevo a tierra.

-Per... perdón... -agregó apenada.

Rodrigo sonrió y le acarició la mejilla. Después añadió:

-No te preocupes. Sólo debes abrir tu boca y hacer esto... -dijo para luego acercarse a ella y volver a querer besarla. Sin embargo, ella lo interrumpió.

-Antes de continuar, quiero saber qué somos...

-¿Qué somos?

-Sí. Para mí... Creo que somos éteres-no-novios que se gustan, no se quieren, pero se quieren besar, ¿ok?

-Ok.

-Pero quiero que tú me lo pidas...

-¿Eh? -preguntó enarcando la ceja.

-Permíteme ser un poco chapada a la antigua por un momento, ¿sí? -dijo segura de sí misma.

Rodrigo se le quedó observando por un instante que se le hizo eterno. Y durante ese tiempo de espera, las hormigas en su estómago se le acentuaron tanto junto con sus ganas de ir al baño, que estuvo a punto de pedirle que se olvidara de todo aquello. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él se le adelanto:

-¿Quieres...? -Hizo una breve pausa. Estaba tan sonrojado, incluido hasta las orejas, que le pareció que su cabeza estaba a punto de explotar, tal cual una tetera hirviendo-. ¿Quieres ser mi éter-no-novia?

Ella asintió con la cabeza a cada rato, a la vez que repetía ‹‹Sí›› varias veces, para luego juntar su frente con la de Rodrigo y reír mutuamente por el nuevo estatus que ambos habían conseguido...

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