Dolorosa Madurez [Parte 4 ] - CAPÍTULO FINAL
Nota de la autora:
Como podrán darse cuenta, este capítulo tiene el añadido de "Capítulo final" porque sí, es el final de "Melodías y Ambrosías". Estoy muy emocionada de haber llegado hasta aquí. Tengo muchos sentimientos encontrados y decir que no he llorado mientras lo escribía sería mentir. Aira y Rodrigo son unos personajes entrañables, que se han colado en mi corazón y me es tan emotivo ver su crecimiento a estas alturas. Creo que no soy la única que piensa esto, ¿sí?
Por lo mismo, les pido por favor, luego de leer este capítulo, no soltar spoilers de ningún tipo en las redes sociales, ¿ok? No le malogremos la lectura a los que vienen después.
Si has llegado hasta aquí con paciencia esperando cada actualización del capítulo, gracias por tu comprensión y apoyo. Sin ustedes mis lectores, esta historia no habría llegado tan lejos.
Por último, les informo que solo falta el epílogo. Lo debo estar subiendo pasado o mañana porque ya lo tengo escrito.
No me quiero despedir sin volverles a agradecer por su apoyo invaluable en esta historia que tanto significa para mí. Sin más, los dejo con la lectura.
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—¿Así que eso fue lo que en realidad pasó?
Él asintió contestando a su respuesta.
—Esa tarde, cuando te fuiste, sufrí como no lo había hecho desde que Noelia me dejó. Lloré mucho y no me da vergüenza aceptarlo —dijo frunciendo el ceño.
—Com... comprendo.
—Pero lo peor vino después, cuando descubrí lo que había hecho borracho. ¡Me sentí fatal!
Se llevó la mano a la cabeza al tiempo que la sacudía, como queriendo con este borrar toda esa serie de acontecimientos negativos de su pasado.
—¿Te había sido infiel? ¿Te había traicionado? Había...
Hizo una pausa para tragar saliva. La observó de reojo y agachó la cabeza.
Se llevó la mano al corazón y la observó con los ojos brillosos. Aira sintió que algo en su interior se quebró.
Ella casi había dado por terminada su relación con él aquella tarde en el parque. O por lo menos, aquel pensamiento la había acompañado en varias ocasiones, cuando había pensado en la posibilidad de volver a buscar a Rodrigo durante esos dos años y medio. El abandonarlo y cortar todo tipo de comunicación con él durante la semana posterior a su cita con la psicóloga, podría haberlo él interpretado de aquella manera. Y si su relación había acabado, pues quizá no había fidelidad que respetar. Esto ella se lo había dicho a sí misma durante el tiempo que se mantuvieron alejados. Solo así había justificado —y como bien había intuido— el desliz de él. Sin embargo, cuando había estado a punto de buscarlo, los celos e inseguridades la volvían a atormentar, desapareciendo toda intención de reencuentro y posibilidades de que él se explicase con ella... hasta ahora.
Ahora, con la madurez y perdón que albergaba en su corazón, sumado al conocimiento de cómo se habían dado los acontecimientos, estaba segura de que él no la había traicionado, no técnicamente. Ahora, más que nunca, al conocer las circunstancias de cómo se habían dado las cosas con Noelia, se reafirmaba en su posición inicial a la que había llegado esa mañana. Lo perdonaría, le pediría perdón por haberle hecho tanto daño, le diría que no había dejado de quererlo en todo este tiempo y quería retomar lo que habían dejado tiempo atrás. Sin embargo, pensó que sería conveniente ir paso a paso...
—No lo creo. —Pasó saliva y frunció el ceño—. Es decir, tú y yo nos habíamos alejado, creo que habíamos terminado nuestra relación y...
Él sacudió la cabeza.
—¡Entonces no lo tenía claro! Peor todavía, ¡SENTÍA QUE HABÍA TRAICIONADO LO QUE SENTÍA POR TI, AIRA!
El recrudecimiento al estrujarse el corazón de la muchacha incidió. Se enterneció de tal manera al descubrir aquello.
—Rodri...
—¡Casi ni podía dormir esos días! No comía. Parecía un zombi. Hasta reprobé dos exámenes finales, algo que nunca me había pasado, ¿sabes?
—En... ¿En serio? —preguntó con los ojos abiertos ampliamente al tiempo que sentía un estrujamiento en su interior por la culpa.
—Sí —le contestó para después desviarle la mirada. Era obvio que para alguien como él, un pedante intelectual, le daba vergüenza aceptar aquello—. Felizmente que en el promedio final salí aprobado gracias a mis otras buenas calificaciones. ¡Pero era algo que ni siquiera con Noelia me había pasado! Recuerda que te dije que nunca había tenido un desaprobado.
Aira asintió.
Se había imaginado que la había pasado mal, pero nunca había sido consciente del tamaño del daño que sus actitudes habían provocado en aquel joven. Recién ahora se daba cuenta de lo que le había ocasionado.
—¡Estaba con pánico!, ¿ok? ¡¿CÓMO TE LO IBAS A TOMAR SI TE LO CONTABA? —dijo alzando la voz. Su cara, normalmente inexpresiva, ahora mostraba un gesto desencajado—. Si por un plagio habías actuado de esa manera, dejándome en el parque... —Meneó la cabeza y la volvió a observar muy serio—. ¡Seguro que me odiarías!
—Yo... —dijo alzando su mano derecha en su dirección.
Iba a decir algo más, pero no pudo.
—Fue por eso que tampoco le escribí a tu amigo de inmediato, sino una semana después de que te alejaras, ¿ok?
—¿Eh?
—Tenía tanto miedo de enfrentarte, de enfrentarme... —Puso tanto énfasis en esta última palabra, que Aira sintió un nudo en su garganta al imaginarse la culpa y temor que él había cargado—. Por la magnitud de mis actos, que yo... Yo... —Tragó saliva—. ¡Simplemente no me sentía capacitado de mirarte a la cara! —Se tocó la frente con su mano derecha y sacudió su cabeza.
—Entiendo —dijo ella cabizbaja.
—Pero, era tanta mi ansiedad por saber cómo estabas, si era que no habías cometido una locura, más que mis propios miedos, que no pude más y le escribí para saber de ti. Para entonces mi amigo Fabián me había medianamente convencido de que no te había sido infiel, y bueno... El resto ya lo sabes.
Ella afirmó con la cabeza.
—¿Y por qué no me lo contaste cuando nos reencontramos en año nuevo? Es decir, si concluiste que no me fuiste infiel de verdad, yo no me habría enojado, lo hubiera aceptado y...
Rodrigo suspiró fuerte.
—¿Estás segura de eso? —preguntó arrugando las cejas.
—¿Ah? —contestó dubitativa.
—Porque a pesar de que mi amigo me había convencido, ¡SEGUÍA TENIENDO MIEDO DE TI! ¡DE TU REACCIÓN! —Frunció las cejas—. Es decir, te mentí respecto a los poemas. Hice mal, lo acepto. Tenías derecho a estar enojada. Pero tú, tú... —Alzó la vista en su dirección y resopló profundo. Luego desvió su mirada hacia un costado—. Tú también me mentiste respecto a tu edad y te perdoné, no una, ¡sino tres veces! En cambio, a mí... a mí... tú...
Arrugó su frente y volvió a contemplarla. A ella le pareció que estaba sombría. Tragó saliva al verse atravesada por aquellos verdes ojos que anteriormente la habían mirado con adoración.
—¿De verdad ibas a reaccionar bien y aceptarlo como si nada? No lo creo. Si por algo menor fui tratado tan mal por ti, ¿cómo hubiera sido por algo mayor? Como en efecto así fue como cuando leíste el mensaje en mi celular.
Le miró de una manera tan penetrante, que sus ojos perdieron el brillo de amor con el que antes la había contemplado. Luego bajó la mirada y arrugó la frente, al tiempo que sonreía con tristeza y resignación.
—Rodri...
Ella quiso decirle que lo sentía, mas no pudo. Sus palabras se atragantaron en su garganta al tiempo que esta le quemaba.
—Antes de que pasara lo de Noelia, ¿merecía que me dejaras botado esa tarde y que me ignoraras decenas de veces, a pesar de que te rogaba que me perdonaras? —Arrugó las cejas y negó con la cabeza—. ¡No lo creo!
Levantó la vista para observarla muy serio.
Pudo atisbar un pequeño rasgo de rencor en sus ojos verdes, el cual le clavó una espina en su corazón. Aquellos se mostraban tan gélidos que pudo percibir que el frío que se colaba por la ventana, que estaba un poco entreabierta, la bañaba por completo. Los vellos de todo su cuerpo se erizaron.
Se vio obligada a bajar su cabeza por vergüenza... por remordimiento... por arrepentimiento...
—Luego cuando viniste a mi casa en año nuevo, creí que podría dejar toda esa tortura detrás, mirar hacia el futuro, por ti... por nosotros. Ese día la habíamos pasado tan bien, habíamos sido tan felices tú y yo, que creí que por un momento todo sería mejor a partir de entonces. —Arrugó las cejas al recordar aquella inolvidable víspera de año nuevo—. Irías donde la psicóloga, te ayudaría a sanarte, quizá con eso serías más segura, más madura, ya no tendríamos esas peleas, ni volvería a pasar por todo el tormento que había sufrido esos días previos... —Volvió a negar con la cabeza al tiempo que arrugaba la frente—. ¡Qué equivocado que estaba!
—Rodri...
Iba a agregar algo más, pero un nudo en su garganta se lo impidió.
—Cuando vi ese mensaje que me dejaste despidiéndote, te volví a llamar, pero me salía que tu número estaba fuera de servicio. ¡Tus redes sociales estaban eliminadas! Le escribí a tu amigo Xico preguntando por ti, pero fue en vano. Aparte de llenarme de insultos irreproducibles, me mandó a la mierda y borró su cuenta de Wattpad. —Su rostro mostró un triste y amargo gesto al tiempo que su voz le temblaba—. Me angustié más cuando lo hizo, porque ahora sí no iba a haber manera de poder contactarte. ¡ESTABA DESESPERADO! —Se llevó las manos a la cabeza al tiempo que sus ojos mostraban un dolor recalcitrante.
—Sí. —Estrujó el tirante de su falda con nerviosismo—. Le había contado lo que había pasado y le dije que si lo contactabas, que te ignorara, borrara su cuenta en Wattpad, pero que antes te insultara.
—¿Le pediste eso? —preguntó con el rostro desencajado.
Ella confirmó con un gesto de la cabeza avergonzada.
—¿Por qué, Aira? ¿POR QUÉ? —dijo mostrándose decepcionado y alzando la voz—. Sabías que yo me angustiaba cuando tenías esos arranques y desaparecías, por lo que pudieras hacer por tu depresión y porque vivo las cosas con más intensidad por mi síndrome. Pero por lo menos, en esas ocasiones tenía la posibilidad de poder contactarte a través de tu amigo. Sin embargo, luego de año nuevo... luego de año nuevo...
Su voz se quebró al igual que todo su cuerpo al recordar lo que pasó aquella dolorosa tarde de comienzo de año. Tuvo que apoyarse en el muro de la ventana. Se arregló el cabello al tiempo que pasaba saliva para aclarar su garganta para poder seguir con su relato.
—Sí, supongo que te preocupaste y me buscaste como la vez pasada, en las comisarías y eso. —Rió con nerviosismo para tratar de aligerar el ambiente tenso que se vivía al tiempo que jugaba con sus manos—. ¿Fuiste de nuevo a la DIRINCRI...?
—No tuve tiempo ni oportunidad —dijo de manera cortante.
—¿Eh?
—Cuando fui al cuarto hospital para buscarte, sufrí una crisis nerviosa al no poder dar contigo. Me desmayé ahí mismo cuando en la recepción no me dieron noticias de ti.
—¿Cómo? —preguntó con sus ojos como plato.
—Era tanta mi desesperación y angustia por no saber de ti... —habló con la mirada sombría.
La voz se le quebró que necesitó aspirar aire. Cuando sintió que su respiración se regulaba, continuó:
—Al escuchar a la enfermera que no tenía a ninguna Aira Sáenz ingresada, sentía que me faltaba el aire, todo a mi alrededor daba vueltas, la garganta me ardía... y luego ya no supe más.
—Pero, ¿cómo?
Él sacudió la cabeza.
—Llamaron a mi familia y estuve internado por una temporada en una clínica —dijo observándola muy serio y de forma calmada.
—Rodri...
Iba a continuar. Mas su rostro se topó con los gélidos ojos de Rodrigo, quien la contemplaba de una manera tan amarga, que sintió que todo su cuerpo se estremecía.
—Me diagnosticaron ansiedad extrema. Y mi depresión había vuelto.
Rodrigo sonrió con tristeza y ladeó su rostro. Sus ojos se toparon con un horizonte lejano.
El recordar tan dolorosos momentos, sumados al descubrir que habían sido provocados de manera intencionada por Aira, a quien tanto había adorado y quien mal le había pagado, remeció una sensación que lo había estado agobiando desde hacía tiempo atrás y que volvió a florecer en cada fibra de su ser: rencor.
Durante todos esos dos años y medio, por momentos, había querido creer que ella había actuado de manera equivocada al malinterpretar las cosas, al observar sus fotos con Noelia y no dejarlo explicarse. Sin embargo, al descubrir que había actuado de manera consciente para no darle oportunidad, y aún a sabiendas de lo que su desaparición provocaría en él, todo su cuerpo se cubrió de una amarga sensación que lo había estado atosigando y que ahora regresaba, hoy más que nunca, de manera gigantesca y despiadada: despecho.
—Felizmente que mi crisis coincidió con el verano y no con un semestre de la universidad, sino ¿quién sabe si hubiera aprobado? No estaba en condiciones de estudiar entonces —continuó mientras la observaba con un gesto adusto—. Igual me retrasé porque el siguiente semestre solo llevé dos materias. Mi doctor me recomendó entonces no presionarme demasiado con obligaciones hasta que pudiera manejar mi ansiedad, de la cual hasta ahora estoy tratándome.
Ella estrujó sus manos en su falda de colegio. Estas le sudaban, pero no por nerviosismo, sino por el reproche que le embargaba en todo su ser, que la desbordaba, el cual no era imposible de expresarlo en palabras. Sintió que sus hombros le pesaban tanto, que la carga de culpa que llevaba sobre aquellos provocaba que un dolor extremo le hincara sobre un lado de su espalda.
Tuvo que aclararse la garganta, para por fin ser capaz aquello que se moría por hablar:
—Lo siento.
Aira sentía que todo su pecho le quemaba. Saber que sus celos, inseguridades y egoísmo habían dado pie a una cruel jugarreta del destino, como el hacer que Rodrigo volviera a los brazos de su ex momentáneamente para luego provocarle tanto daño, le provocaba una amarga y cruel sensación difícil de tragar, difícil de asimilar, difícil de aceptar.
Si ella no hubiera reaccionado de esa manera... Si ella hubiera tenido la madurez y paciencia para dejarlo explicarse como merecía... Si ella hubiera tenido la humildad para perdonarlo por su mentira, ya que estaba en una situación peor o igual a la de él... Si ella hubiera hecho una y mil cosas...
El "yo hubiera" era una frase que empezó a taladrarla en su mente, de tal manera que experimentó que todo le daba vueltas. Todo lo que hubiera hecho y no hizo, y lo que provocaron sus no-acciones como las bautizó en ese instante, eran un cúmulo de circunstancias tan irónicas, contradictorias y agridulces que le eran imposible de contener.
Se dio cuenta, en ese instante, de que tanto lo que uno hacía como lo que no tenía consecuencias en uno mismo y en los demás, gratas y no gratas, las cuales solo le quedaba aceptar, aunque no quisiera. Y era que todo esto formaba parte de lo que llamaban madurez, una dolorosa madurez por la que todo ser humano debía pasar... y ahora era el momento de Aira, lo deseara o no.
—Recién... —Tuvo que hacer una pausa. Aira tenía los ojos tan llenos de lágrimas y la respiración tan entrecortada, que tenía que calmarse para proseguir—. Recién me doy cuenta de todo el daño que te hice, Rodri. Perdóname, por favor.
Él alzó las cejas, sorprendido. Luego asintió con la cabeza varias veces.
—No te preocupes. ¡Ya no importa! He aprendido más o menos a manejar mi ansiedad y me estoy tratando de mi depresión. Pude terminar mi carrera con honores, enfrentarme al examen de grado ante un jurado cuando hice mi tesis y postular a este trabajo en una entrevista. Se puede decir que he mejorado mucho.
—Igual... Te hice mucho daño. ¡Fui una estúpida! ¡Una inmadura! Una...
No pudo continuar. Eran tantas las lágrimas que caían por sus mejillas y el dolor que invadía su pecho, que le impedían hablar con normalidad.
Rodrigo entrecerró los ojos. La miró pensativo. Luego agachó la cabeza y resopló profundo.
—Ya no te insultes más. Ya todo quedó en el pasado. He avanzado mucho en este tiempo que estuve alejado de ti, Aira. Estoy bien... también tú estás bien, por lo que me has contado. Me alegra saber que estás bien, que te estás tratando y que no has necesitado de mi ayuda para salir adelante —dijo sonriendo.
—Rodri...
—Ambos estamos bien y eso es lo único que importa ahora.
—Pero, Rodri... —Alzó su brazo en su dirección—. Yo te hice mucho daño y...
Él arrugó la frente y negó con la cabeza.
—En serio... —Hizo una pausa—. En serio, ¿me perdonas? —preguntó con la voz temblorosa.
Rodrigo asintió.
—Sí.
—¿De verdad?
El la miró complacido y sonrió. Recordó cuando ella le preguntaba varias veces lo mismo porque con un "Sí" no le bastaba debido a sus inseguridades y baja autoestima.
—Sí, Aira.
La estudiante volvió a preguntarle varias veces más si la perdonaba. Rodrigo, felizmente, tuvo la paciencia infinita de responderle las veces que necesitaba.
Luego de mucho insistir, ella estaba ligeramente convencida de lo que le decía. Con ello parecía que la carga de culpa que cargaba sobre sus hombros era más llevadera. Pero había dos asuntos pendientes más que todavía le faltaba indagar.
—¿Y supiste quién era la tipa que te chantajeaba?
—¿Eh?
—La que te denunció por el plagio... la que envió el plagio.
—Ah, sí —dijo algo incómodo—. Era mi hermana.
—¿Milena? —preguntó con los ojos como plato—. ¿Pero no decías que te llevabas bien con ella?
Negó con la cabeza.
—Me refiero a mi otra hermana. —Hizo una pausa y arrugó la frente—. A Claudia.
—¿Claudia? —preguntó al tiempo que trataba de hacer memoria. Recordó que la había visto también como contacto de su WhatsApp—. Ah, tu otra hermana.
El joven asintió.
—Pero, ¿por qué? —habló confundida—. ¿Por qué te haría tanto daño? Es decir, yo quiero a mi hermano, a pesar de que a veces es travieso y me hace enojar, ¡nunca lo chantajearía!
Él sonrió con tristeza.
—Luego de que me internaran en la clínica, fue una sola vez a visitarme. Pero no lo hizo para ver si estaba bien, sino para ufanarse del daño que me había hecho.
—¿Cómo? ¡No entiendo! ¿POR QUÉ?
—Ella nunca me perdonó que por mi culpa mi madre se suicidara. —El joven suspiró fuertemente—. Todavía recuerdo sus palabras: ‹‹¡Nunca te perdonaré por todo el sufrimiento que me causaste por la pérdida de nuestra madre. Pero con esto, nuestra deuda puede darse por saldada...›› —repitió percibiendo un amargo sinsabor en su interior.
—¡Qué desgraciada! ¡Qué hija de pu...!
Él abrió sus ojos de manera amplia al escucharla. Y ella se detuvo a tiempo, porque si completaba la frase, indirectamente insultaría a la madre de Rodrigo.
—Pero no la puedo culpar. Después de todo, a veces todavía no me perdono por eso —añadió arreglándose un mechón de su pelo que caía.
—¡Rodri, no es así! Bien sabes que tu intención no fue que tu madre se suicidara. Tú la querías, la sigues queriendo y...
—Shoganai.
—¿Ah?
—¿Lo recuerdas?
Su mente voló tiempo atrás. Y al hacerlo, asintió al darse cuenta a qué se refería.
—Pero, aunque quisiera siempre pensar con esa filosofía japonesa, me es imposible no sentir culpa a veces. Y, más que bien, es algo con lo que debo cargar. —Se encogió de hombros y enarcó ambas cejas—. Aunque no acepto su manera de proceder de mi hermana porque me hizo mucho daño, de una manera la comprendo, ¿ok?
Ella arrugó la frente. Le costaba entender su forma de ver las cosas.
—Eres muy bueno, Rodri. Yo la hubiera insultado, la hubiera golpeado, la hubiera...
Él volteó a verla sorprendido.
—No te creas que antes nos llevábamos bien. ¡Nada que ver! —Meneó la cabeza—. No nos llevábamos excelente como con mi otra hermana, más bien nuestra relación era distante. Pero a partir de entonces, ni nos hablamos. Me dolió mucho enterarme de todo porque debido a ese mensaje te perdí... —dijo de manera sombría.
Aira asintió.
—Pero creo que así mejor. Cada quien por su lado. Así ella no se meterá más en mi vida ni hará daño a quienes me rodean.
—¿Y qué dijo tu familia cuando se enteró?
—Bueno, mi padre se mantuvo neutral. Dijo que no iba a intervenir en la pelea de sus hijos, que ya estábamos grandes para hacerlo. Milena en cambio, sé que botó y quemó toda su ropa del armario. ¿O fue su maquillaje y joyas? —Ladeó la cabeza pensativo—. En fin, sé que se pelearon feo. Luego de eso Claudia dejó la casa y se independizó. No he sabido nada de ella desde entonces, salvo cuando nos reunimos en la cena de Nochebuena el año pasado.
Aira arrugó la frente al imaginarse todo aquello. Le era imposible de asimilar que, por muy enojada que estuviera, ella le haría eso a Lucas si se diera el caso.
Pasaron unos minutos de tenso mutismo. Y llegado a este punto, se sintió capaz de repetirle la pregunta que le había escrito a su Facebook, pero que, por un motivo que desconocía, le producía mil revoluciones de hormigas en su interior al momento de abrir su boca.
—Puedo... —Hizo una pausa—. Puedo ¿puedo preguntarte algo?
—Dime.
Tragó saliva. Percibía un nudo en su garganta. Una gota de sudor frío bajaba por su frente.
—¿Estoy a tiempo de reparar el daño que te hice?
—Pero ya te dije que ya todo quedó atrás. Ahora estoy bien y...
—¡No me refiero a eso!
El profesor arrugó las cejas al escucharla. Ella se dio cuenta de su confusión, por lo que se armó de valor para continuar con su propuesta.
—O sea, ¿es posible volver el tiempo atrás? ¿Es posible...? —Pasó saliva—. ¿Es posible regresar?
Él abrió los ojos con amplitud.
—Es posible que yo... que yo... ¿Pueda tener contigo otra oportunidad?
Rodrigo sintió que algo dentro de sí se estremeció. Sus ojos, anteriormente gélidos, se llenaron de un brillo especial mientras contemplaba a aquella jovencita, que tantos buenos momentos como sinsabores le había provocado.
Cientos de recuerdos se agolparon en su pecho, estrujando su corazón, hacerlo vibrar de emoción para finalmente desangrarlo. Risas, tristezas. Anhelos, desesperanzas. Felicidad, infelicidad. Toda una amalgama de contradictorias sensaciones se reproducían en su ser, para fallecer y luego hacerlo renacer.
No supo qué contestar. Había pasado por lo mismo cuando había revisado su bandeja de mensajes de Facebook. Entonces había estado seguro porque había preferido no contestarle. Pero, al tenerla frente a sí, suplicante, con los ojos llenos de lágrimas de arrepentimiento y remordimiento sinceros, en una Aira que se mostraba más madura y humilde ante él, no supo qué decir. Por lo que, se sinceró y le contestó con lo que su corazón sentía en ese instante.
—No... No lo sé.
Ella sintió que su corazón se estrujó con tal magnitud que se rompió en dos.
No obstante, decidió no amilanarse. Era obvio que, después de todo lo transcurrido, las cosas con Rodrigo no serían fáciles, en lo absoluto. Había mucho que aclarar, mucho que perdonar, mucho que dejar atrás. Pero... primero debía estar segura de lo que él sentía por ella.
Así, armándose de nuevo de un gran valor, le formuló la pregunta que su corazón se moría por tanto escuchar.
—Tú... —Hizo una pausa. Tan grande era el nudo en su garganta, que sintió que se iba a asfixiar—. ¿Tú me quieres? Todavía... ¿me amas?
Rodrigo sintió que un gran estremecimiento recorrió todo su cuerpo.
Agachó la cabeza y recordó aquella tarde, en la que, sin miedo, sin dudas, sin incertidumbres, le había confesado a Aira que la amaba. Aquella tarde de año nuevo en la que se prometió que ambos tendrían un nuevo futuro juntos.
Quizá podría dejar atrás toda la sombra de su oscuro pasado, para mirar con optimismo el futuro, tal y como él había deseado aquella tarde de año nuevo cuando la había visto dormida plácidamente, y en su mente había formulado con tanta facilidad la palabra "Te amo". Sin embargo....
La sombra del rencor volvió a ensombrecer su alma. Miles de veces que había pronunciado su nombre y ella no había acudido a su llamado. Miles de veces en las que su perdón por ella no había sido escuchado. Miles de veces en los que su paciencia, amor y cariño infinito habían sido ninguneados para solo ser reemplazados por lágrimas que caían de su ser y bañaban su dolida alma... aquella que, en un momento de sombrías dudas y melancolías, recién descubrió lo que significaba aquel sentimiento que su corazón albergó.
‹‹Doctor, ¿qué significa el amor? ¿Acaso solo sufrir?››
‹‹¿Cómo?››
‹‹He tenido dos experiencias y en ambas me ha ido mal. ¡Míreme cómo estoy! Todo demacrado. He bajado de peso. No tengo ganas de comer. No duermo. Dicen que el amor a uno lo hace feliz, pero en mí es todo lo contrario. ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz?››
‹‹Sobre el amor se ha escrito y dicho tanto, Rodrigo, que no sabría qué decirte. Pero...››
‹‹¿Pero?››
‹‹Si algo puedo decirte, por lo que me has contado, es que tus relaciones se quedaron solo en la primera etapa del enamoramiento. Y no estaban destinadas a ser algo más. Así de sencillo››.
‹‹No comprendo››.
‹‹En mi opinión, como profesional, quien lo ve todo de la manera más objetiva posible, hay diversas etapas en una pareja. La primera es la del enamoramiento, en la que todo es bonito, salidas, fiestas, las parejas muestran su mejor careta, o sea, sus virtudes. Pero luego, cuando vienen los problemas, y con ello, los defectos en las personas salen a flote, es cuando se puede decir que una pareja tiene futuro. Si ambos se involucran a salir adelante juntos, pues pasan a una segunda etapa, la del compromiso y con eso, se puede decir que en verdad uno comienza a querer a una persona. Pero ojo, esto no lo es todo. Ahí ves cuando una pareja se divorcia después de años. Amar significa un proceso de compromiso continuo, el cual nunca se acaba››.
‹‹¡Pero eso es lo que yo comprendo como amor!››.
‹‹¿En serio?››
‹‹Sí. Yo estaba comprometido en ayudar a mi enamorada con su depresión. Así lo entendemos los aspies. El tener una pareja para nosotros, el quererla y amarla es un compromiso que se adquiere con ella, porque esa persona es la elegida...››
‹‹Ahí tienes tu respuesta››.
‹‹¿Eh?››
‹‹Tú estabas comprometido. Ella no...››
Rodrigo alzó su rostro para contemplar a la joven.
Pudo contemplar en los expectantes ojos de ella el perdón y una oportunidad para estar juntos... como antes, en los que las risas, anhelos y esperanzas por un futuro lleno de felicidad era posible, en un compromiso de lo que el amor mismo significaba.
Toda la serie de tristes acontecimientos por los que ella había pasado la habían hecho ser la Aira que tenía frente a sí. Una más madura que era consciente de sus errores con él. Una más madura que tenía la valentía de pedirle perdón por el daño ocasionado. Una más madura para asumir sus equivocaciones, para luego mirar el futuro con optimismo y proponerle uno junto a él.
Si lo veía bien, era una oferta tentadora.
Tiempo atrás había deseado en miles de ocasiones tenerla frente a sí como ahora. Más segura. Más madura. Más comprometida con lo que él le ofrecía. Quizá sí era posible el volver a quererse, a amarse y poder ser felices juntos. Pero, de pronto, toda la serie de amargos recuerdos en los que sus lágrimas se convertían en un gélido río conformado por sus llamados vanos, por sus perdones rechazados, por sus deseos nunca concretados, volvió a fundirse en su ser, para estremecerlo de temor, de pavor, de horror.
Asimismo, había llegado a un punto exitoso en su vida. Se había repuesto bastante de su depresión y ansiedad, haciéndolas frente para no dejarse amilanar. Tenía un buen empleo que le permitía tener la independencia económica por la que tanto había luchado. Se sentía orgulloso de ser el primero de su promoción en haber obtenido un buen puesto de trabajo después de haberse graduado (no uno de prácticas como otros tantos, a pesar de haberse retrasado un semestre). Encima, el regresar con Aira implicaría poner en peligro aquel trabajo del cual se ufanaba tanto, por su relación actual de maestro-alumna.
¿Esto que tenía frente a sí era suficiente para él? O sea, ¿le garantizaba que no iba a volver a sufrir como antes? ¿Valía la pena tirar todo por lo que había luchado por la borda, por algo de lo cual no estaba seguro de que no volviera a fracasar?
‹‹Hoy Amanda me dijo que habías sido grosero con ella. ¿Qué le dijiste?››
‹‹¿Amanda? ¿Quién es esa?››
‹‹Amanda, mi nueva recepcionista.››
‹‹Ah, lo que pasa es que se me quedó mirando fijo y me preguntó si podíamos ir a comer juntos luego de que acabara su turno. Le dije que no me molestara, que no estaba interesado y que dejara de observarme así. Me incomoda, ¿sabe?››
‹‹Con que eso era››.
‹‹¿De qué se ríe? No es gracioso››.
‹‹Es que creo que le gustas››.
‹‹¿En serio?››
‹‹Sí››.
‹‹No me importa››.
‹‹Bueno...››
‹‹Aparte, ya no estoy interesado en involucrarme con alguien amorosamente. Ahora que ya estoy asimilando mejor lo de mi exenamorada, no voy a volver a cometer el error tres veces. Estoy feliz así como estoy. Me concentro en mis estudios, tengo tiempo solo para mí y no lo invierto en cosas que pueden traerme infelicidad. Gracias a esto pude cumplir mis objetivos. Justo el viernes pasado di mi examen de grado y obtuve un sobresaliente››.
‹‹¡Felicidades! Pero, ¿no crees que estás siendo un poco radical? Digo, eres muy joven para pensar así››.
‹‹Usted mismo me dijo: el amor es un proceso de aprendizaje por un compromiso con otra persona. Pero yo en este proceso solo he sufrido... y mucho. Y ya no quiero volver a pasar por lo mismo››.
‹‹Pero, Rodrigo...››
‹‹Estoy bien como estoy, solo. ¿Para qué enamorarme de alguien otra vez? ¿Para que de nuevo me lo paguen mal? ¿Para volverme a deprimir? No, señor. ››
Rodrigo suspiró profundamente. Ladeó la cabeza para contemplarla mejor. Sin darse cuenta, volvió a observar sobre la frente de ella aquellas palabras que, por alguna extraña razón, le dejaban un sinsabor: alumna. Y con ello, llegó a una conclusión.
Ahora, que ella lo perdonaba... Ahora, que ella lo aclamaba... Ahora, que ella ya no lo rechazaba... simplemente todo esto ya no bastaba.
Cuando la volvió a mirar, tan triste, tan llena de arrepentimiento, tan deseosa de su cariño y de su amor, aquellas palabras que hacía tiempo atrás había pronunciado mientras la veía dormida en año nuevo, ya no salían con facilidad de su boca.
Simplemente ya no lo sentía.
—No —dijo con la voz temblorosa
Aira sintió que su corazón, que ya se había partido en dos, terminaba por quebrarse y convertirse en milésimas de partículas que se convertían en polvo, los cuales se perdían para siempre.
Se sentía tan vacía... tan perdida... tan desvalida.
—Me alegra tener la oportunidad de reencontrarnos —prosiguió él—, ver que eres feliz y de que has madurado para poder esclarecer las cosas y perdonarnos mutuamente. Era algo que tenía pendiente en mí desde hacía tiempo atrás —dijo alzando su mano hacia su pecho.
—Rodri... —habló sollozando.
Cientos de lágrimas caían por sus mejillas y aunque estas eran cálidas, no bastaban para prodigar calor a su sufrida alma.
—Me siento ahora tranquilo al ver cómo lograste salir adelante. A pesar de ser tan joven y por todo lo que pasaste, estás sana y tienes un futuro adelante. Estoy muy orgulloso de ti, ¿sabes? Tú te mereces ser feliz, con o sin mí...
—¡Pero podemos regresar! —habló con desesperación al tiempo que alzaba su mano para secar en vano las lágrimas que seguían cayendo de sus ojos—. Te prometo que ya no seré la de antes. Tú mismo lo has dicho. Estoy yendo donde la psicóloga y eso me ayudado. He madurado, he crecido, he...
Él negó con la cabeza.
—Lo siento, Aira. Tú y yo... tú y yo... —dijo arrugando la frente que levantaba la cabeza con dirección al techo.
Quería pedirle al cielo fuerzas para tener el valor de pronunciar las palabras que sabía que le producirían tanto dolor a aquella jovencita a la que tanto había amado.
—Rodri, por favor... por favor...
Hizo una pausa. Respiró profundo. Sentía un gran apretón en su garganta que le hacía imposible continuar. Pero debía hacerlo... debía hablar... para aclarar.
—Si es porque tienes miedo de que eres mi profesor, te juro que seré discreta. Haré lo imposible por portarme bien y ser madura. ¡Te lo prometo!
—Aira...
—No le contaré a nadie que fuiste y que eres mi enamorado, ni siquiera a mi abuelita. Podemos vernos a escondidas como ahora —habló con un poco de esperanza al plantearla la situación.
Quiso atisbar un poco de ilusión en los ojos de él, pero solo obtuvo negación cuando él le desvió la vista. La angustia le invadió de nuevo. Pero, al darse cuenta de que podían esperar pocos meses para graduarse y seguir como antes, la esperanza volvió a ella y decidió informarle de aquello.
—¡Solo me queda siete meses para acabar el colegio! Podré esperarte si quieres. Luego de eso podremos regresar. No tendremos problemas para mostrarnos a los demás... Vamos, ¿qué dices?
Deseó continuar, pero ya no pudo. Su respiración era tan dificultosa por el sollozo que la aquejaba.
—Lo siento. Tú y yo ya no podemos regresar —agregó Rodrigo arrastrando sus palabras.
—¡Pero yo todavía te quiero!
—Aira...
—Todavía te quiero... te amo. Quiero volver contigo. ¡Por favor, Rodri!
—Ya no podemos volver atrás. —Hizo una pausa. Percibió que su interior le quemaba—. Lo siento.
—Entonces... entonces... —Volvió a emitir un chillido—. Esto... ¿esto significa el adiós?
—Sí —añadió cabizbajo.
Ella soltó un gran quejido.
La adolescente sintió que todo le daba vueltas. Un profundo dolor en su cabeza la taladraba al tiempo que los latidos de su corazón se percibían incesantemente en su vacío interior.
Se sentía tan apesadumbrada que sus piernas ya no las sentía. Se vio obligada a sentarse en el suelo para tratar de buscar algún apoyo, pero cuando lo hizo esto no menguó en algo el inmenso dolor que la envolvía.
Verla llorar de esa manera hizo que a Rodrigo se le partiera el alma. Y con ello, tuvo un doloroso déja vu.
Recordó el día en el que ella le había rogado que no acabara su relación luego de enterarse de que le mentía. Y como en aquella ocasión sintió que algo en su interior se quebró.
¿Era arrepentimiento? ¿Era remordimiento? ¿Era sufrimiento? No lo sabía. Pero, solo estaba seguro de que quería consolarla como su madre le había enseñado que debía hacerlo con alguien que lloraba; por lo que, no se sorprendió con lo que dijo a continuación:
—¿Puedo darte un abrazo? —preguntó al tiempo que extendía su mano en su dirección.
Ella alzó su vista para contemplarlo.
Siendo o no su pareja, él se mostraba tan gentil y preocupado por ella como desde un comienzo. Definitivamente, había cosas que no habían cambiado, como las de ahora. Pero había otras que, de forma dolorosa, se había dado cuenta de que sí.
Sus acciones y no-acciones provocaban consecuencias en los demás. Algunas de ellas eran errores, grandísimos errores, de los cuales tenía que aprender... y mucho todavía. Y estos implicaban una terrible y dolorosa madurez que ahora quemaba todo su ser.
Había oportunidades que se presentaban solo una vez en la vida, entre ellas, el amor sincero que él una vez le brindó. Pero, ahora que lo perdía, se daba cuenta de que aquel hermoso sentimiento se diluía y se perdía junto con las lágrimas cálidas que caían de sus mejillas.
Por un instante el orgullo apretujó su corazón. La Aira de antes, la impaciente, berrinchosa y soberbia, le dictaba que se negara a su abrazo. Total, él ya la había rechazado. Pensó que si le decía que sí se rebajaría ante él. Mas, cuando su mirada se topó con aquellos ojos verdes que la apreciaban de forma tan cálida y comprensiva como antes, decidió no rechazar aquel ofrecimiento.
Esta sería la última vez que sus brazos la abrazaran, que sus brazos la acunaran, que sus brazos la consolaran. Y ya no volvería a cometer el error del pasado, ya no. No dejaría escapar otra vez una valiosa oportunidad.
—Sí —contestó muy segura de sí al tiempo que se limpiaba sus mejillas y se levantaba del suelo.
Su mano izquierda fue apretada tan fuerte por la derecha de Rodrigo, en donde ambos tenían las pulseras rojas. La leyenda que él había escuchado sobre aquella volvió a retumbar en sus oídos al tiempo que la abrazaba.
"Cuenta la leyenda de los hilos rojos que los dioses ataban al tobillo o al dedo meñique un hilo rojo de las personas destinadas a conocerse y a ser amantes, y que el hilo podía enredarse o estirarse, pero nunca romperse".
‹‹¿Eso quiere decir que en nuestro caso el hilo se rompió?››, pensó al tiempo que sentía que su camisa se manchaba con las lágrimas de la joven.
En otras ocasiones se hubiera separado de ella por ese motivo. Pero, al saberse el causante de su sollozo, le imposibilitaba hacerlo. La culpa que empezaba a carcomerlo se lo impedía.
‹‹Perdóname, Aira››.
Tuvo que agacharse un poco para poder tenerla en sus brazos para seguirla consolando, debido a la diferencia de altura entre ambos. Y fue en ese momento en el que otro doloroso recuerdo golpeó a su corazón.
‹‹Eres una chiquita... ya toda una mujercita linda››.
Sonrió con tristeza mientras besaba amorosamente la frente de la joven y la seguía abrazando con firmeza. Una lágrima cayó por su mejilla de Rodrigo al tiempo que en su mente se decía ‹‹Adiós para siempre, mi chiquita linda››.
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Anotaciones finales
Muchas gracias por leer y por tu apoyo. Te mando un abrazo a la distancia, tú lector detrás de la pantalla de la PC o del celular , que alguna vez decidiste darle una oportunidad a mi pequeña historia.
Los quiero mucho a cada uno. ¡Gracias por todo! <3
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