♫ Distancias y Ambrosías ♥
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—Aira, ¿eres tú? —preguntó Rodrigo, provocando que los retorcijones del estómago de la muchacha se acentuaran más.
Asintió con la cabeza.
Él tenía una imagen algo distinta a lo que ella tenía en mente. En la foto que le había pasado él tenía el pelo más corto y tenía una pinta algo más... formal. No era que ahora pareciera un metalero o algo parecido. Lo que ocurría eran dos cosas que la desencajarían por completo, debiendo "retroceder su CD mental", como ella le llamaría después a esa primera impresión, para hacerse una idea de que el joven que tenía frente a ella era el Rodrigo con el que había soñado desde hace días atrás...
Para empezar, el tamaño de su pelo no era algo que encajara con el total de sus características físicas. Era lo suficientemente largo para necesitar una pequeña coleta, pero no tanto como para hacerle la competencia en cuanto al suyo. Por un instante, pasó por su mente el recomendarle seguir un tratamiento capilar para que Rodrigo lograra tener un cabello tan largo y sedoso como el suyo. Esto le pareció tan surrealista, que agradeció a su mecanismo para hacer bromas y aliviar en algo a la tensión que llevara encima.
‹‹Quizá podamos ir ambos a la peluquería de mi casa››, pensó a la vez que esbozó una pequeña sonrisa. Esta desapareció cuando la mirada de Rodrigo se volvió a topar con la suya, provocando que tragara saliva.
Los ojos de él le parecían los más hermosos que alguna vez hubiera visto. Eran grandes, brillantes y lo mejor —o peor de todo— la observaban de un modo tan fijo que hicieron que se sintiera intimidada. Y era que la mirada que tenía Rodrigo iba a acompañada de un gesto que nunca se lo hubiera imaginado. Parecía... ¡enojado!
—Un gusto. Te reservé la silla del frente —señaló con un gesto de la cabeza invitándola a sentarse, para luego volver a dirigir su mirada en lo que fuera que estuviera haciendo en su laptop.
Aira avanzó sintiendo que el peso de plomo sobre sus pies se acentuaba cada vez más. Poco a poco, fue aproximándose a donde Rodrigo le había indicado que se sentara. Cuando, finalmente, estuvo frente a él, su vista se topó con las agujetas de su zapatilla derecha que estaban desatadas. Agradeció al cielo tener algo con lo que distraerse porque todavía no se hallaba con fuerzas para volver a observarlo luego del último cruce de miradas que le había dado.
No sabía qué había hecho mal para que él reaccionara así al verla. Pensó que se mostraría gentil como siempre solía serlo por chat. O quizá nervioso por cómo lo había sido por teléfono luego de confesarle que le gustaba. ¡Pero era todo lo contrario! Rodrigo estaba totalmente concentrado en su escritura en la laptop, sin volverle a dirigir palabra alguna.
Tratando de darse ánimos, ella pensó que quizá debía de terminar su trabajo grupal de la universidad cuanto antes, por lo que lo mejor era dejarlo concentrarse en lo que sea que estuviera haciendo. Ya en otras ocasiones había sido experta en hacer en la computadora sus trabajos escolares a última hora, por lo que trató de no fastidiarlo. Por lo tanto, optó por buscar cualquier distracción para hacer de su espera menos agobiante.
Sus ojos se dedicaron a observar con mayor detalle el local del Mac Café. Las paredes pintadas de amarillo y marrón junto con los grandes ventanales daban a la cafetería un aspecto moderno. Era un ambiente tranquilo, sin mucho público, ideal para una primera cita, de no ser porque Aira se sentía ninguneada por Rodrigo.
Aparte de ellos dos, detrás de él, había una chica sentada en un sofá negro que estaba concentrada en su smartphone. Ella, al igual que él, parecía ignorar lo que sucedía a su alrededor, en su infinito tic tac sobre su teléfono, cómo lo bautizó Aira. A la muchacha le pareció que ambos participaban en una cruel danza de ignorancia a los demás, en los que la tecnología, que había sido creada para acercar a las personas, ahora las alejaba, en una cruel ironía de la modernidad y desazón, provocándole que la desolación la invadiera nuevamente.
‹‹Estoy aquí, huevón. ¡Hazme puto caso!››, trató de gritar, pero se contuvo.
No quería pelear con Rodrigo. Quería que su primer encuentro físico fuera distinto a su primera comunicación.
Sin embargo, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo lograr que el joven le diera la atención que tanto necesitaba? ¿Cómo lograr que dejara aquella maldita laptop de color plomo que comenzaba a odiar? ¿Cómo lograr olvidar aquella opresión que invadía su pecho ganara la batalla y evitar que las lágrimas que había contenido salieran de sus ojos?
—Me encanta... el lugar que escogiste —dijo entrecortadamente. Él ni se inmutó—. Aquí... —indicó con un gesto de la mano, mientras pasaba saliva para evitar llorar—. En la esquina y contra a la pared —sonrió nerviosa—, como si estuviéramos bailando reggaetón, ¿no crees? Bien planeado, ¿eh, Rodri?
—¿Ah? —le respondió Rodrigo, ¡por fin! —No entiendo.
—Contra la pared, pues —dijo ella.
—Sigo sin entender —mencionó frunciendo el ceño y con una cara de desconcierto.
Esto provocó que ella sonriera al recordar la falta de habilidad de Rodrigo para entender el doble lenguaje. ¡Había cosas que en el chat o en persona no cambiaban!
Ya más relajada, Aira se sintió con paciencia para explicarle su broma:
—Las educativas canciones de reggaetón suelen tener como coro "Contra la pared, contra la pared" —habló rápido. Él frunció el ceño—. Tú sabes, pues. "Pégala, azótala".
—No me parece nada educativo eso —dijo Rodrigo—. Detesto esa música.
Aira sonrió ampliamente.
—Lo sé. De eso se trata, ¿no crees?
Apoyó los brazos sobre la mesa y acercó su rostro hacia él. Rodrigo abrió sus ojos como plato y retrocedió su cabeza. Luego bajó su rostro y volvió a concentrarse en su laptop.
‹‹¿Se habrá enojado?››, pensó al ver que volvió a ignorarla.
No entendía cómo lidiar con aquella situación. El apelar con una broma de doble sentido no había funcionado. Había olvidado que Rodrigo no entendía la ironía, así que su habilidad de usar su humor para relajar el ambiente era algo que no funcionaba a simple vista.
¿Qué hacer o qué decir? No lo sabía. Pero lo que sí estaba segura era que aquello no estaba funcionando y no podía continuar. Así que resolvió a despejar sus dudas de una vez por todas.
—¿Estás enojado?
—¿Eh? —dijo él sin dirigirle la mirada.
—Te pregunto si estás enojado —indicó ella ya seria—. Hice algo para que te molestaras conmigo?
—Para nada —respondió él observándola.
—Entonces... entonces... ¿por qué...? ¿por qué me ignoras? —dijo levantando la voz.
—No lo hago... —señaló Rodrigo sin inmutarse.
—Entonces... ¿por qué estás así? —dijo con la voz entrecortada.
—¿Así cómo?
—Así... tan concentrado en tu laptop... así con tu rostro tan serio... así... tan... ¿snob? —mencionó Aira con la primera palabra que se le cruzaba por la mente y que le recordaba a cómo lo había calificado cuando conversó en wattpad con él.
—Oh, lo siento —dijo él relajando su gesto y evidentemente preocupado—. Me han dicho que suelo parecer muy distante la primera vez que se me conoce.
—Pues tienen razón —La joven soltó una mueca—. Pero más que distante, pareces un maleducado.
—¿Por qué lo dices?
—Me citas aquí después de confesarme por teléfono que te gusto —habló Aira rápidamente. Tenía que soltar todo lo que carcomía por dentro antes de que las fuerzas la abandonaran y las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos la vencieran—. Y en vez de alegrarte por verme por primera vez lo que haces es simplemente saludarme, decirme que me siente frente a ti y luego... luego...
Aira ya no pudo más. Cuando menos se dio cuenta, sintió que una tibia lágrima estaba bajando por su mejilla izquierda. Agachó la cabeza y la escondió entre sus brazos para impedir que Rodrigo la viera así. Su orgullo le impedía mostrarse de esa forma.
—Toma...
Alzó la cabeza para ver a qué se refería Rodrigo. Él le ofrecía un pequeño pañuelo de color plomo. Ella lo cogió y se secó las lágrimas con aquél.
—Lo siento —añadió él—. Estaba un poco nervioso por verte por primera vez y no sabía qué decir —afirmó mientras se rascaba detrás de la oreja con la mano derecha—. Así que... opté por terminar lo que estaba haciendo mientras pensaba en cómo iniciar una charla adecuada contigo.
Al ver cómo Rodrigo parecía sonrojarse mientras tragaba saliva y se seguía rascando la oreja, a Aira le pareció el chico más tierno del mundo. En esos momentos las mariposas en su estómago volvieron, pero se sintió complacida. Con un par de acciones, el joven desapareció la tristeza que la invadía.
—Aparte... no me gusta dejar a medias lo que comienzo y quería terminar esta discusión de internet de una vez.
—¿Eh? —preguntó Aira con una mueca.
—Mira esto —le indicó Rodrigo volteando su laptop y enseñándosela a ella. Y lo que observó la dejó perpleja.
En una publicación de un foro de internet titulada, "¿Debe seguirse utilizando los acentos en los adjetivos demostrativos este, esta, aquello y aquella?", alguien con el nick de Literato204 era un asiduo participante de aquella. Por el nick, Aira intuyó que el dueño de ese era Rodrigo. Deseó preguntarle, pero se contuvo. Otro pensamiento cruzó por su mente.
Por los antecedentes de él, intuyó que aquel topic era uno que habría comenzado un par de horas atrás o quizá el día anterior, por lo que debería tener un par de páginas de discusión. Sabía que el chico era un obseso con la ortografía y sus reglas, ya había conocido ese aspecto de él cuando se cruzaron por primera vez. Pero no pensó que mostraría ese aspecto fuera de otra página que no fuera Wattpad, por lo que le pareció curioso verlo moverse en otras páginas de internet. De este modo, quiso primero saciar su curiosidad y saber cuánto abarcaba esa discusión.
Le preguntó al joven si podía usar su mouse, a lo que él accedió. Cuando fue bajando la ventana del navegador, sus sospechas iniciales no solo se vieron confirmadas, sino también superadas y con creces.
El avatar de Literato204 era el mismo que tenía Rodrigo en wattpad, con sus grandes ojos verdes. Pero lo que la dejó perpleja no fue confirmar que el dueño de aquel usuario era él, sino la cantidad de páginas de aquel tópic. La discusión "¿Debe seguirse utilizando los acentos en los adjetivos demostrativos este, esta, aquello y aquella?" no solo abarcaba un par de páginas como ella creía. ¡Eran cincuenta y seis!
Aira no supo si reír o llorar.
Él se mostraba en aquel foro en su estado puro. En una serie de citas interminables a otros usuarios, en mensajes que abarcaban decenas de párrafos, era el dueño de más de la mitad de contestaciones en ese post. Peor todavía, cuando hizo un par de clics más, se sorprendió al enterarse de que era una discusión que había comenzado dos semanas atrás y que era la continuación de otra anterior.
—Vaya —dijo Aira con lo único que se le pasó por la mente.
—Este usuario llamado Dragon4 es un pesado, ¿sabes?
—¿Pesado? —señaló la joven enarcando la ceja.
—Sí. Se empeña en que la RAE elimine los acentos en las sílabas que tengan un hiato, así como lo hizo con los acentos demostrativos. ¡Qué horror!
—¿Hiato? —dijo Aira. Trató de hacer memoria a sus clases de Lengua, pero sin éxito alguno.
—Claro. Un hiato es cuando una sílaba contiene una vocal débil y una vocal fuerte y una de ellas se acentúa.
—Ohhh —manifestó Aira sin tener todavía mayor idea a qué se refería él.
—Mira un ejemplo. En esta palabra —dijo Rodrigo indicándole a la pantalla y llevándola a ver otro post de discusión titulado "Ambrosías".
—¿Ambrosías? —preguntó Aira—. Me suena, pero no recuerdo su significado exacto...
Ante sus dudas, Rodrigo entró a la página de la Real Academia Española. Después de un par de búsquedas, ante ella se mostró lo que esa palabra significaba:
"ambrosía.
(Del gr. ἀμβροσία, der. de ἄμβροτος 'inmortal', 'divino').
1. f. Mit. Manjar o alimento de los dioses."
—Ya veo —dijo Aira a su vez que volvían aquellos recuerdos de su infancia con su padre.
—Y Dragon4 afirma que deben suprimir el acento en "ambrosía" y creó otro post dedicado a mí. ¡Es un insolente! —indicó Rodrigo con un gesto de ofendido—. Ambrosía, tal y como es, es una palabra muy bella y con una pronunciación hermosa.
‹‹Ambrosía››, pensó Aira.
—Lo que dice este sujeto no tiene pies ni cabeza —dijo Rodrigo frunciendo el ceño—. La eliminación de la tilde en la "í" volvería a "ambrosía" en una palabra común y corriente, ¿no crees?
—Tienes razón —afirmó ella complacida.
Todavía se sorprendía en darle la razón a Rodrigo en temas de lenguaje, pero en esos momentos no quería contradecirlo. Se sentía a gusto a su lado y de poder tener, por fin, una charla decente, como amigos, como compañeros, como dos personas que se conocían de antes y sin barreras que lo separaran.
—Señor, aquí tiene su pedido —indicó el mesero interrumpiéndoles al traer dos vasos de café en una bandeja roja.
—Oh, gracias —señaló Rodrigo, cerrando su laptop y colocándola sobre la silla del costado—. Pruébalo. El capuccino tentación del Mac Café es el mejor de la ciudad, creéme.
—Te creo —dijo Aira mientras observaba cómo Rodrigo engullía la pequeña galleta que el mesero había dejado al lado de su vaso para luego tomar su café. El capuccino tentación le supo dulce, como un perfecto manjar para su paladar. Él tenía razón.
Rodrigo se sorprendió al ver que ella le creía y obedecía sin chistar. Esto hizo que le obsequiara su primera sonrisa y le observara con esa brillante mirada, provocando que las mariposas en Aira se agudizaran.
—Puede decirse que este café sabe a "ambrosía" —afirmó él luego de darle un sorbo a su bebida. Ella solo atinó a asentir con la cabeza, mientras lo seguía contemplando embelesada.
El joven se sonrojó al notarse observado por ella, pero no por eso dejó de sonreírle a Aira.
Su sonrisa era la más hermosa que hubiera visto alguna vez. Y eso era raro. Porque durante toda la reunión se había mantenido serio y distante, justo hasta ese instante. Ya lo había mencionado antes y le daba la razón. La primera impresión que daba no era muy agradable. Pero... cuando sonrió, pudo ver que no sólo mostró aquél agradable gesto en su rostro, sino que dejaba ver ese aspecto escondido de él y que había descubierto a través de sus charlas de chat.
"Ambrosías" era el título en esa discusión interminable en la que daba, por enésima vez, clases de ortografía a un extraño en internet. Pero para ella eso significaba él, con esa transparente sonrisa y esos ojos brillantes que la miraban hasta intimidar...
"Ambrosía" dijo que era como le sabía el sabor del Capuccino tentación. "Ambrosía" era un manjar de los dioses, según decía el diccionario online de la RAE. "Ambrosía" era la sensación que le producía su dulce perfume mezclado con su cálida sonrisa.
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Anotaciones finales:
El capítulo se lo dedico a La-Cuenta-cuentos-, una bella lectora que me hizo la portada que acompaña este capítulo :D Lo pueden ver en la parte de multimedia.
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