♫ Clímax [Parte 1] ♥

Nota de la autora

En principio, el capítulo "Te quiero" iba a incluir hasta esta parte, según en mi esquema y del cual les avisé en la aclaración hace poco. Sin embargo, fue ponerme a escribir y no había cuándo acabara :? (este primer capítulo que está cortado en dos tiene quince páginas en Word :?, yo no sé cómo le hago para escribir tanto xD). He querido recortarlo, pero si lo hiciera, habría vacíos argumentales, y como que no. Así que, llegada la hora, pues me he replanteado ciertas cosas. Este capítulo es adicional a los que les había adelantado en la aclaración. Se llama "Clímax" y tendrá dos partes. 

Sin más, les dejo el capítulo en cuestión. 


—No estoy... —Hizo una pausa—. No estoy muy seguro de que yo deba ser el indicado para... —Se aclaró la garganta y respiró profundo—. Pero...

—Pero, ¿qué?

—¿Estás segura? ¿En...? ¿En serio?

—Sí —dijo ella con seguridad y observándolo con firmeza.

Él pasó saliva. Volvió a respirar profundo. Se dio cuenta de que, ante la insistencia de ella, solo cabía una salida.

—Debo hacer una llamada.

De inmediato, se separó de Aira. Luego fue por su celular que se estaba cargando en una de sus mesitas de noche.

Cuando él estaba desconectando el teléfono de su cargador, hubo un detalle que capturó poderosamente la atención de ella.

—Siempre aludías a Dios en tus primeros mensajes. Y hay una duda que tengo. ¿¿Eres religioso? —le preguntó.

—¿Eh?

—Eso que está al lado de tu teléfono —señaló con su índice derecho a un libro grande, del tamaño de una enciclopedia—. Está tan bien cuidado, incluso semicubierto con una tela de borde dorados, que me recuerda a las biblias que tienen en los altares de las iglesias.

—Ah, no —le contestó muy tranquilo mientras digitaba su teléfono. Luego lo guardó en su bolsillo, tomó el pesado libro y se lo mostró—. Esto es un diccionario.

—¿Ahhhhhhh?

Aira abrió tan grande la quijada, que por poco creyó que esta tocaría el suelo.

—¿No es hermoso? —le preguntó Rodrigo mientras se lo mostraba.

El diccionario en cuestión era grande, de color blanco y azul. En la portada, con letras azules y amarillas, podía leerse "DEL – Diccionario de la Lengua Española". Debajo de ella, había un pequeño logo y debajo de ella decía "Real Academia Española". En la parte superior, en letras pequeñas azules se veía "Edición del Tricentenario".

—Es la última edición, la vigésima tercera. Salió en octubre pasado y me lo autoregalé por Navidad —añadió él embelesado mientras le daba la vuelta.

—Ah...

—¿No es una belleza? —preguntó Rodrigo a la vez que lo seguía volteando de arriba abajo.

El brillo que ella le veía en sus ojos solo se comparaba a cuando él lo había hecho minutos antes de confesarle que la quería.

—¿Quieres tenerlo para apreciarlo mejor?

Le acercó el diccionario a lo que ella se rehusó.

—No te preocupes —dijo tratando de aparentar calma.

Pero, la carcajada que pugnaba por salir de ella, por poco la delata. Le dio la espalda para taparse la boca para así lograr su objetivo, dejando a un Rodrigo sin saber cómo reaccionar. Finalmente, él decidió no darle mucha importancia. Volvió a poner el diccionario sobre la mesita, lo cubrió con la pequeña tela dorada para que no le cayera polvo y le dijo a Aira que lo acompañara a la sala.

Antes de retirarse, ella volvió a contemplar aquel escenario tan sui géneris. Si ya de por sí la decoración con alusiones a las películas y a Star Wars hacían de la habitación de Rodrigo tan única, el altar a la RAE —como ella bautizó a aquella mesita de noche en donde descansaba el diccionario— era la guinda al pastel.

*****

Cuando estuvieron en la sala, Rodrigo digitó en su celular un número. El momento de espera, mientras la persona al otro lado de la línea contestaba, era tenso. Aira se quebró un pedazo de uña de uno de los dedos de su mano, cuando su reloj interno le indicó que ya había pasado un minuto aproximadamente. Más todavía, estuvo a punto de hacer lo mismo con el dedo índice de su otra mano al ver que el joven salía a la terraza para continuar con la llamada.

—¡Contesta! ¡Maldita sea! —le escuchó decir a Rodrigo, antes de que él cerrara la mampara.

Con un gesto de la mano, le indicó que esperara para luego darle la espalda. Sin embargo, ella no obedeció. De inmediato, lo siguió hasta la pequeña terraza. Cuando llegó hasta donde él, Rodrigo abrió sus ojos con gran sorpresa. Pero, mayor fue la de ella al escucharlo decir lo siguiente:

—¿Papá?

Se escuchó un pequeño sonido ininteligible al otro lado de la línea, que solo hizo que la espera fuera más tensa.

Pa... ¿papá?

—¿Hola? ¿Quién es?

—Soy yo... —contestó tragando saliva.

—Ah, tú... —habló con desdén la persona al otro lado de la línea.

—¿Cómo...? ¿Cómo estás?

—Bien —contestó de forma lacónica.

—¿Cómo te está yendo? —preguntó al tiempo que se sentaba en una de las sillas de paja que estaban en la terraza. Con una mano le invitó a Aira que hiciera lo mismo en la silla del frente—. ¿Es cierto que ibas a pasar Año Nuevo en el Club Regatas esta vez? ¿Y que ibas a ir con Edith, tu secretaria y ahora nueva novia?

‹‹¿Nueva novia?››, se preguntó Aira frunciendo el ceño. ‹‹¡Viejo verde debía ser!››.

—Espero que te diviertas mucho y...

—¿Cómo sabes lo de Edith? —lo interrumpió.

—Milena me lo contó ayer. Estuvo por aquí celebrando una fiesta con sus amigos y...

—¡Esa bocona! —Hubo una pequeña pausa—. Entonces, sabes que pronto tendrás un nuevo hermano, ¿sí?

—¿Hermano? —habló Rodrigo en voz alta y con una ligera emoción.

‹‹¿Hermano?››, pensó Aira y estuvo a punto de gritar al igual que él, pero se contuvo. Iba a agregar algo más, mas se tapó la boca con la mano porque creyó que sería prudente dejar hablar al joven con su padre.

—¿No te lo contó Milena acaso?

—No... no.

—Bueno, mi novia tiene tres meses de embarazo —habló su padre de un modo más relajado—. Aunque creo que la única que lo sabe es Claudia. Sí, no se lo quise a contar a Milena todavía. Con lo intensa que es esta niña, es capaz de mandar un email a la página de sociales de los periódicos. En fin, ¿no te lo contó tu hermana?

—No... —dijo Rodrigo con un gesto de tristeza en el rostro—. Casi no hablo con Claudia, nunca diría yo.

—Ah, pues bueno. Ya pronto haré una reunión familiar para informarles a todos de la buena nueva. ¡Estoy tan emocionado! ¿Padre a mi edad? ¿Te imaginas? ¡No lo puedo creer!

—Bueno, tampoco eres tan mayor.

—Tengo cincuenta y dos años. A esta edad algunos ya son abuelos. Pero, conociéndote a ti y a tus hermanas, creo que Claudia está más cerca de hacerme abuelo que tú. Aunque claro, técnicamente tú nunca me haráss abuelo.

Una risa se escuchó al otro lado de la línea. Rodrigo no comprendió lo que quiso decir, pero no le dio mucha importancia. Si bien la provocó cierta emoción el saber que tendría pronto un medio hermano, quiso encausar la charla hacia lo que verdaderamente le interesaba:

—Papá...

—¿Sí?

—Te llamaba porque quería hacerte un par de... consultas...

Pasó saliva.

—¿Legales? —terminó el señor de formular su oración.

—Así es. —Volvió Rodrigo a pasar saliva—. Le... legales.

—Uhm... ¿No puedes esperar a cuando llegue a Lima? Estoy disfrutando de mis mini vacaciones y no quiero ponerme a trabajar a estas horas, ¡por Dios!

—No puedo —habló con firmeza.

—¿Por qué? —preguntó su padre bastante fastidiado.

—Es urgente —dijo Rodrigo muy decidido.

—¿Urgente?

—Así es. Muy urgente.

—¿Por...?

—Es muy urgente —lo interrumpió haciendo énfasis en la palabra "muy".

—Pero...

—Por favor, papá —lo interrumpió hablando de manera pausada, pero resuelta.

Se oyó un resoplido al otro lado de la línea, tan fuerte que hasta fue escuchado por Aira. Esto provocó que el momento de tensa espera se acentuara más todavía.

—Bueno, dime qué quieres... —habló el señor de mala gana.

Rodrigo respiró profundo. Elevó la vista al cielo como buscando respuestas en su madre fallecida. Luego desvió su vista a Aira, quien lo miraba muy ansiosa. Ella, al darse cuenta, sonrió de manera tímida, formándose un pequeño rubor en sus mejillas. Esto provocó que a él le pareciera muy hermosa, a la vez tan joven y tan desvalida, que se moría de ganas de abrazarla en ese instante, pero se contuvo. Tenía tantos deseos de estar a su lado para siempre y de hacer hasta lo imposible para que fuera feliz, que haría todo lo que estuviera en sus manos para lograrlo, siempre y cuando le fuera legalmente permisible... y para esto, su padre era la única persona a la que sabía que podía acudir en esos instantes.

En resumidas cuentas, le contó a su padre que tenía una conocida —sin especificarle que era su enamorada, ya que no se sentía todavía en confianza de revelarle este detalle— que era menor de edad, que sufría de maltrato físico y psicológico por parte de su madre, que no tenía pariente alguno al que pudiera acudir para que se hiciera cargo de ella, por lo menos, hasta que pasaran las fiestas de fin de año, y que tenía miedo de lo que pudiera ocurrirle si era que volvía a la casa de su madre.

—¿De qué tipo de maltrato estamos hablando? Si es por un par de cachetadas o gritos, creo que exageras. A veces los hijos necesitan de ese tipo de acciones, y más cuando son muy malcriados.

—¡No creo que sea eso! Acabo de ver... —dijo dirigiendo su vista al par de moretones pequeños que se podían apreciar en el cuello de Aira—. Pareciera que le hubieran dado varios manotazos y patadas...

—Fue con el palo de escoba —le interrumpió Aira en un susurro y cabizbaja. Rápidamente se cubrió el cuello con su casaca por la vergüenza que la embargaba.

Rodrigo volvió a sentir el ardor de la ira que lo había carcomido minutos antes.

—Con el palo de escoba —agregó el joven arrastrando las palabras—. Le pegaron con el palo de escoba.

En ese instante, sus ojos se cruzaron con los de Aira. Los de ella brillaban tantos y le inspiraron tanta lástima, que, de inmediato, acortó la distancia que los separaba. Alzó la mano que tenía libre y la abrazó. Ella apoyó su cabeza sobre su pecho. Con sus dos brazos, se envolvió tan fuerte en su pecho, como si estuviera adherida a él y nunca más se quisiera apartar de su lado.

—Uhm...

—¿Qué?

—Pues esto cambia la cosa. —Hizo una pequeña pausa—. Sí, parece grave.

—¡Claro que es grave! —exclamó separándose de Aira y fuera de sí—. ¡Por eso no estaría llamándote, papá! ¿Qué pasaría si en otra ocasión le da un mal golpe o se excede y la manda al hospital? ¡Su madre está loca! Ella corre peligro a su lado. Por lo menos, hasta que las autoridades o servicios sociales tomen cartas en el asunto...

—¿No has pensado en que vaya a la comisaría a denunciarla?

—¿Eh?

—Es lo más lógico, ¿no? Al ver su estado, de inmediato la policía iría a la casa, interrogaría a la madre y si ven que es un caso de urgencia, la separarían de su lado...

—Y la internarían en un centro de menores hasta conseguir que un pariente se hiciera cargo de ella mientras se hacen las investigaciones pertinentes, ¿sí?

—Así es.

—¡Me lo temía! —dijo Rodrigo angustiado.

—No sabía que supieras tan bien de estos trámites —dijo su padre asombrado.

—Recuerdo muy bien cómo fue el caso de mi compañero de la primaria, José Wiesse, al que separaron de su familia cuando mi profesora descubrió que su padre le pegaba.

—¿Ah? En el caso que me llamaron para que los asesorara.

—Sí.

—Uhm. ¡Qué buena memoria tienes! Eso fue ya hace varios años. Pobre muchacho. De tan buena familia y con un padre que parecía un cavernícola.

Rodrigo sintió un frío estremecimiento al recordar lo sucedido hace varios años a su compañero.

—¿Y no hay otra salida que pudiera haber?

—¿Eh?

—¿Es necesario que tenga que ir a un centro de menores? Me acuerdo cuando fuimos con mi mamá a ver a Wiesse esa tarde, para que tú hicieras los papeleos con la profesora, y no me gustó nada. Era una casa vieja... su cuarto parecía una cárcel...

Se escuchó una ligera risa al otro lado del teléfono.

—Bueno, eso es porque el Puericultorio Pérez Araníbar, a donde llevaron a tu amigo, es un lugar muy antiguo. Pero hay otros centros más modernos. Todo depende supongo.

—¿Y los tratan bien? No recuerdo que él se hubiera sentido a gusto. Me contó que quería escaparse.

Otra risa se escuchó en el celular.

—Ayyyy, Rodrigo. ¡Qué exagerado!

—¿Eh?

—A ver, si se compara su antigua vida en una casa grande, con lujos, juguetes, buena comida y todas las comodidades que tenía tu compañero, con un lugar en donde hay limitaciones debido al hacinamiento que tienen y pocos recursos que les entrega el Estado, es comprensible que no se sintiera a gusto. Pero no los tratan mal. Tienen psicólogas, asistentas sociales y hasta madres sustitutas.

—Uhm...

—Si este asunto es tan grave como me cuentas, cualquier lugar sería mucho mejor para esa jovencita que estar al lado de su madre, ¿no crees?

—Sí, pero...

—¿Qué?

—Quería preguntarte algo.

Pasó saliva.

—Dime.

—Yo me vine a vivir solo siendo menor de edad, ¿no?

—Uhm... sí —contestó su padre poco convencido.

—¿Y cómo así pude hacerlo?

—Porque te di permiso para emanciparte. ¿No te acuerdas? Fuimos hasta el notario para hacer todo el trámite.

—No me acuerdo que se llamara así. Solo recuerdo que una tarde, volviendo del colegio, me llevaste a varios lugares para firmar papeles.

—Ajá. Exactamente así fue.

—Todo me cayó de sorpresa ese día... —dijo Rodrigo evocando tristes recuerdos de aquel día.

Su mente se trasladó a una fría tarde de otoño, como cruel ironía de lo que le esperaba.

En una ocasión, poco después de su cumpleaños número diecisiete, cuando él llegaba de la escuela y le había informado al señor que debía acudir a una reunión de padres de familia de su aula, aquél le había contestado que no iba asistir porque "tenía otras cosas más importantes que hacer como trabajar, y que estaba harto de fungir de buen padre, de quien en realidad no era su hijo". Estas últimas palabras habían taladrado el corazón del joven. Se había preguntado si había necesidad de ser tan cruel con él, aún a pesar del tiempo transcurrido desde la muerte de su madre y de la revelación de su verdadera paternidad. Sin embargo, Rodrigo no había tenido tiempo para lamentarse de ello. Su padre, de inmediato, había buscado una salida para sus "males".

Al día siguiente, ni bien volvió de la secundaria, el señor lo había llevado a hacer varios papeleos. En menos de dos días, ya le había conseguido un nuevo lugar en dónde vivir y todo lo que esto conllevaba. Muy sonriente, le informó que, a partir de entonces, Rodrigo debía vérselas por su cuenta en la escuela y le ordenó "que no lo molestase más con reuniones ni demás tonterías".

A él todo aquello le había caído como agua fría. Y cuando le puso de manifiesto, muy triste y desesperado, que no quería separarse de su familia, el señor se había negado. Más todavía, había sido bastante enfático en recordarle, de nuevo, su verdadera procedencia, e incluso que estaba siendo bastante generoso al mantener económicamente a quien no era su verdadero hijo. Encima, a modo de ironía, le había dicho que no entendía el porqué de su desilusión, ya que tenía lo que muchos jóvenes hubieran querido a su edad: independencia económica y legal. Lo que el señor no entendía —y quizá nunca capaz sería— era que, para alguien como Rodrigo, el vivir solo provocaba que su soledad solo se profundizaría...

—¿Así que eso se llama emancipación legal? —preguntó el joven luego de escuchar la explicación de su padre, con un profundo ardor en su interior al recordar aquellos tristes momentos que le había tocado pasar.

—Exacto.

—¿Y hay una edad mínima para eso?

—¿Eh?

—Yo lo hice cuando tenía diecisiete años, ¿sí?

—Así es.

—Me gustaría saber...

Se topó con el rostro de Aira. Ella lo contemplaba con esos ojos negros redondos, pequeños y vivarachos, que volvieron a recordarle a una foca bebé, que sonrió tímidamente al acordarse la primera vez que sus ojos se habían topado con los suyos.

‹‹Pareciera que hubiera pasado tanto tiempo desde la primera vez que te vi. Quince... ahora dieciséis. ¡Cuánto has vivido y sufrido en tan poco tiempo! Quiero hacer mucho más por ti para que tu vida sea distinta a partir de ahora...››

—¿Sí? —preguntó el señor sacándolo de sus pensamientos.

Volvió a pasar saliva.

—Quisiera saber, ¿desde qué edad un menor de edad se puede emancipar?

—Ah, eso. Desde los dieciséis. ¿Por qué?

—¡Bieeeeen! —dijo gritando de la emoción y moviéndose alrededor de la terraza, azuzando los brazos una y otra vez.

Aira abrió sus ojos como plato. No había visto nunca a Rodrigo tan eufórico. Le asombró bastante que tuviera esa reacción tan espontánea. Se preguntó si es que no se había tomado mil Red Bulls antes de su visita y estas le habían provocado un efecto tardío. Iba a interpelarlo para preguntarle el motivo de su comportamiento, mas alguien se le adelantó:

—¿Rodrigo? —preguntó el señor.

—Ah, papá —contestó mientras se sentaba en una de las sillas, pasada su euforia inicial—. Perdóname. Me distraje.

—¿Eso es lo que querías saber? Porque de ser así, te dejo de una vez para seguir con mi descanso.

—¡Espera!

—¿Sí? —preguntó el señor bastante fastidiado.

—Quisiera saber si... —Tosió para aclararse la garganta—. ¿Cuáles son los requisitos para hacerlo? Es decir, en este caso dudo mucho que su mamá la acompañe a hacer trámites como tú lo hiciste conmigo.

—Tendría que llevar su caso a un juez de menores.

—Ya veo...

—Me comentaste que es huérfana y que vive con su padrastro con el que se lleva fatal, ¿sí?

—Así es.

—Mejor todavía. Si no hay compatibilidad con su familia, encima es objeto de maltrato y tiene en dónde vivir por su cuenta, podría optar por pedir su emancipación. Y viendo que su integridad corre peligro, lo más probable es que el juez se la otorgue.

Rodrigo sintió que una corriente de emoción de mil voltios lo embargaba en todo su ser.

—Entonces... —Volvió a aclarar su garganta. Era tanta la mezcla de sentimientos positivos que lo embargaban, que no cabía con la felicidad inmensa dentro de sí—. ¿Es posible...? ¿Es posible que ella pueda vivir por su cuenta?

—En efecto.

—¿No me estás engañando? —preguntó todavía incrédulo.

Jamás creyó que las circunstancias tan negativas en la vida de ella podrían desembocar en una luz para aquel marco de infelicidad.

—Mira, Rodrigo —respondió el señor bastante malhumorado—, me estás llamando y fastidiando en mis vacaciones, y solo porque es urgente, accedí a absolver tu consulta. ¡No estoy jugando! Así que deja de preguntarme como si lo hiciera, ¿ok?

—Per... perdón —dijo bastante avergonzado.

—De todos modos, pues esta es mi apreciación muy por encima. El abogado que ella contrate debería analizar con mayor profundidad su caso. Conversar con la muchacha, ver sus antecedentes familiares y económicos, asentar la denuncia en la comisaría por maltrato para que sirva como antecedente previo a su pedido para el juez para emanciparse y todo lo demás que vea conveniente.

—Ya veo.

—¿Algo más que desees saber?

Rodrigo respiró profundo.

—Podría... ¿Podría pasar por tu oficina cuando regreses de vacaciones?

—¿Eh?

—Solo para poder hablar con mayor calma y tener un mejor panorama sobre qué pasos realizar. Ya no quiero seguirte molestando por hoy y...

—Te aviso que te voy a cobrar —lo interrumpió.

—¿Ahhhhhhh? —dijo Rodrigo abriendo tan grande la boca, que a Aira le pareció que su quijada daba contra el piso.

Estaba preocupado y no era para menos. Él sabía que los honorarios de su padre no eran nada baratos. Sin embargo, cuando escuchó una gran carcajada y una próxima aclaración, sus temores se disiparon.

—¿Cómo te voy a cobrar? ¡Por Dios!

—¿Eh?

—Mira, no serás mi hijo biológico y ni creas que me voy a hacer cargo de tus asuntos con tu enamoradita, porque aunque no me lo has confirmado, no nací ayer. Tanto interés en este caso no es normal. Aquí hay un interés personal tuyo de por medio. A mí no me engañas.

Él sintió un baldazo de agua fría.

—Papá, yo...

—Pero, con que uno de mis practicantes vea el asunto, creo que es más que suficiente, ¿sí? Total, para lo que les pago. —Soltó una gran carcajada—. Ya que dicen que los exploto, pues que ahora hablen con ganas. —Volvió a reírse.

‹‹No entiendo nada››, pensó Rodrigo.

—Ven a la oficina el lunes y pregunta por mi practicante, Andrés Durán. Le avisaré que vienes de mi parte y lo pondré al tanto de todo.

—O...ok —dijo poco convencido.

—Eso sí, si decides hacerte cargo de esa niña, no es mi asunto, ¿comprendido?

—¿Eh?

—Cumpliré contigo con pagarte la universidad como te prometí, el alquiler del departamento y a depositarte mensualmente la cantidad de siempre. Pero si tienes gastos extras por culpa de esa niña, a mí ni me busques.

—Papá, yo...

—¡Tú ves cómo te haces cargo de tus asuntos! —habló con un tono amenazador—. ¡Y menos se te ocurra dejarla embarazada ni demás mierdas! Si bien puedes involucrarte con ella, ya que tiene la edad mínima para que no se considere una violación, aunque no sea mayor de edad, fíjate bien lo que vas a hacer. Si me entero de cualquier huevada que cometiste, a mí ya no me busques más. ¡No te estoy pagando la carrera en una de las universidades más caras del país, para que tires todo por culpa de una calentura! ¿Te quedó claro?

Rodrigo volvió a pasar saliva mientras sentía que una gota de sudor bajaba por su sien.

—O... ok.

—Lo ideal es que la niña viva con un pariente. Así no te metes en asuntos que no son de tu incumbencia. ¿No dices que tiene una tía en provincia?

—S... sí. Pero ella todavía no va a regresar a la capital hasta dentro de un par de días.

—Pues cuando vuelva la tía, que se lleve a su "paquete" consigo y que vea con ella su emancipación si quiere. ¡Tú a lo tuyo! ¿Comprendido?

—Pero hasta que eso pase, ¿crees que podría quedarse conmigo hasta entonces?

Se escuchó una risa sarcástica al otro lado del teléfono.

—Tú lo que quieres es que te confirme si puedes vivir con esa niña, ¿no?

—No... no... no es eso. Lo que pasa es que yo...

—Sí puedes. Pero, ¿sabes qué? ¡Ya me tienes harto! ¡Haz lo que quieras! Total, tiene dieciséis años y puede decidir en muchos aspectos de su vida. Aunque sea menor, si ella dice que accedió de buena gana, no te podrían acusar de violación ni nada. Eso sí, te lo recalco, si te metes en problemas o tienes más gastos por su culpa, a mí ni me busques. Tú ves cómo lo solucionas.

—Pero yo...

—Y ya te dejo. Que estoy aburrido de esta charla sin futuro. Vienes el lunes a la oficina y hablas con quien te dije. ¡Adiós!

Rodrigo iba a hablar, pero el pitido de clic del teléfono le indicó que su padre le había colgado. Insistió en llamarle dos veces más, mas le salió la contestadora. Se sintió tan frustrado ante la actitud del señor, que estuvo a punto de lanzar su celular contra una de las sillas, de no ser porque Aira lo cogió de la mano y lo trajo de vuelta a la realidad.

—¿Ah?

—¿Esa es la llamada tan urgente que debías hacer?

—S... sí.

—¿De qué hablaron tu papá y tú?

Y fue ahí que le contó todo.

Aira abrió muy grande los ojos y la boca a medida de que iba enterándose de los pormenores de aquella charla. Finalmente, cuando se dio cuenta de que cabía una pequeña posibilidad, sin que el joven se metiera en problemas por ella, de quedarse a su lado hasta que vieran lo de su tía, no perdió tiempo. Lo cogió de la mano y se lo planteó:

—Entonces, puedo... ¿puedo quedarme a vivir contigo estos días?

Él resopló profundo.

—Supongo que sí. No sé...

—Llamaré a mi mamá y le diré que me quedé en donde Xico para celebrar el Año Nuevo. Total, ¡le dará igual en dónde celebre el fin de año! Los dos últimos años las pasé sola con mi hermanito porque ella se iba de juerga por ahí. Pero ahora, con sus presentaciones, lo más probable es que no regrese a mi casa hasta el dos de enero. Para entonces mi tía ya estará de vuelta y sabremos qué hacer luego de hablar con el abogado. Aunque, ¡yo quiero emanciparme y quedarme a tu lado! —agregó ella luego de soltarlo de la mano.

—¿Y tu hermano con quién está? —preguntó preocupado.

—Mi mamá lo iba a dejar con una vecina que es de confianza, doña Martha. Como yo tenía que salir para ver lo de mi abuelita y mi mamá se iba a ir a trabajar, pues no había quién lo cuidara.

—Ya veo... —agregó preguntándose si era conveniente que el niño pasara las fiestas con desconocidos.

—Esa señora es estricta, pero buena gente. Yo pasé un par de navidades en su casa, cuando mi mamá se iba por ahí con sus novios —dijo cabizbaja.

—¿A ti también te dejaba a cargo de extraños durante esta época del año?

Aira asintió.

—Con el poco apego que tiene ella por nosotros, no le importa que pasemos las fiestas de fin de año con otros. Más le interesa irse de juerga que otra cosa. Seguro que, luego de cantar, se emborrachará hasta decir basta.

Él frunció el ceño.

—A veces me pregunto por qué ha tenido dos hijos si poco le importa hacerse cargo de nosotros —dijo ella soltándolo y mirando hacia un costado, recordando las navidades que había pasado en casa de sus vecinos—. Pero bueno, para este asunto es mejor. Así no fastidiará, menos se preocupará si no paso por mi casa en un par de días. Para empezar, no sé si ella pasará por mi casa o por el hospital a ver a mi abuelita hasta muchos días después. Cuando se va de juerga, se pierde por ahí durante varios días, ¿sabes?

Él meneó con la cabeza en señal de desaprobación.

La joven se empinó para poder estar a su altura. En esta ocasión, ella volvió a entrelazar los dedos de una de sus manos con los de él, devolviéndole el gesto que hiciera poco después de decirle por primera vez que la quería.

—¿Sabes que estoy muy feliz?

—¿Por qué? —preguntó él enarcando la ceja.

—Es la primera vez que voy a celebrar mi cumpleaños y Año Nuevo contigo. ¿No es genial acaso? —afirmó muy emocionada.

—S... sí. Su... supongo... —dijo todavía poco convencido y de manera nerviosa.

Se rascó el cuello con la mano que tenía libre. Sus dudas todavía no se habían disipado. Se preguntó si era adecuado que ella se quedase a su lado. Pero, cuando recordó lo que su padre le había dicho y lo que luego Aira le había contado sobre la despreocupación de su madre por ella y su hermano, una voz en su interior le dijo que no había nada que temer. Esto fue confirmado cuando con la gran sonrisa que ella le mostró y lo que le dijo a continuación:

—Pasar estas fechas tan especiales a tu lado serán el clímax perfecto para un año maravilloso, en el que te conocí y cambiaste mi vida para siempre... —Alzó su mano en dirección a la que tenía libre. Luego entrelazó sus dedos a los de él—. Un año en el que por primera vez, luego de mucho tiempo, me sentí querida por primera vez y me hiciste muy feliz. ¿No es acaso perfecto? —dijo con un brillo muy especial en sus ojos.

Él asintió.

Aira sonrió tímidamente. Rodrigo hizo lo propio para luego abrazarla y decirse a sí mismo ‹‹Todo estará bien››. Pero, ¿en realidad sería así?

Anotaciones Finales

El siguiente capítulo se llamará "Clímax [Parte 2]" y no será subida en esta publicación. Sí, será publicada aparte. Quizá demore un par de días, porque debo buscarle portada y demás. Repito, será publicado aparte por diferentes motivos. Luego de esto, editaré este capítulo con un par de escenas que le agregaré para no cortar el hilo de la lectura, que todo tenga una secuencia narrativa debida y con lo que viene después. Ya les avisaré en su oportunidad.

Mayores detalles, les recomiendo estar atentos a los anuncios que haré en mi tablero de mensajes (deben seguirme mejor xD) y/o en mis redes sociales. Por algo me he creado cuenta en Twitter e instagram, en donde no soy muy activa. Lo he hecho solo para mantenerlos al tanto de todo, pero luego me sorprendo cuando me preguntan "¿Subiste nuevo capítulo?"  y yo como boba dejándoles avisos en todos lados xD En fin, pues ya saben :P 

Nos leemos prontito :3 

*******

Nota de la autora (11/04/2024)

Por motivos de fuerza mayor (cambio en las normativas de Wattpad) el libro extra llamado «Clímax», que hasta hoy podían encontrar en mi perfil, ha sido eliminado de Wattpad. Esto porque Wattpad ya no permite que se publiquen libros con escenas en donde menores de edad, entre 16 y 17 años, tienen relaciones íntimas, aún con consentimiento. 

Para más información, contenido extra, anécdotas de mi escritura, adelantos de mis libros, etc., pueden encontrarme en mis redes sociales, las cuales están en mi biografía en Wattpad, así como en el grupo de Facebook de mis lectores, el cual lo encuentran como «Poetitas, lectores de Cinthya Huerta».

Un saludo.



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