♫ Apoyo Fraternal ♥


Rodrigo

—Ayyy, ¡qué cólera! ¿No me digas que de nuevo y por poco no me topo con mi cuñadita...?

Una chica de pelo castaño ondulado y largo se halaba la liga que lo recogía en una cola, a la vez que azuzaba los brazos con desesperación.

—Pero, por qué... ¿Por qué? ¿POR QUÉ NO ME ENCONTRÉ CON ELLA? ¿POR QUÉ? ¡¿POR QUÉ?! —La joven se agarró de los mechones de su ahora cabello suelto—. ¿De verdad se fue? ¿De verdad? ¡¿A qué hora se fue?! ¡¿Seguro que no está aquí?! ¿No me la estás ocultando para que no tenga la dicha de conocerme, no? —dijo a su vez que salía del cuarto, se dirigía a las otras habitaciones a husmear para luego regresar al dormitorio de su hermano.

Su interlocutor asintió con la cabeza por enésima vez a las preguntas que le hacía al tiempo que tosía. Luego le dio la espalda a su hermana para arroparse en su cama.

Si bien ya era costumbre para Rodrigo ser testigo de las reacciones exageradas de la chica, no terminaría nunca por aceptarlas, menos comprenderlas. Todo lo contrario. Le aburría sobremanera cuando Milena actuaba de esa forma; llegándose a preguntar si la falta de energía que lo caracterizaba había sido equilibrada con la llegada de su hermana menor y la hiperactividad que la acompañaba.

—Hermanito, te estoy hablando... ¡Hazme caso!

—Uhm... —respondió el susodicho todavía de espaldas a ella.

—¿Es que acaso no pudiste retenerla por un momento más? —preguntó cruzándose de brazos y haciendo un puchero—. ¿Es que acaso no piensas en las ganas locas que tengo de conocer a mi cuñadita? ¿Es que acaso no piensas que me puede dar un ataque al corazón por la ansiedad de saber que estuve a minutos de cruzarme con la futura madre de mis sobrinitos hermosos y de ojos verdes?

Rodrigo no pudo evitar mirarla de reojo y hacer una mueca de espanto. Apenas llevaba un día de empezada su relación de éter-no-novio con Aira, y ya su hermana hacía planes de que esta fuera la madre de sus sobrinos. Definitivamente ¡Milena iba muy rápido!

Suspiró aburrido, para luego añadir:

—Ya te lo dije. Tenía clases de danza y...

—¡Qué clases de danzas ni qué ocho cuartos! —lo interrumpió sentándose bruscamente al borde de su cama. El impacto que produjo en esta fue mínima, pero para Rodrigo significó el fin de sus deseos de querer lograr una tranquila siesta—. Tu sala es lo bastante amplia para que practique todos los bailes que quiera... Si deseas le enseño un poco de baile árabe que aprendí el otro día. ¿Te conté que me hice amiga de Yasmina, la prima de tu ex compañero del colegio, Pérez Asmat? Pues la chica es una experta en la danza del vientre y...

Rodrigo se volvió a tapar la cara con la sábana mientras escuchaba el monólogo de su hermana. Cuando pareció que, por fin, se había callado, se aventuró a asomar la cabeza para preguntarle cómo se encontraban en su casa y por qué era la única que iba a visitarlo:

—Papá... pues como siempre, ya sabes. Diiiiice que tiene un caso muy importante estos días y que no puede descuidar el trabajo. Es un hombre muy ocupado —afirmó haciendo un signo de comillas con sus dedos.

La chica se encogió de hombros, esperando que Rodrigo entendiera el doble significado de sus palabras.

—Entiendo. Debe tener mucho trabajo. Dirigir un estudio de abogados no debe de ser fácil —contestó el joven de lo más tranquilo.

Al darse cuenta de que no había captado el mensaje, Milena agradeció al cielo el haber olvidado momentáneamente el síndrome por el que padecía su hermano. Había escuchado de su padre que esa noche iría al club, para luego asistir al día siguiente al Estadio Nacional para ver jugar a la selección de fútbol nacional.

Tenía unas ganas enormes de desenmascarar al hombre delante de su hijo, pero... al escuchar la serena y comprensiva respuesta de Rodrigo, prefirió callar. Total, ya suficiente tenía su hermano que lidiar con el ninguneo de su padre, cada vez que lo llamaba para saber cómo estaba, como para añadirle más leña al fuego todavía...

—Claudia me ha dicho que va a venir el sábado. Y ah, Irene quiso venir a verte —añadió refiriéndose a la empleada del hogar de la casa de los Estremadoyro—, pero ya sabes que papá no le da permiso así por así para salir, no sin antes amenazarla con descontarle a la pobre. Ya sabes cómo es de explotador. —Milena se encogió de hombros—. Pero me mandó un extracto de una receta para la gripe de su abuela... ¿O era de su tatarabuela? —Se rascó la oreja y elevó la mirada al techo tratando de recordar—. Ay, ¡como sea! Ahí te lo dejé en la mesita para que te lo tomes después.

—¿De qué está hecho? —preguntó Rodrigo con una mueca imaginándose a qué se refería.

De pequeño y por lo enfermizo que era, Má Irene —como él solía llamar a la señora de tez morena y de contextura gruesa que servía en su casa— le había hecho tomar todos los menjunjes habidos y por haber. Desde recetas milenarias como mezclas de siete raíces, hasta extractos de rana habían pasado por su paladar, provocándole, a estas alturas pavor cuando la mujer, aunque bien intencionada, le preparaba algo para mejorar su delicada salud.

—Creo que es un extracto de zanahoria con betarraga. ¿O era betarraga con plátano? No me acuerdo. Pero en fin, tómatelo que me dijo que eso es bueno para tu garganta y no sé qué más. Y ah, me dio también clavo de olor. Dice que debes masticarlo.

Él no pudo evitar poner un gesto de mezcla de asco y de espanto.

—¡¿En serio debo hacer eso?!

Milena asintió con la cabeza a la vez que se dirigía a la mesita y sacaba de la maleta una bolsita, lo que parecía ser... ¡un collar con limones!

—Y me dijo, no una, sino cinco veces, que te pusieras esto ni bien pudieras... —indicó a la vez que se acercaba hacia su hermano y trataba de ponerle el collar, siendo impedida por Rodrigo, quien se alejó de ella anonadado.

—¡Nooo! —Meneó la cabeza varias veces—. ¡Ni que fuera un perro! —mencionó recordando una imagen que había visto en internet de un can vestido de amarillo y con un collar idéntico al que tenía frente a sí.

—Pero esto no solo funciona en perros, sino en humanos —dijo Milena de lo más divertida—. ¡Vamos!

—¡Que no soy un perro! —exclamó ante la risa de su hermana—. Algo me decía que Má' Irene no se iba a olvidar de su tradicional collar para la gripe.

—Oye, hazme caso —volvió a insistir Milena para ponerle el collar, siendo impedida de nuevo por su hermano—. Mira que te acuso con ella...

Milena volvió a insistir varias veces más en ponerle el collar, pero Rodrigo no dio tregua alguna. Luego de algunos minutos, le volvió a decir que, por lo menos, debía comer el clavo de olor que había traído, a lo que él le contestó que lo haría luego. Finalmente, le recordó que debía tomarse de una vez el extracto porque transcurrido cierto tiempo, aquél perdería sus ingredientes curativos. Su hermano se negó en un primer momento. Pero ella insistió recordándole que Irene se sentiría muy ofendida al enterarse de cómo despreciaba todo lo que había preparado para él.

Al imaginarse cómo se enojaría Má Irene ante aquello, Rodrigo no pudo menos que sentirse culpable. De esta manera, haciendo migas a su estómago, bebió rápido de aquella extraña bebida de color rojo. No obstante, no pasó mucho para sentir el mal sabor en su paladar, ante la cara de satisfacción de su hermana.

—Con eso estarás como nuevo mañana y podrás concertar una cita para que, por fin, pueda conocer a mi cuñadita.

—No creo que puedan coincidir en sus horarios —dijo dándole el último sorbo a aquel extracto que, en efecto y para disgusto de su paladar, parecía ser una mezcla de betarraga con zanahoria—. Normalmente suele irse más temprano.

—¿Eh? —preguntó enarcando una ceja.

Rodrigo le explicó que, sólo por ese día, Aira había decidido faltar a las primeras horas de su ensayo para hacerle compañía y cuidarlo en lo que le hiciera falta.

—Ayyyy. —La chica chilló de la emoción alzando sus brazos en señal de victoria y dando saltitos como conejo de aquí para allá—. ¡Qué lindo detalle! Con cosas como esas, mejor me cae y más me muero por conocerla. Mi cuñadita no puede ser más tierna... —dijo con un brillo especial en sus ojos—. Tan distinta de la rubia oxigenada.

Rodrigo la observó de reojo. Frunció el ceño. A Milena le pareció que iba a hablar, pero antes de hacerlo, soltó lo que quería venir contándole desde hace rato.

—Hay algo que... Ayyyy... —afirmó su hermana cambiando el rostro relajado de antes por uno más serio y sentándose al borde de la cama—. ¡No puedo! ¡No puedo!

Movió la cabeza y apretó los ojos como si fuera lo último que iba a hacer en su vida.

—¿Qué ocurre?

—Luego de venir en la mañana, mis amigos quedaron en ir a almorzar, ¿ok? Fuimos a comer algo "saludable". Estábamos entre ir a Kentucky o Bembos... —Rodrigo frunció el ceño. Iba a interrumpirla diciéndole que la comida chatarra no era nada sana, pero antes de hacerlo, ella prosiguió—. Y fue ahí que...

Ella suspiró profundamente y por poco estuvo de atragantarse con lo que a continuación le iba a relatar...

Milena

Ese día de noviembre había sido más ajetreado que de costumbre. Con la jornada tan ocupada que había tenido por la gripe de su hermano, Milena había olvidado que había quedado con sus amigos en almorzar.

Había estado a punto de cancelar esa reunión. Recién eran las dos de la tarde y todavía le quedaban cosas por hacer. Se le había hecho muy trabajoso el ir y venir desde su casa, a la academia y de ahí al departamento de su hermano, para luego tener que regresar más tarde a su casa. Doña Irene le había insistido en que tenía que volver porque era urgente que le llevara todas las medicinas naturales que había preparado para Rodrigo, las cuales no había tenido tiempo de terminar hasta ahora. No obstante, dentro de todo ese trajín, había pensado que lo mejor que podía hacer era pedir algo por delivery y almorzar con su hermano, de no ser porque el mensaje que había recibido minutos antes le cambiaría todo sus planes de esa tarde:

‹‹Estremadoyro, Guido va a acompañarnos. Le convencí de que fuera. ¡Ni se te ocurra faltar!››, era el mensaje que leía y releía en su teléfono en su trayecto hacia Plaza San Miguel, mientras una gran sonrisa se veía su rostro.

Su mejor amiga, la Turri, había movido cielo y tierra para que Guido, aquel guapo chico que le movía el corazón desde que había comenzado en la academia, las acompañara en su almuerzo. Y una oportunidad como esta no podía ser desaprovechada. Pero, lo que atestiguaría a continuación cambiaría la felicidad que la embargaba.

Mientras el grupo de amigos paseaba por el centro comercial y discutían en dónde comer, una voz que había escuchado años antes llamó poderosamente su atención, y no para bien:

—¿Te refieres a esto? —dijo con desdén una mujer de esbelta figura.

—¡Claro! Un local como este sería ideal —agregó con entusiasmo un hombre de bigote y vestido elegantemente de chaleco y corbata.

—Uhm... no sé —le contestó la fémina a la vez que se arreglaba un mechón de su rubia cabellera—. Es muy pequeño para mi gusto, ¿no crees?

—¿Pequeño? —dijo el tipo con un gesto amanerado, como asustándose—. ¡Pero si tiene ciento cincuenta metros cuadrados!

—¿Y? —preguntó su acompañante encogiéndose de hombros.

—Que entre todo lo que vamos a gastarnos en la inversión de este local, el taller, las máquinas y la contratación de personal, no creo que pueda permitirme mayores gastos. —El hombre arrugó el ceño y miró para abajo, mientras una gota de sudar bajaba por su mejilla—. Puede que el banco no me dé más préstamos hasta que el negocio comience a marchar y...

—Si tienes dudas, lo mejor sería que pienses en salirte de la sociedad. Ahora sería el momento ideal, ¿eh? —añadió ella sin inmutarse.

—¿Salirme? —dijo el tipo ofendido—. ¡Pero si necesitas de un socio para poner el capital que te falta! Desde que murió tu padre, no tienes en dónde caerte muerta.

‹‹¿Murió su padre?››, pensó Milena.

—Eso crees tú —contestó con una mueca de autosuficiencia.

—¿Ah, sí? Pues ya puedes irte buscando con quién montar tu empresa, porque no pienso aguantar más los caprichos de una mocosa como tú. ¡Habrase visto!

El tipo siguió quejándose y diciéndole a su interlocutora que no podría prosperar su empresa sin su ayuda. Finalmente, en lo que Milena llamaría "una forma elegante de mandarla al carajo", le dijo a su ex socia un par de sandeces más y se retiró muy ofuscado.

En una situación parecida, la muchacha pensó que ella no se hubiera quedado callada. Sin embargo, le sorprendió que aquélla no perdiera la calma y se quedara contemplando callada cómo su ex socio se retiraba del lugar, mientras le seguía lanzando más improperios.

—¿Vienes o ya? —le preguntó la Turri sacándola de su estado reflexivo—. Que tu galán ya se nos adelantó con los demás. Decidieron al final ir a los buffets de Wong. ¡Tantas huevas por las puras!

—¡¿Qué?! Pero, oye... ¡Yo quería comida chatarra para hoy!

—Apúrate, que nos dejan. Mueve el culo, Estremadoyro.

—No me llames así —dijo Milena con un puchero.

—¿Pero es tu apellido o no? —le replicó su amiga con una mueca de risa. Sabía dónde pinchar la llaga para molestarla.

Iba a replicarle, pero alguien se le adelantó.

—Disculpas... —La mujer de cabellos rubios volteó y se les acercó—. ¿Escuché bien? Te apellidas Estremadoyro, ¿sí?

‹‹¡Tierra trágame!››, gritó Milena en su interior a la vez que el peor de sus temores se volvía realidad.

—Sí, es Milena Estremadoyro Villena —dijo su amiga al tiempo que se apoyaba en sus hombros y hablaba tan confianzudamente con la rubia como si la conociera de toda la vida—. Aunque siempre prefiere obviar su primer apellido por lo feo que es. Yo le he dicho que no puede renegar de su herencia paterna y...

—¡Cállate! —la interrumpió hablando en voz alta—. Un poco más y le dices mi fecha de cumpleaños y en dónde vivo.

—Pues si quieres le cuento que vives en San Isidro, por el antiguo Cine Orrantia.

—¡¿Quieres cerrar el pico?!

—Te apellidas Estremadoyro Villena y vives por el ex Cine Orrantia. Tu cara me es conocida y no creo que sea coincidencia. —La mujer la miró con atención y soltó una sonrisa, a la vez que volvía a acomodarse un mechón del cabello detrás de la oreja. A Milena le pareció que lo mejor que debía hacer era cubrirse todo el rostro con aquél—. ¿Por si acaso no tienes un hermano que se llama Rodrigo?

—¿Conoces a Rodri? —A la Turri se le iluminó el rostro y soltó los hombros de su amiga para prestar atención a su nueva acompañante. La mujer cerró rápidamente los párpados y los abrió asintiendo a su respuesta.

—Sí.

—¿A que está churrísimo? —La Turri juntó sus manos como si estuviera rezando y habló con un brillo especial en los ojos. Parecía que estuviera refiriéndose a un cantante o actor famoso—. Es un poco extraño, eso sí, pero no me importa. Es tan alto, tan guapo... Tiene unos ojazos... Ayyy, le he dicho a Milena que me lo presente, que me haga el bajo con él, que qué más que yo que soy su mejor amiga para ser su cuñada, pero nunca me ha hecho caso. Y ahora que tiene enamorada, pues peor aún, mis esperanzas se han ido al diablo.

—¡Que te calles, huevona! —dijo Milena ya fuera de sí. Había ocasiones en que su mejor amiga la sacaba de quicio.

—Oye, pero no me hables de esa manera. —Su amiga hizo un gesto de desprecio a la vez que una gota de sudor bajaba por su sien—. Si esta simpática señorita ha dicho que conoce a Rodri. Seguro que lo manya de hace tiempo, ¿sí?

La rubia afirmó con la cabeza.

—¿De dónde lo conoces? —preguntó con expectación la Turri.

—Soy su ex enamorada.

*****

Hasta ese momento, Milena había creído que la Turri era su apoyo incondicional en todo desde que había ingresado a la academia. Pero, cuando estuvo a punto de irse con los demás a Wong en lugar de aceptar la invitación de Noelia de que la acompañaran a almorzar, se dijo que haría una lista de sus próximas amistades, en la cual excluiría a la Turri para siempre. Pero, de no ser por la insistencia de la ex enamorada de Rodrigo, la habría dejado "sola y abandonada a su tortuosa suerte" como ella calificaría todo lo que acontecería esa tarde. No solo habría dejado pasar una preciosa oportunidad para hablar con Guido, sino que tendría que soportar la compañía de esa "rubia oxigenada, superficial y de odiosa nariz respingada", como la calificó desde esa ocasión.

Al preguntarles qué les apetecía almorzar, Turri dijo que cualquier cosa le vendría bien. Noelia les había sugerido acompañarla a comer en algún restaurante vegetariano del segundo piso del local comercial, pero Milena había contestado que si les invitaba a comer, era de mala educación imponer a sus invitadas a almorzar lo que ella quisiera. Finalmente, la ex enamorada de Rodrigo sugirió ir a un restaurante de menú variado, así las adolescentes podrían pedir lo que quisieran, mientras que ella no descuidaría su dieta solicitar un menú más acorde a sus requerimientos.

—Pues sí que debes cuidar la línea. Estás más rellenita desde la última vez que te vi —dijo Milena.

—¡Pero si a mí me parece que está regia!

—Bueno... —dijo Noelia algo desconcertada—. Es obvio que ya no tengo el cuerpo de cuando estaba en el colegio, pero aun así trato de mantenerme en forma.

‹‹Milena 1 – Rubia Oxigenada 0››, pensó la hermana de Rodrigo con satisfacción.

—Un momento... ¿No dijiste antes que no te acordabas nada de mí?

La adolescente masculló de rabia.

—Casi... Pero ahora que hemos estado hablando taaanto de mi hermano, he recordado todo de un porrazo.

—Ah —añadió Noelia mientras le daba un sorbo a su vaso con agua.

—Ah... —dijo Turri a la vez que hacía su pedido al mesero.

Transcurridos varios minutos más, en los que todo intento de Noelia por iniciar una charla con Milena era cortada en seco con un "Sí" o "No", la susodicha decidió encausar la conversación, pero ahora con su otra acompañante.

—¿Y qué es de Rodrigo? ¿Es cierto que tiene enamorada?

—Sí —añadió Turri.

—¿Y cómo le va?

—Muy bien —respondió Milena adelantándose—. ¡Son muy felices! Ya me los imagino que pronto van a casarse, ¿eh? cuando mi hermano termine la universidad. Y pronto tendré mis sobrinos bonitos y ojiverdes —dijo sonriendo de satisfacción.

—¿Bonitos y de ojos verdes? —preguntó Noelia sorprendida—. Eso quiere decir que ella también debe de ser muy guapa como Rodrigo.

—Oh, sí, claro. ¡Es hermosa! Pero no solo eso, es sencilla, buenísima gente, me cae recontra pero recontra bien, y es más alta que tú, ¿sabes? Y no solo eso, es mucha más delgada también.

—Ya veo.

—Pero no me dijiste ayer que... —habló Turri, pero no continuó lo que iba a decir, porque recibió un pisotón de parte de su amiga—. Oye, ¡pero eso dolió!

Su amiga la observó con una mirada de "Cállate y hazme puto caso", a lo que la susodicha comprendió.

—¿O sea que Rodrigo todavía no ha terminado la facultad? ¡Qué extraño! Si aquí la universidad dura cinco años. Pensé que él había ingresado ni bien había acabado la secundaria...

—Mi hermano entró en el verano siguiente ni bien se graduó. Pero tuvo ciertos retrasos por motivos que no vienen al caso. Siempre ha sido un excelente estudiante, como tú bien debes saber —habló con un tono ofendido.

Le había caído muy mal que, habiendo conocido Noelia a Rodrigo desde hacía tiempo, dudara de su excelencia en los estudios.

—Sí, tienes razón. Todavía recuerdo que me ayudaba en Geometría y en Física en la secundaria. Se le daba muy bien las ciencias. Yo le sugerí que estudiara algo más rentable como Ingeniería, pero siempre me decía que quería dedicarse a la literatura. ¿Al final optó por esta carrera?

Milena asintió.

—¡Esa carrera tiene poca salida laboral! Pero si es por lo que optó, ni modo —afirmó Noelia encogiéndose de hombros.

—Tú estudiaste Diseño de Modas en Alemania, según recuerdo. Y fue por eso que abandonaste a mi hermano, ¿no?

—¿Ella lo dejó? —preguntó decepcionada Turri.

La hermana de Rodrigo asintió con la cabeza y la observó como afirmando "Te lo dije. No confíes en esta huevona". A partir de ese momento la disposición de la Turri ya no fue tan amigable hacia su anfitriona.

—¿Cómo fue posible que dejaras a Rodrigo? No me lo explico...Si es un partidazo, guapo, inteligente, buena gente, culto... ¡Es que no te entiendo! ¡¿Tú estás loca o qué?!

—Éramos muy jóvenes —dijo Noelia algo incómoda y dándole luego otro sorbo a su bebida—. Y eran otras épocas. Ten por seguro que si las circunstancias se dieran ahora, lo pensaría mejor...

‹‹¡Esto no me gusta nada!››

—¿Y...? ¿Cómo así decidiste regresar al Perú? ¿No pudiste terminar tus estudios de Alemania? Pensé que te apestaba estudiar en las universidades de aquí —volvió a atacar Milena, recordando lo que había escuchado de su hermano aquella fría tarde de primavera.

Si bien su hermano era poco expresivo, desde lo de su madre, no le había visto sollozar como ese día. Entre lágrimas incontenibles, Rodrigo le había contado con exactitud los motivos por los que su ex había decidido terminar su relación.

En su desesperación, él le había pedido consejos a su hermana sobre cómo poder recuperar a Noelia, ya que no sabía cómo actuar ante una situación de ese tipo. Había querido recurrir a su padre, pero como siempre, este le había ninguneado excusándose de estar muy ocupado con el trabajo. Y siendo Milena su familiar más cercana a él, había acudido a ella en ayuda. No obstante, siendo entonces una niña de diez años, su inexperiencia y su incomprensible falta de inmadurez no le había sido de mucha ayuda. Y desde ese instante, se había prometido a sí misma que se volvería una experta en los asuntos de pareja, y que movería cielo y tierra por ayudar a su hermano en ser feliz con una mujer que lo amara y lo comprendiera con su especial manera de ser.

—Veo que Rodri te contó bastantes cosas de nosotros —dijo arrugando la frente y clavándole sus ojos marrones fijamente.

—Así es —añadió sin inmutarse y muy segura de sí—. Hay mucha confianza entre nosotros.

—Ya veo...

—¿Y por qué regresaste si tanto te apesta estudiar en el Perú? —preguntó la Turri, sirviendo de apoyo a Milena, y provocando que esta pensara en volverla a poner en su lista de personas en quién confiar.

—Sí, ¿por qué?

—Bueno...

Noelia le dio un mordisco a su ensalada. Masculló por breves instantes, haciendo que la espera de ambas amigas fuera infinita.

—Mi pareja me pidió matrimonio.

La rubia negó con la cabeza y volvió a dar un sorbo a su bebida, mientras Milena rogó al cielo para que se atragantara con aquélla.

—Y eso truncaría mis sueños, ¿ok? Él no apoyaba mi sueño de ser diseñadora. Bueno, sí, pero el problema era que... ¡Era muy tradicional! ¿Casarse tan joven? Noooo. Sólo tengo veintitrés años, ¿ok?

—Bueeeeeno... —dijo Milena con una mueca de desdén—. Si no estuviera enamorada, pues no sé.

—Creía que los hombres de allá eran otra cosa, ¿ya saben? Se dice que los europeos son más liberales que los hombres latinos, ¿ok? Pero me tocó fijarme en uno tan chapado a la antigua, que piensan que la mujer debe casarse, quizá dedicarse a su hogar y no trabajar, etc. ¡Nooo! ¡Por Dios!

—¿No quería que no trabajaras en lo tuyo? —agregó la Turri con una cara de indignación.

—No exactamente así, pero me lo dio a entender.

—¿Te lo dio a entender? —preguntó Milena incrédula y sin todavía comprender lo que Noelia quería decir.

—¡Con el matrimonio! Me dijo que me daría estabilidad, un hogar grande como la de su familia. Su madre fue profesora, pero dejó su carrera cuando se casó con su padre. Y son una familia de seis hijos. Nooo, ¡por Dios! ¿Yo? Ser una simple ama de casa y con niños. Nooo, ¡no quiero eso para mí!

—Comprendo —añadió la adolescente a la vez que pensaba que, si bien le caía antipática, no podía evitar en darle la razón por primera vez en su vida.

Ambas amigas asentían y le daban la razón a las múltiples quejas que tenía Noelia acerca de la forma tradicional de pensar de su novio.

—Le dije a mi novio que quería ir de a poco y hacer una carrera en lo mío. Aunque al principio no me apoyó, con la muerte de mi padre hace poco y la herencia que me dejó, pues pensé... ¿Por qué no? Con el dinero que heredé, pues me sería más viable abrir una boutique en Lima y no en Europa. Y ya luego con el tiempo, pues veremos, ¿sí?

—Oh, mi sentido pésame. No sabía que tu padre había fallecido —dijo la Turri con un gesto serio.

—No pasa nada. Gracias.

—¿Y por eso estabas viendo ese local para ver si abres una tienda o algo así? —preguntó Milena recordando la charla que había visto entre Noelia y su ex socio.

—Más o menos. Quiero comenzar desde cero en todos los aspectos: laborales y personales.

—¿Personales? —preguntó Milena con temor de saber a qué se estaba adentrando.

—Pues claro. Con lo que les conté, al final, mi novio no estuvo de acuerdo con que regresara, por lo que decidí romper con él.

—Ya veo —dijo la adolescente mascullando de rabia y pidiendo a todos los dioses que se llevaran a la mujer que tenía frente a sí.

—Y aquí me tienen: soltera y sin compromiso, de nuevo en el Perú y quién sabe, pudiendo echar raíces en el futuro con un hombre que me comprenda y apoye a mis proyectos.

—¡Excelente! Así se habla —añadió la Turri con emoción, a quien poco más le faltó levantarse de su asiento y hacerle hurras a Noelia.

La rubia se encogió de hombros. Con una gran sonrisa agradeció el apoyo de la la Turri, quien seguía mirándola con admiración por defender sus sueños, sin darse cuenta de que, a su costado, era contemplada con odio y rabia por parte de quien jurara defender a su hermano con uñas y dientes de todo aquel que lo hiciera sufrir, así como ella lo había hecho en el pasado.


Anotaciones finales:

Bueno, espero que les haya gustado el capítulo  :D Perdón por la demora, pero como avisé antes, estaba pasando por un proceso bronquial bien complicado. Así que, pues eso. Cuando me atrase por diversos motivos, avisaré y espero por favor su comprensión. Todos pasamos a veces por momentos complicados y espero que entiendan, no que me anden enviando mensajes exigiéndome que actualice cuando ya antes, pues les había explicado mis motivos, ¿sí? 

Ahora que me he sanado, pues ya he vuelto a la rutina de escribir y espero seguir actualizando con regularidad como antes.

Me despido y nos leemos en el siguiente capítulo, no sin antes desearles un "Feliz Día Internacional del Libro". :D 

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