♫ Añoranzas y coincidencias [Parte 1] ♥
Dos años y medio después
El frío del invierno había llegado a la ciudad esa mañana, adelantándose a lo que asignaba el calendario. Debido a la mayor duración de la oscuridad nocturna, los faroles de las calles permanecían una hora más de estar iluminados. El sonido burbujeante de los pajarillos despertándose se colaba por las ventanas de las casas de los habitantes despertándolos. No obstante, había uno de ellos que ya se había adelantado.
Aira había estado insomne toda la noche anterior. Se hallaba ansiosa de poder retomar su jornada escolar luego de una serie de azares, que la habían mantenido lejos de clases por dos semanas. Y no era que volver a estudiar le hiciera mucha ilusión, aunque confiaba en que su último año de secundaria pasara sin mayor contratiempo. Sino que justo ese día coincidía con el de su tercer aniversario desde ese primer mensaje aquel... de él.
Ese día veintitrés de mayo se cumplían tres años desde que hubiera recibido el primer mensaje de Rodrigo en Wattpad. Muchas alegrías, desilusiones, venires, llegares, deseos, placeres y quebrantos había albergado su joven corazón desde entonces.
En los siete meses que había coincidido con aquel muchacho de ojos verdes, era como si su vida hubiera pasado por una máquina capaz de dar mil revoluciones por segundo. En solo siete meses había sido capaz de escribir las más terribles, pero a la vez alegres poesías que su alma se hubiera inspirado. En solo siete meses había logrado calmar las ansias que la llevaban peligrosamente al borde de la muerte para reemplazarlas por anhelos regados con cariño, amor y esperanza. En solo siete meses se había dejado acunar, consolar, amar y desear por aquella cálida voz masculina que, con tan solo escucharla, provocaba en su corazón una intensa emoción y vibración. En solo siete meses había deseado, probado y saciado de las más sublimes ambrosías que su cuerpo hubiese experimentado, había conocido lo que era ser deseada y amada, y transformarse en una mujer, en su mujer, aunque su pequeña estatura y rostro infantil que se reflejaban en el espejo le dijera lo contrario.
‹‹Eres chiquita... Ya toda una mujercita linda››, sonaban en su mente las palabras cálidas que le hubiera prodigado como preámbulo del acontecimiento que cambiaría su vida para siempre.
Un par de lágrimas caían por sus mejillas al tiempo que su mente volvía a revivir con cada detalle aquellos hechos de su pasado tan dulce y amargo. Sus ojos bajaban del espejo para toparse con su celular. En este podía toparse con un mensaje fechado con el 23/05/2014, el que había dado inicio a toda la serie de conversaciones con aquel joven que había amado con locura y devoción.
Antes de cerrar todas sus redes sociales, hacía dos años y medio atrás —como precedente al reencuentro que tuvo con Rodrigo en su cumpleaños número dieciséis— se había tomado el tiempo de hacer una captura de pantalla de todas sus charlas con él en Wattpad, en Facebook y en WhatsApp, para atesorarlas en una carpeta en su Google Drive. Debido a la añoranza por su distanciamiento, al estar entonces peleados luego de su cita con la psicóloga, el releer dichas conversaciones había hecho que el extrañarlo le fuera más llevadero. Lo que ella no se hubiera imaginado sería que dichas imágenes servirían para un propósito adicional durante esos dos años y medio desde que se alejaran...
Como una máquina del tiempo agridulce, Aira se había transportado a diario a las capturas de ese mundo virtual que encerraban un gran portal... para la búsqueda de su tan ansiada felicidad. El releer sus charlas con Rodrigo representaban su droga diaria de motivación, tristezas, amarguras, pero sobre todo, de una alegría sin igual.
Desde aquel agridulce año nuevo del dos mil quince, había repetido siempre la misma rutina. Despertarse, desperezarse y torturarse con aquellos mensajes que transmitían mucho más que simples poesías para su joven vida. Y aunque en más de una oportunidad la había invadido la nostalgia y unas ganas irremediables de volver a contactarlo, quizá para reconciliarse, quizá sólo para comunicarse y aclararse, para luego alejarse... en última instancia siempre se había arrepentido.
El volcán de celos, rabia y rencor la carcomían al recordar aquellas fotos que su corazón la consumían, desapareciendo toda buena intención de tener un posible reencuentro con él. No obstante... no obstante, cuando su pobre alma andante se disponía a dejarse llevar por todos los sentimientos negativos, los positivos que había experimentado a su lado regresaban, estrujando su corazón y llevándola al límite del dolor.
‹‹¿Cuándo podré olvidarte?››, se preguntaba mientras sus cálidas lágrimas caían, pero rápidamente se volvían frías al conjugarse con la pantalla de su teléfono y de su recuerdo.
‹‹Leí no sé en dónde que si uno quiere olvidarse de alguien debe borrar todo aquello que le traiga recuerdos de aquella persona, pero yo... yo... no puedo... ¿o será que no quiero?››
Su mano izquierda le temblaba al tiempo que se mezclaba con el sudor frío que le recorría. Su dedo índice derecho palpitaba y dubitaba cuando tenía frente a sí la configuración de la carpeta que guardaba aquellas imágenes que eran su mayor tesoro. La opción de "Remove" se veía a través de sus ojos, mientras que su interior era toda una revolución de recuerdos de alegría, de miedo y de enojos. Al final, decidió que no podía... Simplemente no estaba todavía su alma lista para de su mente dejarlo partir... Y era que, sin aquellas ambrosías de añoranzas, encarnadas en su piel y su alma, ella creería que no continuaría, porque para ella eran su droga misma. Habían sido su única ancla para todavía mantenerse a flote, cuando su baja autoestima y depresión habían sido un despelote. Y era que el recordar y el revivir que alguna vez había sido amada, le traían a su alma una gran calma.
‹‹No... Todavía no estoy lista››, se dijo en medio de su respiración entrecortada mientras su dedo acariciaba en la pantalla la única foto que tenía de Rodrigo, aquella que le había enviado por primera vez antes de su primer reencuentro en el Mac Donalds.
‹‹No puedo olvidarte... simplemente no quiero olvidarte››.
Aira se envolvió en un halo de oscuridad, de depresión y de soledad. Sintió que pecho le dolía tanto, que ya le era imposible de continuar. Retiró el celular a un costado de su cama, mientras sus ojos le ardían tanto por llorar.
Se volvió a preguntar si era capaz de olvidar... si era posible olvidar... si estaría en sus manos olvidar... Pero, cuando bajó su vista a su muñeca izquierda, aquella en donde lucía su pulsera roja, las palabras que el joven le dijera una tarde, golpearon con gran calidad en su mente, alma y corazón.
‹‹Cuando te enamoras de alguien, más que ser iguales —como sería en el caso de las almas gemelas— o complementarse —como sería en el caso de las medias naranjas— pienso que ambas se acompañan y se ayudan en el camino para ser felices, ¿ok?››
‹‹No entiendo...››
‹‹Si de verdad alguien está atado por un hilo rojo a otra persona, esto significa que cada quien conserva su individualidad... su ser... Y ambos se acompañan en sus vidas. Más que ser almas gemelas o medias naranjas, serían acompañantes, en sus diferencias y en sus similitudes, unidos por un imaginario hilo rojo, pero acompañantes al fin y al cabo, ¿me entiendes? Creo que es por eso que me fijé en ti...››
‹‹¿En serio lo hiciste, Rodri? ››, pensó dubitativa. En ese instante, los sonidos de las bocinas de los coches que pasaban cerca de su casa, producto del tráfico matutino que empezaba, la hizo volver a la realidad. De inmediato se limpió las lágrimas y decidió prepararse para su rutina diaria.
Se dirigió a su ropero. Retiró su uniforme escolar y sus zapatos para vestirse. Luego de hacerlo, procedió a peinarse. Al terminar de hacerlo, se quedó observando en el espejo.
Su rostro era el de una adolescente de dieciocho años. Ya no usaba piercings ni se pintaba las uñas. El nuevo colegio al que asistía era más estricto que el anterior, tanto que cada lunes los profesores hacían revisiones de los alumnos. Si encontraban la basta de la falda por encima de la rodilla, obligaban a las estudiantes a coger una tijera y deshilar la basta hasta que tuviera el tamaño obligado. Si esto no era posible, regresaban a la alumna a la a su casa, con una esquela a sus padres, para que se hiciese de un uniforme nuevo con las medidas correctas. A su vez, si alguna estudiante iba con la cara maquillada, era acompañada por alguna profesora al baño de mujeres para obligarla a lavársela.
Todo esto a Aira no le había afectado. Nunca se había caracterizado por ser muy coqueta en la escuela, todo lo contrario. Ella, a diferencia de sus compañeras de clases, aunque ahora era más sociable que antes, no andaba pendiente de algún chico de su secundaria, por lo que poco le interesaba "verse bonita" para llamar la atención de alguno.
Por ahí, en el transcurso del cuarto año de secundaria —que de nuevo había cursado debido a que había repetido— y durante los meses de su quinto grado había recibido dos declaraciones de dos chicos. Ambos podrían considerarse un buen partido.
Uno de ellos era el capitán del equipo de fútbol de su clase y abanderado en la escolta por su gran altura, casi igual a la de Rodrigo. Era el más alto de su clase, por lo que no era difícil que capturase su atención y Aira no había sido la excepción. Por esto mismo, los primeros días cuando se lo encontraba en su cuarto año, ella no podía evitar mirarlo... pero solo era para recordarlo... a él.
Quizá debido a esto, su compañero de estudios había malinterpretado todo. Fue una sorpresa cuando, luego del festival de deportes, él se le declarara. Aira desde un comienzo había sabido su respuesta. Mas, antes de rechazar su petición, le preguntó por qué estaba interesado en ella.
‹‹Bueno, creo que yo te gusto, ¿sí?››
‹‹¿Eh?››
‹‹Aparte, no estás nada mal físicamente››.
‹‹¿Físicamente dices? ››
‹‹Así es››.
‹‹Y como me he dado cuenta, te me quedas mirando porque claro, ya sé que no estoy nada mal. Así que, no voy a hacerme de rogar y voy a hacerte caso. Yo guapo, tú pues... Podríamos hacer buena pareja, ¿no crees?››
‹‹¿Qué te has fumado, mijo?››
Luego, al año siguiente, quinto —el actual grado que estudiaba— había un alumno nuevo que había sido trasladado. Él era el único joven de ojos verdes de su clase. Como era de esperarse, no había pasado desapercibido para ella, porque de nuevo, Aira no había podido evitar mirarlo... pero solo para recordarlo... a él.
Como en el año anterior, aquel estudiante se había percatado de su curiosa actitud. Y este no había perdido tiempo de ir al grano, pero de muy mala manera:
‹‹Bueno, flaca. ¿Qué vaina te manejas?››
‹‹¿Ah?››
‹‹No dejas de mirarme a cada rato. Me he dado cuenta en el salón››.
‹‹Otro con la misma tontera...››
‹‹Ya que estás buenaza, con ese par de tetas que tienes. ¿Qué dices, vamos a un hotel saliendo de clases?››
‹‹¿Y qué tal mejor si, llegando a tu casa, te haces una paja? Te veo muy aguantado››.
Ella resopló de resignación al recordar esa "declaración" de amor. Los chicos que parecían haber estado interesados en ella, aunque sea de mala manera, solo se habían fijado en su físico, mas no en su corazón. Y todo este mar de recuerdos solo le hacía volverlo a recordarlo... a él.
Rodrigo se había interesado en ella sin conocerla personalmente. Aunque en un principio se había comportado de forma petulante, cuando él le contó de sus verdaderos motivos, estos le estrujaron su corazón. Él se había atraído por su oscura soledad así como su profunda depresión, por el talento de sus letras. Después, al interactuar con ella, le había gustado su forma tan desenfadada de ser, su agrio sentido del humor, su deslenguado vocabulario, así como la ternura de sus acciones. En resumen: se había conectado a ella en sus similitudes y diferencias a nivel virtual cuando conversaban con chat, para luego desarrollarse mejor aquéllas al conocerse en persona y volverse en acompañantes...
‹‹Más que ser almas gemelas o medias naranjas, serían acompañantes, en sus diferencias y en sus similitudes, unidos por un imaginario hilo rojo, pero acompañantes al fin y al cabo, ¿me entiendes? Creo que es por eso que me fijé en ti...››
‹‹Te fijaste en mí sin conocerme en persona, no como esa tira de pervertidos, ¿no? Supongo que luego te gusté más cuando nos vimos cara a cara esa vez en el Mac Donalds››, pensó arrugando la frente. ‹‹Aunque supongo que luego sí te gustó algo más de mí cuando me viste por primera vez››, se dijo esbozando una sonrisa.
‹‹Físicamente... Pues te considero muy atractiva. Me gusta cuando sonríes, ya que en tus cachetes se pronuncian unos hoyuelos. Eres de rasgos bonitos. En especial, pues me gustan tus ojos, que me recuerdan a los de una foca bebé››.
Aira soltó una carcajada.
—Nunca te lo dije, pero me puse a buscar en internet cómo eran las focas bebés y me gustó la comparación que hiciste con mis ojos —se dijo mientras se contemplaba frente al espejo de su ropero, en especial a sus ojos negros—. Definitivamente, nadie mejor que tú para hacer ese tipo de comparación —agregó para luego esbozar una sonrisa tímida.
Luego alzó su mano izquierda frente a sí. En esta, aparte de la pulsera roja que tenía, podía apreciarse las cicatrices que mostraba su muñeca, como crueles recuerdos de su pasado. Feas para ella, pero hermosas para las que había sabido apreciarlas y amarlas tal cual eran, porque formaban parte de la esencia de la muchacha.
Alzó su mano para tocarla en el espejo de su ropero. Su muñeca lucía igual que cuando Rodrigo la había tomado, para luego, entrelazar sus dedos a los de ella, aceptarla como era, quererla como era, amarla como era...
‹‹Esta eres tú, Aira. Con tus heridas, tus cicatrices o las huellas de los golpes que te haya dado tu madre. Y me gustas tal cual››.
Ella volvió a contemplarse sus cicatrices. Ya no le consideraba tan feas. De una manera peculiar parecían ser que se entrelazaban con las finas hebras de hilo rojo que formaban una hermosa trenza. Al darse cuenta de ello, suspiró de felicidad.
‹‹Con tus cicatrices, tus heridas, con tus imperfecciones... para mí eres perfecta. Te quiero tal y como eres››.
Al recordar las cálidas y tiernas palabras de Rodrigo, Aira sintió que algo la abrazaba.
Cerró los ojos y esbozó una sonrisa. Se sentía tan tranquila, que trató de recordar qué era lo que experimentaba al estar en sus brazos. Era como si, con tan solo rememorar aquellas reconfortantes palabras, su baja autoestima y vergüenza que sentía por sí misma desaparecieran de su ser.
Aunque ya había pasado dos años y medio desde aquello, el solo recordar esas tiernas palabras había provocado un estrujamiento en su interior de nerviosismo, mezclado con la añoranza de la felicidad pasada, presente y futuro que le esperaba. Ese hecho había significado un nuevo comienzo en una línea de tiempo imaginaria en su lucha por aprender a aceptarse a sí misma, la cual se había visto alimentada con sus asistencias periódicas donde la psicóloga... Porque la Aira de ahora, con dieciocho años, ya no era la de los quince o recién cumplidos dieciséis. Su corazón se hallaba tan lleno de autoaceptación y alegría, que por primera vez, después de mucho tiempo se hallaba con optimismo para afrontar a lo que acontecería... Y todo gracias con solo recordarlo... a él.
En ese instante, se dio cuenta de que, al rememorarlo, por primera vez no tenía algún rastro de oscura depresión en su corazón. Todo lo contrario. Había conocido lo que era sentirse querida. Había probado lo que era sentirse deseada. Pero lo más importante, había experimentado lo que era sentirse aceptada. Cuando se dio cuenta, se hallaba muy agradecida...por recordarlo a él.
‹‹Rodri...››, se dijo mientras seguía con los ojos cerrados, sonriendo y abrazándose, como si sus brazos fueras la extensión de aquel muchacho que alguna vez la acunó y la amó.
—Gracias... —habló casi en un susurro, pero lo suficientemente alto y simbólico para saber que estaba dispuesta a agradecer.
El comparar los recuerdos de los muchachos que se le habían declarado, con la forma cómo él se había interesado en ella.... Las sensaciones incómodas que aquellos le habían provocado, muy diferentes con la caballerosidad y tiernos gestos de él... Las emociones de fastidio y de amargura por la arrogancia y poco tacto de aquellos, tan distintas a las de felicidad, complacencia y agradecimiento por la forma tan sincera y única de querer de él... Definitivamente, no había nadie que se comparase a él, y ahora, en ese presente, se dio cuenta de que Rodrigo tenía razón, mucha razón.
‹‹Uno compara recuerdos, sensaciones, emociones, y los olvida también; pero los recuerdos del presente pueden hacer que se miren los del pasado desde otra perspectiva››.
—Cuánta razón tenías...
De pronto, un gran halo de conmoción, una inmensa vibración en su interior, una nueva sensación en su corazón nació y se formó para dar paso a otro sentimiento... el del perdón.
‹‹Ya no siento dolor al recordarte››, pensó mientras volvió a observar su foto en su celular.
‹‹Quizá debí darte la oportunidad de hablar... de aclarar... para poder continuar››, se decía mientras su mano temblaba de nerviosismo, arrepentimiento, pero sobre todo, de esperanza.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top