♫ Adicción y Convicción ♥


Rodrigo

—Por favor..., ya no llores, ¿sí?

Él estaba hincado frente a ella. Le había cogido de la mano mientras que con la otra le secaba las lágrimas que bajaban por sus ojos, por su mente y por su corazón. Pero era en vano. Aira seguía con la respiración entrecortada y llorando tan desconsolada, que le partía el corazón verla así.

—Prometo cambiar y hacer todo lo que quieras, ¿sí? Pero no me dejes, por favor.

—Aira...

—¡Te juro que voy a cambiar!

—Yo...

En ese instante, ella le abrazó. Se unió a él con tal fuerza, como si fuera una persona a punto de ahogarse en el mar de la depresión y él fuera su salvavidas hacia la felicidad. Él le masajeaba la espalda, mientras la muchacha se desahogaba en su pecho.

—Rodri, yo te quiero. —Volvió a emitir un quejido—. Por favor, no te vayas de mi lado, por favor...

Él abrió sus ojos como plato al escuchar aquellas desgarradoras palabras que lo llevaron a recordar lo que había sufrido seis años atrás, mientras Aira seguía llorando sobre él.

"Noe, yo te quiero. Por favor, no te vayas, por favor..."

Recordó lo mal que se había sentido cuando sus sentimientos fueron ignorados. Recordó lo mal que se había sentido cuando sus súplicas fueron ninguneadas. Recordó lo mal que se había sentido cuando se dio cuenta de que aquella persona, a la que abría su corazón, le negaba la entrada al suyo.

—Por favor...

"¿Qué...? ¡¿Qué estoy haciendo?!"

—No me dejes...

"¿Acaso esto era lo que decía mi psicóloga? ¿Acaso...? ¿Acaso esto es lo que llaman empatía?"

—No te vayas de mi lado, Rodri.

—¡No me iré! —afirmó muy seguro de sí, abrazando con mucha fuerza a la muchacha. Ella creyó que la iba a ahogar y así se lo hizo saber—. Per... perdón —dijo separándola de su lado para observarla bien.

La joven tenía sus ojos hinchados y rojos, tanto que le recordaron la tarde que se observó al espejo, luego de que su ex enamorada le comunicara que se separarían. Era la misma amargura... la misma tristeza... la misma frustración que podía captar en ambas miradas.

"Definitivamente, esto... esto es lo que llaman empatía", pensó para luego emitir una amplia sonrisa.

—¿Por qué te ríes? —dijo ella frunciendo el ceño—. ¿Te estás riendo de mí?

Agachó la cabeza, bastante avergonzado. Luego volvió a abrazarla con tal intensidad, dejando a Aira todavía más confundida de lo que ya estaba.

"Sé cómo te sientes... Sé cuánto estás sufriendo porque yo también lo he pasado. ¡Dios mío! ¿Qué te he hecho? ¿Qué te estoy haciendo?"

—Rodri...

—Yo no estoy hablando de terminar nuestra relación, Aira.

—Eso... ¿eso quiere decir que no me dejarás? —preguntó ella dubitativa.

—Es complicado, ¿sabes? Pero no, no me refiero a eso.

Ella volvió a arrugar su frente. El simple halo de esperanza que había visto desapareció.

—Entonces, ¿qué es? —habló ella con impaciencia y agarrando una de las manos de él con las suyas.

—Después de lo que me he dado cuenta hace unos instantes, menos lo haría. ¡No te lo haría nunca!

Agachó la cabeza y la movía, como si el sentimiento de culpa todavía pesara sobre aquella imaginariamente.

—Porque sé tú —prosiguió—. Que tú... —Cogió su mentón con la mano con la que había acariciado su hombro, mientras que con la otra hacía lo propio con su mejilla—. Que tú sufrirías mucho como yo lo hice en su oportunidad. A mí también me dejaron... yo también sufrí... y lo que vino luego, no deseo que te pase, ¿ok? ¡No me lo perdonaría!

—¿Qué quieres decir?

—No te voy a dejar sola en tu condición... sola... con tu depresión. ¡Nunca! Te lo juro.

—¿Eso quiere decir que seguiremos siendo éteres no-novios? —dijo ella abriendo grandemente los ojos y esbozando una tímida sonrisa.

—¿No somos acaso enamorados? —indicó enarcando la ceja y ladeando la cabeza.

—¡Ya me estás corrigiendo de nuevo! —Soltó ella un puchero.

Se separó de ella y se encogió de hombros.

—¡Para no perder la costumbre! ¿No fue así como nos conocimos? —Sonrió—. Ahora falta que me digas que soy un corrector de celular barato. —Se rascó la cabeza con la mano derecha y soltó un suspiro de resignación.

—¡Y el más bonito que conozco! —chilló ella de emoción, acortando de inmediato la distancia que los separaba y abrazándolo muy fuerte.

Como esto lo tomó de sorpresa, el joven se tambaleó. Por breves segundos intentó mantener el equilibrio, pero fue en vano. En un santiamén, Rodrigo primero cayó, seguido luego de Aira, y para su mala suerte, ¡ella encima de él!

—Lo... siento —indicó bastante avergonzada, al tiempo que sus labios se acercaban a los de Rodrigo con peligrosidad.

Quizá por la cercanía de sus respiraciones... Quizá por el roce de sus extremidades... Quizá por el ángulo de sus visiones... El asunto fue que, los ojos de Rodrigo se posaron en los senos de la muchacha, los cuales estaban más expuestas desde el ángulo en el que él se encontraba. Esto hizo que experimentara con intensidad algo dentro de él se encendía, y que volviera a perder la cabeza.

No lo dudó ni un segundo. De inmediato, la haló hacia sí. Con una mano había agarrado su cabeza, mientras que, con la otra, su cintura, para así tener la posición perfecta para acomodarse a ella. Sus labios, que habían empezado a besar a la muchacha con timidez, ahora lo hacían con avidez... con rapidez...

Por otra parte, Aira se había acoplado en perfecta armonía con él. Había extendido sus brazos hacia su cuello, para así disminuir la distancia de estatura física que los separaba. Y, aunque no tenía experiencia alguna en este tipo de caricias inusuales, el instinto muchas veces bastaba para guiar a un cuerpo novato a hacer lo que hasta entonces desconocía... Para estar más cómoda, había extendido sus extremidades inferiores, provocando roces que hacía que todo que todo se revolviera... que todo se perdiera... que todo se encendiera... Ella soltó un pequeño suspiro de lo que parecía ser placer, que hizo que su compañero volviera en sí.

Rodrigo se percató de que las cosas se estaban saliendo de control. En un segundo, abrió sus ojos como plato al tiempo que contemplaba los de la muchacha. Estos se hallaban cerrados. Pero, aun así, su rostro evocaba nuevas sensaciones, inusuales —sino ilegales— para alguien de tan tierna edad, si es que sus sospechas eran las correctas.

Con terror, trató de separarse de ella, pero la muchacha lo detuvo. A pesar de tener poco tiempo de saber a besar, se dio cuenta de que Aira aprendía rápido. La manera en que acomodaba su cabeza... la manera en la que acariciaba su oreja... y la manera en la que tocaba su torso... le hicieron percatarse de que su enamorada iba muy rápido... tan rápido que tenía tanto miedo de que las cosas siguieran su curso, aunque su cuerpo le indicara lo contrario.

De inmediato, separó a la muchacha de sí extendiendo sus brazos.

—Aira, ¡espera!

—¿Eh? —dijo ella extrañada y volviendo en sí.

—¡Espera! —indicó levantándose del suelo—. Perdón... —indicó para luego darle la espalda—. Ya vuelvo. —Se dirigió al baño.

Mientras se lavaba el rostro, buscaba que su temperatura corporal regresara a la habitual. Con el agua que corría del caño quería desaparecer todas aquellas sensaciones que no se podía permitir.

"¿Por qué me pasa esto con ella?", pensó a la vez que apoyaba ambas manos sobre el lavabo para luego volverse a echar agua en la cara.

Luego de creerlo conveniente, dejó de lavarse. Finalmente, se quedó contemplando a sí mismo frente al espejo, pero todavía le costaba reconocer al joven que tenía delante de sí.

Ahí se hallaba. Con veintitrés años. Más confundido y preocupado que nunca. Con pocas experiencias con mujeres... Con pocas referencias para poder comparar... Con pocas respuestas sobre el arte de amar...

"Sé lo que es el deseo. ¡Claro que lo sé porque lo he experimentado! Lo que no entiendo es por qué... por qué con Noelia no me pasaba esto... ¿Y por qué con Aira sí? ¿Por qué?", siguió pensando a la vez que el agua seguía corriendo del caño. Decidió cerrarlo, porque el ruido que producía aquella no le permitía pensar con claridad. Pero, aún así, sus pensamientos no se aclaraban ante la serie de nuevas interrogantes que tenía. Sin embargo, había una que sí podía tener respuesta, y de inmediato, por lo que decidió confrontarla y, de una buena vez, saber el terreno que tanteaba.

—Aira...

—Lo... lo siento —dijo ella bastante avergonzada y cabizbaja—. Cree... creerás que lo hice a propósito, pero ¡no fue así!, ¿ok? Yo solo... yo solo...

—No sé a qué te refieres —alegó bastante confundido mientras se rascaba la oreja y se acomodaba uno de los mechones de su pelo.

—Yo... —dijo todavía cabizbaja—. Cuando te empujé... y tú... y yo...

—Ah. —La sangre se le subió al rostro.

—Es que, ¿sabes? No... no te lo había dicho, pero... me siento muy bien cuando eso sucede, ¿ok? Desde la vez pasada que también sucedió... Yo...

Pasó saliva. Sabía a qué hecho se refería.

—Aunque no sé muy bien por qué sucede, pero... —Hizo una pausa—. Mi respiración se agita... mi cuerpo se tensa... mi estómago se revuelve como si tuviera hormigas dentro... mi corazón...

Alzó la vista. Ella tenía un gran rubor en su rostro. No sabía por qué, pero en ese instante le pareció que la joven era más bella que antes. Así... con sus pequeños ojos negros perdiéndose en los suyos... con ese gesto tan característico de halarse con sus dedos uno de los mechones largos de su cabello... con su pequeña nariz moviéndose como si todavía quedaran restos de su resfriado... con su perfume de vainilla que aspiraba por sus glándulas olfativas... con su boca que se abría sin todavía poder formular palabra alguna, debido a la dificultad que le provocaba seguir la conversación, la cual se moría por volver a besar con locura y con pasión...

—Mi corazón... es como si aumentara de tamaño, provocando que me duela el pecho. Todo mi cuerpo... mi cuerpo... se estremece. Y no sé por qué me pasa todo esto. ¿Tú sabes por qué?

Él extendió su mano para acariciarle la mejilla izquierda. Sabía a qué se refería, porque a él también le pasaba lo mismo, si no era con mayor intensidad. Asintió con la cabeza ante los ojos interrogativos de la muchacha.

—Se llama... Se llama... —Pasó saliva—. Excitación —dijo en un tono de voz casi imperceptible al tiempo que desvió la mirada.

Se sentía incapaz de hablar de esto frente a ella contemplándola al rostro, a la vez que la temperatura de su rostro aumentaba con consideración.

—Oh... ah... ¿Así que...? ¿Así que es eso?

—Sí —dijo sin poder todavía observar a la muchacha.

—Pues, ¿sabes? Yo creo... yo creo... —Hizo una pausa—. Entonces, creo que eso es bueno, ¿no lo crees tú?

—¿Eh? —Alzó el rostro y frunció el ceño.

—Cuando... cuando eso ocurre... —Cogió su mano con las suyas al tiempo—. Me olvido de todo lo malo que me pasa, ¿ok? De todo, de mi depresión, de mis tristezas, hasta de mis enojos.

—No comprendo —dijo enarcando la ceja.

—No sé... no sé muy bien explicarlo... pero es como si... como si... fueras una droga, ¿quizá?

—¿Eh?

—Es como si tú fueras una droga, pero para bien, ¿sabes? Me siento... me siento —Apoyó su rostro sobre su mano, a la vez que cerró los ojos y esbozó una pequeña sonrisa—. Me siento tan bien en tus brazos, que solo quiero que prosigas... —La sangre volvió a subirse a su rostro—. Que sigas... Que prosigas...

—Aira...

—Es como si tú fueras mi droga, mi cura para la depresión, ¿ok? Por eso... Por eso... yo me moriría si te fueras de mi lado. —Su voz sonó entrecortada—. Me moriría, ¿sabes?

Le contempló el rostro. Una pequeña lágrima bajaba por su mejilla. Él la secó con la mano que tenía libre.

—Porque me siento tan feliz contigo, tanto cuando estamos juntos, conversamos y cuando... cuando... —Pasó saliva. Se sentía terriblemente avergonzado que quiso desviarle la mirada. Sin embargo, se armó de fuerzas para contemplarla y animarla a continuar—. Cuando tú me besas y... Bueno, ya sabes, cuando "eso" pasa, ¿ok? —Él asintió—. Y es por eso... es por eso... Que no quiero perderte, ¡por favor!

Volvió a romper en llanto. Sus quejidos se colaron por su alma y su corazón, que sintió que estos se quebraron en dos.

—Tú me haces tan feliz cuando me tocas... —prosiguió la muchacha—.cuando me besas... tú... ¡No quiero perderte, por favor!

Él no pudo más y la acunó en sus brazos. Pero ahora la abrazó de modo distinto. No le daba masajes en la espalda para que se calmara, no. En esta ocasión, si bien Aira estaba apoyada en su pecho, desahogándose como siempre, él estaba más preocupado por otro tema que por su depresión.

Había extendido sus manos de tal manera que, aquellos le sudaban con intensidad. A su vez, se estrujaba sus dedos con tanto nerviosismo, que se preguntó si la muchacha le había contagiado su sudoración inusual. Contemplaba el techo en búsqueda de respuestas a sus incesantes preguntas sobre cómo afrontar lo que se venía:

"¿Cómo puedo alejarme de ti después de todo el daño que te he hecho?", pensó. Varias gotas de sudor bajaban por su frente y por su sien, obligándolo a limpiarse.

"¿Cómo fui capaz de cruzar la línea de lo prohibido contigo? ¿Cómo?", se dijo a sí mismo con desesperación. Los dedos de las manos se les habían estrujado de tal manera, que producía dolor en ese instante, pero no le importaba.

"¿Cómo le hago para volver atrás, para que no conozcas lo que es el deseo, sin hacerte daño de nuevo? ¿Cómo? ¿CÓMO?", siguió preguntándose, a la vez que sus pensamientos le retumbaban en toda la pared, como un eco considerable, lleno de culpa, de rabia, pero sobre todo, de frustración.

Sabía que en ese instante no tenía las respuestas. Pero, recordó que tenía ante él una que sí podía obtener, a la vez de una salida que la misma joven había aceptado buscar. Quizá ambas podían iluminar de luz ante los sentimientos de culpa que comenzaban a agobiarlo.

—Aira, dime la verdad, por favor —indicó a la vez que se separaba de ella—. ¿Cuántos años tienes?

Aira

Sintió un gran nudo se formó en la garganta. Empezó a limpiarse sus lágrimas, a la vez que se sintió incapaz de observarlo frente a frente.

—¿Vas a insistir en eso? —eludió su pregunta, todavía indecisa de qué respuesta darle, si la verdad o continuar con su cúmulo de mentiras sin fin—. Pensé que habías sido claro en decirme que seguíamos siendo enamorados.

—Sí, pero... —La haló del brazo para hacer que se sentara con él en uno de los sofás de su sala—. Sea la edad que tengas, es importante... —Alzó una de sus manos al lado de su rostro. Se apoyó el rostro en este, a la vez que movía la cabeza con angustia—. Es necesario para saber cómo puedo actuar contigo a partir de ahora en adelante.

Ella retrocedió su cabeza a la vez que arrugó las cejas.

—¡No me vengas con las mierdas esas de que ya no nos veremos más y solo nos comunicaremos por chat! —alzó la voz—. ¡No de nuevo!

—No es eso.

—Entonces, ¿qué? —Volvió a sollozar de nuevo—. Seguro que me vas a decir cualquier huevada para alejarte de mí, porque eso es lo que quieres en realidad, ¿no?

—Aira...

—¡Eso es lo que quieres de verdad!

Agachó la cabeza. Se estrujó los ojos con sus dedos, los cuales empezaron de nuevo a arder.

—¡Basta! —dijo él halándole de las manos. Ella no quiso en un momento, pero tuvo que ceder ante la casi obligación de él—. Mírame, Aira, ¡mírame!

La joven no quiso hacerle caso. No obstante, él cogió su mentón obligándolo a observarlo.

—Te prometí que no te dejaría sola, ¿ok? Y más con tu depresión, ¿recuerdas? —Ella asintió—. Y voy a cumplirlo.

—Rodri...

—Maldita sea, ¡voy a cumplirlo! —La volvió a abrazar con tal intensidad, que Aira pensó que estaba probando con ella un nuevo abrazo del oso.

—Rodri, me estás asfixiando.

—Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que te sanes... —dijo él sin hacerle caso a su queja—. Para que te sientas feliz, conmigo y con tu vida misma.

—¡Me estás...! ¡Me estás asfixiando!

—Oh, lo siento —dijo él soltándola, por fin, y bastante apenado.

Ella sonrió al darse cuenta.

—Pero, por lo que más quieras, por favor... Comprende que no es lo mismo tener una relación de enamorados si es que eres menor de edad a que si no lo fueras.

—¿Qué quieres decir? —Enarcó la ceja.

—Si eres menor de edad, no pueden volverse a dar situaciones como la de antes, ¿entiendes?

—Te refieres a...

Él asintió al tiempo que su rostro era el de un tomate.

—Hay ciertas situaciones que un adulto como yo... con una chica como tú... ¿comprendes? —Ella asintió—. Lo mejor es que salgamos a comer de vez en cuando, al cine, a las salas recreativas... Donde siempre haya gente y no se tiente a... a... —Hizo una pausa—. Pero, más allá de eso, ¡no! —dijo bastante apenado.

Sintió un ligero ardor en su estómago.

—Eso... eso quiere... ¿eso quiere decir que ya no podría venir aquí a verte?

—Por el momento, no —Meneó la cabeza.

—Pero, ¿por qué? ¡No comprendo! —El ardor en su estómago subió a garganta, sino a todo su ser.

—Aira...

—¿Por qué? —preguntó con angustia.

—¡Ambos perdemos el control! ¡Ya no soy solamente yo! —dijo exaltado.

Tragó saliva al recordar lo que había hecho minutos antes con él en el suelo.

—Eso... eso quiere decir que... ¿que ya ni me besarás? —dijo para luego hacer un puchero.

Él volteó el rostro, apoyándolo sobre ambas manos, las cuales estaban apoyadas sobre sus rodillas.

—No sé. Hasta que cumplas la mayoría de edad, ¿mejor?

—Pero...

—Solo tendríamos que esperar. Pero seguiríamos viéndonos como de costumbre, solo que... solo que... pues eso. Lo mejor es no hacer las cosas antes de lo indicado. Podría hasta ir preso, ¿sabes?

La muchacha abrió sus ojos como plato.

—¿Cómo?

Rodrigo asintió con la cabeza.

—Si tus padres se enteraran de que yo a ti... de que yo... a ti... —Negó con la cabeza—. ¡No quiero ni pensarlo! ¡Seguro que me denunciarían! —dijo volviendo a apoyar su cabeza sobre sus manos, con angustia.

—Mi papá está muerto y a mi mamá le importa un comino lo que me pase.

Él volteó a observarla con pena, sino compasión.

—¡Da igual! Ya no lo haría por ellos, sino por ti, ¿sabes? ¡No quiero hacerte daño!

Ella se sintió conmovida ante sus palabras

—Hay cosas que no hay que adelantarlas. —Rodrigo le acarició la mejilla—. Tenemos todo el tiempo del mundo y ya lo habrá para cada cosa, ¿comprendes?

Aira asintió con la cabeza. Entendió, por fin, la situación. Él lo hacía para cuidarla, para protegerla.

Era cierto que con él había experimentado nuevas sensaciones. Estas eran tan agradables, que, como bien le había dicho, le hacían olvidar momentáneamente su depresión... y era tanta la dicha que encontraba en sus brazos... era tanto lo sublime que se sentía al rozar la piel con la suya... era tan extraordinario el probar el dulce néctar de sus labios; que, como tal, Rodrigo era para ella una ambrosía... una exquisita droga de la que era adicta y de la que quería probar cada día...

Pero, ya habría tiempo para todo, como diría él. ¿Para qué provocar al peligro? ¿Para qué adelantar situaciones que podrían traer terribles consecuencias por no hacer las cosas debidamente? Él tenía razón.

Al llegar a esa conclusión, decidió confesarse. En ese momento, aspiró aire. Quería tranquilizarse. Por más que estaba resuelta a todo, el hormigueo en su estómago se intensificó al tiempo que sus manos comenzaron a sudarle. Si bien iba a decir la verdad, que por tanto tiempo había estado callando, no resultaba todo tan fácil como pensaba. Pero, debía darse fuerzas y ánimos para hacerlo.

"No será tan difícil", se dijo al tiempo que se imaginó que él se enojaría al descubrir que le había mentido. No obstante, Rodrigo le había prometido que no la dejaría. Él no la abandonaría a su suerte. Le había jurado que la acompañaría a curarse, ¿sí? Por lo que, quiso cerciorarse primero de esto antes de dar el paso definitivo:

—Rodri...

—¿Qué?

—Me prometiste que no me dejarías, ¿no? —Él asintió—. Y que... que estarías a mi lado para que me cure de mi depresión, ¿verdad? —Rodrigo volvió a asentir—. Eso quiere decir que... quiere decir que... —Pasó saliva—. Quiero asegurarme de algo antes de decirte mi edad real.

—¿Eh? —Rodrigo arrugó la frente.

—Sea la edad que tenga...

—¿Sí?

—Sea la edad que yo tenga...

Él ladeó la cabeza. La observaba con atención. En sus ojos podía contemplarse curiosidad, quizá sorpresa, pero no enojo. No obstante, el recuerdo de antes, cuando había botado los retratos, estaba todavía reciente, provocando que se le erizara la espalda. Pero, aunque su reacción le pareció exagerada, le pareció que su rabia era comprensible hasta cierto punto.

Le había mentido en algo que él consideraba sumamente importante. Y si por mentirle, él pudiera consumar aquello que todavía les estaba prohibido, trayendo consecuencias nada gratas por esto, no quería, ni siquiera, imaginarse lo que su madre haría si se enterara de ello.

"Es capaz incluso de chantajearlo con dinero para que no lo denuncie en la comisaría", se dijo. "Conociendo lo interesada que es, no me extrañaría", pensó para luego soltar un suspiro de resignación.

—Ella no lo haría por mí, sino por su bolsillo —dijo finalmente.

—¿Eh?

—Nada, nada. Lo que quería preguntarte es... —Aspiró aire de manera lenta—. Si, sea la edad que yo tuviese, si me podrías acompañar al psicólogo.

—¿Quieres ir al psicólogo?

Él soltó una gran sonrisa. Ella asintió.

—Ya no quiero estar así, ¿ok? Quiero sanarme. Y sé que... sé que... si tú estás a mi lado, podré hacerlo. Por eso... por eso... ¿quiero saber si me acompañarías a mi cita del viernes donde la prima de tu amigo? —dijo tímidamente.

—¡Claro que sí! —exclamó de inmediato Rodrigo, al tiempo que volvió a abrazarla—. No sabes lo feliz que me haces —dijo luego cogiéndola del mentón—. Quiero que seas feliz, pero para eso primero debes tratarte, ¿ok? —Ella asintió—. Y yo quiero acompañarte en el proceso.

—¿Sea la edad que yo tenga? —preguntó todavía dubitativa.

—No hace mayor diferencia —dijo encogiéndose de hombros—. Tu edad es irrelevante para estos casos. Es distinto para... —Se cubrió la boca con una mano—. Bueno, tú ya sabes.

Aira sintió que su rostro volvía a encenderse.

—Entonces, ¿me dirás tu edad real?

Ella asintió.

—Bueno. —Pasó saliva a la vez que agachó la cabeza—. Mi cumple... mi cumpleaños sí es el 31 de diciembre, ¿sí?

—Ajá

—Solo... solo... que... sí te mentí en el año en el que nací.

Sintió que varias gotas de sudor bajaban por su frente.

¿Rodrigo se enojaría? Levantó el rostro para contemplarlo y cerciorarse de que era así. Él la observaba con atención. Parecía serio, mas no amargo. Fijó sus ojos en los suyos, y sintió que aquellos se clavaban en su alma.

—Ok —dijo el joven en su típica expresión indescifrable.

"No parece enojado. No parece enojado", pensó para darse fuerzas y proseguir:

—Yo no nací en 1996 como te dije antes.

Él arrugó la frente. Esperó otra reacción de él, quizá se levantase y volviera a romper los pocos retratos que quedaban o alzara la voz como lo había hecho antes. Sin embargo, transcurridos varios segundos más, Rodrigo parecía impasible. Solo la seguía observando con atención, en su típica expresión seria, más no enojada. Esto la animó a proseguir:

—Yo nací en...

No pudo continuar.

En ese momento, una música los interrumpió. El joven retiró el celular de su bolsillo, y miró extrañado la pantalla de este.

—¿Quién será? Me sale número desconocido.

Ella se encogió de hombros.

—Responde y lo sabrás.

El joven se levantó del sofá. Abrió su teléfono para ver quién lo llamaba. Pero, cuando iba a responder, sin darse cuenta, había digitado a su vez el ícono de contestar llamada a la vez que el altavoz; por lo que, la voz femenina que se podía oír a través del aparato se le coló a Aira, como si fuera una ventisca gélida de celos, de rabia y de frustración:

—Rodrigo, ¿eres tú, mi amor? Soy Noelia y he regresado. ¡No sabes cuánto te he extrañado!

*****

Anotaciones finales:

Solo puedo decir: No me lancen tomates ni chanclas ni nada xD. Ya falta menos para el desenlace de esta historia :v , así que no se impacienten, es lo único que les puedo adelantar xD.

*Se retira lentamente antes de que le lancen el Monte Everest* xD

No, ya hablando en serio, no se preocupen, no voy a demorar en actualizar. Sé que se están comiendo las uñas por la espera, pero no los haré sufrir tanto por la próxima actualización xD. 

No se olviden de que si les gustó, pues regálenme un voto y/o comentario, y recomienden esta historia ;)

Nos leemos pronto.

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