❦My mother's eyes❦
Parte única.
Debes escuchar la canción 🌜🌻
Complejo edipo: Hace referencia al deseo sexual inconsciente que llega a desarrollar el niño hacía la madre.
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A Norman le gusta mucho mucho los ojos de su madre.
Debe viajar por sus dulces memorias de niñez, sintiendo la calidez embriagarlo y una felicidad desconocida sofocando su débil corazón de cristal. Lo que sigue, es abrir sus ojos de cielo pleno y despejado, y ver como en el verde de su madre, puede observar su diminuto reflejo iluminado, mientras la mujer lo carga en sus brazos y parece hacerlo volar.
Lo eleva y atrapa, eleva y atrapa.
Y Norman siente poder volar como azulejo acrisolado y danzar por las nubes blancas de aquel cielo lejano, siempre y cuando su madre esté a su lado.
Supone que eso es amor maternal.
Luego despierta, sintiendo en sus labios dulzura estampada, parpadeando ante la tumba de su madre, mientras del cielo cae amarga lluvia, despreciable llanto que se une con sus lágrimas y siente arder en sus mejillas.
Es camino hórrido de humedad que desprende sus ojos y lo retuerce de dolor, así que aprieta sus dientes, se hace daño al cerrar sus puños y rasgar la piel de sus manos, a tal punto que puede sentir la sangre ácida resbalarse de él.
-Mamá ya no está- si tan solo hubiese sabido que aquel carmín que liberan sus manos es la misma sangre que alguna vez sangró su madre, estaría seguro que se tragaría cada gota para regresarla a su cuerpo.
Incluso si está envenenada, incluso si lo mata, no le interesa, porque todo lo que venga de su madre es simplemente etéreo. Lástima que aquella mujer en su vida haya sido efímera cual estrella cruel.
Entonces Norman, cerrando los ojos con fuerza, quiere gritar, quiere arrodillarse y rogar perdón por si alguna vez la había herido sin querer, quiere suplicar y llorar libremente, como aquel cielo grisáceo.
Norman también quiere tener los ojos de su madre, verse como ella lo veía, tenerla como alguna vez la tuvo. Quiere amarla más.
Ojalá y ese verde, bello bello verde, nunca se haya ido.
-Me amaría un poco más si...si tan solo me viera con tus ojos.
En esos momentos, él solo quiere volar con ella.
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Lo que sigue en su corazón es raro, lejano a lo que alguna vez pudo sentir, porque mientras se acaricia los labios con suavidad, siente la dulzura de su madre también. Y si bien, ya habían pasado dos años de haberla perdido para siempre, aún puede (quiere) sentirla.
Queda sumido entones en los recuerdos de niñez, su mísero consuelo y milagroso regalo, viajando por memorias pintorescas, de arociris color y fragancia de dulce flor. Se puede ver allí, pequeñito y con los ojos vívidos, observando a su madre cuidar las rosas blancas del jardín.
-Mamá- habla bajito, caminando con sus piernas cortas y captando la atención de la mujer de sus ojos, quien lo levanta en sus brazos y llena su carita sonrosada de besos, como si su vida dependiera de eso.
-Mami te quiere mucho mucho, Norman- canturrea linda, mirando a su hijo atentamente y sonriendo ante la imagen de ese angelito cielo que tiene en manos -Norman será muy apuesto cuando crezca ¡estoy segura!- afirma con orgullo, y de casualidad, de forma fugaz e inocente, sus labios se unen.
Son pequeños labios de niño con suaves labios de madre.
No lo hacen de forma insana, es más infantil y etérea, son sus almas siendo sinceras. Y es un besito tan rápido que ambos se miran con asombro, para luego inundar el jardín de sus risas. Porque fue tan casual, y a la vez, Nora con cariño cree que su hijo es un pedazo del cielo caído en su vientre.
-¿Norman ama mucho a mamá?
-¡Sí, te amo mucho!
La amaba mucho, la amó como nunca creyó amar a un ser humano, y las memorias parecen abandonarlo, ya no sabe qué pensar y si su amor por ella deba seguir.
Norman decide que es mejor olvidar a su madre, para abandonar su tortura.
Para no morir cuando debe vivir, para curarse con gotas de olvido tentador.
-Ojalá, algún día, alguien me pueda amar con tus ojos.
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Para de ser un niño, y los años hacen lo suyo, lo transforman en un hombre con ojos de cielo vacío y hebras tan heladas como la nieve misma. Sus manos son gélidas y sus labios carecen de dulzura (hay veneno impregnado en ellos)
Entonces, en la fiesta de su mejor amigo Ray, no puede lucir más aburrido, bebiendo de cualquier trago que le pusiesen en la mesa, al fin y al cabo, era resistente al alcohol.
Suspira cansino, preguntándose por qué había aceptado tal invitación, si veía a Ray cada día de su vida desde que divaga solo en ese camino llamado destino.
-Oye Ray, ya tengo que ir...¿quién eres tú?- pregunta molesto, observando a la chiquilla que yace recostada a su lado con los párpados cerrados, balbuceando una que otra canción.
-¿Hum? Tú no eres Ray- responde cansada, mientras con las mejillas pintadas de fuerte carmín, le sonríe dulce al chico que tiene en frente, que parece mirarla de forma extraña. A Emma eso le da igual, sigue recostada en la mesa observándolo de forma linda, pero se atreve a algo más, y con cuidado toma las mejillas del albino, quien perplejo al mirarla bien, no puede evitar sentir la calidez que rodea su rostro.
-Oye...eres muy lindo- aventura con gracia, parpadeando ante la tímida expresión que de pronto pinta la carita del chico que tiene en frente.
-¿Qu-qué se supone que haces?- interroga con el ceño fruncido, causando que Emma ría ante su expresión relativamente adorable.
Norman, frustrado del actuar de la jovencita que tiene antes sus ojos, retira sus manos con delicadeza (y eso le parece extraño, porque con otras chicas seguro lo haría con fastidio) sintiendo como la pelirroja, con ojos tristes y cristalinos, toma sus manos con rapidez.
-Deberías cuidarte más, estás helado- declara, y el corazón de Norman late fuerte, y cada pálpito duele, le es insoportable y no sabe porqué siente esas palabras tan dulces. Tan bellas.
-Tu tienes...los ojos de mamá- murmura, y como que Emma, con sus orbes acuosos, no le entiende, solo quiere llorar porque el chico, con expresión adolorida se aleja de ella, dejándola sola.
-Es-espera- trata de detenerlo, pero ni siquiera la escucha, y se levanta de su asiento, pero se choca con alguien, y por algunos segundos piensa que es aquel albino con el cielo en sus ojos, y su corazón extrañamente palpita ante esa idea tan vaga. Porque en realidad, quien ahora la detiene y sujeta sus muñecas con suavidad es Oliver, un amigo mayor por algunos años que ella, quien con atrevimiento acaricia su rostro.
-Emma, pensé que no vendrías- alega suavemente, y no la suelta, puede decir que la apega más a su cuerpo aprovechando la fuerza que tiene. Porque aunque Emma sea la mejor en arquería y deportes, no puede comparar la fuerza de Oliver con la suya.
-Oliver...necesito irme- murmura incómoda, forcejeando de forma vana ante el agarre del chico, esperando que Ray venga y los separe, mas todo es frustrante para ella y su diminuto cuerpo.
-Pero si nos acabamos de encontrar ¿no deseas que te de compañía?
Emma puede decir, con total seguridad, que su tono y forma de hablar le da ganas de vomitar, que la inunda en agrios recuerdos con su padre y no quiere volver a estar rota, así que de pura suerte puede alejarse de Oliver, pero todo se arruina para ella.
Otra vez, siempre todo se arruina.
Son sus labios recorriendo su cuello lenta y asquerosamente, los que la hacen ahogarse en veneno, porque odia odia odia eso, lo aborrece con todas sus fuerzas. Y ella está allí, siendo apresada por Oliver y su olor a alcohol mientras los demás chicos se divierten y bailan, como si no importara nada.
Llora amargamente, tratando de alejar la boca de aquel chico de su cuello, suplicando que pare, y que no quiere seguir siendo una cualquiera ante los ojos de los demás.
Hay una fuerza hórrida empujándola, como si la sacase de una pesadilla, mientras siente el agarre de alguien más por su espalda, no se molesta en ver quién es el que la acaba de salvar, solo le agradece en silencio mientras se encarga de limpiar su cuello húmedo y haya alejado a Oliver de su cuerpo.
-¿Por qué alguien tan asqueroso como tú estaba molestando a mi novia? ¿Quién te has creído?- interroga furioso, y Emma de forma torpe alza su vista, y no sabe si tener miedo en esos momentos de los ojos de aquel chico o de la próxima pelea que se podría formar.
Y es que Norman, cuando decidió regresar para ver a esa chica una vez más y decirle que sus ojos son tan maravillosos que la quiere tener cerca no importa si apenas la conoce, se encontró con la desagradable escena.
Y no solo se enojó porque aquel ser pútrido la esté forzando a quedarse cerca a él (así como lo quiere hacer Norman, pero de forma repugnante y violenta) sino también por ver las lágrimas de la pelirroja, y eso también, terriblemente, lo sumerge en recuerdos devastadores. Cuando su padre golpeaba a su madre y la hacía sangrar.
Cuando ella lloraba y pedía perdón por alguna acción que seguro no hizo, arrastrando su cuerpo y complaciendo el ego de ese padre monstruoso que lo engendró. Debía golpearlo, debía protegerla incluso si él también era golpeado, incluso si su débil cuerpo de niño caía y sangraba.
Amaba con tanta locura a su madre que moriría por ella, y aborrecía que su padre la golpeara y abusara de su frágil cuerpo. Quería matarlo, alejarlo, porque Norman debía admitir que amaba a Nora.
Amaba a Nora como la mujer que era y no como su madre.
Pero Norman ya no era un niño, se obligó a dejar de serlo y ahora, que tenía frente suyo a aquel sujeto que la estuvo lastimando, podía defender a aquella chica que le recuerda un poco a su madre.
Porque llora igual que ella en esos momentos (su corazón se apiada)
Oliver lo mira fríamente, y no es idiota, sabe que no le conviene meterse con alguien como él, porque el apellido Ratri a veces es tan peligroso, que no desea correr riesgos, aunque tenga un labio partido por culpa de aquel chico de ojos azules. Chasquea la lengua y se retira de allí, así de simple, haciendo que Emma quede perpleja y frustrada (¿acaso debía venir un hombre para recién ser respetada?)
Norman la suelta suavemente, tratando de ponerse a su altura para mirarla con más detalle, mientras siente abundar la tristeza en su cuerpo al verla sollozar bajito.
-Gracias- susurra de pronto, dulce y suavemente, como si lo de antes no hubiese afectado su tono aterciopelado.
-¿Estás bien?- interroga, aún acariciando la zona enrojecida de la fémina.
-¿Podemos salir de aquí, por favor?
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-Dime ¿estás loca? No puedes andar sola por ahí en tu estado- reprende el albino con el ceño fruncido, haciendo que ella asienta con pena, mientras el aire de la noche acaricia su piel gelidamente, haciendo que ella tiemble.
-Lo siento, fui descuidada y torpe- murmura avergonzada , sintiendo calidez en su cuerpo al recibir el abrigo del más alto, quien la toma de los hombros y la mira fijamente, haciendo que Emma con los ojitos bien abiertos sienta su rostro arder.
-Obviando lo anterior, que bueno que estés bien- declara, acariciando los cabellos de la chica con fraternidad -No sé que haría si alguien te hubiese hecho daño.
-¡Pe-pero apenas me conoces! Y me dejaste hablando sola también ¡Y ahora resulta que soy tu novia!- exclama con gracia, haciendo que Norman ría ante su peculiar actuar.
-Tienes los ojos de mi madre, y aún así no tienes su personalidad, eres única- menciona cálido, haciendo que la pelirroja siga cayendo en el abismo de la confusión.
-¡Me estás cambiando de tema!- alega molesta, tocando con su dedo el pecho del chico con leve fuerza, causando que Norman la observe extraño.
-¿Y eso es malo?- pregunta confundido, parpadeando ante la carita de esa chica tan excéntrica -¿Es malo ser mi novia?
-Humm...pues supongo que todo empieza con que ¡no te conozco! Ah espera...viéndote bien- murmura concentrada, tomando las mejillas de Norman nuevamente con cariño, sonriendo ante sus ojos de mar dulce -Claaaro, tú eres Norman Ratri, escucho mucho de ti por las chicas del Instituto, te idolatran demasiado ¡igual que a Ray o peor!- revela divertida, jugando con las mejillas del chico que parece embobado con sus ojos, y eso a Emma, sinceramente le gusta mucho.
-¿Entonces no sería bueno estar con alguien como yo?- pregunta curioso, y Emma suspira cansada ante la reacción del chico que tiene en frente.
-Apenas me conoces ¿por qué seríamos algo?
-Porque amo tus ojos, y quiero estar cerca tuyo por siempre- revela con normalidad inaudita, como si se tratara del clima gélido que recorre esos días de invierno, y Emma con la carita pintada en carmín lo observa sorprendida.
-Norman, oye no digas...- hay algo cálido formándose en su pecho, y siente que es muy tonto sentir aquello cuando apenas lo conoce, pero es que en los orbes cielo de ese chico existe un mundo tan bonito y trágico, que quiere saber más de aquella utopía azul.
Y es Norman, una vez más, quien la ruboriza al abrazarla calidamente, hundiendo su rostro en el cuello de ella, profundizando aquel contacto, como si temiera a soltarla.
Emma, sinceramente también, tiene miedo de ser soltada otra vez, así que se aferra al cuerpo de Norman, sumiéndose en el aroma masculino y sollozando por alguna razón extraña.
Quizás llora porque Norman lo hace, pero desea dejar aquello en confusión.
-¿Podrías quedarte a mi lado?
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La vida sigue con que, Norman trata de pasar todo el tiempo posible con la pelirroja, viéndola reír y sonreír ante las flores blancas que decoran la primavera del jardín.
Pasaron los días, se volvieron largos años estando juntos.
Y Norman simplemente no puede dejarla, porque Emma es tan linda que de un momento a otro, como si ella lo hubiese hipnotizado, terminó enamorándose de todo lo que conforna su cálido ser (deja de lado sus ojos, y se enfoca únicamente en el corazón de Emma)
-Tu madre realmente tuvo que ser una persona maravillosa- pronuncia dulce, mientras recorre el jardín de blanco color, haciendo que él, quien está a su lado y no se separa de ella, la rodee con sus brazos suavemente.
-Ella era muy buena con todos.
-Y también tenía mis ojos- habla con gracia -En realidad, estoy muy feliz de tener los ojos de una mujer que tuvo que ser un ángel.
-Emma- murmura, acariciando el vientre de la chica, quien con rubor lo observa alegre.
-Si el bebé es niña, la llamaremos Nora ¿te gusta?- pregunta con cariño, dejando un beso fugaz en los labios del chico, quien toma su mano viendo el anillo que los une.
-Me encantaría.
Ambos se miran, y no necesitan palabras en esos momentos, porque saben todo lo que pasaron, todo lo que vivieron y al mismo tiempo, lo que sufrieron. Están bien con aquello, y como si tan solo dependieran de un beso, unen sus labios suavemente, sintiendo la calidez de sus bocas.
A Norman le gusta mucho los ojos de su madre, pero si hay algo que a él le guste (ame) más que aquello, es Emma.
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Aquí en (mi bello y hermoso) Perú ya es el día de las madres, y esta historia va dedicada para tal día porque así me lo dijo mi corazón.
💙ฅ(•ㅅ•❀)ฅ💛
¡Já! Si te sorprendí con el complejo electra, tenía que hacerlo con el complejo edipo (•ᴗ•❁)ψ
Estuvo muy cursi >///< Es raro porque yo hago tragedia >:3
¡Muchas gracias por leer,los quiero mucho!🌜🌻
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