La Melodía Eterna

Partes: Parte única.

Advertencia: Mucha sal en la herida. Alerta de Spoilers.

Nota del autor: Ahora mismo estoy en la fila de palomitas para ver el estreno de Avengers: Endgame en el cine. Ya me duelen los pies. Y lo más seguro es que publique un one- short acerca de la película.

Escrito el 26 de abril de 2019 ⬆️

[La música es la forma de llegar al alma de las personas cuando las palabras no pueden]

En la seguridad del orfanato, Leslie siempre sintió que algo estaba mal. Era una opresión en el pecho que aparecía cuando mamá le daba una mirada que no podía descifrar. Una corazonada que susurraba que era demasiado perfecto. Y un instinto que gritaba que saliera lo más rápido posible de la vista de mamá y sus hermanos.

Salir sin importar el precio.

La duda no lo dejaba dormir. Se hacía la pregunta constante de ¿por qué había comida de lujo para un montón de niños sin padres? De lo que había leído en obras literarias y estadísticas, la comida en orfanatos era promedio e incluso deficiente.

Leslie se preguntaba en que parte del maravilloso mundo estaban. Otra cosa que no entendía era porque no tenían televisión, radio o un teléfono para comunicarse con las personas del exterior.

Hablando de personas, nunca ha visto una que no sean los otros niños o a mamá. Era raro, se suponía que habían muchas personas de todas las edades que iban y venían de un lugar a otro. Tampoco veía a la persona que hacía entrega del correo o el suministro alimentario.

No dijo nada.

¿Quien tomaría en serio al niño tímido que solo se sentaba en la sombra de un viejo árbol?

Por lo que prefirió distraerse con la música. La música era un lenguaje universal que cualquier criatura con oídos podría disfrutar. Era una melodía que podrían expresar millones de pensamientos de una sola persona que podía ser interpretada por otras miles de ellas que lo interpretaban de manera distinta.

En especial su melodía eterna, la que expresaba su anhelo de salir con vida de ese lugar del que debería tener cariño, pero en realidad le daban terror. Las notas musicales que siempre tocaba al menos una vez al día, que fue el incentivo de Isabella para acercarse al niño de sueños de libertad.

Bellos cabellos negros que destacaban los hermosos ojos amatistas de su bello rostro.

Y le regaló esa melodía para que le diese la esperanza de escapar de aquí. Una melodía de vida y esperanza esa era la canción que Leslie regalo a Isabella, la que cantó cuando se fue del infierno.

[•••]

Isabella lo convirtió en una canción de cuna para sus niños, su ganado. La primera vez que se la cantó a alguien fue a su hijo cuando aún estaba en su vientre.

A su vez fue la canción de la muerte de muchos inocentes corderos que no tenían ni idea del futuro que les deparaba, el que les daría su último grito de horror al ser testigos de lo que sus pequeñas mentes comprendían que eran demonios.

Demonios, ángeles caídos que desafiaron la voluntad de Dios, en retribución fueron castigados con fuego y triturando sus bellos dones que alguna vez les hizo tocar el cielo. Esos seres que comerían su carne en busca de saciar sus propios deseos a costa de la humanidad.

Ella se protegía de esos bastardos con la melodía que le regaló un ángel que volvió a su hogar. Una copla de su sobrevivencia, su razón de estar viva. Porque mientras ella pudiese cantar, su amado Leslie nunca moriría.

Podía pretender que era feliz y plena con la rutina que había elegido vivir. Que no tenía culpa ni problema al ser la mensajera de la muerte, una esclava de los demonios y una madre de un ganado. Engañarse de que estaba viviendo como cualquier ser humano que tenía derecho a un libre albedrío en tierras de nadie.

Y no era así. También se suponía que esa bella letra era solo para ella, que sólo podía ser expresado con su voz.

Hasta que otro humano, la canta, desde el mismo árbol donde Leslie se sentaba para ver a los demás niños jugar o tocar su instrumento con la delicadeza de un ángel. Su temor crece en su rostro al ver que es su preciado niño.

— Ray — su voz se quebró — ¿Dónde aprendiste esa canción?

El joven quita su vista del libro, para mirarla con una sonrisa que era inusual de ver en su lindo rostro. Esos ojos verdes le atravesaban su alma.

Ahora sabe que su Ray no podrá tener esa dulce infancia que le debía a dar. De todos los niños era su hijo quién debía tener la mejor de ellas, en su feliz ignorancia al lado del resto de los infantes vestidos de blancos.

— ¿Por qué me dejaste nacer? — pregunta, sonriendo. Ella recupera su elegancia en su postura, borro toda emoción de su cara.

— Para sobrevivir.

[•••]

Pasaron años, donde la música de un ángel fue olvidada por las luchas constantes en la tierra de Nunca Jamás. Opacada por los vientos de la revolución de un grupo de quienes alguna vez fueron el ganado. Y enterrada por la mente de un líder que lo considera uno de las pocas cosas tranquilas que tiene.

Cenizas.

Fuego.

Demonios.

Humanos.

Sobrevivencia del más fuerte.

Ray no podía vivir sin una guerra. Era muy difícil imaginarse una continuidad en esas tierras separadas de la mano de Dios, sin un arma en la espalda y voltear atrás cada cinco minutos. Muchas veces se pregunto qué haría después de que la paz fuese una realidad. ¿Qué haría él? ¿A qué se dedicaría Emma? ¿Phil podría crecer sin preocupaciones? ¿Cuánto tiempo duraría ésta paz?

— Tengo sueño, tío Ray.

El pelinegro miró hacia abajo, la pequeña Jenni abrazaba a su pierna derecha con un peluche de perro entre sus brazos. Sus ojos dorados comenzaban a parpadear lento, casi cerrándose. Ray suspiro, levantó en brazos a la hija de Don para llevarla a su dormitorio.

— Tío — chilló la niña alargando la "o"

— Ya sé, ya sé. Ya casi llego.

Siendo honesto, también quería dormir. Se acordó de la pila de papeles que le esperaban en su cuarto, de inmediato considero la idea de agarrar un poco de combustible y prenderlos fuego. No, lo más probable es que venga Norman y le corté la diversión.

Abrió la puerta con técnicas especiales al tener a Jenni en brazos, acostó a la niña. Arropándola, pero en algo que se parecía la pequeña a su padre era que es muy encimosa.

— Cántame una canción, tío Ray — susurró apretando sus dedos alrededor del pulgar del adulto.

— ¿Quieres que despierte a medio mundo? ¿O que rompa todas las ventanas?

— Por favorcito.

Hija del demonio, puso los ojos. Alerta a su cerebro, ella puso ojos de cachorro. Demasiado tarde, había caído.

Tomó aire para comenzar la melodía del legado de su madre y un pequeño ángel mirando desde los campos sagrados al mundo que comenzaba a cambiar para llenar de nuevo de sueños y visitas a la tierra donde los niños nunca crecen.

Ray convirtió la canción de un verdugo en un legado de fuerza para su gente. Y que se esparce a los corazones de los desesperados.

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