Doce

Me cuesta mucho confiar en la gente, pero siempre hay una excepción.

~~~

Lo sigo con la mirada, él se mueve de un lado a otro por toda la cocina mientras tararea una canción y vierte algunos productos en una olla humeante. Me permito recorrer cada rincón, todo está muy limpio e impecable, y estoy segura que él no la usa con frecuencia.

Ruddy se ofreció a preparar algo para mí y me encuentro sentada en una de las sillas del pequeño comedor de su cocina. Me sorprende el hecho de que él sepa cocinar, no luce como un chico de hogar ni nada de eso. Es todo una caja de sorpresas.

Es raro verlo moverse con tanta soltura, mezclando y picando vegetales. Tiene puesto un delantal floreado que lo hace ver bien, increíblemente. Lo que sea que está preparando, huele divino y ya mi estómago ha reaccionado a causa del hambre.

Todavía no creo que dejé a Eduard botado y que me subí en esa moto sin pensarlo dos veces. Fue como si estaba poseída, lo único que quería era desaparecer y salir del paso.

Pero mi mente no ha dejado de recrear cómo se pondrá mi padre cuando se entere. Mis manos tiemblan por la anticipación, sé que es una discusión inminente. No quiero pelear, tampoco volver a ver a Eduard y su padre, aunque es inevitable.

—¿Así está bien?

Salgo de mis pensamientos y mis ojos se cruzan con los claros de Ruddy, me observa con una sonrisita de lado y coloca un plato de un guiso en la mesa. Se ve bien y mi boca se hace agua.

—Sí, es perfecto —respondo y su sonrisa se ensancha.

Se aleja para luego regresar con el suyo y se sienta frente a mí. Noto que puso los cubiertos, así como dos vasos y una jarra con jugo de limón. No me di cuenta cuando arregló todo, estaba muy perdida en mis pensamientos...

—Disculpa que me haya aparecido así, pero estabas muy incómoda y quise ayudarte.

—No te preocupes, muchas gracias por eso —digo sincera—. Es oficial que los lunes son pésimos —añado bajo su intensa mirada.

—¿Y eso por qué? Para mí son un día más de la semana. De hecho, me encantan porque la tienda de música que visito pone descuentos todos los lunes y aprovecho para comprar. —Suelta una risita al decir esto.

Noto cómo sus ojos se achican al reír, lucen cristalinos y sus mejillas pecosas sonrojadas. Me causa curiosidad por saber más de él, es interesante lo feliz que se pone por unas rebajas cuando es obvio que no carece de dinero. Al contrario.

Quisiera ser así de relajada, sin tantas preocupaciones ni ataduras. ¿Por qué mi vida tiene que ser tan complicada?

—Eso pasa cuando no disfrutas lo que haces —susurro, ida en mis pensamientos aún.

Me observa de una manera extraña, pero no comenta nada más. Me recrimino el haber dicho eso, porque son cosas que no le incumbe y me lo confirma su silencio. 

✾───♫♪♩❀♩♪♫───✾

Luego de almorzar, Ruddy me invitó a dar un paseo en su motocicleta. Nos alejamos de la ciudad, dijo que quería respirar aire puro y así aprovechar para hablarme de algo serio. Me contó que su amigo Nick necesita asesoramiento porque la ex no le permite ver a su hijo.

Accedí a ayudarlos, me da coraje que los adultos arrastren a sus problemas personales a los niños. Es injusto.

Me dio todos los pormenores de la relación fallida de Nick, asimismo, de las presentaciones que tendrá más adelante.

Estamos sentados en el borde de la acera de una carretera desierta, con muchos árboles a su alrededor. Uno al lado del otro, y la moto un poco más adelante. Sigue hablando sobre algo, pero me quedo ensimismada observando sus labios moverse, cómo agita sus grandes manos y arruga el entrecejo de vez en cuando. 

Es increíble el gran contraste entre nosotros: Ro está vestido informal, como siempre, con sus pantalones rotos y camiseta negra. Yo, en cambio, llevo un traje de ejecutiva, pero por suerte hoy decidí no usar falda.

—Vivi —llama y parpadeo, la vergüenza se apodera de mí porque me quedé observando más de lo debido—, quiero preguntarte algo. —Trago saliva al notar lo serio que se puso de un momento a otro.

—¿Sí? —cuestiono, sin saber qué más decir. Él desvía los ojos, arrastra su mirada hacia todos lados, menos a mí.

—Tengo curiosidad de algo, ¿por qué dijiste que no disfrutas tu trabajo?

Mi mente recrea todas las cosas que podría responderle, pero me da vergüenza.

—Yo, es decir, no era la profesión que deseaba.

Agacho la cabeza, apenada, al decir esto. Es algo que me guardo para mí, que nunca me ha gustado hablarlo con nadie.

—¿Cuál es la carrera que querías? —pregunta curioso.

Mis ojos se posan sobre él, me mira expectante y serio. Siento un tirón en el estómago al recordar a la Viviana de quince años vestida de ballet. Mis manos sudan, un nudo asfixiante se ha instalado en mi garganta, así como unas ganas inmensas de llorar.

El habla no me sale, por tal razón, niego varias veces con la cabeza y aparto mi vista de él.

—E-Es una tontería —balbuceo y luego carraspeo para aclarar mi voz—. Aunque a veces me siento mal, yo sé que hice lo correcto. Mi padre está muy orgulloso...

Hago silencio de repente cuando siento sus dedos en mi mejilla y me gira. Me mira de una manera que no sé explicar, asiente varias veces y se levanta de la acera. Hago lo mismo por inercia y quedamos frente a frente. Ruddy no es un chico tan alto, solo me lleva unos centímetros, lo que facilita que nuestros ojos se mantengan conectados.

—Mis padres murieron cuando yo tenía trece años; mi mamá se suicidó y mi papá fue asesinado por un delincuente —relata sin apartar sus orbes azules de mí—. Eso llevó a que creciera lleno de culpas, rencor y odio. Empecé a drogarme, tomar alcohol y a hacer un sinnúmero de cosas para sentirme mejor.

—Ro, esto no es necesario —aclaro, sorprendida.

—No, tranquila. Quiero que sepas que todo el mundo tiene un pasado, unos más oscuros que otros, pero estamos en el mismo barco. No es una tontería lo que sientes, nadie puede menospreciar tus deseos y aspiraciones.

Sus palabras mueven algo dentro de mí, nunca imaginé que Ruddy fuera capaz de decirme estas cosas.

—¿Estás bien? Es decir, por lo de tu adicción. —Asiente y retira las pulseras de su mano derecha, luego de la otra.

Mi boca se abre aún más cuando veo las cicatrices que tiene en las muñecas.

—No te alarmes, Vivi, hace mucho que no lo hago. He tenido mis recaídas, pero ahora mismo estoy bien. De hecho, empecé a visitar a mi psicóloga de nuevo e ir a terapias.

—Me alegra saber que estás buscando ayuda profesional, eso es admirable. —Asiente sin dejar de mirarme.

Sopeso lo que me dijo, estoy segura que no me ha contado todo lo que ha pasado y eso es suficiente para sentirme más inútil. Mis problemas son nada comparados con los suyos.

—Es mejor que regresemos —dice despegando sus ojos de mí y llevando su mirada al cielo—. Creo que va a llover.

Asiento, ida en mis pensamientos, mientras él camina hacia su motocicleta. Las manos me tiemblan por la anticipación, sé que no estoy en la obligación de decirle nada solo porque él lo hizo conmigo. Pero, algo dentro de mí grita que le cuente, sé que es la necesidad de que alguien me escuche y, por más loco que parezca, estoy consciente de que puedo confiar en él.

—Ro —llamo mientras camino hacia donde está a pasos rápidos—, yo quería ser bailarina. Ese ha sido mi sueño desde que era niña.

Se da la vuelta y quedamos frente a frente, de nuevo. Sus ojos se suavizan, abre la boca para decir algo, pero no lo permito.

—Desistí de mis sueños por dos razones: presión de mi padre y porque me aterra volver a bailar de nuevo. Por lo menos en público.

Mi cuerpo tiembla al decir esto, es tan difícil reconocer que el baile es una bendición y maldición para mí.

—No sigas si no quieres, Vivi. —Niego, mi mente repasa una y otra vez ese fatídico día. Mi pecho sube y baja rápidamente, los ojos se me nublan por el llanto contenido.

—La última vez que me presenté ante un público, tenía quince, fue en una actividad regional y yo estaba representado mi ciudad. Recuerdo que los nervios me estaban carcomiendo por dentro, aun así, el orgullo y la adrenalina me hacían sonreír.

«Yo había sido elegida para ser la prima ballerina¹, así que se suponía que debía brillar con mayor intensidad. Todo iba muy bien, hasta que pisé en falso y, haciendo el acto principal, me caí.

Siento gotitas de lluvia que van cayendo sobre mí, asimismo, las lágrimas bajan por mis mejillas sin control.

—Vivi... —Niego varias veces, incapaz de decirle algo más y retrocedo. La vergüenza y la decepción calando hondo en mí.

—Todo se quedó en un silencio vicioso, luego escuché las risas y las burlas por parte del público. Quería morirme, fue tan fuerte el golpe que duré casi dos meses con un yeso en la pierna derecha. Nunca más volví a bailar ni asistir a una escuela de danza.

—Lo siento mucho, Vivi, perdón por ponerte en esta situación —dice con pesar.

Acorta la distancia y me estrecha contra su pecho. La lluvia es más abundante ahora, pero no importa, él sigue abrazándome con fuerza.

—Soy una cobarde —me quejo entre sollozos.

Ro se aleja un poco, sus manos me agarran las mejillas y levanta mi cabeza. Nuestros ojos se cruzan, los de él muestran tantas cosas: tristeza, angustia, lástima. Eso hace que llore aún más.

Ahora estamos empapados, las lágrimas se confunden con el agua que cae, pero no dejamos de mirarnos a los ojos. Llevo una de mis manos hacia su frente y aparto parte de su pelo mojado de ahí. Sus labios están más rojizos que de costumbre, esto hace que desee probarlos una vez más.

—No lo eres, al contrario, creo que eres la chica más valiente y pura que he conocido.

Los ojos le brillan con intensidad, sus palabras me conmueven porque veo total sinceridad en ellos. Se acerca más, puedo percibir su respiración y me embriago de su aliento.

—Hace un tiempo decidí no tener ningún tipo de relación seria, pero creo que eso ha cambiado hoy —dicho esto, une sus labios con los míos.

✾───♫♪♩❀♩♪♫───✾

¹Cuando nos referimos a prima ballerina, estamos hablando de un título, más concretamente con aquel que hace referencia a una bailarina que por su combinación de talento, disciplina, excelencia, pasión, técnica puede desempeñar los principales roles dentro de una compañía de ballet.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top