Diez

Entro al bar deprisa, todo está muy tranquilo y una música suave ambienta el lugar. No hay rastros de Ruddy, las personas son pocas y están esparcidas cada quien en su mundo. Mi ánimo decae al percatarme de que llegué tarde, o él no cantó y se le olvidó avisarme. Aun así, me siento en la barra y le hago señas al barman para que me prepare una bebida. Quizás se ha retrasado y se presente más tarde.

Los acontecimientos de esta noche no han abandonado mi cabeza, me repugna que haya compartido novio, que hayan jugado de esa manera tan vil con mis sentimientos. Ahora comprendo por qué Jeremy no se opuso cuando le hablé de mi decisión de querer llegar virgen al matrimonio.

Claro, él tenía con quién saciar sus apetitos sexuales. Fui una tonta. La tristeza se apodera de mí al ser consciente, una vez más, de que mi vida es un desastre.

Coloco mis manos sobre el bolso que descansa en la barra y lo siento vibrar. Lo abro rápido, saco mi celular y me percato de que tengo cinco llamadas perdidas de Ruddy y varios mensajes.

Los leo, cada uno de ellos preguntando dónde estoy y si iba a ir a verlo. Frunzo el ceño al darme cuenta de lo que ha pasado, pero de todos modos le escribo que estoy en el bar y no hay rastros de él. Bloqueo el teléfono, espero que él me llame o que me responda de la misma manera, pero no lo hace.

Suspiro, resignada y hastiada hasta de mi existencia. No debí venir. Me siento decepcionada, dolida y cansada de que todo me salga mal. Me levanto del taburete, saco dinero y pago la bebida que no toqué.

Camino a pasos lentos hacia la salida, la brisa cálida golpea mi rostro y hace volar los flecos que sobresalen de mi coleta. Me detengo al sentir la vibración de mi teléfono de nuevo, lo verifico y leo el mensaje de Ruddy:

"Te equivocaste de bar, Vivi".

✾───♫♪♩❀♩♪♫───✾

Salgo del vehículo de prisa y camino hacia la entrada del lugar, pero me paralizo al verlo frente a mí. Ruddy me mira fijo, sus labios forman una sonrisa de lado. Está vestido de negro —qué novedad—, su pelo le cae por la frente y lleva una guitarra en mano.

El corazón me late salvaje cuando se acerca, tanto así que logro percibir su rica colonia, y me da un beso en la mejilla.

—No puedo creer que te perdiste —dice entre risas, pero me he quedado embobada detallando cómo sus ojos se achican y sus mejillas se enrojecen.

—Es tu culpa —alego, fingiendo molestia—, no me diste la dirección correcta.

Niega, divertido, pero no me lleva la contraria.

—Lástima que te perdiste la presentación. —Pasa sus manos por mis hombros y me guía por la acera—. Fue una buena noche la de hoy.

—Lo lamento mucho, yo deseaba escucharte cantar. —Detengo mi andar y agacho la cabeza, apenada.

Siento sus dedos en mi mentón, lo levanta y nuestros ojos se cruzan. Los de él son tan claros, tan hermosos, simulan dos pozos de agua cristalinas. Posa una mano sobre mi brazo y acaricia con suavidad de arriba hacia abajo.

—Podría cantar algo para ti, si lo deseas. —Trago saliva ante la intensidad de su mirada. Asiento varias veces, emocionada y conmovida.

Nos dirige hacia una pequeña plaza que está rodeada de banquetas, algunos árboles y fuentes iluminadas con lucecitas de colores. Nos sentamos, uno al lado del otro, y coloca la guitarra en sus piernas.

Me acomodo para quedar frente a él, no me quiero perder ningún detalle. Ruddy se queda pensativo por unos segundos, toma el instrumento y empiezan los acordes.

Mi piel se eriza por completo cuando empieza a cantar, su dulce voz activa todos mis sentidos y remueve cosas dentro de mí. Sus ojos no dejan los míos, sigue entonando la hermosa melodía con tanta pasión, que me descoloca por completo. Entonces, comienza la magia, he sido transportada a otro lugar donde soy realmente feliz.

Las lágrimas salen de mis ojos sin control, aun así, no puedo despegarlos de los suyos. Mis manos tiemblan, todo en mí ha sido conmovido, nada es importante ahora. Solo su boca, sus orbes y la hermosa canción que está creando.

—¿Estás bien? —su pregunta me hace parpadear y salir del trance en el que estaba sumergida. Siento que posa una de sus manos en mi mejilla y acaricia levemente. —Estabas llorando —afirma sin dejar de mirarme directo a los ojos.

—Tu voz es... —Hago silencio porque no sé cómo describir lo que me hace sentir—. Me eleva —confieso, apenada.

—Ya veo, te encanta la música. —Niego de inmediato.

—No, Ro, es algo que solo me pasa contigo. Es decir, disfruto mucho de una buena pieza, pero cuando te escucho cantar suceden cosas dentro de mí. Es algo que no puedo explicar, lo siento.

—¿En serio? —Asiento varias veces—. Es un halago que me digas esto, Vivi.

Se acerca más a mí, tanto que percibo su respiración en mi rostro. No ha retirado su mano de mi mejilla, me agrada lo cálida y suave que se siente. Sus ojos se desvían a mi boca, muerde sus labios con lentitud y el deseo de probarlos me embarga.

Se acerca más, su mano viaja hacia mi pelo y lo toca con suavidad. Coloca parte de este detrás de mi oreja, acariciando en el proceso la piel que ahora ha descubierto. Me embriago de su aliento, no puedo sostener por más tiempo su mirada y cierro los ojos.

Un revoltijo de emociones se instala en mi estómago cuando posa sus labios sobre los míos, mi piel está erizada por completo. El beso es sutil, tierno, dulce. ¿Estas serán las famosas mariposas de las que tanto hablan?

Lleva sus dos manos a mis mejillas y las acaricia con suavidad. Ahora se adueña de mi boca, se torna más apasionado, demandante. Todos mis sentidos están activados, algunas partes sensibles y fuego pasa por mis venas. Deseo más, mucho más...

Se separa un poco, nuestras respiraciones están agitadas y mis ojos siguen cerrados. Las olas de placer siguen haciendo estragos en mi sistema, mi pecho acelerado, las mariposas locas en mi estómago.

—Ro —susurro y nuestras miradas se encuentran. Nos quedamos así por algunos minutos, mientras siento que la intensidad del momento va menguando.

Lo observo, horrorizada, es como si hubiese despertado de un sueño profundo, y me alejo de él de inmediato.

Me levanto de la banqueta en un santiamén, mi corazón late desbocado al ser consciente de lo que he hecho. No, no, no...

—Vivi, ¿qué sucede? —Se acerca y toma mi brazo con fuerza—. Es mejor que te tranquilices, luces pálida.

Puedo notar lo preocupado que se encuentra, a pesar de eso, mis ojos detallan sus labios. Están hinchados y rojos, al igual que sus mejillas pecosas.

—Esto no debió pasar, fue un error —hablo sin pensar. Me suelta de inmediato, asiente y desvía la mirada.

—Lo lamento, no sé qué me pasó —masculla, molesto, eso me hace sentir mal—. Es mejor que me vaya.

Pero no lo hace. En cambio, se queda en el mismo lugar, mirándome de una manera que no logro descifrar. Doy pasos hacia atrás, necesito irme de aquí y sopesar los acontecimientos de hoy.

Me enteré que mi exnovio tenía una relación paralela con mi amiga y conmigo, encima de eso está embarazada. Pero el colmo de todo fue ese beso con Ruddy. Lo malo es que me gustó, demasiado, y no sé cómo sentirme al respecto.

Salgo corriendo de la plaza mientras escucho como él grita mi nombre.


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