Cinco

¿Volveré a experimentar las mismas sensaciones si escucho su dulce voz de nuevo? Estoy aterrada y emocionada.

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Acomodo mi pelo con las manos, en un acto de nerviosismo, mientras me observo en el gran espejo revisando que todo esté en orden. Esta noche es la presentación del chico rubio y este hecho no me ha dejado tranquila en todo el día.

Estoy ansiosa por escucharlo de nuevo, creo fielmente que lo que me pasó está muy ligado a él y a la manera en la que entona cada melodía. Lo sé porque nunca antes me había sucedido algo similar. Me encanta escuchar música e ir a conciertos, pero solo su canto tuvo el poder de transportarme a otros escenarios, donde me sentía plena y feliz.

Los recuerdos invaden mi mente, la vergüenza y frustración me visitan una vez más. Soy una cobarde, no quiero hacer frente a este revoltijo de emociones ahora mismo.

Suspiro profundo, debo buscar a Lena para irnos, si no, se nos hará tarde y no quiero perderme nada.

Agarro mi bolso, junto a las cosas que voy a necesitar y camino hacia la salida. Me detengo frente a la puerta de mi hermanita, toco varias veces, pero no responde.

—Lena, ¿estás lista?

No me contesta y decido abrir, puede que esté en la ducha aún. Entro al cuarto a pasos lentos y abro los ojos en sorpresa al verla tumbada en su cama boca abajo.

—Ve tú sola, Vivi —dice en un hilo de voz.

Me percato de que está llorando, así que me acerco a ella y paso una de mis manos por su espalda.

—¿Qué pasó? Estabas muy contenta y emocionada con la idea. De hecho, solo voy a ir por ti.

Ella se aleja de mi toque, se sienta en forma de flor de loto y me mira con una tristeza que me parte el alma.

—Mi papá no me dio el permiso, dijo que no debo salir a estas horas y mucho menos a un sitio así.

Frunzo el ceño, molesta, ella no irá sola, y es en una plazoleta al aire libre que se dará la presentación.

—Lo siento, si no vas a ir, pues yo tampoco. —Niega frenética. 

—No, no seas tonta —dice y hace un ademán con la mano como restándole importancia—. Ve, Vivi, estoy segura de que te hará bien.

La observo, enternecida, ¿cuándo mi hermana pequeña creció tanto? Es una niña muy madura a su corta edad.

—No sé...

—Ve. Además, puede que se hagan novios —expresa, sonriendo con picardía.

La miro como si estuviera loca, río con nerviosismo y me levanto en un santiamén de la cama.

—Deja de decir esas cosas, nunca podré estar con alguien así.

Mi molestia es evidente, ese chico es un arrogante y creído.

—Pero si es bonito. Ese pelo, esos ojos... —menciona, suspirando y con ojitos de borrega herida.

—Es mejor que me vaya, adiós.

Salgo deprisa, pero logro escuchar su risa burlona.

Me dirijo a la sala de mi casa, molesta por las insinuaciones de Lena, asimismo, por la exageración de nuestro padre. Él es muy estricto con nosotras, entiendo que quiera protegernos, pero resulta asfixiante la mayoría de veces.

Todo enojo se esfuma al verlo abrazar y besar, con ternura, a mi madre. Mi corazón se llena de dicha al poder presenciar el cariño que se tienen, a pesar de los años que llevan casados. Siempre se han demostrado amor, respeto, y han valorado el sentido de una familia.

Yo deseo algo así, debo reconocer que me encantaría casarme con un hombre que me valore y respete, también que me demuestre con hechos cuánto me ama. Me gustaría tener una casa grande, varios hijos y mascotas por doquier.

Sonrío al verlos bailar, sumergidos en su propia burbuja. Decido darles su privacidad y salgo de la casa sin hacer ruido.

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El lugar está abarrotado de gente, lo sabía, debí salir más temprano. Me hago paso entre la multitud, tratando de acercarme a la tarima improvisada. Unos acordes de piano y batería llenan el sitio, aún no ha empezado. Me alegra que no perderé la entrada.

Ruddy entra en escena y las personas se vuelven locas. Los gritos, aplausos y vítores se intensifican.

Inmediatamente empieza a tocar su guitarra y mis sentidos bloquean todo lo que está pasando a mi alrededor. Sus labios se mueven, la melodía fluye, el tiempo se detiene. Puedo notar que mueve su cabeza varias veces, al parecer está buscando algo. Tiemblo de arriba abajo cuando sus ojos se posan sobre mí y, sin apartarlos, sigue entonando la canción.

Entonces sucede: mi piel se eriza, los recuerdos y cada de una de las sensaciones de antaño se hacen presentes. Mis ojos se llenan de lágrimas, los cierro y disfruto todo lo que me hace sentir su dulce voz.

***

Camino, desorientada, entre las personas. El espectáculo ha terminado y estoy tratando de recordar dónde dejé parqueado mi vehículo. Estoy hambrienta, sería bueno pararme y comprar algo para cenar.

—¡Oye! —Paro en seco al escucharlo—. Viniste sola —exclama.

Me doy la vuelta para encararlo, él se detiene a una distancia prudente y me observa de arriba abajo de una manera extraña. Reviso mi ropa, todo está en orden.

—Ella no pudo venir —digo sin despegar mis ojos de los suyos—. Felicidades, te la luciste.

Asiente, satisfecho. No puedo evitar recorrerlo con la mirada: tiene una camiseta blanca, unos jeans rasgados y un gorro de lana retiene parte de su pelo. Ruddy no es tan alto ni musculoso, pero tampoco es un flacucho. No puedo negarlo, es un chico extremadamente apuesto y puedo deducir que un rompecorazones.

—Muchas gracias, me alegra que hayas venido —dice y rasca su nuca.

—Qué bueno que estás aquí. —Su amigo se acerca y me da un beso en la mejilla—. ¿Y la niña?

—No pudo asistir —repito con amabilidad.

Nick sonríe, complacido, y mira de mí a Ruddy.

—Qué lástima —expresa, apenado—. Ro, vamos a invitar a la señorita a cenar.

Niego varias veces, es obvio que el rubio se siente incómodo con la idea.

—No te preocupes, yo debo irme ya —me excuso.

—Sí, su novio debe estar esperando por ella —exclama Ruddy con cierta ironía.

—Oh, ¿tienes novio? —pregunta Nick, muy interesado en el tema.

Niego, me avergüenza ser el centro de atención ahora.

—No, pero debo marcharme. Muchas gracias por la invitación.

Me doy la vuelta, dispuesta a irme y escapar de la observación exhaustiva que me está dando Ruddy. Logro escuchar que susurran algo, pero no le tomo importancia.

Recorro todo el recinto en busca de mi auto, aún no he podido recordar dónde lo dejé parqueado y esta situación me desespera. Tengo frío, hambre y unas ganas inmensas de refugiarme en la comodidad de mi cama.

—¡Vivi! —Paro en seco al escuchar mi nombre. Me giro y vislumbro a Ruddy correr hacia mí—. Disculpa, ¿necesitas ayuda?

No sé qué decir, me es imposible proferir alguna palabra debido a la sorpresa de que él haya venido a buscarme. Quizás su amigo lo convenció, esto me hace fruncir el ceño, no puede ser que...

—No, gracias. Solo olvidé dónde estacioné mi vehículo —confieso, apenada.

—No te preocupes...

Hace silencio al notar cómo tres hombres se nos acercan de manera sospechosa. Ruddy se mueve rápido, se posiciona junto a mí y me toma del brazo con fuerza. Es en vano, los tipos nos rodean y nos apuntan con armas de fuego.

—Quieto, chiquillo, es mejor que cooperes, o te vuelo la cabeza —habla uno de ellos.

Mi cuerpo tiembla de manera violenta, el corazón me late salvaje ante la situación que estamos viviendo. Ruddy mira a su alrededor y aprieta su agarre en mi brazo.

No ayuda que el lugar donde estamos está poco iluminado y, para nuestra desgracia, no hay personas caminando cerca.

—Vamos, saquen todo lo que tengan —dice otro de forma rápida.

—Les daremos todo, tranquilos —interviene Ruddy, fingiendo calma. Saca su billetera del bolsillo de su pantalón y se la extiende al que se supone es el cabecilla.

—Quítate esa cadena, cabrón.

Mis ojos se llenan de lágrimas y retiro los anillos de mis dedos al escuchar cómo lo insultan. Uno se acerca a Ruddy y le da un golpe en la frente con la pistola. Grito con desesperación cuando cae al piso cubriendo su cara. Siento unos brazos que me sostienen por la espalda y me remuevo con brusquedad.

—Tranquila, belleza, vamos a pasarlo rico —susurra en mi oído. El asco me hace querer vomitar.

Ruddy se abalanza sobre él en un movimiento rápido, el tipo me suelta y se enfrascan en una pelea. Mis gritos se intensifican, son tres para él solo.

Cubro mi boca con las manos al escuchar un disparo, entonces, el lugar se queda en un silencio vicioso. Los hombres se marchan de prisa y lo dejan tirado en el piso.

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