Catorce
Estúpidos sentimientos que me superan.
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Mis dedos se mueven por las cuerdas ágilmente, mis ojos se encuentran cerrados, las letras en mi cabeza van tomando sentido y el significado que creí había perdido. ¿Por qué se trata de ella? ¿Por eso me conmueve tanto esta melodía?
Mi mente la repasa como a una película: su forma tan tímida de mirarme, su dulce voz. Ahora el título de esta canción cobra vida, ahora comprendo por qué estas ganas de llorar.
Abro los ojos espantado, suelto la guitarra y limpio mis mejillas húmedas. No, no, no. Me niego a permitir que esto se me salga de las manos, no puedo caer otra vez por alguien. Mi corazón aún está en pedazos, sería desastroso para mí volver a lo mismo. Aunque, dudo mucho que ella me dañe, mi miedo ahora es que yo lastime a un ser tan inocente como lo es Vivi.
Las cosas que me dijo siguen martillando mi cabeza, nunca pensé que fuera tan infeliz. Sin embargo, lo que más me fastidia es lo que le confesé en ese momento de éxtasis que tuvimos.
Quiero algo serio con ella, ¿en qué demonios estaba pensando?
Lo peor de todo es que es la realidad, estoy consciente de que Viviana no es una chica para solo pasar el rato. Ella es mucho más que eso...
Unos ruidos me hacen pararme del piso, salgo de la habitación y me dirijo hacia la cocina. Mis ojos siguen cada movimiento de Gina que busca algo en los cajones un tanto desesperada.
—¿Qué sucede? —pregunto y me le acerco. Arrugo el entrecejo al notar cómo se tambalea—. Gina, ¿qué es lo que tienes? —La sostengo por la cintura.
Su cuerpo tiembla, su piel está muy fría y su boca emite pequeños quejidos.
—Necesito algo que me haga sentir mejor, Ro. ¿Tienes?
Ahora comprendo todo. Mi corazón se encoge al saber que busca droga.
Niego varias veces mientras la llevo a rastras hacia la sala.
—Hace mucho tiempo que estoy limpio —respondo, molesto—, te lo dije, estoy asistiendo a las terapias de nuevo. Pensé que me ibas a acompañar, pero te fuiste.
—Necesitaba hacer algo importante. No me mires así, no te queda el papel de chico bueno —dice cínica, sus labios esbozan una sonrisa de lado.
—No estás en tus cabales, ven para que duermas. —Extiendo mis manos, pero ella solo las miras con cara neutra.
—Ya veo, ¿quieres usarme de nuevo, Ruddy? —Sus palabras me hacen abrir los ojos en sorpresa.
—Claro que no, te dije que lo único que puedo ofrecerte es mi ayuda como amigos —defiendo, ofendido.
Se carcajea como una loca, dejándome perplejo. Acorta la distancia y pasa sus brazos por mi cuello. Puedo percibir su aliento alcoholizado, sus ojos están muy rojos y los labios secos y agrietados.
—Te amo, Ro —susurra mientras se mece de un lado a otro y tararea una canción.
Su confesión me ha dejado paralizado, la sorpresa no permite que emita algún sonido, no me deja expresarle lo equivocada que está. Gina no me ama, solo está apegada a mí por las cosas que vivimos, por todo lo que pasó y porque, en cierto modo, fuimos el oasis de nuestro desierto una vez.
La observo con pesar y lástima, estoy consciente de que la está pasando muy mal y lo que más deseo es ayudarla. El problema es que se niega y debe poner de su parte si quiere salir victoriosa de todo lo que le aqueja.
—Solo estás confundida —digo mientras retiro sus brazos de mí y me alejo para que nos veamos a los ojos—. Es mejor que duermas, mañana hablamos cuando estés sobria y en tus cinco sentidos.
—Te gusta otra mujer, Ro —habla con reproche. Noto cómo sus ojos se entrecierran y aprieta sus manos con fuerza.
—No sé de que me hablas...
—Nick me lo dijo, que estás saliendo con una abogada —alega, arrugando su cara en desaprobación.
La ira y la decepción nublan mi mente, me da rabia que él le haya contado esas cosas. Además, no es nada concreto lo que ha pasado con Vivi.
Sigue observándome de la misma manera, mas desvío la cabeza porque no tengo idea de qué decirle al respecto. No puedo negar que hay cierta atracción entre Vivi y yo, que me siento ligado a su alma de una forma que no sé explicar y que cuando estoy en su presencia se me olvidan todas las mierdas que he pasado.
Es reconfortante tenerla cerca, aspirar su rico olor y reír de lo torpe que es la mayor parte del tiempo. Además de lo bella e ingenua que es Vivi.
—Él está equivocado —afirmo, fingiendo seguridad.
Gina se queda en silencio, sin apartar sus ojos de mí, como si quiere leer mi alma. Asiente a nada en particular y camina tambaleante hacia el pasillo.
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Nick, Vivi y yo nos encontramos en un café al aire libre. Ella me llamó hace unas horas para que nos pusiéramos de acuerdo y así poder conversar sobre el problema de mi amigo y la madre de su hijo.
Ahora mismo hay un silencio solemne entre nosotros; solo la música de fondo del lugar, los vehículos a lo lejos y el murmullo de las demás personas se logran percibir.
Vivi nos contó que renunció a su trabajo, por tal razón, no se hará cargo del caso como había propuesto hace unas semanas atrás. Pese a eso, nos recomendó a un abogado que conoce y, que según ella, es un hombre experimentado que será de gran ventaja para él.
Mis ojos se posan sobre ella; luce triste, desganada, sin brillo en la mirada. Estoy seguro de que hay muchas cosas que la preocupan y el hecho de que haya dejado su trabajo al lado de su padre, no es suficiente para que esté tan mal.
La culpa llena mi sistema, ¿y si fue por lo que le dije que tomó esa decisión tan abrupta? No lo entiendo, según ella, no quería seguir los pasos de su progenitor.
—Muchas gracias por la recomendación, Vivi —dice Nick y se levanta de la silla—. Yo me tengo que retirar. —Nos paramos también para despedirlo.
—Yo debo irme —informa con timidez, para luego caminar a pasos apresurados lejos de mí.
—¡Espera! —agarro su brazo en un movimiento rápido, esto hace que ella choque contra mi pecho—. Me gustaría que hablemos.
—Me quedé esperando tu llamada, Ruddy —espeta con reproche.
Sus ojos reflejan tanto dolor al decir esto, que hace me sienta más mal de lo que estoy. Es cierto, no tuve el valor de llamarla porque estaba aterrado —aún lo estoy— por las cosas que me hace sentir. Además, tuve unas semanas horribles porque algunas presentaciones se cancelaron, lidiar con Gina y su problema de adicción. Ahora está peor que antes.
—Estos días fueron duros para mí —me excuso—. Aun así, no hubo un solo en que no te pensara.
Sus ojos se abren en sorpresa ante mis palabras. Poso una de mis manos sobre su mejilla y la acaricio con dulzura.
—Por lo visto nos ha ido mal a todos...
—¿Estás bien? Es decir, con lo de tu renuncia y eso —me atrevo a preguntar.
Aleja su rostro de mi toque y se queda mirando a un punto fijo, perdida en sus pensamientos. Mis ojos recorren el lugar, no es el indicado para tener esta conversación. Tomo una de sus manos entre la mía y la guío hacia donde está mi auto estacionado.
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Caminamos a pasos lentos, tomados de las manos, alrededor de las banquetas y algunos arbustos de la plazoleta donde me presenté hace un tiempo.
Vivi me contó todo lo que pasó ese día que nos confesamos parte de nuestros problemas y que nos besamos en medio de la lluvia —algo bastante cliché—, cómo se armó de un valor que pensó no tenía y le dejó las cosas claras a su padre.
—Me duele mucho su distanciamiento, no me habla y casi no nos vemos —habla con pesar, agachando la cabeza.
Me detengo y ella hace lo mismo quedando frente a mí. Levanto su cabeza con mis manos y sus ojos se cruzan con los míos. Están cristalinos, tristes, opacos. Una lágrima sale de ellos, pero la limpio rápidamente y, sin pensarlo mucho, la abrazo con fuerza.
Un dolor atraviesa mi pecho al saber lo mal que está, no soporto verla así, el deseo de hacerla sentir mejor me tortura porque no sé cómo.
Me corresponde, sus brazos se encierran en mi espalda. Balbucea cosas que no logro comprender, pero suena tan lastimada que me hace querer llorar. ¿Por qué me siento así? Como si su dolor es el mío.
Su agarre se hace débil, hasta que se aparta y limpia su cara con las manos.
—Lo siento, Ro —susurra apenada.
—No te disculpes, puedes contar conmigo. —Asiente varias veces con la cabeza—. Mañana tengo una presentación, ¿te gustaría venir?
—Me encantaría, pero...
Hace silencio de repente. Puedo notar lo indecisa que se encuentra, hay algo que quiere decirme y no se atreve. Noto que sus ojos y mejillas están rojos, sus labios un poco resecos. Aun así, el deseo de besarlos me invaden.
A mi mente vienen las imágenes de la última vez que nos vimos, entonces algo dentro de mí se enciende. Soy un idiota.
—Quiero pedirte disculpas porque hace mucho tiempo que no estoy en una relación, no sé cómo reaccionar —expreso con pesar y miedo.
—¿De qué hablas? No te entiendo, Ro...
No dejo que termine de hablar, junto mis labios con los de ella y la beso con pasión. Me corresponde de la misma manera, sé que ambos estábamos ansiosos por esto.
La acerco a mi cuerpo, poso una de mis manos sobre su cintura y profundizo el beso. Este se torna más candente, necesitado. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ya nos falta el aire.
Me alejo a regañadientes. Nuestras respiraciones están agitadas, mi vista nublada por el deseo y las sensaciones que me hace sentir. Nos miramos a los ojos con una complicidad que ahora noto con más claridad y que se lleva todo rastro de temor ante lo que quiero decirle.
—Vivi, ¿quieres ser mi novia?
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