El cadáver aún colgaba del techo tres niveles arriba de la instalación; abajo, en la sala de incubadoras, el niño expulsaba entre convulsiones el líquido amniótico artificial en que había estado suspendido desde su fecundación. León daba golpes suaves en la espalda de la criatura y le cubría con una manta térmica, el androide se preciaba de cuidar bien a sus creaciones.

—Padre, bienvenido de regreso. —murmuró León a oídos del humano, al tiempo que le secaba el cabello con una toalla.

Cada detalle mensurable en el niño era preciso, hasta sus reacciones iniciales concordaban con las de sus predecesores. No cabía duda que se sumaría a la interminable lista de 'padres' traídos a la vida con éxito por el androide, desde que el primero pereciera junto a la humanidad cinco siglos atrás.