Whisper (WonTaek)
Narrado por Leo
Cerré la puerta con un fuerte golpe, sin importarme las palabras vociferadas detrás de mí, ni siquiera podía entender lo que decía por encima de la cacofonía en mi cabeza.
No podía respirar.
Necesitaba huir pero no había ningún lugar al cual hacerlo.
Estaba atrapado.
Mi pecho palpitaba dolorosamente.
Las voces seguían gritando en mi mente, me impedían escuchar otra cosa que no fuera a ellas:
Lo has arruinado todo
Todo se ha acabado.
Todo por lo que has trabajado será destruido.
¡Maldición! Había ya pasado por muchos ataques como este y nunca se volvían más sencillos.
Trastabillé hasta el mueble junto a mi cama para tomar el frasco de Clonazepam, una pastilla podría ayudarme a silenciar mi mente.
Claro, porque tú solo no puedes liberarte.
No solo arruinas cosas, sino que eres un inútil para solucionarlas.
Todos van a abandonarte por lo que hiciste
¿Por qué solo una? Toma todo el frasco y libera a los demás de enterarse de lo que hiciste.
Arrojé el frasco completo contra la pared opuesta, creo que grité al hacerlo pero ni siquiera podía escuchar mi propia voz, las pequeñas pastillas amarillas salieron disparadas en todas direcciones.
Cobarde.
Aprovechado
Todos te odiaran
Ravi te odia y va a dejarte
Todas tus fans se sentirán decepcionadas.
El grupo se disolverá por tu culpa.
Terminé cayendo al suelo aunque no sabía por qué, sólo que el dolor en mi cabeza y en mi pecho se hacía cada vez más intenso.
No podía respirar, era como si todo el oxígeno de la habitación se hubiera disuelto y solo quedara aire caliente en su lugar, aire que me quemaba cada vez que intentaba inhalarlo.
Intentaba aferrarme a algo físico para no perderme en aquella borrosa locura. Pero no había nada, estaba completamente solo y perdido.
Me pareció escuchar la voz de Ravi cerca pero no podía entenderlo entre la discordia en mi mente, además era mejor no escucharlo, lo más probable era que quisiera recriminarme.
Te está insultando.
Te está dejando.
Y es lo menos que te mereces.
Él te odia.
De pronto un sonido se coló por en medio de la cacofonía que me estaba enloqueciendo. Se trataba de un sonido bajo y constante, como si de un tambor se tratara.
Intenté aferrarme a ese sonido, concentrarme en él para poder salir de la vorágine que me estaba consumiendo. Así pude darme cuenta de que era algo tibio lo que latía justo a un lado de mi oído. Esta misma tibieza me rodeaba, impidiéndome moverme más allá, un agarre al que parecía seguro entregarse.
—No... no... todo esto es mi culpa... lo he arruinado todo... —Dije, o al menos creo que lo hice, no podía distinguir entre mi propia voz y las voces de mi cabeza.
Y entonces llegó aquel susurro que logró meterse por entre el resto del ruido.
—No es así Hyung. Todo estará bien, estoy aquí, contigo. -además, el susurro se sincronizaba con el latido, ambos resonaban en la calidez a mi lado.
Me aferré con fuerza a aquello que me rodeaba, no quería que el caos volviera a absorberme.
—Debes odiarme... todos me odiaran... todos se irán... —esta vez sí pude distinguir mi voz, las otras voces se estaban apagando.
—¿De qué hablas? No podría haber hecho lo que hicimos con alguien que odiara. Por le contrario Leo-hyung, mi Taekwoonie. No me hagas creer que te arrepientes porque yo no lo hago. Es cierto que no logro entenderlo del todo, pero no por eso me arrepiento.
El aire se fue enfriando mientras lo escuchaba, podía respirar mejor; además las palpitaciones en mi pecho iban disminuyendo poco a poco junto a la presión.
Cuando abrí los ojos mi vista se había aclarado y me fui dando cuenta de la realidad: Ravi había logrado entrar a la habitación y se había sentado en el suelo, junto a mi. Me tenía abrazado a su pecho, su brazo me sujetaba la cabeza con el oído justo sobre el latido de su corazón, era ese el sonido que me había ayudado.
Como un niño pequeño yo me había sujetado a su brazo literalmente con las uñas.
—Descubramos juntos de qué se trata todo esto ¿de acuerdo? No voy a forzarte a nada pero, sea como sea, lo haremos juntos ¿si? no voy a alejarme de ti.
Cerré los ojos de nuevo, dejando que la dulzura de sus palabras me confortara mientras me obligaba a respirar profundamente, el pánico iba remitiendo poco a poco.
El dolor y las voces desaparecieron, sólo quedaba un ligero ardor en mi cuello y brazos por los arañazos; ya me había pasado en otros ataques que, en mi desorientación, terminaba arañándome a mí mismo, es por eso que muchas veces prefería traer manga larga.
El problema era que, ahora, también había rasguñado el brazo con el que Ravi me había sujetado, incluso le había hecho sangre. Levanté la vista hacia su rostro mientras soltaba por fin su brazo herido, quería pedirle disculpas pero aun no tenía completo control sobre mi voz.
Como ya había dejado de hacer fuerza, sus brazos se relajaron aunque no me soltaron del todo, su mano subió para acariciar mi mejilla con suavidad, sin despegar sus ojos preocupados de los míos.
Pasó el pulgar por mis labios un momento antes de de inclinar la cabeza y besarme, lo sentí suspirar cuando le respondí, era un beso lento y tierno: como si Ravi no quisiera asustarme, como si temiera que yo fuera a huir de un momento al otro.
Por la posición en la que estábamos solo pude tomar su nuca, dejando que aquel beso terminara por borrar cualquier rastro de mi angustia anterior. Al separarnos Ravi permaneció junto a mi, pegando su frente a la mía.
—No dejaré que nada te pase Leo-hyung, haremos lo que tú consideres que es mejor pero lo haremos juntos.
—Gra... gracias, Wonsik-sshi.
Logré por fin murmurar, lo sentí temblar y por un momento me asusté, hasta que me di cuenta que en realidad estaba riendo.
—Después del susto que me has hecho pasar, creo que merezco más que un agradecimiento ¿No?
Se movió hasta que logró tumbarme por completo en el piso, acostado cuan largo era y con él encima de mí. Volvió a besarme, esta vez con la misma efusividad que la noche anterior, lo rodeé con mis brazos para poder profundizar ese delicioso beso mientras el placer iba usurpando el lugar del miedo.
Luego de algunos momentos se enderezó sobre ambos brazos, mirándome fija e intensamente.
—Escúchame bien, Jung Taek-Won. En estos momentos no hay ni una gota de alcohol en mi sangre, estoy consciente de lo que hago y quiero hacerlo ¿Entendido?
Y antes de permitirme responder se enterró en mi cuello, utilizando sus dientes en aquella zona tan sensible. Jadeé con fuerza, levantando mi cuerpo para recibir el roce del suyo y volvernos locos a ambos, pero esta vez con una locura muy diferente, una locura pasional y dulce.
Dio buenos resultados, escuché a Ravi gruñir contra mi piel, su venganza fue morder con más fuerza y esta vez en mi oreja, logró hacerme gemir. Ignorando la dureza del suelo debajo de mí seguí impulsando mis movimientos, era muy placentero que nuestros cuerpos se tocaran así, sentir la tensión de Ravi mientras intentaba no aplastarme.
De pronto un calambre paralizó mi cadera.
—Es... espera Ravi... hay que subir a la cama.
Sabía lo que ocurría, mi cuerpo se resentía por la tensión luego del ataque de pánico, pero se sentía tan bien estar así con él que me resistía a dejarlo para descansar.
—De acuerdo, —Ravi se levantó y me ayudó a sentarme en la cama—, bien, quítate esa ropa sucia, yo volveré enseguida.
Por un momento quise decirle que no me dejara, pero era demasiado dramático. Así que en lugar de llamarlo hice lo que me pedía pues, en efecto, mi ropa estaba manchada por el café que había derramado. El café que él había preparado esa mañana.
Luego de ese primer encuentro me había despertado solo en la cama, allí la ansiedad y el miedo habían comenzado a aparecer. Pero Ravi sólo había ido a la cocina a preparar café pues tenía resaca. En la pequeña mesa, justo frente a él, había otra taza de café humeante.
Tomé la taza, pero no me senté, no podía enfrentarlo tan directamente así que fui a recargarme en la encimera a un lado. Pero en el silencio siguiente las voces iban cobrando más y más fuerza en mi cabeza. Ravi miraba serio su taza sin decir nada, a cada segundo las voces incrementaban su volumen, mi corazón latía cada vez más y más rápido.
Mis manos temblaban al grado de que el café comenzó a derramarse, pero yo ya no podía pensar en eso. Sabía muy bien que se aproximaba un ataque de pánico, debía ir a mi cuarto por la medicina antes de que comenzara.
—¿Hyung? —me preguntó Ravi pero ya no pude contestarle, dejé la taza en la encimera con tanta fuerza que se rompió y yo corrí a encerrarme en mi dormitorio.
*****
Recordaba eso cuando la voz de Ravi me distrajo.
—Deja de perderte tú solo Leo-hyung.
—Lo siento...
—Anda, mejor date la vuelta. Desde que vi esto en el cuarto de baño pensé que sería útil. —Dejó en el mismo buró un frasco de gel relajante/refrescante, una cortesía del hotel.
Algo sorprendido hice lo que me pidió y me acosté boca abajo en la cama, con los brazos relajados a los lados y la cara también vuelta hacia él.
Pude ver cómo Ravi se embadurnaba las manos de gel y las frotaba intensamente en sus manos. Me quedé quieto hasta sentir sus manos sobre mis hombros, comenzando un masaje con la suficiente fuerza para ser relajante pero sin llegar a lastimarme.
Sentía como mis músculos se iban destensando conforme las manos de Ravi iban haciendo su trabajo, masajeó con firmeza mis brazos y piernas, luego de lo cual dio especial atención a mi espalda.
Conforme iba avanzando yo solo podía soltar algunos sonidos de satisfacción, me sentía bastante a gusto siendo así consentido. Además, conforme iba bajando por mi espalda comenzaba a nacer una expectación por la pasión que ya habíamos vivido y que parecía haber comenzado de nuevo.
Disfrutaba de aquel contacto mientras sus manos seguían moviéndose, el gel dejaba una deliciosa sensación de frescor sobre mi piel. Al llegar a mi cadera se quedó ahí un poco más de tiempo, quizá dudando de si seguir, aunque no dejó de masajear mis músculos.
Al final lo escuché tomar una aspiración profunda y bajar mis boxers, que eran lo único que me había dejado puesto. Para cuando comenzó a masajear aquella zona recién descubierta mi excitación ya estaba al mil, jamás me había imaginado haciendo algo así pero debía admitir que se sentía muy bien; aún cuando sus dedos cobraron valor y comenzaron a explorar dentro, la sensación era realmente deliciosa.
Él continuó así hasta que yo no podía contenerme más, movía mi cuerpo al mismo ritmo que sus dedos y había tenido que enterrar mi cara en la almohada pues mis gemidos se estaban haciendo más fuertes.
Luego de varios minutos así él sacó sus dedos y se levantó. Me di la vuelta para verlo desvestirse y prepararse con un preservativo. Tal vez en ese pequeño momento de tregua debí pensarlo mejor pero en mi mente solo existía la necesidad de obtener por fin la prometida explosión de placer.
Cuando volvió a subir a la cama Ravi tenía una expresión decidida a pesar de lo rojo que estaba y de su respiración agitada, se colocó justo entre mis piernas pero de allí ya no se movió.
—Solo preguntaré una vez... ¿estás seguro de esto?
Maldición ¿Cómo podía preguntarme algo así en ese momento? Era demasiado.
Si no estaba lo suficientemente sonrojado creo que lo hice aún más, tuve que desviar la cabeza hacia un lado para no verlo, incluso me tapé la boca con el dorso de la mano... pero era más la excitación que la vergüenza.
—Sí... —logré articular contra mi mano.
Quería decirle muchas cosas pero en ese momento me era imposible. Sin otra manera de comunicarle mis sentimientos me aferré a su cuello y lo besé mientras sentía cómo se iba introduciendo en mi.
No era una sensación tan molesta como me imaginaba, por el contrario se sentía bastante bien además de que todo el conjunto de sensaciones creaba un equilibrio perfecto: su piel contra la mía, sus brazos sujetándome con fuerza, el sabor de sus labios sobre los míos y los pequeños gruñidos que soltaba.
Sentí todo su cuerpo tenso, estaba conteniéndose.
—No pares de moverte —rogué.
Lo escuché jadear con fuerza ante mis palabras, sin soltarme comenzó a ondular su cuerpo contra el mío, la sensación era enloquecedora, me estaba derritiendo por dentro. Mordí su hombro para contener un poco los sonidos que escapaban de mi garganta pero creo que eso solo avivó más a Ravi.
Sus movimientos fluidos se sentían sumamente bien, alimentando la excitación que crecía y crecía desde mi vientre hasta el resto de mi cuerpo, cada una de mis células estaba disfrutando de aquel encuentro.
La posición en la que estaba no me permitía moverme demasiado, más allá de levantar un poco mi cadera, era Ravi el que estaba haciendo la mayoría del trabajo y vaya que hacía un magnífico trabajo, me sentía a punto de explotar.
Los movimientos de Ravi se volvieron algo erráticos y aumentó la fuerza con la que me sujetaba.
Gruñó mi nombre mientras todo su cuerpo se tensaba, lo sentí temblar durante aquellos instantes antes de que por fin se relajara sobre mí. Luego de un par de segundos se incorporó sobre los codos y me miró con los ojos muy abierto, como si estuviera sorprendido de lo que acababa de pasar o como si fuera el primer orgasmo que experimentaba en su vida.
Antes de que pudiera decir nada bajó la vista, casi podía sentir su mirada como una caricia mientras bajaba por mi torso hasta llegar a mi sexo aun despierto, aprisionado entre ambos. Esbozó entonces una media sonrisa, enderezándose más hasta salir de mí.
La sensación me hizo gemir, pero antes de poder quejarme él ya me tenía aprisionado con una mano y comenzó a moverla con el mismo ritmo rápido que había usado antes con todo su cuerpo.
Me sujeté con fuerza a sus hombros, no tardó demasiado en explotar por fin la pasión que se había acumulado, haciéndome jadear y arquear mi cuerpo contra aquella mano que me complacía. Perdí por completo la noción de mí mismo en medio de aquella vorágine de placer.
Lentamente nos fuimos recobrando, nos llevó solo un par de minutos limpiarnos y ponernos un pants en mi caso y un short en el de él. Al final terminamos recostados igual que la noche anterior, aunque en esa ocasión Ravi se quedó acurrucado en mi pecho.
No sabía bien qué decir, las palabras jamás se me han dado del todo bien, al menos no para hablarlas, aunque tenía otra manera de poder decirle lo que pensaba.
—Con todo esto, creo que se me acaba de ocurrir la idea para una canción, —dijo de pronto, haciendo eco de mis pensamientos.
—Pensaba lo mismo, algo que tuviera que ver con la manera en la que me salvaste susurrando... Gracias, mi dongsaeng.
—No me digas así...
—¿No? ¿Entonces?
—Dime que soy tu amor... —susurró muy bajo contra mi pecho.
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