Capítulo 9
Me despertó la canción de Taylor Swift, Shake It Off.
Otro día más que vivir.
Me levanté y preparé para la escuela, desayunando, peinándome y haciendo todo lo que se supone que tenía que hacer antes de ir a la escuela.
Al ver que mi hermano no salía de su habitación, fui a tocar.
–¿Sí? –dijo adormilado.
Abrí la puerta recargándome en ella.
Su habitación era más pequeña que la mía, y era azul, a diferencia del muy triste color café que coloreaba mi habitación, el solía tener sólo ordenados sus libros y sus trabajos, y limpiar su cuarto el fin de semana.
–La escuela nos espera, bobo–le dije.
Se levantó levemente, recargándose en sus codos.
–No iré–me avisó–, me duele la cabeza por el golpe de ayer.
Asentí y lo miré preocupada.
–¿Seguro que no quieres que me quede contigo?
Ari arqueo una ceja.
–A Pablo no le gustará.
Asentí, me acerqué a él para despedirme con un beso en su morete.
Sé que suena loco, pero prefería estar en la escuela que, en casa.
Pablo no me dejaba trabajar porque decía que eso no era para mujeres, por lo que, distribuía mi tiempo en otras cosas, como cumplir sus caprichos culinarios.
Mi escuela no era tan grande, pero tampoco demasiado pequeña, ya que, por las tardes se impartían otras clases.
Llegué caminando –como lo hacía desde que vendieron mi bicicleta–, y entre a mi primera clase, y cuando lo hice; todos se me quedaron mirando.
No era buena soportando la atención de la gente, y sus miradas decían mucho; desde lástima hasta enojo y desaprobación.
¿Qué diablos estaba pasando?
–Hey –me dijo un chico de mi clase que estaba sentado en la mesa de un mesa banco–, creo que te ya te conozco mejor.
Lo miré extrañada, sus palabras mostraban tener doble sentido.
Decidí ignorar lo que sea que estuviera pasando, bueno, fingir ignorar, porque toda la clase me la pase preguntándome de que hablaba ese chico.
Una chica que compartía clase conmigo, y que, aunque no éramos amigas, hablábamos de vez en cuando; se acercó a mí y me mostro una foto.
La foto.
Una chica, como yo, estaba ahí.
Sin nada de ropa.
Tenía que aceptar que era muy parecida a mí, aunque su cara no se podía ver del todo bien, ya que le cubría su cabello, y tenía la cara ligeramente volteada.
Pero no era yo
Y eso no importaba, porque, ellos lo creían.
–No... soy ella.
La chica del teléfono sacudió la cabeza y me lanzo una mirada apenada.
Las siguientes clases me pasaron molestando al respecto, los profesores no tenían ni idea, así que cuando hacían burlas sobre la foto y sobre mí, yodos reían, ellos sólo continuaban con la clase como si nada.
–¡Tal vez podrías haberme mandado una especial para mí! –me dijo uno de los chicos que no reconocí quién.
Y una de las chicas me miro con asco y desaprobación.
Tan fácil juzgar, tan difícil saber.
En una de esas horas fui al baño aprovechando que el profesor había faltado por problemas de salud, y al regresar, me encontré con mi mochila y cuadernos rayados con palabras como; prostituta, perra, fácil; entre otros calificativos hirientes.
Y todos dirigidos para mí.
Y pensé que me gustaría ser ese tipo de persona a la que no le importa lo que dicen de ella, y que se le resbalan las críticas y los insultos, ser esa persona libre e independiente que es auténtica y ríe fuerte.
Pero no sonreía, y no, no me sentía libre.
En el descanso me encontré con mis amigas, primero Alexa y Astrid.
Alexa puso su brazo encima de mi hombro, en un medio-abrazo.
–No tienes que decirlo, lo sabemos–me dijo.
–¿Cómo? –le pregunte.
–Las fotos fueron enviadas a todos –me dijo Astrid mostrándome su celular apagado, por suerte. No quería ver la foto de nuevo.
–No soy yo–les dije–, lo juro.
–Nosotras lo sabemos–dijo Alexa.
–Según...–dijo Astrid burlesca y Alexa le lanzó una mirada de desaprobación.
–Lo siento–se disculpó Astrid.
Después de caminar unos pasos nos encontramos con Francisca que corrió a abrazarme de repente, tomándonos de sorpresa a todas, y provocando que casi cayéramos.
Ella no me dijo nada, sólo me miro con tristeza.
Una chica de último grado pasó a mi lado y dijo:
–Y la chica buena tenía un secretito bien guardado de vendida...
Alexa se giró y le dijo:
–Cállate, no nos importa tu basura.
La chica se giró con una sonrisita de suficiencia y replicó:
–¿Entonces por qué me contestas?
–Puff... sólo te lo estaba recordando –le contesto Astrid como si fuera la cosa más obvia del mundo.
Alexa intervino
–¿Ya te ibas? –le dijo sacudiendo las manos, señalándole que caminara.
–¿Y quién se metió? –pregunto la chica–, la otra fácil.
Alexa le dio una sonrisa acompañado de un puñetazo en la nariz.
Todos alrededor se detuvieron de sus labores y se amontonaron en círculo a nuestro alrededor, algunos; gritando por pelea, otros; esperando por una.
No sabía que esperar.
Estaba segura que Francisca la iba a parar, y que, muy probablemente Alexa y Astrid no se iban a quedar con los brazos cruzados, pero no estaba muy segura de mi posición al respecto.
–¡Vamos Celia! –gritó un chico.
Celia. Con que así se llamaba la chica problemática.
Celia le regresó el golpe a Alexa y todo se volvió una maraña de cuerpos, Astrid intentando alejar a Celia de Alexa, Alexa jalándole el cabello, Francisca desaparecida y yo parada sin saber qué hacer.
Opte por ayudar a Astrid a separar a Celia de Alexa.
Era muy difícil separarlas, Celia estaba hecha una furia y Alexa no paraba de decir comentarios sarcásticos y arrogantes que hacían enojar más a Celia.
Se acercaron tres chicas chicas –al parecer a migas de Celia–, y se metieron a la pelea. Una peleándose con cada una, siendo dos personas las que estaban peleando con Alexa. Intente recordar un poco de mi clase con Javier, pero con una sola vez de entrenamiento estaba lejos de saber bien, y peor cuando mi cabeza daba vueltas en torno al problema en el que me había metido y cómo iba a reaccionar Pablo cuando escuchara a la gente decir que uno sus 'hijastros buenos' se había metido en una pelea.
El director llegó y poco a poco los alumnos que se habían amontonado a ver la pelea se fueron yendo o a sus clases, o a evitar que les llamarán la atención.
Sólo quedamos mis amigas y yo, y Celia y las suyas, y un muy molesto director con Francisca a lado de él.
El director nos hizo ir a su oficina y se sentó frente a nosotras, esperando una explicación.
–Ella empezó–dijo Celia señalando a Alexa.
–Tú fuiste la que nos insultaste, chica–contraataco Alexa.
Después se enfrascaron en una pelea verbal hasta que el director las calló y habló.
–Francisca vino a avisarme de su pelea–dijo–, así que quiero que cada una me cuente su versión de los hechos.
Todas terminamos contándole que paso, Celia y sus amigas exagerando un poco y llamándonos 'salvajes', y cuando Celia le dijo fácil a Alexa, y a mí 'la patética chica buena desesperada por atención'.
–Chica es sólo cuerpo, los chicos lo hacen–dijo y agregó–, eres muy estúpida al no apoyar a otras mujeres por esa basura.
Creí que no iba a decir nada más, pero Alexa agrego:
–Y yo tengo derecho a salir con los chicos que quiera, eso no es de tu incumbencia–dijo Alexa con los brazos cruzados.
–Tengo que hacer la observación de que ese tipo de cosas no se hacen en esta escuela–dijo el director–están todas suspendidas por una semana, claro, todas excepto la señorita Francisca.
Celia, sus amigas y yo lo miramos anonadadas, aunque no deberíamos, eso suele pasar si te metes en una pelea. Por el contrario, Astrid y Alexa casi parecían aburridas.
Regrese a casa acompañada de mi padrastro que estaba echando chispas, claro, después de hablar con el director y decirle lo impresionado que estaba de mis actitudes, y que no se volvería a repetir.
Entramos en el auto en silencio. Me senté en el copiloto, tenía miedo de lo que era él.
El silencio parecía que hacía ruido, y este, dañaba mis oídos. Y su cara estaba sin expresión, pero sabía por experiencia que las caras que menos expresiones demuestras son de las personas que más siente, y sentía que él era un hervidero por dentro.
Una parte inteligente de mí sabía que lo peor se iba a desarrollar en privado, era la forma que Pablo lo hacía, la razón por la cual la gente no sabía cómo era de verdad. Ellos lo veían bajo una máscara, pero en casa, y sin nadie; la máscara caía.
Pasamos frente al restaurant se la mamá de Erik, de las casas de esas personas que siempre he visto y nunca he conocido, le dije adiós a la civilización para dar paso al salvajismo.
Vi mi casa, y fui la primera en bajar del auto. Sentía a Pablo detrás de mí.
Pensé que tal vez tendría suerte si iba rápido a mi habitación.
Pero no la tuve.
Y no había nadie ahí para ayudarme, ni siquiera yo misma podía ayudarme.
Pablo tomo mi brazo antes de que pudiera entrar a mi habitación.
–Necesitamos hablar– dijo.
Era mundialmente conocido que cuando alguien te decía "necesitamos hablar" auguraba problemas, y últimamente yo era especialista en tenerlos.
Me quede parada esperando que hablara.
–¿Podrías dejar de dejar a la familia en mal y de ser una estúpida?
–No era yo la de la foto –me defendí.
–¿Crees que soy tonto? –me pregunto mirándome con furia–, sé cómo tú; parecen buenas y tranquilas, pero en el fondo están desesperadas.
Era cierto, estaba desesperada, pero no por un chico; sino por libertad.
Yo era un pajarillo volando en una pequeña jaula, y él, era el dueño.
Intenté buscar algo con qué defenderme, pero no encontré nada que Pablo pudiera creer.
–¡Yo no lo hice! –le dije de nuevo.
Pero no sirvió de nada, porque me dio una bofetada tan fuerte que caí al suelo. Claro, no tenía que preocuparse de que me vieran en la escuela así ya que había sido suspendida.
–Cállate–me dijo–, estoy harto de ti, eres un estorbo. Me causas problemas, tonta, tonta, tonta.
Se giró para irse y me dijo:
–Y por si no lo habías pensado; estas castigada hasta que yo quiera.
Y se fue dejándome ahí en el piso.
Creí que mi hermano iba a salir de su habitación, pero al parecer había salido de casa, sólo esperaba que regresara antes de que Pablo lo notara.
Me quede ahí por tres horas, en silencio, sin hacer nada; sólo pensar.
En que el clima era frio adentro, y las paredes eran gruesas, pero fuera de ellas había un cielo estrellado y un clima cálido.
El problema era que yo estaba dentro.
Después de esas tres horas me levanté con la cara palpitando, sacudí mis pantalones y fui a mi habitación. Tomé mi celular y envié un mensaje:
JenniferM: Hola, tú.
Creí que no me contestaría, pero necesitaba hablar con alguien.
Javier: Es bueno recibir un mensaje tuyo 😊
JenniferM: Es bueno tener alguien con quien platicar.
Javier: Si, siempre lo es.
Seguimos así por horas, hasta que le confesé que era lo que me había pasado en la escuela, pero sin contarle lo que pasó con Pablo, algunas cosas la gente no las quería escuchar.
Javier: Las personas hablan demasiado, eso no significa que sepan de lo que hablan.
JenniferM: Lo se, pero no es tan fácil ignorarlos.
Javier: Sabes que no eres ella, no?, y que lo fueras no debería hacerte sentir avergonzada, quien se debería avergonzar es quien las publico, es la muestra de debilidad y cobardía mas asquerosa que he conocido.
JenniferM: ♥ 😊
Javier: Y... cuando nos veremos otra vez?, recuerda que toca entrenamiento.
JenniferM: No creo que pueda ir, estoy castigada hasta nuevo aviso.
Javier: ☹
Escuché la puerta de entrada cerrarse.
Me levanté y me encontré a mi hermano.
Ahora era él el que evaluaba mi rostro. Se acercó lo tomo y me miro a los ojos con pena, diciéndome:
–Me entere de todo, lo siento.
Y me arranque a llorar.
Era uno de esos momentos en donde simplemente no puedes parar, me sentía como una niña pequeña llorando en los brazos de mi hermano.
Sólo que esta vez no creía en cuentos de hadas, porque sabía que la realidad de ellos sólo eran las brujas y los dragones.
Respirar y exhalar, tan involuntario, y tannormal, como derrumbarse,
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