Capítulo 2
Mis amigas se acercaron cuando vieron que se alejó Javier.
Alexa fue la primera en sentarse y en hablar:
–¿Qué fue todo eso, chica?
Medite un poco mi respuesta antes de hablar, y que sus mentes se dirigieran a otro lugar.
–Nada– conteste susurrando, ya que Javier y sus amigos no se habían ido. – sólo... me invito algo, pero me negué
Javier me seguía mirando desde su asiento de la mesa del frente, y me ponía nerviosa, seguía evaluándome, y yo solo quería correr y esconderme debajo de la mesa– lo cual ocurría muy seguido–.
–Cariño, los chicos no te invitan algo de tomar por nada– me contesto Alexa con una mirada de diversión en sus ojos cafés– claro, a menos que se quieran acostar contigo.
–Alexa, nos seas sexista–le recrimino Astrid, una feminista, y a favor de los derechos de la comunidad LGBT, en parte porque pertenecía a ella.
–Bueno, yo he tenido más experiencia con chicos que tú– le recordó Alexa, refiriéndose a la homosexualidad de Astrid.
En realidad, a Astrid no le molestaba, e incluso decía que no iba a marcar su sexualidad nunca, pero todas sabíamos que le atraían más las chicas, incluso había salido con algunas, nunca nada serio ni duradero.
–Touché– contesto Astrid.
Francisca seguía expectante a que agregara más, pero como yo no planeaba hacerlo, me lo pregunto directamente:
–¿Qué más te dijo?
–Nada...
Sabía que esa respuesta no le iba a ser suficiente así que agregué:
–Dijo que tal vez nos encontraríamos de nuevo.
Alexa lanzó una mirada a la mesa de enfrente donde se encontraba Javier platicando con sus amigos, un chico de pómulos marcados y cabello negro rebelde, y Alexa le lanzo una mirada coqueta, así es ella, con su vida de "Sólo se vive una vez", por eso hay que vivirla lo mejor posible.
El chico de cabello rebelde sacudió la cabeza y le sonrió de vuelta.
–¿Qué tal que vayamos a presentarnos? – sugirió Alexa.
–No– dije automáticamente.
Francisca me envió una mirad de que no lo iba a dejar pasar.
–¡Si! –dijo toda efusiva y nos a presentarnos.
No, no, no, no.
No.
No quería acercarme a él, no quería que se presentaran porque de primeras yo jamás debí haberlo hecho, no me gustan los desconocidos, porque cuando no conozco a alguien tiendo a retraerme, y me siento estúpida, y no me gusta sentirme así,
Jamás conoces del todo a nadie y conocerlo siempre es un riesgo.
Pero Alexa no era muy consciente de ello, o simplemente no le importaba, como la mayoría de las cosas, y yo no quería quedarme sola en la mesa mientras todas mis amigas iban a saludarnos.
Es más fácil hacer que los otros decidan por ti.
Alexa se levantó, seguida por Astrid y Francisca que jugaba con su cabello teñido de rubio.
Suspire.
–Hola, chicos–les saludo Alexa inclinándose brevemente para ver al chico que le había sonreído.
Y a mí me observaba Javier, claramente interesado.
–¿No se quieren sentar con nosotros? –nos preguntó el chico de gorra roja y cara amable.
Yo voltee a ver a Javier y este asintió.
Alexa fue la primera en sentarse, alisando su falda, traía un típico atuendo de viernes por la noche para salir: falda negra y un top rojo, yo en cambio vestía; un pantalón corto floreado y una blusa de un gato, era delgada y podría darme frio si no estuviéramos en agosto.
Me senté enfrente de Javier, y me dio una inclinación de cabeza, junto con un fantasma de sonrisa.
–Hola, de nuevo–me dijo– vamos directos con las presentaciones, este de al lado es Ulises –dijo señalando al chico que nos había invitado a sentarnos.
–Yo soy Iván–nos guiño un ojo–, señoritas
Iván era el chico que estaba sentado frente a Francisca de ojos azules y piel bronceada al igual que Javier.
–Y él es Sam–dijo Javier señalando a el chico que le coqueteo a Alexa, y que aparentemente seguía haciéndolo, porque no nos ponía mucha atención a nosotros.
La mesera llego y tomo las ordenes de mis amigas y yo, ya que los chicos ya habían ordenado.
Yo pedí lo de siempre; una pizza vegetariana.
Sentía mis mejillas calientes al estar frente a Javier, me miraba sin intentar ocultarlo... hasta que finalmente hablo:
–Supongo que deberíamos aprovechar para conocernos, ¿no lo crees?
Asentí con nerviosismo.
–Podemos utilizar la vieja táctica de las escuelas con alumnos nuevos – le sugerí y me arrepentí de hacerlo.
–¿Cuál?
–Decir nombre, edad, fecha de nacimiento, comida favorita.
Javier se quedó pensativo por un momento y luego me contesto:
–Bien, Javier Ochoa Méndez,5 de marzo 20 años, y comida...–se quedó pensativo–espagueti
–Jennifer Martínez Villa, 16 de septiembre,18 años, y comida también espagueti.
Siempre era incómodo para mi presentarme, porque sabía que siempre estaba entre líneas la misma pregunta; ¿quién eres?, y sinceramente, no tenía ni la menor idea.
–¿Naciste es día del grito de dolores? – me pregunto.
–Sí, mi madre literalmente estuvo dando gritos de dolores.
Y Javier se rio, era un sonido de locura musical, algo inexplicable que me hacia sentir un cosquilleo y me hacía sonreír, como si fuera una reacción natural.
Astrid jugaba con las puntas moradas de su cabello, esa era clara señal de aburrimiento, levanto la cabeza y pregunto casualmente:
–¿Y que hacen por este pueblo?
Ellos intercambiaron una mirada misteriosa.
–Solo... cosas–Contesto Iván despeinando su cabello.
Obviamente esa no era una respuesta para nosotras y menos para Astrid, Francisca se lo tomaría como un divertido misterio, pero Astrid no se queda así, sabía que sacaría el tema después.
–¿Sabes? –se inclinó Javier hacia mí, como si compartiera un secreto especial entre nosotros dos–me gustaría una guía de turista, para, ya sabes, conocer mejor el pueblo.
Entendía lo que trataba de decir, solo no sabía si yo sería la persona indicada. No era aventurera, y no lo podía mostrar mucho, primero porque ni yo conocía mucho, y segundo porque había muy poco que mostrar.
Mis amigas me lanzaron una mirada de complicidad.
–Yo...
–No me contestes ahora–me interrumpió–, dímelo la próxima vez que nos veamos.
Asentí con la cabeza.
Javier solo comía sus papas fritas, mientras él y sus amigos veían el boxeo en la televisión del restaurante, él y Sam parecían saber bien de lo que hablaban.
–¿Sabes de boxeo? –le pegunte.
–Se boxear en realidad–me contesto mirando la pantalla de la televisión.
Observe su condición atlética, y claramente parecía que practicaba algún deporte, sus brazos musculosos, lo dejan ver.
–¿Y tú? –me pregunto volviendo a observarme.
–No soy mucho de deportes, a decir verdad–le contesté, claro que no le dije de mis caminatas nocturnas, o de mis antiguos paseos nocturnos en bicicleta, mi verdadera adicción.
Asintió como esperando esa respuesta.
–Entonces , ¿a que dedicas tu precioso tiempo libre ?–me pregunto.
A cosas aburridas
No suelo hacer mucho, caminar, pensar, desvelarme viendo cualquier cosa en la web y... leyendo, la única y mejor escapatoria de mi vida
–Leer.
Vi brillar sus ojos.
–Oh, mi libro favorito es Los Miserables,¿ y el tuyo?
–Orgullo y prejuicio.
–Romance
–Si.
Javier me sonrió, y paso a comentarme que estaba buscando trabajo, pues planeaba quedarse un poco más de tiempo. Le sugerí trabajar en el Gimnasio de Anahí, la hermana de uno de mis amigos, Patricio.
Anahí era una mujer de 30 años, que había logrado hacerse de un Gimnasio, con eso mantenía a Patricio, ya que, al morir sus padres, ella se había quedado con la responsabilidad, era amable, pero determinada, y estaba segura que no le negaría el trabajo a Javier.
–¿En serio crees que me daría trabajo? –me pregunto con interés brillando en sus ojos.
–Si–le conteste.
–Pero...¿ de qué?
–Dijiste que sabias boxear, ¿no? –se ensombreció su mirada–, ella te dejaría dar clases, estoy segura que habría muchas personas dispuestas a tomar clases.
Eso pareció animarle un poco.
–¿Tal vez tu podrías llevarme con ella? –me pregunto.
–Seguro–le conteste con una pequeña sonrisa.
Al terminar y despedirnos, regrese a casa, por suerte dos horas antes del toque de queda.
Pero al regresar no me recibió mi padrastro con un televisor a todo volumen, y sus preguntas sobre qué hice y dónde estuve; pero no le importaba mi vida, le importaba que los vecinos no lo asociaran con una hijastra mala.
Incluso llevó tiempo que aceptaran mis salidas nocturnas, suerte lo hicieron, o mínimo no les importó lo suficiente. Bueno, a mi madre no le importó porque toma demasiados antidepresivos que cuando deja de hacerlo se pone demasiado agresiva.
Como esa noche.
Mi madre y Pablo discutían en su habitación, y yo, no tenía ganas de saber la razٗón.
Estuve en mi habitación hasta que sus gritos no eran lo suficiente silenciados con música en alto volumen al estar mi habitación a su lado.
Me levanté de mi cama y fui a la habitación de mi hermano, él se encontraba viendo un vídeo sobre ciencia y otras cosas.
–Hola, Ari–le dije desde la puerta.
Ari era el apodo cariñoso que tenía con él.
Me sonrió, y me invito a pasar.
Después me senté su lado.
Los gritos se hicieron más fuertes, y mis oídos no lo soportaban.
¿Por qué tendemos a alejarnos más con gritos?
Era sólo una tormenta en un vaso de agua, pero, esa tormenta tenía rayos y truenos, y nos afectaba a Ari y a mí.
En ese momento desee con todo mi corazón ser capaz de bloquearlos, bloquear mis sentimientos, dejar de sentir, e incluso; dejar de ser. Sería más fácil, pero menos único.
Menos yo.
Ariel vio mi cara, dejó lo que estaba haciendo y tomo mis manos.
–Te juro que cuando termine la preparatoria no iremos de aquí.
Lo mire a los ojos, esperanzada.
–¿De verdad?
–De verdad.
Quería pensar que de verdad eso pasaría, pero, ¿serviría de algo? ¿me haría una nueva persona, o sólo otra asustada chica en una nueva ciudad?
–¿A dónde iremos? –le pregunté.
–A la Ciudad de México.
Esos pequeños momentos, en los que mi hermano era mi rayo de luz en una oscuridad demoledora, sentía que tal vez, sólo tal vez, era posible.
Tal vez algún día.
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