La Marca de La Muerte...

"El origen de este relato es incierto. Nadie sabe con exactitud cuándo o cómo ocurrieron los hechos en realidad. Pero como en toda historia existente: Hay trazos de verdad en ella.

Ya depende de uno en qué creer y en qué no.

Según se cuenta, todo ocurrió en un pequeño pueblo del que ya no queda rastro alguno. En el las personas vivían en completa normalidad, hasta cierto grado en monotonía. Más todo eso cambió de la forma menos imaginada, cuando lo que comenzó cómo una dicha, terminó en una condena.

No se sabe bien si fué de día o de noche, sólo se coincide en que en ese momento la naturaleza se hacía notar a través de una brava tormenta que sacudía los árboles con fuerza, amenazando con llevarse todo a su paso, mientras que fuertes relámpagos rompían el cielo.

Aún así, contra toda lógica, aquél endemoniado clima cesó de golpe en el instante en que dos sonoros llantos se hicieron oír desde el interior de una pequeña cabaña, en cuyo abrigo dos jóvenes padres cargaban con suma delicadeza a dos pequeñas gotas de agua que llegaron al mundo después de un arduo trabajo por parte de su madre quien los dió a luz antes de lo pensado. Y aunque en un comienzo temieron que ni ella o los bebés lo lograrían, la realidad fué otra y los tres lo consiguieron.

En pueblo entero se llenó de gozo y alegría. Era la primera vez que veían nacer a dos pequeños juntos, y a pesar de las condiciones y las problemáticas, ambos llegaron al año sin dificultad alguna.

Eran un milagro. Y todos sus vecinos cuidaban de ellos como si fueran un tesoro preciado.

Sus nombres no se recuerdan, pero se conoce que sus significados eran "Calma" y "Tormenta".

Lamentablemente, la calma que reinó trás aquella noche tormentosa, no duró lo suficiente.

Meses después de que cumplieran su primer año de vida, su madre comenzó a padecer de una inusual enfermedad que la hizo quedar en cama al poco tiempo. Y tristemente, por más esfuerzos que hicieron, su vida terminó al año siguiente.

Lleno de pena trás la muerte de su esposa, su padre le pidió ayuda a su hermana para poder cuidar de sus hijos de a penas dos años, y ella no dudó en aceptar. Las cosas parecieron normalizarse con el pasar de los meses, pero al cumplir los pequeños cuatro años de vida, nuevamente la muerte se hizo presente, llevándose la vida de su padre mientras éste cumplía con su trabajo.

Sin nadie más en aquél pueblo, su tía decidió acogerlos y llevárselos a su hogar lejos de aquel lugar lleno de desdicha. Todo marchó bien a partir de ahí, los años pasaron con simpleza y tranquilidad donde los pequeños de a poco dejaron de ser niños hasta llegar a la etapa del desarrollo conocido como la adolescencia. Ella, una jóven recatada como toda una dama, y él, un jóven hábil que se inclinaba más a la vida que habían tenido sus padres.

Aún así, ninguno lograba encajar. A pesar del amor y compresión de su tía, ambos seguían siendo simplemente dos niños de los que ella se apiadó.

Y todo eso quedó más que claro el día en que recibieron la noticia de que la mujer había perdido la vida durante uno de sus viajes, cuando sin pensarlo dos veces su tío los echó a la calle como si no fueran más que parásitos de los que quería deshacerse desde hace años. Muy poco le importaba lo que pudiera pasarle a un par de huérfanos.

Desolados, decidieron regresar a su pueblo natal creyendo que aquellos que los vieron nacer tal vez tendrían más piedad. Pero grande fué su sorpresa al descubrir que muchos de los vecinos que tuvieron sus padres y que cuidaron de ellos, habían muerto o abandonado el pueblo años atrás. Y para empeorar, la mayoría de los que aún los conocían, no parecían poseer el mismo entusiasmo de antes ante su presencia. Aún peor, lo rumores de la muerte de su tía habían sembrado un temor hacia el posible hecho de que cargarán con una maldición o "castigo divino", y lo que en un comienzo los hacía ser un milagro, ahora los hacía parecer un error, un mal que no debió llegar al mundo.

Aún así, pese al miedo de muchos, la realidad era que todo eso se basaba en meras suposiciones y ningúna era lo suficientemente fuerte como para negarles el derecho de reclamar el hogar que aún le pertenecía a su familia, por lo que se vieron obligados a dejarlos quedarse.

Los años siguieron hasta que los hermanos alcanzaron la adultez, y con ella, más tranquilidad. No habían ocurrido más muertes que no fueran por causas naturales, e incluso llegaron a tener un lugar en el pequeño pueblo sin más inconvenientes.

Todo parecían ir para bien.

Pero como todo en sus vidas, eso sólo era la calma antes de la verdadera tormenta.

Una misteriosa plaga se había adueñado del pueblo entero, provocando muertes tanto de adultos como de niños. Nadie se salvó de sufrirla, aunque fuese sólo sus síntomas. Los únicos que parecían no padecer ese mal, eran aquellos dos hermanos que nacieron bajo una tormenta y que la muerte gustaba de seguirlos.

De inmediato, el miedo que parecía haberse desvanecido, volvió a florecer con más fuerza y violencia. Las acusaciones no se hicieron esperar, las palabras "bruja" o "demonio" no tardaron en hacerse oír. Las cosas comenzaron a salirse rápidamente de control y el temor por sus vidas llevó a los hermanos a tomar la decisión de huir de aquel pueblo.

Sólo había un "pequeño" detalle, y es que el hermano se había enamorado de una muchacha que deseaba ir con ellos.

La hermana dudó, pero si aquella joven deseaba estar a su lado a pesar de su mala fama, significaba que lo que sentía era sincero, por lo que aceptó que escapara con ellos. Ahora el único problema era que los padres de su nueva hermana eran unos de los que los despreciaban, por lo que si iba a ir con ellos, tendrían que hacerlo en secreto.

Esperaron al anochecer, decididos a usar la oscuridad como refugio. Pero no contaron con que serían seguidos por la familia de la jóven, quienes no dudaron en llevársela a la fuerza dejando al muchacho malherido.

Su hermana aterrada intentó ayudarle, pero no había mucho que ella pudiese hacer. Es así como, devastada, sólo le quedó contemplar como poco a poco la vida abandonaba a su hermano. A su única familia.

Nadie la ayudaría.

Quedaría completamente sola.

Sintiéndose abandonada por la vida, que tanto se había empeñado en quitarles todo, sólo le quedó rogarle a la mismísima muerte que no se llevara lo que único que le quedaba, a su razón para aferrase a tan miserable existencia donde no importaba lo que hicieran, ellos siempre serían un error. Uno que no debió de existir. Sólo la compañía del otro les había servido como apoyo tras la muerte de sus padres y de su tía.

No quería perderlo a él también.

Y si no podía salvarlo... Entonces prefería irse a su lado.

De repente, un frío abrazador caló en sus huesos. La luna se ocultó dejándola en oscuridad. Y toda la naturaleza a su alrededor pareció detenerse de golpe.

Él tampoco desea dejarte —susurró una voz que no era ni de hombre, ni de mujer. En un tono ni tan grave, ni tan agudo. Y no supo decir si estaba cerca o lejos. Más la calma que le transmitía, hizo que un escalofrío diferente la recorriera. Supo enseguida a quién le pertenecía y su corazón se saltó un latido por ello—. Aunque su corazón ya no late, él sigue luchando. Eso es inusual. Un alma que se aferra a la vida a pesar de ya no poseerla, es tanto admirable, como lamentable.

Ayu... Ayudalo, p-por favor —suplicó entonces, en un hilo inestable—. Te daré lo que desees, haré lo que pidas, pero te lo ruego: Salva a mi hermano.

¿Estás segura de eso? Recuerda que con la vida y la muerte no se juega. Todo tiene un precio —le recordó, aún con ese tono pausado, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Lo que sea, lo que pidas, sólo tráelo conmigo, te lo imploro.

El silencio se hizo presente, un silencio tan sepulcral y tortuoso que la jóven temió haber alucinado debido al dolor y la desesperación.

Lo haré —accedió la Muerte, rompiendo el silencio—. Sólo porque ambos en verdad lo desean. Pero, a cambio, tanto ustedes como su descendencia tendrán que servirme, tanto en vida como en muerte. Sus almas quedarán marcadas hasta que este mundo vea su final.

Ninguno lo dudó, y aceptaron.

Lo que alguna vez fué frío pronto se convirtió en calor, y en donde hubo una vez silencio, logró oírse el resonar de un latido, seguido de muchos más.

Marcas se dibujaron en su piel indicando ahora cuál era su papel.

Un papel que se convertiría en el legado de generación trás generación.

Una marca que perdurará tatuada en el tiempo.

Una a la que se teme.

Una a la que se respeta.

La Marca de La Muerte".


Lola.

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