La Gatita de Mamá...
DC Fic
Catwoman hacía de las suyas, lo típico.
¿Qué diferencia a este robo de otros?
Que no está sola.
Aunque, no es la primera vez la ladrona se alía con algún otro criminal. La cuestión es que este no es el caso.
Su compañero, o mejor dicho, compañera, se trata nada más ni nada menos que de una joven desconocida por todos, pero que a juzgar por como interactúa con la mujer y la forma en la iguala sus movimientos sin problemas, ellas sí que se conocen.
Otra cosa llamativa es la forma en que la criminal protege a la muchacha encargándose de los oficiales que intentan detenerlas mientras la deja a ella hacerse cargo de sacar el botín sin intervención alguna.
—¡Todo listo jefa! —le informa, terminando de amarrar la segunda bolsa con joyas.
—Regresemos a casa entonces —lanza otro golpe, y el último hombre uniformado cae inconsciente.
Una vez sin más obstáculo, Catwoman coge uno de las bolsas, y entre saltos escalan la joyería para emprender rumbo hacia su vehículo escondido en un callejón cercano.
Todo parecía ir bien, hasta que dos sombras voladoras se hacen presente aterrizando a unos metros por delante. De inmediato ambas se ven obligadas a detenerse, y la mayor se interpone cubriendo con su cuerpo a la menor.
—Vaya, vaya querido, cuanto tiempo sin verte —saluda jovial la ladrona, con su soltura de siempre—. Veo que tienes a otro pajarito contigo, ¿Cuántos son con él? Creo que ya perdí la cuenta.
—No estamos aquí para tus juegos, Catwoman —responde el murciélago, ignorando todo lo dicho por la gata.
—La paternidad te pone de mal humor.
—Y a tí te llena de energía por lo que veo.
La mirada del hombre se desvía a sus espaldas, provocando que se interponga aún más entre ellos.
—¿Por qué la ocultas de nosotros? ¿Quién es ella? —exige saber el pequeño Robin, dando un paso al frente.
—¿No te han dicho que los niños no deben meterse cuando los adultos hablan? —intenta burlarse, para así desvíar la atención.
Pero entonces una risilla a espaldas de la mujer se hace escuchar, y el menor aprieta los puños comenzando a enfadarse con ambas.
—Suficiente, Selina —retoma Batman la palabra, y el hecho de que haya usado el nombre civil de la mujer, les deja en claro que esto de verdad no es un juego—. Desapareciste por casi una década, luego vienes y robas una joyería cuando la última vez que nos vimos me dijiste que dejarías de hacerlo, y para completar esta cadena de sorpresas, ahora tienes a una compañera no mucho mayor que Robin.
—¿Qué te puedo decir? Soy una mujer llena de sorpresas.
—Selina... Hablo en serio.
Un tenso silencio se hace presente trás eso, uno donde el murciélago y el petirrojo no apartan la mirada de ambas gatas que se miran entre sí como si en sus ojos hubiese un mensaje oculto que sólo ellas entienden.
—Si te lo digo... Tendrás que ayudarnos —regresa a ellos, y la seriedad en su voz sólo agranda la curiosidad de los contrarios.
—Dependerá de lo que digas.
•~•~•
Se encuentran ahora en la cueva del murciélago y sus aves. Los adultos han dejado atrás sus máscaras para hablar seriamente como las personas normales que se supone que son.
—Veo que la familia a crecido en mi ausencia, ¿Debería felicitarte por tener a un nuevo petirrojo?
—No hemos venido a discutir mi vida en estos últimos años, sino la tuya.
—Lo sé, lo sé, pero tú sabes lo curiosos que somos los gatos y quisiera que así como te estoy confiando esta información, tú también confíes en mí, Bruce.
—Te lo repito, todo dependerá de lo que me digas y lo sincera que seas.
—Es justo —cede al final, cruzándose de piernas en el asiento acolchado que trajeron para ella—. Su nombre es Reina, un nombre bastante pretencioso lo sé, pero así lo decidió su madre —comienza a relatar, y aunque quiso parecer relajada con aquel comentario, el tono jovial que intentó imitar, terminó sonando demasiado forzado—. Su madre era una vieja amiga, nos pusimos en contacto cuando decidí "comenzar de nuevo" y me invitó a visitarla en su nuevo hogar para conocer a su esposo y su pequeña hija. Creo que te acuerdas de ese día.
—Lo recuerdo, partiste en un barco que zarpó al amanecer después de dejarme una carta.
—Debo admitir que viéndolo desde otra perspectiva, fué una acción muy melodramatica de mi parte —reconoce, sonando entre divertida y apenada—. Por favor dime que aún la tienes.
—Por su puesto que la tiene —interviene un tercero desde la distancia, y ambos observan al tan apreciado mayordomo dejarles una charola con galletas y vasos de leche tibia a los tres jóvenes que aguardan a la distancia. Robin toma lo suyo mirando directamente a la chica alejada de ellos para que se mantenga así, y Red Robin deja de lado la tablet con la que informaba a los demás de la situación para tomar su respectivo vaso y galletas—. Se que no están cómodos, pero esa no es excusa para olvidar sus modales —reprende a los menores, y con amabilidad le acerca la charola a la jóven.
—¡Que bueno verle de nuevo, Alfred! —saluda Selina, de verdad felíz de ver al hombre mayor después de tanto tiempo, y éste no duda en regresarle el saludo con la cordialidad que lo caracteriza— Y que lindo es saber que de verdad guardaste mi carta —se dirige ahora al hombre que tiene en frente, y éste carraspea para alejar la vergüenza—. Pero dejando eso de lado, debo seguir —decide proseguir, y Bruce lo agradece en sus adentros—. Llegué con mi amiga y decidí quedarme un tiempo para relajarme, convivir juntas y conocer más a la pequeña Reinita, ya sabes, lo típico. Todo estuvo bien los primeros tres años, hasta que una noche, en plena madrugada, mi amiga me llamó alterada, unos sujetos habían matado a su esposo y ella apenas y había logrado huir con Reina, pero estaba herida —el relato se pone intenso rápidamente, y de reojo la mujer observa a la ahora adolescente sacarle la lengua a un furioso Robin para luego morder su galleta como si nada. Pero justo cuando sus miradas se cruzan, ella regresa al frente—. No dudé en ayudarla. Enseguida la llevé a un hospital y me quedé cuidando a su hija mientras la atendían, pasaron un par de horas antes de que viera entrar a unos tipos sospechosos y antes de que pudiera hacer algo, armaron un tiroteo en el hospital, donde mataron a Rosaura dejando a Reina huérfana —su garganta duele al decir lo último. Rosa era de las pocas amistades que sabían su secreto y aún así le tuvo la confianza para llevarla a su hogar—. Huí con ella en cuento ví la oportunidad y eso es lo que hemos estado haciendo los últimos años.
—¿Quienes erán esos sujetos? —le interroga, y no pasa por alto cómo poco a poco el instinto de detective se activa en el hombre.
—Según descubrí, eran matones que gentilmente el cuñado de Rosa contrató —responde con pausa, recordando con exactitud lo que pudo averiguar con sus "contactos"— Aparentemente, cuando el abuelo de Reina murió, le dejó a su hijo mayor todas las empresas que él dirigía, pero, todo el dinero que adquirió a lo largo de su vida, se lo dejó a su hijo menor para el cuidado de su nieta y su futuro. Obviamente esto no le gustó al "heredero", pero resulta que el anciano no era tonto y dejó oculto el código para tener acceso al dinero en un rubí que le regaló a la niña unos meses antes de morir. Fué por eso que trás matar a su hermano y no encontrar nada, decidió ir tras Rosa creyendo que ella lo tenía. Pero la realidad es que el regalo de Reina no fué un rubí como tal.
—¿Y tú sabes dónde está?
—Por supuesto —asiente, más no revela nada como el murciélago esperaba—. Desde esa noche hemos estado huyendo. Al comienzo no entendía por qué la querían, pero hace un par de años descubrí lo que te acabo de contar y entendí que la cabeza de Reina tiene precio —su tono baja, y se relame los labios algo inquieta por lo que está a punto de decir—. En un comienzo creí... Creí que podría mantenerla a salvo el tiempo suficiente, pero me estoy quedando sin recursos, fué así como decidí regresar.
—¿Y volver a robar?
—Ese era el plan B. El A era buscarte a ti... Pero no estaba muy segura.
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión?
—Reina... Se a convertido en una hija para mí, y quiero que tenga la vida que yo nunca tuve, pero para dársela necesito apoyo.
—Y dinero.
—Oye, la maternidad no es barata —se defiende.
Y justo cuando el contrario estaba a punto de soltar su opinión, un estruendo proveniente del área de los niños los hace ponerse de pie casi al unisono.
—¡Estúpida gata callejera!
—¡Cállate engendro del demonio!
—¡Casi tiran las galletas de Alfred!
—¿¡Qué está pasando!?
—¿¡Quién va ganando!?
—¡No me lo van a creer! ¡Le están dando una paliza al demonio de tasmania! —les informa el jóven detective, girando la cámara de la tablet para que el resto puedan apreciar el combate también, sonando más felíz de lo que se supone debería estar al ver cómo la chica somete al menor contra el suelo y este se sacude como pez fuera del agua. Y todo esto mientras disfruta de las gloriosas galletas de Alfred— ¡Dale con la silla!
—¡Tim! —reprende Dick enseguida, mirando con horror la escena que se desarrolla.
—¡Jajajajaja! ¡Debo llamar a los demás! —y todo lo contrario a él, Jason lo admira con burla hacia el menor.
—¡Tú no harás nada, Jason Peter Todd!
—¿Está bien que digas su nombre delante de una desconocida? —señala la pelirroja que también se ve en la pantalla.
—¡No estás ayudando, Basb!
—Esto me trae muchos recuerdos... —comenta entonces Alfred, de pie junto a los adultos que observan la "pelea" que se está desarrollando entre la joven gatita y el pequeño petirrojo—. Bienvenida al maravilloso mundo de la paternidad, señorita Kyle.
•~•~•
—¿De verdad teníamos que dejar las joyas con esos idiotas?
—¿De verdad tenías que atacar al pequeño Robin?
—¡Él fué quién empezó! ¡Me jaló del cabello! ¡Eso es jugar sucio!
—Le rompiste la tablet al pobre de Tim que no te estaba haciendo nada, es más, te apoyaba a tí durante la pelea.
—Debo reconocer que ahí si me pasé. Le debo una disculpa.
—¿Sólo a él?
—Si el otro me paga la peluquería, tal vez considere la retoma posibilidad de disculparme.
Ante la negación de la chica, Selina se limita a rodar los ojos con resignación y despeinarle aún más el cabello mientras se adentran en su pequeña departamento. El señor Wayne les había ofrecido quedarse en su mansión, pero ante la oposición del menor, Kyle prefirió ahorrarse la futura riña que se podría armar entre su gatita y el pajarito.
Es así como están de regreso en su más reciente hogar, donde reemplazan sus trajes con temática de gato que usaron para ejecutar el robo —que a fin de cuentas no sirvió de mucho ya que la mujer se vió obligada a dejarle al murciélago las joyas. Pero a cambio recibió una pequeña donación para mantenerse a flote ella y a su pequeña— por unas cómodas pijamas para así sentarse a comer y luego ir a la única recamara con dos camas para dormir al menos las tres horas que restan antes de que amanezca.
—¿Tendremos que volver mañana donde el señor Wayne? —indaga Reina, sentada en su cama mientras se peina el cabello con las manos.
—Bruce se ofreció a ayudarnos, así que sí —le responde la mayor, acomodándose a su lado para quitar las manos de la joven y cepillar su cabello con un peine.
—¿Confías en él?
—Se que la primera impresión no fué la mejor, pero te aseguro que podemos confiar en ellos.
—¿Incluso en el pequeño engendro? —cuestiona, y la pelinegra reprime una risilla ante la forma de la chica para referirse al menor.
—Bruce me dijo que la madre de Damian lo crío de una forma bastante... ¿Peculiar? —duda, ya que "peculiar" no sería la palabra exacta que ella usaría, pero es la más... Apropiada en este momento—. Sólo hay que tenerle mucha paciencia y... Compresión.
—Demasiada —recalca la joven, y ambas ríen un poco ante eso.
Pasan un rato de silencio en lo que Selina termina de peinarla, y Reina juega con el pequeño señuelo de relicario que cuelga de su cuello, en cuyo interior yace el rubí que tantos problemas les a causado.
Muchas veces a pensado en deshacerse de el, pero la realidad es que le pertenece por derecho y su tío ya le a quitado demasiado.
—¿Crees que podamos dejar esta vida pronto? —suelta la pregunta al aire, y por un momento la mujer se detiene en su tarea— ¿Crees que... Podamos vivir tranquilas como querías?
—Por supuesto que sí —le asegura sin titubeos, y dejando el peine de lado, la hace girar para mirarla a los ojos... Unos ojos azúl grisáceo que heredó de su madre—. Una vez dejemos a tu tío atrás y puedas tener acceso a tú herencia, podrás tener la vida que deseas. Podrás ir a vivir a dónde quieras y estudiar en la mejor universidad de moda que exista para así convertirte en la exitosa diseñadora que sé que estás destinada a ser.
—¿De... De verdad crees eso?
Su tono es bajo y algo inseguro. Eso provoca que el corazón de Selina se estruje.
Lleva años cuidando a la niña como si fuera suya. En un comienzo no tenía muchas esperanzas de lograrlo, más Reina le demostró rápidamente que era más fuerte de lo que parecía.
Aún así, eso no quita el hecho de que apenas es una chiquilla que cumplió los quince años hace escasos dos meses. Es una jovencita con toda una vida por delante. No es justo que haya tenido que pasar diez años de su vida huyendo de un loco codicioso.
Eso la a llevado a pensar muchas veces que ese rubí no es sólo la llave a una fortuna, sino que el abuelo de Reina le dejó algo más a su nieta. Algo que su hijo desea lo suficiente como para seguirlas durante años. Incluso a sospechado que el tipo tiene más poder del que parece. Y eso la asusta.
Fué por eso que decidió regresar a Gotham. Y es por eso que aceptó la ayuda de Batman y su comitiva. Porque sola no puede.
Reina ahora lo es todo para ella, y hará lo que sea para cumplir la promesa que le hizo a Rosa antes de que muriera.
—Te lo prometo mi gatita, lo lograremos.
Este sí me gustó
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