- CAPITULO VII -MUNDO FRIO (PARTE 2)
III
Las dos chicas, en su metamorfosis, caminaron cuesta abajo hacia el pequeño pueblo de iglúes. Quien sabe que cosas extrañas, desde lo curioso hasta lo enfermizo, podría depararles en esta parte del abandonado y prácticamente solitario tumulto de montículos de piedra, glaseadas de nueve, la nieve más fría de todos los tiempos.
Abby miró con cierta premonición hacia los iglúes, mientras Diane, con un poco más de sentimiento aventurero, caminaba sin ningún tipo de cuidado.
-Espera – Dijo Abby corriendo hacia Diane, resbalándose con la nieve del lugar,
-No, tenemos poco tiempo y el tiempo es oro – Dijo Diane.
-Estoy hablando de otra cosa, Diane – Dijo Abby intentando caminar hacia Diane sin resbalarse - ¿No te parece... abandonado este lugar?
-Todo el sitio lo está, Abby.
-Si, lo sé, pero...
- ¿Te asusta? – Dijo Diane, con cierta burla en sus palabras.
-No en realidad... me hace sospechar mucho y lo sabes mejor que nadie Diane. Desde que viví en Manhattan supe que en lugares así se es mejor tener precaución.
-Pero aquí no existen los asaltantes ni los criminales.
-Un silencio abrumador con neblinoso viento solo adornan esta aldea fantasma, de iglúes y silencio...
-Ya dijiste dos veces silencio.
- ¿Y que querías que dijera? Hay demasiado silencio como para siquiera pensarlo. Hasta la voz de mi cabeza se ha vuelto más ruidosa aquí.
-Mejor no piensas en tu cabeza, deja de pensar y solo concéntrate en lo que tenemos que hacer, y eso es buscar las vísceras de Pecci.
-Eres tan fría conmigo... ¿Dónde quedó todo aquello de "eres mi única amiga" y cosas así, Diane?
-Lo dije... más no significa que no debamos de caminar un poco más rápido para terminar con esto.
-Si... lo que tu digas Madame.
-Tampoco necesito que tu te sientas así, no deseo maltratarte y mucho menos te hablo mal gratuitamente...
-Si, sí. Cállate y continuemos.
-Ahora soy yo la que debe sentirse ofendida – Dijo Diane riendo, al instante que, mientras caminaban, Abby también se reía de su mal humor que le había causado Diane.
Siguieron su curso, por el paraje frio, ventoso y sin vida que les mantenía anonadadas. Pensando en que era prácticamente imposible un lugar así. Aunque, después de haber visto a un sitio completamente controlado por una criatura pulpo con poderes dignos de una deidad, le parecía ya a Diane y a Abby un objeto de chiste la mera mención del lugar en el que se encontraban. Porque, siendo franco entre ellas, saben de sobra que lo cierto de allí era que cualquier cosa podría pasar; universos anteriores se lo habían demostrado.
No obstante, algo alarmó a Abby. A pesar de lo abandonado del lugar y de como este solo tenía escarcha en el suelo, un sitio en particular le hizo fruncir el ceño.
Delante de ellas había lo que parecía ser una tripa de salchichas; acercándose un poco más, vieron que eran dos.
-Diane – Dijo Abby.
- ¿Qué ocurre? – Dijo Diane acercándose a Abby
-Pásame la piedra que nos dejó Pecci.
Pasando el Luvmendha en las tripas del suelo, estas empezaron a retorcerse, como gusanos o serpientes moribundas.
-En efecto – Dijo Diane – Estas son los intestinos de Pecci. Muy observadora Abby.
-Espera Diane – Dijo Abby, mientras Diane tomaba los intestinos.
- ¿Qué demonios te ocurre ahora? – Preguntó Diane algo irritada.
- ¿No te parece sospechoso?
- ¿Intestinos en medio de la nada? – Diane dijo con un tono melodramático - ¿Acaso esto no te parece mucha suerte? Digo, pienso yo.
-No es eso, Diane – Dijo Abby – Escucha.
- ¿Qué debo de...?
Diane guardó silencio cuando su oído empezó a percibir un ruido peculiar; era similar al de un elefante torturado con el gemido de una foca llamando a su manada; sin embargo, era un llanto más que un alarido natural. Era algo preocupante, cosa que hacía temblar y causarle un vacío en el estomago a Abby; en Diane, solo sintió nervios, que se transformaron en precaución.
- ¿Qué será eso, Diane? – Dijo Abby asustada.
-No se que pueda ser, pero será mejor que tengamos cuidado – Diane tocó el arma dentro de su saco, para tenerla a la mano y atacar rápidamente.
- ¿Será una criatura enorme y horrible?
- ¿Crees que nuestra suerte podría invocar otra? No hemos tenido ya suficientes problemas ¿Verdad?
-No se que cosa puedes creer o crees que yo puedo creer; tenemos que irnos ya.
-Toma los intestinos y vámonos de aquí.
Abby hizo lo que Diane le pidió, y tomando las vísceras, ambas corrieron hacia una zona segura. Entraron en uno de los tantos iglúes, que emanaba un hedor de putrefacción horrible y penetrante.
Ya adaptando su vista, Diane y Abby se encontraron con seres, idénticos a ellas, completamente contorsionados, con vísceras y partes esparcidas por todo el lugar, cabezas en la pared y armas con los cañones oscuros por su excesivo uso. Era una masacre lo que había ocurrido allí, cosa que alarmó un poco más a Abby y alertó más a Diane.
-Tenemos que irnos – Dijo Abby.
-No, tengo una corazonada aquí – Dijo Diane, tomando la piedra y pasándola por todo el lugar.
La piedra no hizo efecto en ninguna parte, hasta que llegó a un montículo de vísceras y piel sangrienta; sonaba agua subiendo, similar a una tubería.
-Creo que encontré algo – Dijo Diane, alejando la piedra y acercándola, para cerciorarse de que la piedra funcionaba y no era solamente una intuición errónea.
- ¿Qué encontraste?
-sostén la piedra mientras meto mis manos aquí.
- ¿Es una broma? – El hedor del montículo le causaba arcadas a Abby, sin embargo, Diane necesitaba que le ayudase solo poniendo la piedra, para así encontrar lo que producía ese ruido.
Metiendo sus manos en la pequeña torre de carne, sintiendo mucha carne sucia, pegajosa y resbaladiza, sintió dos pequeños objetos que se sentían como globos de agua.
Sacándolos con fuerza, sin afectarlos, Diane dio con dos riñones que actuaban frente a la piedra.
-Tenemos dos riñones, Abby ¡Tenemos dos riñones!
- ¿En serio? ¡Genial!
No obstante, Abby se sintió algo dilapidada al escucharse a si misma.
-Diane...
- ¿Sí?
- ¿Acabas de escucharme?
-Si... ¿Qué ocurre?
- ¿Por qué dije eso?
- ¿Decir "¡Genial!" porque encontramos los riñones?
-Si... ¿Por qué eso fue posible?
- ¿No lo habías pensado?
-No...
-Solo déjame tomar los riñones, y busquemos algo para guardar esto y los intestinos.
-Está bien.
Diane y Abby, buscando en todo el iglú, dieron con una bolsa de tela, hecha de harapos y trapos viejos, la cual decía "De Grant" y allí depositaron todos los órganos.
-Debemos salir de aquí antes de que estemos felices con la carne sangrienta del lugar.
-Opino lo mismo – Dijo Abby.
IV
Diane y Abby siguieron caminando por la aldea de iglúes. Todas las casas eran exactamente iguales, con criaturas que antes vivían y ahora eran un conjunto de harapos cárnicos y desperdicio de sangre en el suelo como charcos extensos; casas llenas de gusanos curiosos, los cuales no eran convencionales, ya que supuestamente los gusanos no pueden vivir en lugares fríos como esos.
- ¿Por qué hay gusanos en los cadáveres?
-Quizá es una especie única de aquí.
-Espero que si – Dijo Abby, buscando entre todos los cadáveres y partes descuartizadas, con la piedra en mano, en búsqueda de algo útil. Y de hecho así fue, encontrándose frente a una criatura embarazada, con el vientre abierto, Abby se encontró con lo que parecía ser un estomago; pasando la piedra frente a ella, este empezó a reaccionar, escuchándose la indigestión en él.
Diane se acercó a Abby, siendo llamada por Abby con la mano. Ambas vieron el estomago y Diane estuvo a nada de tomarlo, sin embargo, en el fondo de este, unas manos pequeñas, desnudas, llenas de sangre y un líquido grisáceo empezaron a tomar por la fuerza el estómago.
- ¿Qué? – Dijo Diane.
Viendo como las manos tomaban con más fuerza el estómago, Diane y Abby, al mismo tiempo, tomaron el estómago por sus dos manos y no se detuvieron de forcejear con lo que había en la oscuridad del vientre de la criatura.
Cuando lograron sacar el estómago de allí, Diane y Abby cayeron hacia atrás, y lo que había dentro de la criatura embarazada emergía asomando su cabeza, que era similar a un caballo, con una larga boca, ojos diminutos y orejas humanas, su cuerpo era el de un bebé con pelaje en el cuello y manos con garras. Este se dejó caer al suelo y empezó a gatear hacia Diane y Abby.
Diane no perdió su tiempo, así que, levantándose, caminó hacia el peculiar bebé que los había atormentado.
-Ten cuidado Diane – Dijo Abby.
-No creo que sea peligroso – Dijo Diane, levantando al bebé y acariciándolo un poco en la cabeza; un cariñoso gemido de bebé salió de la criatura.
-Pe-pe-pero...
-Tu tranquila ¿Ves? No es tan malo – Dijo Diane.
Abby se desmayó en el instante que vio como Diane empatizaba con un bebé amorfo.
***
Mahtab era una linda mujer, que vivía en las calles de la ciudadela del imperio persa, siempre tapada con harapos y siendo dilapidada por lo invisible que era para la sociedad. Sin embargo, era así ante el ojo público; su insignificancia jamás daría sospechas de nada en lo absoluto.
Caminando por los pasillos de arena en callejuelas con enormes edificaciones de metales de todos los tipos, que hacían brillar el suelo, Mahtab buscó una escotilla escondida entre jarrones de vendedores ambulantes.
Dejando entrar arena, Mahtab entró en la escotilla, cerrándola ya estando a un metro bajo tierra.
Adentrándose en la oscura habitación, encontró bajo sus pies un trozo de madera viejo, con un poco de liquido en su punta. Con un movimiento rápido, encendió la madera con solo golpearla contra la pared.
El liquido que antes cubría la punta de la madera, al ser golpeado contra el muro de concreto bajo tierra, empezó a emanar una luz roja, y como si fuera una flor inversa, donde escurría el líquido, se levantó lentamente y todas sus partes levantadas se juntaron, formando una llama ficticia, pareciendo una fruta brillante.
Caminando con la llama de la madera, en la oscuridad, por un pasillo repleto de criaturas enmarcadas en fotografías y algunas de ellas disecadas en los muros, llegó a la entrada de una puerta de madera.
Las criaturas que había eran sumamente bizarras. Una de las criaturas disecadas tenía su cuerpo completamente recto, con sus patas de araña metidas en su pequeña cabeza, la cual era similar a la de un calamar, otra de ellas era un pez globo con las agujas de veneno por dentro, teniendo su piel repleta de este; el ejemplar disecado no podía envenenar a nadie, ya que este era solo una masa mucosa que se había impregnado en la criatura.
Abriendo la puerta, Mahtab dejó la antorcha en el suelo, dejando que la fruta brillante regresara a la punta de la madera, volviendo a su estado líquido. Cuando abrió la puerta, una oscuridad penetrante adornaba todo el cuarto.
-He regresado – Dijo Mahtab – He vuelto por lo que necesitabas.
-Me alegra verte aquí, Mahtab – Dijo una voz masculina.
De las sombras, salió un soldado, con ojos azules los cuales emanaban un destello, su piel era pálida y muerta, su cabello era de rizos oscuros, el cual tenía un rifle viejo en su cinturón, con varias medallas en su pecho y una cicatriz en su rostro.
-No me sorprendería que algo impertinente hubiera ocurrido en mi ausencia.
-De hecho, no – Dijo el soldado – Loren no ha tenido problemas, con ayuda de Edward y de Ezra ha encontrado señales en el sector 0, 0, 0, 0, 0, 0.
- ¿En serio? – Dijo Mahtab quitándose todos los harapos viejos, dejando en visto un traje azul con un moño negro. La suciedad en su rostro era real, sin embargo, con un pañuelo pudo limpiarla. Era una mujer sumamente delgada, aunque con figura con curvas, manos delgadas de dedos largos, tes morena, cabello negro con partes decoloradas de color amarillo.
-Bien, Grant – Dijo Mahtab - ¿Qué han encontrado? No puedo continuar con el casco del Mechathra en mis manos... es peligroso para todos aquí.
- ¿Acaso crees que no lo ha sido para nosotros? – Dijo desde el fondo una voz egocéntrica – Grant, un pobre soldado, Ezra, quien no supera...
-No sabes que quieres decir, en lo más mínimo Edward – Dijo un hombre delgado, moreno, con cabello corto, cejas pobladas, algo musculado, vistiendo con ropa de policía sin mangas, un gancho en su brazo derecho y un arete de oro en su oreja derecha.
-Lo sé perfectamente – Dijo un hombre con cabello negro abultado, gabardina café, pantalón crema y una bufanda gris.
-Cállense todos – Dijo Grant, el soldado – No necesitamos más problemas.
- ¡Necesito que vengan, y rápido! – Gritó una mujer.
En la habitación, que era más bien del tamaño de un aeropuerto entero, tenía diversos objetos extraños, como un enorme golem atado con cadenas al suelo metálico, una enorme moneda, verticalmente sostenida, con varios huecos con monedas que se apegaban a los huecos por un cambio en el campo gravitatorio de esos huecos, un gusano hecho a base de errores informáticos, mostrado en una barrera poligonal, encerrado en una capsula repleta de usb killers en los limites de la misma, un montículo de arena, completamente "lobotomizado", siendo ahora manipulable y temeroso ante todo aquel que tuviera contacto con ella.
Había varias escaleras en las esquinas aledañas al centro de la habitación, una de ellas, siendo donde el soldado Grant, el policía Ezra, el excéntrico intelectual Edward, y la siempre amable y alegra Loren, vigilaban a través de una vista representativa, en polígonos sin texturas, en un viejo monitor con un sistema rudimentario pero indetectable por cualquier tipo de inteligencia que pudiera atravesar el tiempo y el espacio.
- ¿Qué has encontrado, Loren? – Dijo Grant, dándole un beso en la mejilla a Loren.
-He encontrado una señal en el sector 0, 0, 0, 0, 0, 0, donde habíamos encontrado antes el extraño casco. O al menos, donde se supone que es originario el casco.
-Demonios – Dijo Mahtab.
- ¿Es una señal positiva? – Preguntó Ezra.
-No necesariamente podemos asegurar si se es positiva o no... esto porque, como saben, este sistema no puede hacer predicciones de tales cosas. Solo da un muestreo, en forma de onda expansiva, que algo se presentó allí.
- ¿No habrá fallado el satélite? – Preguntó Edward.
-No, de hecho, el satélite fue creado con la capacidad de soportar mas de 30,000,000 K, y su sistema es prácticamente venido del sector, con una parte del magma que tenía la pechera de la armadura Mechathra.
-De acuerdo... ¿Y como llegaremos allí? – Preguntó Grant.
-No será necesario hacer siquiera un movimiento – Dijo Loren – Josef viajó hacia el sector desde hace unos minutos. Va dentro del satélite, monitoreando todo.
-De acuerdo... ¿Podremos comunicarnos con él? – Preguntó Mahtab.
-Si... solo que es algo complicado para nosotros, debido a la distancia entre sectores.
- ¿Lo puedes intentar?
-Lo intentaré – Dijo Loren mientras activaba un pequeño dispositivo que estaba cerca del teclado de coordenadas y codificación de la computadora de Loren.
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