- CAPITULO IV -OCHO OJOS (PARTE 2)


IV

Estando en la zona de anatomía humana, Diane saco la piedra Luvmendha, y tan rápido como esta tocó las exhibiciones de fósiles humanos, empezó a percatarse hasta de los más mínimos detalles de alteración.

Abby, por su parte, se encargaba de vigilar de que nadie tuviera las agallas o el desagrado de evadir la tranquilidad de ellas.

Raro no era que estuvieran allí, lo anormal pudo ser el hecho de que prácticamente nadie fue hacia el museo y que la vigilancia era inexistente; era mejor no pensar en ello para no invocar problemas.

Mientras acariciaba las exposiciones con la piedra, Diane se percató de algo extraño en el centro de la exhibición; el esqueleto.

No se interesó en el esqueleto antes de ver todos los demás órganos, por lo que estuvo al final para usar la piedra en él

Diane, tomando la piedra, se fue acercando lentamente hacia el esqueleto, caminando paso a paso esperando el peor resultado de cualquier forma. Entre más se acercaba, más nerviosa se ponía, no obstante, ya no podía detenerse.

Permaneciendo a unos centímetros, el esqueleto empezó a temblar, pareciendo que fuera a caerse, cosa que puso nerviosa a Diane.

Esto también alteró un poco a Abby, quien dejó de vigilar por ver el esqueleto. Todo era extraño, tan caótico para ser descrito.

Los huesos empezaron a estirarse, a tronarse y en el momento que había tomado un intento de postura de corredor, empezó a caminar tranquilamente. Una caminata común y corriente es lo que el esqueleto empezó a tomar.

Diane y Abby se rieron un poco cuando el esqueleto empezó a tropezar con los demás órganos y caerse. Diane se acercó tranquilamente para tomar el esqueleto. En el momento que puso su garra en la clavícula, el cráneo del esqueleto giró 360° y miró detenidamente a Diane.

Diane no se alteró y tomó al esqueleto por el torso, pero el esqueleto le dio una patada en la cara, después le dio un puñetazo en el estómago y se levantó corriendo.

Abby y Diane vieron al esqueleto traspasando las puertas cristalinas del museo, rompiendo las puertas y corriendo por la calle.

- ¡Mierda! – Dijo Diane

- ¿Qué fue eso? – Preguntó Abby.

-No tengo la menor idea, pero de algo estoy segura. Si no cazamos a ese esqueleto, no podremos volver. Será mejor que salgamos de aquí rápidamente.

***

El esqueleto empezó a correr por las calles de la ciudad, saltando en los autos y tomando impulso hacia callejones; Diane y Abby empezaron a perseguirlo sin titubear.

El esqueleto seguía corriendo y Diane había saltado hacia las paredes de un edificio, saltando las calles hasta dar con el esqueleto viviente.

Caminando por las ventanas, Abby vigilaba a Diane, quien corría frenéticamente para atrapar al esqueleto, que corría como un profesional. Se mantenía en las calles y por los autos hasta que Diane vio el momento para emboscarlo.

Diane se había lanzado hacia el esqueleto, el cual, al sentir que alguien lo iba a atrapar, saltó desde el suelo hasta una cornisa de un pequeño edificio de departamentos. Caminaba de lado para evitar caerse y Diane gruñó de cansancio.

- ¿Aun no lo has logrado cazar? – Dijo Abby desde lejos.

-No, ya lo tengo hasta con cadena en mis manos – Dijo Diane sarcásticamente.

-No me hagas eso Diane – Dijo Abby enojada - ¿Necesitas mi ayuda o no?

-No, yo estoy resolviendo todo como una...

- ¡¿Quieres mi ayuda o no?! – Abby se cansó e interrumpiendo el sarcasmo de Diane, logró hacerla temblar, a lo que respondió a Abby que sí, solamente moviendo la cabeza de arriba y abajo.

-Bien – Dijo Abby - ¿A dónde fue?

-Está en la cornisa de arriba – Diane le dijo a Abby para que volteara.

El esqueleto estaba a nada de caerse, no obstante, intentaba a toda costa mantenerse en la cornisa, aunque eso costara muchos movimientos.

-Bien – Dijo Abby – Déjamelo a mí.

-Yo no pude atraparlo ¿Qué te hace pensar que tú puedes?

-Tienes esa piedra, ¿no?

-Si, ¿y eso qué?

-Entonces déjamelo a mi – Dijo Abby mientras empezaba a trepar las paredes del edificio donde estaba el esqueleto – Quizá esa piedra le hace daño al esqueleto y lo altera. Aléjate lo más que puedas y así podremos atraparlo ¿De acuerdo?

Diane solo bajó y subió la cabeza.

Con Diane asintiendo, Abby trepó la pared del edificio y fue hacia el esqueleto, el cual se había relajado y empezó a ponerse estático. Abby tenía razón, cosa que le molestaba de forma cómica a Diane. Rápidamente Abby, estando debajo del esqueleto, lo tomó de las piernas y lo iba a bajar lentamente.

Al momento que tomó la tibia y el peroné de ambas piernas, el esqueleto había sido movido bruscamente; Abby no logró calcular bien como tomar el esqueleto.

No obstante, todo el esqueleto se mantuvo unido, por lo que no tuvo ningún pendiente o se puso nerviosa por lo que había hecho.

-¿Ya lo tienes? – Dijo Diane.

-No, se me está escapando – Dijo Abby con sarcasmo.

-Si, si, si, me disculpo por hacer eso – Dijo Diane riendo un poco.

-Tranquila – Dijo Abby riendo y bajando lentamente del edificio.

Estando abajo, Abby le mostró el esqueleto a Diane, quien notó algo extraño.

-Abby.

-La verdad fue algo complicado tomarlo ¿Sabes?

-Abby.

-Si, no es que fuera alguien con buen pulso, pero me jacto de haber logrado que ningún hueso se haya caído.

-Abby.

-Así que me debes unas disculpas.

- ¡Abby!

- ¡Ahh! ¿Qué pasó?

- ¿Dónde está su cráneo?

- ¿Qué? – Dijo Abby, volteando a ver el esqueleto, el cual no tenía cabeza.

-Si – Dijo Diane con burla – Muy hábil ¿Sabes mínimamente donde está el cráneo?

-No – Dijo Abby alterado – No, no, no, no, no ¡No!

-Cálmate, maldita sea – Dijo Diane – Puede que se haya caído por la cornisa y esté por allí.

- ¿Tú lo crees?

-Claro que sí – Dijo Diane mientras le daba una palmada en la espalda a Abby.

-De acuerdo – Dijo Abby trepando el edificio otra vez – Voy a buscarlo.

-No será necesario que trepes, Abby.

- ¿Por qué lo dices?

-Mira a tu izquierda.

Al girar su cabeza, Abby vio que el cráneo, como si tuviera tentáculos en donde debía ir el cuello, corría velozmente, igual que todo el cuerpo había corrido de Diane.

-Maldición – Dijo Abby.

-Yo intenté ir por el cuerpo – Dijo Diane – No pienso volver a peligrar.

-Oh – Dijo Abby – Déjamelo a mí.

Abby sacó una moneda del bolsillo de su camisa.

-Tiremos la moneda – Dijo Abby.

- ¿Para qué?

-Vamos. Tienes 50% de probabilidad de que yo vaya por el cráneo, y 50% de posibilidad de que tú vayas por él. Será mejor que tengas buena suerte o tengas buenos chacras si quieres ganar – Dijo Abby con esa mirada picara de italiana y su característico sentido del humor.

- ¡Abby, perdemos al cra...!

-Cara o cruz ¿Qué eliges?

-Pero...

- ¿Qué eliges?

-Abby...

- ¡Por un demonio! ¡¿Qué eliges?!

-Está bien, está bien...

- ¿Qué eliges?

-Cara.

-Bien – Dijo Abby, lanzando la moneda al aire, para caer en su palma gris y peluda, volteándola en su otra garra.

- ¿Estás lista para perder? – Dijo Abby.

-Mejor cállate y muestra la moneda.

Abby quitó la mano de la moneda, y era obvio quien iba a ir por el cráneo.

V

Diane empezó a correr por las calles de la ciudad, en búsqueda del cráneo, el cual parecía correr con suma velocidad con esas ramificaciones en su cuello, por llamarle así, que lo llevaban a alta velocidad como si se tratase de un auto de carreras.

-Maldita sea – Dijo Diane – Debí obligarla a venir por el puto cráneo.

Quejarse no ayudaba a nadie, y mucho menos ayudaba a Diane, ya que si se detenía a pensar en cómo debió actuar para hacer que Abby fuera por él en vez de ella, perdía el ritmo y la cabeza avanzaba más y más.

El cráneo había roto un cristal en un departamento y había entrado a un departamento.

Diane, viendo que clase de problema le había causado esa cabeza, supo que esto no podría hacerlo sola. Tomando una bocanada de aire, Diane gritó.

- ¡Abby!

- ¡No grites! – Dijo Abby quien estaba a lado de ella.

-Oh, disculpa.

-Vi como entró el cráneo ¿Vas a irrumpir en el departamento?

- ¿Acaso tengo otra opción?

-No.

-Bien – Dijo Diane mientras tomaba una piedra de la calle– Entonces te pido que, mientras me doy de carnada, tomes al cráneo ¿De acuerdo?

Abby empezó a cuestionar el procedimiento que Diane, viendo que iban a cometer un crimen en un mundo que era no muy diferente al suyo.

- ¿Estás muy segura de esto?

- ¿Tienes una mejor idea?

-No.

-Bien – Diane lanzó la piedra hacia la ventana, haciendo el orificio del cráneo, más grande aun – Tu sígueme y toma el cráneo. Yo no puedo tomarlo por la piedra, y no se dónde dejarla.

- ¿Y si la dejas aquí en la calle?

- ¿Crees que alguien la tome?

-No.

-Bueno.

Diane dejó la piedra en el suelo, mientras Abby miraba al interior del departamento. Diane entró tras recibir de Abby la aceptación para que pudiera entrar sin miedo alguno.

-No hay moros en la costa.

-Confió en ello – Dijo Diane, entrando a la habitación, no sin antes escuchar el sonido de una escopeta cortando cartucho.

"Mierda" – Pensó Diane.

- ¿Qué demonios haces aquí? – Dijo una voz que se le hizo familiar.

- ¿Te conozco? – Dijo Diane.

- ¿No me conoces, pendeja? – Dijo la voz prendiendo la luz de su departamento. Diane se dio cuenta de que la persona que vivía allí era el tal C.B.

-Oh – Dijo Diane – Ya te recuerdo.

-Bien – Dijo C.B. con la escopeta en la mano - ¿Qué putas haces aquí?

-Oh, mira C.B.

-Deja el rollo, ponte a hablar pendeja.

-Está bien – Dijo Diane – Está bien. Mira, uno de mis hijos lanzó algo hacia tu departamento, que es muy importante para mi. No sabía si había alguien en casa y había tocado la puerta durante varios minutos.

-Aja ¿Y?

-Pues, entré para buscarlo.

- ¿Acaso crees que está bien que se irrumpa a la casa de un miserable comediante como yo, estúpida?

-Nunca dije que eras miserable.

-Ya lo sé, yo soy la verga, así que, si vas a meterte aquí, será mejor que seas discapacitada.

- ¿Por qué?

Mientras todo eso ocurría y la atenciónde C.B. se centraba en Diane, Abby había tomado el cráneo.

-Porque si no eres discapacitada, yo y el señor "Cuerno de chivo" la haremos discapacitada.

-Está bien.

Abby ya había salido del departamento y Diane se fue pacíficamente de C.B. mientras este la miraba con su escopeta en mano.

Diane tomó la piedra de la calle y la guardó en su bolsillo interno.

***

-Bien – Dijo Diane – Ahora que tenemos todo el esqueleto, voy a avisarle a Pecci.

-Me parece bien.

Diane presionó el botón verde, esperando a la llegada de Pecci.

La tortuga había aparecido en un vórtice, y mientras Diane entraba a la tortuga con la piedra, Abby entraba con el esqueleto.

-Aquí lo tiene Pecci – Dijo Abby.

-La verdad no podría estar más que complacida por lo que han hecho. Solo nos faltan algunas partes del cuerpo y con ello podríamos dar esta aventura por terminada.

-Bien – Dijo Abby.

-Pero antes – Dijo Pecci – Tenemos que buscar combustible tanto para hacer funcionar el cuerpo, así como para evitar su descomposición.

- ¿Cómo dice? – Preguntó Diane.

-Si – Dijo Pecci – Un cuerpo funciona a raíz de sangre, de líquidos y sustancias que son imperceptibles para el ojo mismo. Es esencial que nosotras encontremos un liquido que es necesario para poder unir las partes del cuerpo.

-Bien – Dijo Abby - ¿Y que es eso que tanto necesitamos?

-Es una anomalía en todos los mundos que hemos visitado, pero en el que vamos es igual al de ustedes, ya que cuenta con el "Mercurio de Dante"

- ¿Mercurio de Dante? – Preguntaron las dos al unisono.

-Si – Dijo Pecci – Es una sustancia muy extraña en todas las realidades en las que hemos viajado. Aquí y en la dimensión de Hókjék es algo de lo que no se habla en lo más mínimo.

-Entonces – Dijo Diane - ¿Dónde lo vamos a encontrar?

-Eso es algo que debo advertirles a las dos – Dijo Pecci, tomando de la vitrina el casco que había comenzado con toda esta odisea; seguía con ese dorado brilloso y deslumbrante, con esas manijas, con ese enorme centro de cristal como si fuera un lente, con esa aura tenebrosa y con ese sentimiento de curiosidad que había invadido a Diane.

-¿Por qué sacó el casco? – Preguntó Diane.

-Es necesario que lo tomes – Dijo Pecci, moviendo uno de los engranajes o manijas, haciendo que este disminuyera rápidamente su tamaño hasta ser prácticamente un llavero – Guárdenlo con mucho cuidado, ya que si mis cálculos no son erróneos y no hay fallas en todo lo que puedo y he visto en mi larga vida en la tortuga, puedo asegurarles que este mundo, al que vamos, es similar al de ustedes y eso es peligroso.

- ¿Por qué dices eso? – Preguntó Abby.

-Solo, requiero de su compromiso, quiero que me prometan que tendrán ese casco en todo momento, en toda circunstancia de terror y peligro. Y, sobre todo – Dijo Pecci – Que evitarán hacer o decir algo que nos pueda delatar.

-Pecci – Dijo Diane - ¿Qué significa?

-Prométanme que serán cautelosas y se defenderán de solo ser, completa y desesperadamente necesario ¿Sí?

-Está bien.

-Me parece perfecto – Dijo Pecci, pasando de un semblante nervioso, asustado y a su vez, sin muchas esperanzas, a uno inmutable, serio e implacable.

Abrochándose los cinturones, Diane, Pecci y Abby se prepararon para un nuevo viaje a un nuevo mundo.

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