- CAPITULO II -MARGUERITTE PECCI
I
Un día después de haberse quedado en la casa de Abby, Diane fue hasta su departamento para buscar lo justo y necesario de sus cosas; algunos libros, un poco de ropa, y como era obvio, el casco se fue junto con ella.
Fueron varios viajes en taxi, los cuales fueron "patrocinados", como decía Diane de broma, por Abby.
Al cabo de una semana, todo fue un exitoso cambio hacia la casa de Abby, donde ambas vivían de forma tranquila, con los objetos necesarios y para su fortuna, con un empleo más o menos decente.
Mientas que Abby pudo convencer a su jefe de que le devolviera su trabajo, dándole un soborno en forma de un extraño artefacto que pertenecía a su familia; el collar de Silmapetiej, que tenía grabado la leyenda "Chi lo porta non potrà rimuoverlo dalla sua esistenza"
A pesar de todo ello, eso solo le aseguró un empleo sin misericordia, de casi veinticuatro horas, con simplemente una misera, aunque deliciosa, hora de descanso.
El único día para dormir bien que tendría sería el domingo.
En cuanto a Diane, le ayudaba con la labor doméstica y la comida, además de comprar lo necesario y fijarse en los gastos que se debían dar, eso, mientras buscaba también un empleo.
Simplemente vivían al día, porque el trabajo de Abby apenas les daba lo justo y necesario.
Con el tiempo, fue aun mas tedioso que nunca, imaginar siquiera, que eso valdría la pena continuarlo.
Diane seguía sin conseguir empleo todavía, y se volvió aún más monótona la rutina, siendo casi un tortuoso castigo eterno.
Y con todo ello, era casi imposible no pensar en el casco. Cada día había noticias estrambóticas por la televisión y los periódicos. Todas ellas eran referentes a la pareja de madre e hijo incestuosos neonazis, la aparición de un espectro en las calles de Manhattan, con apariencia de una azafata de los años 60's.
Con todo ello, y con el paso de dos meses, demasiadas cosas extrañas seguían ocurriendo en el país; desde la desaparición de la estatua de la libertad durante una semana; la reaparición de este monumento, deformado como si fuera un báculo, o la punta de uno.
La figura que antes era la estatua de la libertad, ahora no era mas que una torre alienígena con una esfera en la punta. El cielo, en el momento en que la estatua apareció, resplandeció, como si fuera un torbellino azul, en toda Nueva York.
De las grietas del vórtice azul, que hacía ver todo como si fuera de día, salían criaturas y seres de otros lugares, mas lejanos del entendimiento humano de lo que cualquiera pueda creer; caballos con piernas cibernéticas, gansos con brazos humanos. Gaviotas deformes con rostros humanos y tentáculos en los ojos.
Era un festival de criaturas extrañas por donde lo vieras. Diane y Abby, además de verlo en carne propia por la ventana, pudieron verlo por televisión.
Inclusive en los últimos momentos del fenómeno, donde la estatica invadía su televisor, pudieron presenciar como el torbellino se desvanecía, dejando todo en un hermoso amanecer, donde varias criaturas yacían muertas en el asfalto y algunos tejados de edificios cercanos a la casa de Abby.
Siguiendo en las noticias, pudieron presenciar otro enfrentamiento entre la enmascarada pelirroja y la bruja, o lo que parecía ser puesto a que no tenía mascara y se podía ver su cabellera negra.
Después de una desaparición por un portal hecho por la bruja, tanto la enmascarada como la bruja quedaron fuera del cosmos en el que se encontraban para no volver, al menos, después de varias horas.
La estatua de la libertad tomó su forma original y hubo tres personas presentes que dieron testimonio de lo ocurrido.
Uno de ellos, fue Franz, un joven afroamericano que decía haber visto todo de primera mano, puesto a que estaba nadando en el extenso mar adyacente a la estatua; Jane Von Friedrich, dijo que había estado cerca por mera casualidad.
En el caso de Jane Von Friedrich, realmente no era un testimonio creíble. El apellido Von Friedrich ha sido participe de situaciones bizarras a través de la historia; El caso de Romane Von Friedrich, la resurrección de August Von Friedrich y la extraña relación con el culto Heinkhramelth y esta familia.
Además de esa familia, los Johnson y los Philips también han sido manchados por el renombre de cualquier noticia extraña en todo el mundo; desde América, hasta Europa, de Oceanía, a los países de Asia y África.
Aun y con todo ello, el testimonio de estas dos personas no fue suficiente, por lo que se recurrió a una tercera persona, quien tenía una tortuga enorme entre sus brazos; su nombre era Ivette Roux.
Ella, aun menos que los mencionados anteriormente, sabía acerca de todo ello. De todas formas, los extravagantes sucesos de la estatua de la libertad, han sido de mucha atención para los conspiradores.
No para menos, ya que también ha sido tema de conversación como esta estatua ha sido un objeto de uso para artes rocambolescas; su monstruosa transformación en el 2001, siendo poseída por un parasito súcubo o un poltergeist; en 1938, cuando el enorme zepelín de un sujeto llamado Howard, chocó contra la cabeza, dejándola destrozada por completo; durante 1999, en el periodo de lo ocurrido con Romane Von Friedrich, fue un lugar casi esotérico para ella, quien fue detenida por un miembro de la familia Philips; se rumorea, por las malas lenguas, que era una prostituta, que usaba el alias de Stephanie Castle para no tener nada que ver con su línea sanguínea.
Culminando con el evento del caso de Romane Von Friedrich, además de todo ello, en el momento de su muerte, simplemente se encontró con un charco azulado, con la ropa del hospital psiquiátrico en el que había sido internada anteriormente.
Junto con lo ocurrido con el torbellino de criaturas, quedaba aun más en claro el extraño mundo en el que vivía la humanidad; cosa que no debía seguir en lo más mínimo
Personas influyentes, celebridades y figuras políticas llamaban a estas tres familias para pagar por sus crímenes; jamás respondieron por ello.
Todo este caos fue revelado y completamente detallado por las noticias, siendo el tema mas interesante para Abby y Diane, quienes no podían creer la relación de todos esos eventos y que tan horrida casualidad era la existencia misma.
Esto, además mantenerlas distraídas de los horribles intentos por conseguir un trabajo estable y del asqueroso puesto de Abby, alejaba, además, todo recuerdo referente al casco.
Prácticamente ya habían olvidado el asunto, como si nunca hubiera ocurrido nada; aunque no sería así por mucho tiempo.
II
Ya había pasado mucho tiempo desde que ocurrió lo del torbellino de criaturas en la estatua de la libertad. Prácticamente, tanto Diane como Abby, volvieron a una vida, si bien no como la que tenían antes, era más normal que todo lo ocurrido con anterioridad.
Ahora Diane, afortunadamente, habían sido aceptada en un trabajo simple; con un sueldo, lo suficientemente bueno para que pudiera subsistir en la casa de Abby, junto con ella.
Diane encontró un puesto en un hospital público, donde podía aplicar sus conocimientos en psicología en la parte de rehabilitación.
Abby seguía con el mismo trabajo; no podía darse el lujo de perderlo en lo más mínimo.
Al parecer todo lo ocurrido con la bruja y la enmascarada pelirroja fue un misterio para las noticias, para el publico en general y para todo aquel que estuviera interesado en lo adyacente con las familias Philips, Von Friedrich y Johnson.
Lo ultimo que se supo fue que la bruja había desaparecido y que la enmascarada pelirroja no quería que fuera vista por nadie.
Todo esto, fue visto a nivel nacional, ya que la noticia del vórtice de criaturas había afectado a todo el país y a los países del sur.
Mientras esta noticia era vista por habitantes de todo el norte y sur de América, Diane veía simplemente un enorme amarillismo con un toque de fantasía.
En realidad, como siempre decía su padre "hay cosas más importantes en donde meter la cabeza", cosa que contrastaba con otra idea suya, que era "todo es importante, hasta lo más pequeño"
-Diane – Dijo un medico en la puerta del despacho o clínica, si se puede llamar así, de Diane – Una chica necesita verte ¿La dejo entrar?
-Claro que sí, Marcus – Dijo Diane.
El despacho de Diane era una pequeña sala, con un sillón en donde sentarse, otro sillón, mas bien cama, que es usado por los psicólogos para dejar descansar a sus pacientes, un escritorio y un librero con varias libretas y carpetas. Las paredes estaban pintadas de un color blanco y era un lugar cómodo y agradable, ya que la iluminación lo hacía más ameno.
Diane vio por la puerta como entraba una mujer, morena, de cabello corto, con ojos de color miel, con un cuerpo marcado, brazos musculados y varias cicatrices en su rostro. A pesar de todo ello, tenía un carácter tan amable y juguetón que le dio a Diane una impresión extraña. Ella vestía con un pantalón oscuro mas no negro, era mas bien un gris oscuro, una playera negra, ajustada y tenía zapatillas de color blanco. En uno de los bolsillos del pantalón había un bulto extraño.
-Hola Dra. – Dijo la chica con un aire amigable y alegre.
-Buenos días – Dijo Diane con tranquilidad – Soy la Dra. Diane Walls.
-Encantada de conocerla Dra. Walls – Dijo la chica estrechando su mano con Diane y sentándose frente a ella– Soy Joanna Silva.
-Mucho gusto en conocerte Joanna – Dijo Diane con tranquilidad.
Había algo extraño en la voz de Joanna, o al menos, eso notó Diane, puesto a que era una voz un tanto chillona o suave, algo sobre actuada, que no se sentía natural.
-Bien, Joanna – Dijo Diane - ¿Qué accidente tuviste?
-En realidad – Dijo Joanna, cambiando su tono de voz a uno mas grave pero natural – Quería hablar con alguien profesional.
- ¿Usted no sufrió ningún accidente?
-No – Dijo Joanna suspirando y tocando sus yemas de los dedos de la mano derecha con su mano izquierda.
- ¿Viene por terapia?
-Si...
-Bien, entonces podemos empezar – Dijo Diane mientras sacaba una pequeña libreta de su bata de trabajo - ¿Qué sucede Joanna?
Diane tenía un método peculiar para tratar con sus pacientes. Era que, primero, debía actuar como si fuera su amiga, sin entrar en intimidades, simplemente era tener un leguaje ameno. Cuando el problema fuera marcado, empezaría, de poco a poco, a tratar al paciente, siendo franca pero profesional.
-No logro... no lo puedo creer.
- ¿Qué no puedes creer?
-Doctora...
-Por favor, solo dime Diane.
-Bien... Diane... prométame que jamás dirá lo que está por ver. Si no le digo a usted, quizá no comprenda lo que me sucede.
-No no. No es necesario mostrarme cosas intimas o secretas. Solo quiero saber que sucede.
-Está bien...
-Ahora, trata de decirme, con tranquilidad, que ocurre.
Joanna tocó su frente, con fuerza en sus dedos y empezó a llorar. Mas que un llanto fuerte, fue un sollozo con raudales de lágrimas.
-Hice algo horrible. He hecho cosas horribles... No tengo a nadie a quien decirle lo que tengo... tengo miedo de decirlo... de ser objeto de burla por ello... estoy asustada... me siento... peor que nunca...
- ¿Qué te hace sentir así, Joanna?
-Mi esposo no puede saber lo que he hecho... mis amigos no me han vuelto a hablar... mi familia no me recuerda... mi mejor amiga... – Joanna traga saliva y empieza a tener un tembleque en las manos; Diane se levantó y se sentó a lado de Joanna, mientras tomaba sus manos.
-Joanna – Dijo Diane con una voz tranquila – La puerta está cerrada. Nadie puede escucharte y nadie sabrá lo que sucede. Tu solo tienes que decirlo. No ocurrirá nada, puedes confiar en mí.
Joanna no creía tales palabras, por lo que decidió simplemente levantarse y le dijo a Diane.
-No podré confiar en usted hasta que vea lo que realmente soy.
- ¿Qué eres, Joanna?
-Diane... prométame que jamás le dirá a nadie lo que ha visto aquí...
-Nadie está allá afuera, nadie va a saberlo y diré mi mejor excusa para que todos crean lo contrario... tranquila... ¿Qué eres, Joanna?
Joanna, sacó del bolsillo de sus pantalones, una mascara blanca con cabello naranja.
Diane sentía similar ese objeto, sin embargo, simplemente decidió ver lo que hacía Joanna. Joanna empezó a ponerse la máscara...
De repente, en el edificio, sonó la alarma de incendios, y todos los médicos, incluyendo a los pacientes que podían, habían salido del edificio. Joanna y Diane salieron del despacho y vieron que, detrás de ellas, había una criatura de fuego.
Esta criatura tenía una apariencia humana, agachada o en posición animal, con una cabeza con múltiples brazos o tentáculos. Su cuerpo estába hecho de lava y tenía un aura en llamas.
Todos en el lugar se veían tranquilos, ni siquiera Joanna podía ver la criatura que tenía en frente suyo. La única persona que veía a esa criatura, que había causado un incendio, era Diane.
Las salas adyacentes a la criatura habían sido calcinadas y las personas que pasaban por la criatura, como si fuera invisible, sentían un mareo y cansancio indescriptibles.
La criatura tenía un ojo en el centro de los tentáculos y era de un colorido rojo sangre.
Joanna caminó tranquilamente, que después trotó hacia la salida.
-Diane – Vio Joanna que Diane se había quedado parada en la puerta de su despacho - ¿Vas a venir?
-Joanna – Dijo Diane mientras veía como la criatura venía por ella – Vete rápidamente. Tengo que sacar a algunos pacientes.
Joanna siguió su camino hacia la salida, mientras Diane veía con tranquilidad, aunque con premonición a la criatura.
Esta empezó a moverse frenéticamente hacia Diane, corriendo como un tigre y rugiendo como una bestia venida de abismos indescriptibles.
Diane, tomando impulso, empezó a correr hacia la criatura.
La criatura estaba a nada de chocar con Diane. Ella fue más rápida y se abalanzó hacia uno de sus tentáculos en llamas.
Tomándolo, su ropa empezó a quemarse al tacto con el tentáculo. Diane había perdido toda su ropa, ya que había sido incinerada, pero su cuerpo se mantenía inmutable. Su cuerpo tenía cicatrices en todo su cuerpo, con huesos resaltando en su piel y varios hematomas.
Estando en llamas sin sentir el dolor, trató de domar a la bestia infernal, mientras que, como si un perro sacudiéndose el agua del cuerpo, la criatura se sacudió bruscamente, desprendiendo el tentáculo en el que Diane se mantenía agarrada.
Tanto Diane como el tentáculo cayeron en la salida del hospital. Todos los allí presentes vieron el cuerpo desnudo y dañado de Diane, pero para sorpresa de Diane, nadie vio el tentáculo que estaba en el suelo. Diane no le importó las miradas del publico y corrió hacia el hospital de nueva cuenta, para volver a abalanzarse contra la criatura, esta vez, con un premio mayor en mente.
Diane empezó a golpear brutalmente el ojo de la criatura. Los puñetazos eran con furia encarnada, incluyendo rasguños con las uñas y usando los mismos tentáculos de la criatura para afectar el mismo ojo.
La criatura salió del hospital con Diane en su ojo. Las personas allí vieron como Diane flotaba en la nada. Mientras Diane hacía mas daño en el ojo de la criatura, las demás personas vieron como la criatura empezó a manifestarse poco a poco.
Rápidamente, dejando de golpear el ojo de la criatura, metió sus manos en la cuenca del ojo, sacando lentamente el globo ocular el cuerpo de tentáculos.
Tomando mas impulso, Diane arrancó el ojo de la criatura, quedando completamente llena de sangre; la sangre era de un color amarillo brilloso.
La criatura se había manifestado por completo y todos vieron aterrados lo que tenían frente a ellos; Joanna se había quedado allí.
Diane estaba exhausta, y con lo ocurrido en su mente, cayó al suelo, perdiendo el conocimiento...
III
Diane había despertado, cubierta con una bata de hospital, en lo que parecía ser una celda.
-¿Qué demonios pasó? – Tratando de analizar lo ocurrido y al darse cuenta de lo que veía, se levantó bruscamente - ¡¿Qué mierda ocurrió?!
Diane vio como Abby se dirigía a su celda, y un oficial abría la puerta dejando salir a Diane, quien fue abrazada con fuerza por Abby.
-Pagaron tu fianza, Walls – Dijo el oficial.
-Oh, Diane, pensé que algo malo te había ocurrido – Dijo Abby con alegría.
-Si, claro, como si estar en una cárcel fuera algo maravilloso – Dijo Diane con cierto sarcasmo.
Ambas salieron del lugar, no sin antes hablar con el oficial para que las dejara pasar a un baño. El oficial les dijo donde se encontraba y fueron rápidamente a los baños.
Al entrar, Abby sacó, de su bolso, que era bastante grande, un par de zapatillas negras, el traje azul de Diane, una camisa blanca, un moño y ropa interior para su amiga.
Diane fue hacia uno de los sanitarios, cerró la puerta y tardó unos minutos en vestirse.
Al salir, Diane se veía mejor, aunque con el rostro cansado, con el cabello desordenado y los labios secos.
-Oh – Dijo Abby exaltada – Casi lo olvido.
Abby, sacando una ultima cosa de su bolso, le dio sus lentes a Diane.
-Gracias – Dijo Diane, viendo con un rostro de cansancio a Abby.
Las dos salieron del departamento de policía, donde antes fue el lugar de descanso de Diane, y caminaron hacia la parada de bus aledaña al complejo. Diane, viendo el lugar, se encontró con una enorme tortuga; era una tortuga grande, como muchas que había visto en la vida.
Diane fue hacia la tortuga, por mera curiosidad y la tomó en sus brazos, manchando su saco, debido a que la tortuga estaba mojada.
Abby vio como Diane tomaba la tortuga, la reposaba como un bebé en sus brazos y se volvía a sentar a lado de Abby.
- ¿Qué haces con esa tortuga, Diane?
- ¿Sabes que están en peligro de extinción?
- ¿Qué no eran las tortugas marinas?
- ¿Qué importa? – Dijo Diane, mientras acariciaba la cabecita de la tortuga.
- ¿Te la vas a llevar? ¿Y si es de alguien?
- ¿Acaso ves a alguien que me diga algo?
- ¿Y si se perdió?
-Pues su dueño es un imbécil – Dijo Diane agitando su cabeza de arriba hacia abajo.
- ¿Y si su dueño nos busca?
-Su dueño es un imbécil, Abby. Si perdió a su tortuga, lo hizo por gilipollas...
-Bueno... ¿No es muy grande esa tortuga?
-Vaya que lo es... ¿Por qué no cuidarla?
-Hmm – Abby empezó a dudar sobre tener una tortuga o no. A penas si podían sustentarse entre ellas y lo mas probable era que Diane perdería su trabajo por lo ocurrido en el hospital.
-Está bien, vamos a llevárnosla – Abby, a pesar de ser siempre la de dar luz verde a los planes, por primera vez había sido la persona que dice "no", sin lograr nada.
- ¡Perfecto! – Diane, por primera vez desde hacia tiempo, había dado una sonrisa sincera. Aunque fue muy corto el momento, pero se veía honesta.
El autobús había llegado y las dos se subieron, con la tortuga en los brazos de Diane y con incomodidad por los ojos de todas las personas de allí; no sabían si había sido por lo ocurrido en el hospital o por llevar una tortuga.
-No les hagas caso Diane – Dijo Abby.
-Lo ultimo que me importa es como me vean. Lo que importa y que realmente me interesa saber es que sucedió mientras me mantuve desmayada
-Bueno... – Dijo Abby con una mirada nerviosa y apretando los dientes, como si algo la asustase – Creo que soy la única con trabajo de las dos.
-...
- ¿Diane?
-Mierda... – Dijo Diane en susurros
-Tranquila Diane... pudo haber sido peor...
Rápidamente, un muchacho en el asiento frente a ellas, se mantenía grabando, o eso parecía.
Diane vio, sospechosamente al joven, pero lo dejó pasar.
Habían pasado varias paradas, hasta llegar a la cercana a la casa de Abby.
Llegaron a la parada, se bajaron y caminaron tranquilamente hacia su hogar. En todo el trayecto, la tortuga se mantuvo dormida, hasta que salieron del autobús, causando que la tortuga se despertase y empezara a mover su cabeza lentamente y a producir sonidos; eran demasiado tiernos para Diane y para Abby, tanto que ambas, al unísono dijeron:
-Aww – Y las dos acariciaron a la tortuga.
Volviendo a la casa de Abby, las dos entraron tranquilamente y dejaron descansar a la tortuga en el lugar, solo para que caminara por la habitación principal.
-Las cosas van a mejorar Diane – Dijo Abby mientras acariciaba el hombro izquierdo de Diane.
-Ojalá fuera así – Dijo Diane – Ya son dos ocasiones en las que me topo con criaturas de ese tipo.
-En serio, no tienes que pensar en...
-Maté a los alumnos de primer semestre de mi primer trabajo y quien sabe si esta criatura de fuego era un paciente o no...
-Era un V'indio inverso – Una extraña voz dijo interrumpiéndolas. La voz era grave, pero de una mujer.
Las dos voltearon a ver todo el lugar, para ver si no había nadie... en efecto... estaban solas...
Diane pensó que el saco la estaba acalorando y empezaba a alucinar con voces, por lo que fue hacia su habitación por un chaleco.
Al estar en la sala de estar, se quitó el saco y se puso el chaleco; era igual de un color azul oscuro.
Abby le sirvió un vaso de agua con hielos, para refrescarla.
-Muchas gracias Abby.
-Diane – Dijo Abby – Necesitamos conseguirte un nuevo trabajo.
-No – Dijo Diane, después de darle un trago al agua – Yo debo de conseguirlo.
-Hay un puesto vacante en mi trabajo. Quizá con ello puedas...
-Si me recomiendas, por el escandalo que ha ocurrido, puede que te quiten el empleo.
-De hecho – Dijo Abby – Saben sobre ello... – Diane golpeo su cabeza con la mano y se encorvó, mirando el suelo – Pero tranquila, no me dijeron nada.
-Tu sueldo va a ser alterado.
-Mira, puede que sea una oportunidad para las dos...
-La respuesta sigue siendo... No.
-No seas orgullosa, joven Walls – Dijo, otra vez, la extraña voz que había hablado antes.
Tanto Diane como Abby se ruborizaron.
- ¿Escuchaste esa voz?
-Si...
- ¿Quién está allí? – Preguntó nerviosa Abby y Diane eufórica al mismo tiempo.
-Aquí abajo, despistadas – Dijo la voz.
Ambas, al bajar la cabeza, vieron a la tortuga. Hasta ese momento se habían mantenido confundidas de lo que ocurría. Entonces Abby, con esa perspicacia que la caracteriza, o mas bien, con ese buen ojo que tiene, notó que la tortuga tenía un engranaje en el centro de su caparazón.
-Vamos – Dijo la voz una vez más – Ahora que vieron lo que trato de decirles, saben que tienen que hacer.
- ¿Quién está hablando? – Dijo Diane, ahora asustada, mirando a todas partes.
-Solo muevan el engranaje en el caparazón de la tortuga – Dijo la voz.
- ¿Cómo sabes que la tortuga tiene un engranaje? – Dijo Abby.
-Solo muevan el engranaje...
-Está bien – Dijo Diane, agachándose hacia la tortuga – Pero yo voy a girarlo. Abby, con tu permiso, aléjate por favor.
-De acuerdo...
Diane movió el engranaje de la tortuga, hacia el lado opuesto de las manecillas del reloj y el engranaje se desprendió de la tortuga, dejando un hueco que, tan rápido como quedó expuesto, un destello deslumbrante salió como un rayo del hueco.
Las luces de la sala y de los otros cuartos se habían apagado. El lugar empezó a temblar y las cosas se movían de lado a lado, como si tuvieran vida. Diane y Abby se preguntaban que ocurría, mientras un viento feroz empezó a invadir la habitación principal y un ruido ensordecedor las abrumó a las dos. El ruido era conocido por Diane... era el mismo ruido que el casco había producido... era similar al ruido de los trípodes marcianos de La guerra de los mundos.
Abby no resistió el ruido y la presión que el lugar ejercía, y estuvo a nada de desmayarse. Sin embargo, fue un golpe de un libro lo que la dejó completamente perdida. Abby cayó al suelo Diane fue a su rescate, tomándola del cuello y protegiéndose entre las dos. Diane se acurrucó, protegiendo la cabeza de Abby.
El ruido, el viento y los objetos moviéndose empezaron a disminuir su intensidad...
Todo había quedado en un silencio abrumador...
IV
El alboroto había terminado...
-Abby – Diane empezó a mover a Abby – Abby. Despierta ¡Por favor!
-Está desmayada – Dijo la voz de nueva cuenta – Puedes estar tranquila, Diane, ella está viva.
Diane dio la vuelta y vio que, encima de la tortuga, había un espectro. Era el de una mujer adulta, con algunas canas en su cabello, con un traje de azafata con lentes.
- ¿Quién eres?
-La pregunta no es quien soy, si no que soy.
- ¿Qué... mierda... eres...? – Dijo Diane entre jadeos llenos de cólera.
-Puesto a tu falta de respeto, igual voy a decirlo – El espectro dejó de flotar encima de la tortuga y se adelantó, caminando, hacia Diane – Soy un V'indio.
- ¿Un qué?
-Un V'indio – Dijo el espectro, extendiéndole la mano a Diane. Diane golpeo su mano hacia un lado, cosa que no detuvo al espectro, quien volvió a extender su mano. Diane aceptó la ayuda y se levantó. El espectro ayudó a Diane a poner a Abby en el sillón, que era de los pocos objetos que no se habían movido de la habitación.
- ¿Qué se supone que es un V'indio?
-Diane Walls – Dijo el espectro – Me alegra tu curiosidad – El espectro dio una ligera risa – Un V'indio es un ser elemental.
- ¿Cómo?
-Un V'indio es un ser conformado de elementos químicos, sintéticos, naturales o híbridos.
- ¿Y tú que elemento eres?
-Soy un V'indio de absorción.
- ¿Eso que significa?
-Puedo absorber, aunque sea por corto tiempo, cualquier elemento existente, o usar enlaces para trasmitir energía de cualquier tipo.
- ¿Eso es lo que hace un V'indio como tú?
-Todos los V'indio pueden hacer enlaces de cualquier tipo.
-Bien... ¿Ahora que harás?
-A pesar de tener esos poderes – Dijo el V'indio – Mi cuerpo ha sido esparcido por muchos lugares. Desde lugares impensables hasta sitios inhóspitos.
- ¿Eso quiere decir...?
-Tu tienes el casco de Mechathra...
Hasta ese momento, a pesar de todo lo ocurrido, Diane no había pensado en el casco, en lo más mínimo. En ese momento, todo lo ocurrido con el casco había vuelto como un tropel de remembranzas extrañas.
- ¿Cómo sabes del casco?
- ¿Quieres saber un secreto? – Dijo el espectro – Si tu amiga hubiera alterado el engranaje, hubiera sido desintegrada por completo. Este engranaje pertenece al Mechathra – El espectro tomó el engranaje que antes había estado en la tortuga, que ahora era mas que una mera estatua.
- ¡¿Qué?! – Gritó Diane.
-Como lo oyes – Dijo el espectro tomando el engranaje entre sus manos – Solo aquellos que tengan un objeto del Mechathra en sus manos pueden llegar a morir. El casco era una excepción por completo a la regla, pero cualquier otro objeto podía matar a una persona de cualquier calaña.
- ¿Y quién puso ese objeto en la tortuga entonces?
El espectro se quedó callada durante unos segundos, antes de pronunciar alguna palabra:
-Fue un miembro de la familia Philips.
- ¿Un enmascarado pelirrojo?
-Mas bien, una enmascarada.
Diane, encajando las piezas, empezó a recordar todo lo visto en las noticias. Recordó lo ocurrido con el vórtice de la estatua de la libertad y los recuerdos de la mujer con vestimenta de azafata le hizo entender... aquella mujer era el espectro que tenía en frente.
- ¿Tú eras aquella mujer que peleo con los familiares?
- ¿Cómo sabes de los familiares?
-Han pasado muchos reportajes en las noticias y he investigado un poco en internet.
-Bien – Dijo el espectro – Entonces nos entenderemos mejor de lo que creí.
-Bueno... en realidad... no se si creer que tu hacías algo bueno o algo malo en la estatua...
-Diane – Dijo el espectro, caminando hasta quedar en frente de Diane – Lo que quería hacer, era mas importante de lo que crees, mucho mas de lo que puedes imaginar.
-¿En serio?
-Si – Dijo el espectro empezando a flotar – No quería dañar a nadie. Solo quería evitar mas eventos extraños en esta continuidad espacio tiempo ¿Sabes?
-No entiendo – Dijo Diane.
-Tienes que traer el casco, y así puedo explicar mejor lo ocurrido.
Diane, rápidamente fue hasta el almacén de cosas varias, donde tenían trapeadores, jergas, sacos y trapos, y del fondo del lugar, sacó el casco.
Abby se había despertado y cuando vio el espectro pegó un grito de horror.
- ¡Diane! ¡Diane! ¡¿Dónde estás?!
-Tranquila Abby – Dijo Diane, quien corrió con el casco a la sala de estar, mientras Abby empezó a alterarse – Todo está bien, ella no va a hacernos daño.
- ¿Cómo puedes confiar en un... fantasma?
-Ten por seguro que ninguna de las dos va a sufrir nada mientras yo esté con ustedes – Dijo el espectro.
-Pues no te creo – Dijo Abby, aunque mas tranquila en el tono de voz, seguía igual de nerviosa.
-Créeme, Abigail – Dijo el espectro – Si quieres mi palabra, te la doy con total honestidad y pureza.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
-Eso no importa Abigail – Dijo la mujer, mientras dejó de flotar y se sentó a lado de Abby – Lo que importa es que Diane y tu van a ayudarme con algo importante.
- ¿Qué es ese algo importante y por qué nosotras deberíamos ayudarte?
-Porque si me ayudan, todo lo que les ha ocurrido jamás les volverá a suceder.
- ¿A qué te refieres? No nos ha pasado nada – Dijo Abby ruborizada.
-Entonces supongo que el Grthymas y el V'indio inverso eran meras marionetas de un teatro de ciencia ficción – Dijo la mujer.
- ¿Qué se supone que es un Grimas?
-Grthymas – Corrigió el espectro – Es una criatura hecha a base de parásitos cósmicos. Ustedes, según tengo entendido mataron a uno.
-En realidad fui yo – Dijo Diane.
-Oh, excelente. Entonces supongo que eres alguien más valiente que la mujer que tengo a mi lado.
-Un momento – Dijo Abby – No vas a venir a mi casa, tu espectro, a insultarme gratuitamente.
-Oh – La mujer empezó a reírse a carcajadas – No soy un espectro, o al menos, no como lo crees. Simplemente mi cuerpo fue destruido.
-Sea lo que te haya pasado – Abby dijo enojada – Tu, azafata fantasma, no vas a decirme que hacer en lo mas mínimo, ni si soy cobarde o valiente ¡¿De acuerdo?!
-Me parece justo – Dijo el espectro – Por cierto, no me he presentado formalmente – Extendiéndole la mano a Abby, le dijo – Mi nombre es Margueritte Pecci.
- ¿Pecci? – Dijo Abby – Usted...
-Si Abigail – Dijo Margueritte – Soy la misma Pecci que recuerdas.
-Oh dios mío ¡Oh dios mío! – Y Abigail le dio un abrazo al espectro. Sus ojos se llenaron de lagrimas y el enojo había cambiado a una alegría indescriptible.
-Esperen, esperen ¿Ustedes se conocen?
-Era mi profesora, cuando yo era niña – Dijo Abby – Ella también es italiana y de hecho ella ayudó a mi padre con su negocio de comida.
-En realidad tu padre hizo todo – Dijo Margueritte – Yo solo puse el lugar.
-Ay, vamos – Dijo Abby – Usted hizo mucho.
-Hice lo que la ley del bikini dice...
-Oh si – Dijo Abby – Me acuerdo de esa ley.
-Perdonen mi entrometimiento ¿Pero cual es esa ley? – Dijo Diane.
-Tocando los puntos esenciales – Dijeron ambas al unisonó.
-Oh.
-Bien – Dijo Margueritte – Creo que deben de saber lo que necesito de las dos.
Con un tono mas relajado, por parte de las dos y con tranquilidad, escucharon lo que Pecci tenía que decir.
-Escuchen – Pecci empezó a flotar – Ustedes dos tienen un objeto muy importante para mí. El casco Mechathra, es un artefacto peligroso, pero que, en las manos correctas, puede hacer maravillas. Necesito que me ayuden a buscar las demás partes del Mechathra, además de encontrar las partes de mi cuerpo.
- ¿Qué es el Mechathra? – Preguntaron Diane y Abby.
-Mechathra era un ser elemental, procedente el sector 0, 0, 0, 0, 0, 0. Es el mundo energía. Un lugar habitado solamente por masas de energía cósmica. Ningún humano puede pasar hacia ese lugar.
- ¿A dónde nos lleva esto? – Preguntó Diane.
-Nos sitúa en que ese objeto que llevan, que tienen en su posesión, había sido robado por un grupo de brujas, similares a la que tuvo un enfrentamiento con el familiar de las cadenas.
- ¿La enmascarada pelirroja? – Preguntó Diane.
-En efecto – Dijo Pecci – Ese casco pertenece a un ser que pudo viajar a un universo distinto con él, sin afectar al resto de los habitantes del lugar.
- ¿Universo? – Dijo Diane.
-Si – Respondió Pecci – Ese ser construyó un traje con elementos alejados del centro de su universo, que eran completamente inmunes a la energía cósmica de su sector. Este metal sirvió para forjar la armadura Mechathra. El Mechathra es una armadura o un objeto que hace posible el viaje entre dimensiones. Todo ello, se conjunta con un objeto especial.
- ¿Cuál es ese objeto especial?
Entonces Pecci levantó la tortuga. Esta tenía, en la parte de abajo, una especie de Cryptex, en donde podía alterarse la numerología de los códigos.
-Este es el objeto especial – Dijo Pecci con cierto humor – Es, por llamarle así, nuestro taxi hacia otro universo.
-Increíble – Diane y Abby se levantaron para ver el extraño Cryptex debajo de la tortuga.
-Este Cryptex sirve para darnos el pase para viajar.
- ¿Viajar a dónde? – Preguntó Abby.
-A otras dimensiones.
Esto, dejando de lado lo estrambótico de que un espectro esté explicándoles lo ocurrido, era más que aterrador y bizarro ver que podían hacer tal cosa.
-Tiene que ser esto una broma – Dijo Diane.
Pecci puso la tortuga en el suelo y le dijo a Diane que pusiera su pie en el caparazón. Diane hizo caso y cuando lo puso, fue absorbida por la tortuga, entrando en el hueco de esta misma.
- ¡Diane! ¡¿Qué le pasó a Diane?! – Gritó Abby nerviosa.
-Pon tu pie en el caparazón.
- ¡No! ¡¿Qué pasó con Diane?!
-Pon el pie, y entenderás lo que sucede.
Abby puso el pie, nerviosa, causando que la tortuga absorbiera a Abby.
Pecci puso su pie en la tortuga, no sin antes, tomar el casco y el engranaje del Mechathra.
-Tocando los puntos esenciales – Dijo Pecci, riendo un poco.
Y poniendo su pie en el caparazón, la tortuga absorbió a Pecci.
V
Cuando recuperaron la conciencia, Diane vio, junto con Abby, que se encontraban en un lugar lleno de pantallas, tableros con botones, algunas palancas y varios objetos en extrañas vitrinas. En el centro de la habitación, que era un lugar circular, estaba una vitrina con objetos interesantes, en un extremo estaba el Cryptex y en el otro extremo había tres sillones; ellas no se habían dado cuenta de ello. La habitación era de un color rojizo vino. Parecía un centro de investigaciones y espionaje de la unión soviética.
Estos objetos eran una gran cantidad de relojes, palancas, cuchillos, una extraña mascara con lentes de mosca de color rojo y un peculiar objeto, similar a una cámara fotográfica.
Junto con ello, había una pistola en la parte superior de la vitrina, la cual tenía varios frascos con sustancias de distintos colores enfrente del arma. Era muy parecida a la pistola de Starlord de Guardianes de la galaxia.
-Bien – Dijo Pecci – ¿Que les parece el lugar?
-Es un lugar muy extraño – Dijo Abby.
-Un sitio más que extraño – Dijo Diane.
-Bien, como dijo Diane, es un lugar más que extraño. Pero aquí he estado desde hacia varios días. Quien me encerró aquí jamás hubiera pensado en que extraño sitio y tan conveniente habitación me llevaron a ser dueña. Tengo que darle un uso. Así que, es hora de que hagamos lo siguiente. Vengan.
Las dos chicas caminaron hacia el frente, y vieron el Cryptex del que Pecci les había hablado.
-Con este Cryptex podremos viajar a donde sea necesario para llevar a cabo nuestra búsqueda.
Peccí, mientras codificaba el Cryptex, les dio una advertencia a las dos:
-Será mejor que se sienten en el sillón del otro extremo del lugar – Ambas vieron detrás de ellas, y se dieron cuenta que atrás de la vitrina había un conjunto de sillones con cinturones.
Ellas, rápidamente fueron hacia ellos, sentándose y abrochándose sus cinturones.
-Bien – Dijo Peccí quien había terminado de codificar el Cryptex – Ahora les diré algo importante. Diane, toma la pistola encima de la vitrina.
Diane, desabrochándose el cinturón, fue hacia la vitrina, tomando la pistola de la parte de arriba.
-Toma la caja que se encuentra debajo de ella y mete los frascos en esa caja – Diane hizo lo que le dijo, metiendo los frascos, acomodándolos en la caja que estaba debajo de la pistola, que era similar a una caja de balas, y con tranquilidad, dejó los frascos, cerró la caja y se la dio a Pecci.
-No, guarda la caja de los frascos en el bolsillo interior de tu saco.
-No tengo mi saco – Dijo Diane viendo detenidamente a Pecci.
- ¿Y eso que llevas puesto?
Diane vio que, en efecto, tenía su saco puesto, con el chaleco debajo de él. Diane se asustó, pero simplemente lo atribuyó que, seguramente se lo puso cuando fue por el casco y no se dio cuenta que lo tenía puesto.
-Guarda la caja de los frascos en el bolsillo interno de tu saco.
-Está bien...
Diane guardó la caja en el bolsillo interior de su saco, se volvió a sentar en su sillón, se puso el cinturón,
-Diane – Dijo Pecci – No olvides guardar tu pistola.
- ¿Mia?
-Si – Y Peccí, metiendo la pistola en un guarda pistolas, idéntico al que usaban los policías de las películas ochenteras, le lanzó el arma, pidiéndole que se la pusiera debajo del saco y el chaleco.
Diane se levantó de su asiento, acomodó el guarda pistolas, que era una especie de pechera de cintas, donde en la parte izquierda se guardaba la pistola.
Al darse cuenta de ello, Diane cambió de bolsillo interno la caja con los frascos al bolsillo de la parte derecha del saco.
Diane se volvió a sentar en el sillón, tras ponerse todo y se abrochó el cinturón.
-¿Estás nerviosa? – Dijo Abby.
-Nerviosa. A penas cubre el tres porciento de lo que siento.
-Oh...
-Bien – Dijo Pecci – Abrochen sus cinturones. Es hora de viajar.
Entonces, tras codificar adecuadamente el Cryptex y presionando un botón en la esquina de este mismo, fue rápidamente hacia el tercer sillón de los que había en el extremo de la habitación. Se sentó en medio de Diane y Abby.
De repente, en el centro de los sillones, se abrió una compuerta y salió una palanca de color metálico. Era un color hibrido, puesto a que no era plateado, dorado o de bronce; mas bien parecía el arcoíris.
-Necesito que las dos pongan la mano conmigo en la palanca.
Ambas, Diane y Abby obedecieron sin titubear, pusieron la mano en la mano de Pecci en la palanca, la movieron hacia adelante y todo el lugar se iluminó. Sonido de locomotoras salieron de los tableros y la habitación empezó a temblar. Tan rápido como el sonido de la maquinaria empezó, el sitio se movió bruscamente como un jet de combate. Las turbulencias causaron desmayo en las dos chicas; Pecci se mantenía inmutable.
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