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En un mundo algo moderno donde abundaba la magia de todos los tipos, un reino reino se alzaba majestuoso. Las antiguas piedras que conformaban la muralla principal, que parecía ya haber presenciado varios siglos, se fusionaban con circuitos brillantes que alimentaban las elegantes luces del pueblo.  El reino era muy bien conocido por ser perseguidores del conocimiento, toda la población alentaba a sus jóvenes a convertirse en eruditos, maestros en incluso miembros de la nobleza, como era el caso de las duquesas Akiyama de Meiseki, un apellido muy importante que resonaba en cada esquina del pueblo debido a sus descubrimientos en medicina. A pesar de esto, el rey y la reina no veían con buena cara otras profesiones de tipo creativo, pero no podían hacer demasiado al respecto. Prohibir la práctica del arte y la creatividad, por mucho que les disgustara, no era lo correcto.

Era una hermosa tarde de verano. Los rayos del sol golpeaban directamente los muros blancos del castillo, entregándole un brillo etéreo que lo hacía ver majestuoso. Muchas personas lo comparaban con estrellas, e incluso decían que era como tener el sol en la tierra debido al cálido brillo que este parecía tener. Un joven rubio, en cambio, estaba cansado de ver el castillo. Caminando muy bien vestido, había salido hace rato de su casa sin que nadie lo notara, tal y como lo hacía todos los días, o siempre que su ocupada agenda se lo permitía.

Casi a diario iba hasta un pequeño muelle que había sido abandonado hace ya varios años, y caminaba hasta el final de este. A veces se sentaba a admirar las pequeñas olas que, estando tan lejos de la orilla, rara vez se volvían lo suficientemente grandes como para empaparlo. En otras ocasiones, se quedaba a ver la puesta de sol y se iba antes de la hora de la cena, así nadie sospechaba sobre su ausencia, algo que pocas veces sucedía. Aún así,  siempre tenía alguna excusa creíble para dar.

Mientras el sol se ponía, pudo escuchar el sonido de las olas golpeando contra las rocas y sentir la brisa golpear su rostro con gentileza. A pesar de ser el Príncipe Heredero del reino de Eien, una posición muy venerada por muchos, Tsukasa se sentía solo durante el verano. Su posición le complicaba el hacer amigos, pero a pesar de esto , habían algunas personas a las que podía llamar como tal y agradecía infinitamente el tenerlas en su vida.

Una de ellas era el Príncipe Toya, del reino de Aoinoumi. Eran lo suficientemente cercanos como para que Tsukasa lo considerara como otro hermano menor, escribiéndole cartas regularmente y aconsejándose mutuamente. Pero al no ser familia de sangre, Toya permanecía en su reino, cumpliendo con sus propias labores bajo las exigencias de su padre.

Saki, su hermana menor, había permanecido enferma desde que era muy pequeña, lo que la hacía incapaz de salir del castillo. Muchas veces, debido a sus malestares, el salir de la cama le era completamente imposible. A pesar de esto, Saki era de las personas que más compañía le hacían a Tsukasa.

Una buena parte del tiempo Saki estaba presente en la habitación del príncipe, ya sea tejiendo, dibujando, tarareando alguna canción o incluso dormitando en la cama de Tsukasa. El rubio apreciaba la presencia de la chica, las pequeñas distracciones lo ayudaban a relajarse y a hacer la carga del trabajo un poco más liviana. Saki era la luz de sus días y él la consideraba más brillante que el propio sol. Esa es la razón por la que tanto Tsukasa como sus mucamas se esforzaban tanto en alegrarle el día y entretenerla.

También estaba la pequeña y alegre Emu, quien era una de las mucamas antes mencionadas al servicio de su hermana menor, y con quien disfrutaba montar shows para entretener a la joven Saki cuando su apretada agenda se lo permitía. Pero muy a parte de eso, Tsukasa y la joven pelirosa no eran demasiado cercanos; Emu debía pasar su día junto a Saki -si no había nadie más observándola- cuidando de ella y haciéndole compañía. Y a pesar de todo, Tsukasa no podía estar todo su tiempo al lado de Saki por mucho que él lo deseara.

A pesar de tener personas que lo aman, el sentimiento de soledad que Tsukasa sentía a diario, hacía que le fuese difícil pensar positivo la mayoría del tiempo. No sentía que tenga a alguien con quién compartir sus pensamientos de forma completamente honesta, necesitaba a alguien a su lado que escuche lo difícil que le resulta cumplir con sus responsabilidades algunos días, alguien que no lo juzgue y le ofrezca un abrazo que lo haga sentir mejor.

Muchas veces se sentía culpable, llegando a pensar que estaba siendo extremadamente ingrato y que no estaba valorando a sus pocos amigos lo suficiente. El Príncipe Heredero no lo sabía, pero lo que hacía falta en su vida era algo más que un amigo.

El sol se puso repentinamente y Tsukasa se sentía cada vez más solo, como si el mundo mismo lo estuviera rechazando. El sol pareció apagarse por completo para él, y toda el área del muelle cayó en completa oscuridad. Su cabeza daba vueltas y el suelo se sentía inestable, los sentimientos de Tsukasa lo hacían sentirse abrumado y cosas tan simples como respirar se convirtieron en un desafío. Cayó de rodillas ensuciando un poco sus pantalones blancos, tomando fuertemente un puñado de su camisa en una mano y la otra apoyada en el suelo tratando de darle un poco de equilibrio. Intentó apagar sus pensamientos negativos mientras las sombras del muelle hacían que toda la escena pareciera amenazante. Sollozos ahogados intentaban salir de su garganta, al mismo tiempo que intentaba forzar un poco de aire dentro de sus pulmones.

Sumido en su desesperación Tsukasa escuchó un sonido. Un chapoteo de agua que lo hizo volver parcialmente a la realidad. Cierto, estaba en el muelle. Aun sin poder ver claramente pero al fin respirando de forma agitada, percibió una presencia cercana. Su mente estaba nublada al igual que sus ojos llenos de pequeñas lágrimas, así que no podía distinguir si la presencia era real o no.

Y sucedió de nuevo. Otro chapoteo en el agua, esta vez más fuerte.

Tsukasa pudo sentir a alguien cerca de él y sintió un impulso inexplicable de llamar a esa presencia, pero no pudo hacerlo, se sentía físicamente incapaz.

— Hey, ¿estás bien?

Tsukasa intentó ver entre la oscuridad, pero sus ojos se negaban a ajustarse y aún no podía ver quién estaba hablando. Todo lo que se sabía ahora es que definitivamente había alguien más allí.

La voz comenzó a hablar de nuevo, pero esta vez mucho más clara. El príncipe sintió un momento de consuelo y una pequeña sonrisa comenzó a aparecer en su rostro mientras asentía. La cálida luz del sol, que aún se estaba poniendo, había regresado y finalmente pudo ver con claridad. Esa voz tan suave y aterciopelada le pertenecía a un joven tritón de cabellos morados y pequeños toques cyan. Los ojos de Tsukasa se iluminaron al verlo, y un pequeño rubor invadió sus mejillas mientras apreciaba como las pequeñas escamas que llenaban sus hombros, sus brazos y parte de su torso destellaban con la luz cálida del sol, el viento haciendo ondular su cabello delicadamente.

Ver aquel ser tan etéreo apoyado sobre una roca le brindaba una extraña sensación de familiaridad, como si ya lo conociera de antes y esta es la primera vez en mucho tiempo en la que vuelven a verse. Tsukasa, con una sonrisa maravillada le preguntó al tritón.

— ¿Cómo te llamas? ¡A-ah! Yo soy Tsukasa.

El tritón se sorprendió un poco, su expresión cambió de preocupación a curiosidad. No era extraño para él hablar con humanos, pero nunca había visto a uno tan elegante como el chico frente a él, vestido en telas finas y lleno de adornos llamativos, sin mencionar que sus ojos y cabello se veían tan hermosos como el atardecer, la luz del sol brindando un brillo encantador al cabello dorado de Tsukasa. Suponiendo que era alguien importante, el tritón sonrió mientras ladeaba la cabeza ligeramente, llevando una mano a su mentón al tiempo que dejaba salir una risita que el príncipe no pudo alcanzar a escuchar.

— Mi nombre es Rui. Un gusto saludarte, Tsukasa.

El corazón de Tsukasa latía rápidamente en su pecho. A pesar de que los humanos saben de la existencia de las sirenas y otras criaturas mágicas desde hace décadas, el joven príncipe nunca había tenido la oportunidad de ver alguna de ellas.

Tan pronto como el tritón pronunció esas palabras, ambos se quedaron sin tema de conversación. Tsukasa, aún ligeramente perdido en sus pensamientos sobre el peli morado, rápidamente pensó en alguna forma de continuar la plática, eliminando el silencio un tanto incómodo en el ambiente. Antes de que pudiera decir algo, Rui habló primero.

— ¿Y, qué te trae por aquí? Mhh, tan bien vestido y arreglado...

A Tsukasa le tomó un segundo responder. Era normal para él estar solo durante el verano, le gustaba venir a la orilla para admirar el paisaje, pero lo que no apreciaba era la falta de compañía cada vez que se escapaba del castillo. Realmente no tenía otra opción y no podía hacer más que resignarse, pero no le mencionó eso al joven de cabellos morados.

— Solo... Vine a caminar un rato. Me gusta la vista de este lugar, vengo siempre que puedo.

Rui tarareó suavemente ante su respuesta. Notando que Tsukasa estaba solo, tuvo el impulso de preguntarle por qué estaba allí tan tarde sin que nadie más lo acompañe, pero no quería ser imprudente con el humano al que acababa de conocer. Tsukasa dió un paso.

— ¿Qué haces tú aquí en la superficie?

Rui sonrió, y para el príncipe fue como si una flecha hubiera sido disparada directamente en su pecho.

— El grupo de sirenas donde vivo no está lejos de aquí, y al igual que tú, me gusta venir a ver el paisaje.

Tsukasa se sintió relajado, el tritón hablaba con un tipo de confianza encantadora que hacía que se sintiera tranquilo.

— Ya tenemos algo en común entonces.

Rui se sorprendió un poco ante las palabras del rubio, pero no dijo nada. Le parecía entrañable la forma tan natural en la que el chico le hablaba.

Entre pequeñas risas y un par de halagos, continuaron hablando y conociéndose mejor. A este punto, el cielo estaba completamente oscuro, el brillo plateado de la luna reemplazando la luz dorada del sol desapareciendo, haciendo que el que resaltara ahora fuese el cabello de Rui. Gracias a la curiosidad del príncipe, Tsukasa y Rui todavía continuaban allí hablando sobre sus mundos y cómo eran las cosas en cada uno de sus hogares.

Compartieron sus pensamientos y sentimientos el uno con el otro, tal como Tsukasa anhelaba hacerlo desde hace mucho tiempo. Esta conversación llevó al chico rubio a sentirse menos solo que antes, encontrando en el tritón un nuevo amigo que esperaba poder conservar por el resto de su vida.

— La mayoría del tiempo la paso inventando cosas para hacer la vida del resto un poco más sencilla, muy pocos son capaces de usar magia y debido al agua no tenemos acceso a mucha de la tecnología de los humanos.

Rui suspiró. Ambos estaban sentados al borde del muelle, el tema de conversación deprimiendo ligeramente al tritón. No siempre disfrutaba estar con otros tritones y sirenas, ya que estos siempre hacían de menos sus creaciones, a veces se sentía como un forastero en su propio hogar por ser diferente al resto de su especie, al igual que Tsukasa era diferente a los demás humanos. Tsukasa se dió cuenta de que su sentimiento de soledad era similar al de Rui, que otras personas también se sentían como él y pudiera entenderlo lo reconfortaba a pesar de saber que no era algo bueno.

Los dos compartieron más momentos de conversación sobre sus vidas, pero luego, Rui se detuvo abruptamente y miró al mar con un toque de miedo pasando por su expresión que antes era tranquila.

El comportamiento de Rui cambió por completo al darse cuenta de que el sol ya se había puesto por completo y tiene que regresar a casa. Tsukasa se preocupó visiblemente por cómo Rui podría navegar en el agua en la oscuridad. Rui lo tranquilizó diciendo que ya lo había hecho antes y que no debía preocuparse por él.

— Fue lindo conocerte hoy, Tsukasa.

Rui acomodó algunos mechones de cabello que la brisa marina movía gentilmente en su rostro mientras le sonreía de forma sincera a Tsukasa.

— También lo fue para mi.

El joven rubio miraba con anhelo al tritón. Deseaba que sus caminos no se separaran en ese momento, quería pasar más tiempo con él a pesar de que sabía que ya era tarde para ambos, y tenían que correr a casa. Tsukasa sentía la necesidad de poder encontrarse de nuevo con él, poder pasar tiempo juntos de nuevo. El tritón estaba listo para sumergirse de nuevo al agua, cuando Tsukasa lo llamó.

— ¡RUI!

Gritó de la nada, asustando al tritón quién solo lo miraba extrañado, y con un tinte de curiosidad en su expresión. Tsukasa dudó un momento y luego habló con normalidad.

— Vendré mañana de nuevo, ¿podré verte?

Rui lo miró con sorpresa, para luego sonreír con los ojos cerrados y soltar una risa que hizo que el rubio se ruborizara levemente.

— Por supuesto.

Se despidió con la mano aún sonriendo, y se arrojó agraciadamente desde el borde del muelle en el que estaba sentado, apenas salpicando un poco de agua.

Tsukasa se quedó parado un momento, aún procesando todos los eventos de la corta tarde que había pasado con su nuevo amigo, y sonrió.

Estaba ansioso por que mañana llegara pronto.

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Nota del autor.

Cambié un par de cosas com respecto a la trama, así que estoy re escribiendo los capítulos ya publicados.
¡Espero lo disfruten!

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