26- Marlene, la nueva cupido

Ya había cumplido. Ya les había dado a los lectores el libro deseado, ahora ya podría volver a sus escritos favoritos y...

—¿Cómo dijo?... —Marlene tenía una cara bien larga al teléfono.
Su dedo había comenzado a torcerse con ansiedad.
Era su editor... Y parecía más entusiasmado que de costumbre.
—Pero... Usted me dijo que sería apenas un libro... —Vio con desdén el Word abierto, para que ella pudiera proseguir con la lectura de una de sus nuevas novelas con lado oscuro.
Sin embargo... Al parecer dichas historias habían sido puestas de lado...
—Le dije que no me gusta escribir ese tipo de historias melosas... ¿Eh? Pero... —Aún cuando demostraba enorme disgusto en su tono de voz, al otro lado de la línea la emoción era inquebrantable y...
Acabó por asumir que tendría que darse al trabajo de...
Arrastró el ratón con suma pereza... Hasta la "x" del Word, viendo con suma tristeza como se cerraba. Después, abrió un nuevo Word en blanco y se dispuso a quedarse viendo una vez más, el puntero parpadeando.

—Buenos días —Aleix entraba irradiando tanta luz como el dichoso sol.
Marlene vio a su marido con una enorme pesadez y se sumió en un largo suspiro.
—¡Traigo mi libro que me lo firmes! —Exclamó con sumó entusiasmo poniendo el libro sobre la secretaria.
Marlene ojeo enseguida el libro con ojos afilados —¡Es la primera vez que compras uno de mis libros! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Acaso no te gustan mis mejores libros?!
Aleix desvío la mirada. Había tanto decir, pero tan poco que "podía" decir...
La joven soltó sonidos de enfado y apartó el libro de golpe, haciendo que aterrizara en el libro.
Un chillido salió de entre los labios de su marido, quien recogió el libro y revisó con sumó cuidado que estuviera bien.
Esa actitud..  Le enojaba a ella.
—Debí publicar el de caperucita roja... —Refunfuñó entre dientes, sumiendo su mirada en lo blanco del documento.
—Ni se te ocurra publicar semejante atrocidad —Dijo Aleix volviendo a poner el libro sobre la mesa — Te van a denunciar.
Aleix vio la severa molestia de su compañera y ojeo de nuevo aquella imagen blanca, sin ningún contenido... Lo que le parecía raro conociendo a su pareja, lo que significaba...
—¿¡Vas a escribir otro cliché?! —No evitó el mostrarse emocionado.
Marlene le clavo una mirada asesina —Me lo ha pedid mi editor... Quiere una continuación de la historia... Porque dice que al público "le ha fascinado" —Hizo comillas lentas y pesadas con los dedos.
Detestaba que no vieran su enorme talento en las otras historias. Detestaba el cliché con todo su ser, y más ahora... Que tenía que escribirlo.
—¡¿Cómo va a seguir?! —Aleix junto las manos como colegiala, inclinándose casi encima de ella.
Marlene le hizo para atrás posando sus dedos en su frente —¿Ves aquí algún contenido?
—No...
—¡Entonces para que preguntas! —Gritó de ceño fruncido.
Ok... Marlene hoy no estaba en sus días, y todo se había juntado con el tener que escribir una más de aquellas historias.
Aleix decidió que sería mejor dejarla sola, así pues, se fue a ver la televisión.

<<¿Otro cliché?... Sólo puede ser una broma...>>

Deslizó sus dedos por el teclado, y subió las piernas a la silla, las cuales abrazo, viendo con detenimiento el espacio en blanco... Su cabeza estaba en su máximo funcionamiento... Recordando cada suceso de la anterior historia... De la tristeza que había llevado al joven al suicidio y...
En ese instante una chispa se cruzó por su cabeza, y sus dedos comenzaron a moverse a grande velocidad, como si tocara el piano, como toda una profesional.
Sintió dulzura en su paladar, viendo con orgullo como aquel vacío desaparecía y como grande contenido se posaba en el.
Marlene estaba feliz, y no por el hecho de escribir un cliché, sino porque a Aleix le había gustado uno de sus libros. No es que su estuviera muy acorde que fuera aquel precisamente, pero... Le había hecho ilusión de alguna manera u otra.
Hora y media después, abandonó la silla por un momento, para estirar las piernas al igual que sus dedos. Vio el libro de su esposo, y lo tomó, dejando su firma con una dedicatoria:

"Para mi pervertido esposo, que me hace tocar el cielo con la punta de los dedos.
Que me hace retorcer con dulzura...
Y que por veces me hace perder la cordura
Nace en mi la locura
De ser yo la loba
Que hinque el diente en tu sabrosa comisura
Esa fina y absurda
Que amo sin razón
Sabe bien
Rozar el infinito
Cubierta de ti
Agradezco tu acoso
El que me hizo enamorarme de ti"

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