Capítulo 48: "Gracias por darme lo único que siempre quise"


♥(͡° ͜ʖ ͡°) 48. "Gracias por darme lo único que siempre quise" (͡° ͜ʖ ͡°)♥


«Oye, no te dejaré sola en ningún momento»

«No hagas promesas que no podrás cumplir»

«No te dejaré sola, Amelí»


Faltan dos días para el cumpleaños de Max.

¿Sigue en pie la cena?

—Por supuesto.

¿La misma hora de la última vez?

—Por supuesto.

¿Tienes sueños húmedos con tu ex jefe?

—Por supuesto... que no.

Se ríe.

Ahora que lo mencionaste...

—Yo no lo mencioné.

¿Aún no sabes nada de él?

—Ah, me mandó un mensaje ayer. —Me rasco la mejilla—. Parece que ha ido a LA por temas de trabajo.

Entendible.

—Seh...

¿Aún crees que pasa algo?

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Tal vez solo estoy siendo paranoica. —Me inclino hacia adelante y agarro una aceituna del tazón que está sobre la mesita central.

Y me la meto entera.

La aceituna.

Lo otro ya no.

Hace mucho que no me meto lo otro.

Hablo del pie por si acaso.

Malpensados.

Tal vez, pero solo hay una forma de saberlo.

—Y esa sería...

Bueno, hay dos formas.

—Y esas serían...

Tal vez tres.

—Sus, me estás matando con la espera —me quejo.

Lo sé.

Bufo y me meto dos aceitunas a la vez. Rico.

Interrógalos.

—Vaya, cómo no se me ocurrió —ironizo.

¿Ya lo hiciste?

—Bueno... —Escupo las pepas en el tazón pequeño.

Entonces no interrumpas y escucha.

—Sí, señor —digo como soldado leal.

Si crees que Max oculta algo, bombardéalo de preguntas; si crees que Frank oculta algo, bombardéalo de preguntas. En resumen, bombardea de preguntas a quien crees que oculta algo.

—¿No sería algo cínico que quiera saber lo que oculta cuando yo también estoy ocultando algo?

¿¿Aún no se lo has dicho??

—Bueno...

Amelia Bumbum Thompson.

—Hoy se lo diré —aseguro.

Llevas diciendo eso toda la semana.

—Esta vez es en serio —me defiendo.

¿Por qué?

—Porque...

Amelia —le sale la voz autoritaria.

—Prometo que hoy se lo diré. —Exhalo en rendición.

Más te vale.

—Si no se lo digo hoy me raparé la cabeza.

Trato.

—Al cabo que ni quería cabello.

Amelia.

—Solo bromeo. —Sonrío—. Hablamos luego, que Max está por llegar.

¿Ya viven juntos y no me he enterado?

—Jaja, lo aventaría por el balcón si se aparece con una maleta.

Últimamente pasan mucho tiempo juntos... interesante. ¿Significa que ya lo perdonaste por salir con esa mujer?

—No creo que deba perdonarle por salir con alguien. —Escupo otra pepa—. Después de todo somos amigos.

Claro.

—Hablo en serio.

Lo sé, de todos modos ustedes tienen una relación extraña y difícil de comprender.

—Debe ser porque nos conocemos desde hace milenios. —Agarro tres aceitunas.

Sí, debe ser por eso. Bueno, por la noche te paso a buscar, abrígate bien que estamos en temporada de lluvias fuertes.

—Si no estuviera embarazada no me importaría, pero ahora ni mojarme con la lluvia puedo. —Suspiro en frustración.

Bienvenida a la maternidad.

—Yuju —digo sin ganas.

La puerta principal se abre y presenta al abogado sin trabajo.

—Justo llegó el susodicho —le digo a Susana.

Provecho. —Y cuelga.

—Hola, Amelí. —Sonríe ampliamente—. ¿Estás lista?

—Sí, sí. —Me levanto del sillón y agarro la cartera—. Terminemos con esto.

Me acerca la silla de ruedas.

—¿Por qué no te lo metes por donde no te llega el Sol? —amenazo.

—Dudo me entre. —Observa el objeto.

Ruedo los ojos y me adelanto en salir.

Hoy tengo otra estúpida cita con la doctora y mis ganas por ir se notan a leguas.

Tenía ganas de quedarme recostada viendo pelis o leyendo mangas y solo levantarme para hacer pis o tragar. Pero no, tenía que arruinar mis estupendos planes por una estúpida revisión.

—¿Qué le pasó a mi auto? —cuestiono al ver que tiene las ventanas polarizadas.

—Ah. —Se limita a sonreír—. Leí un artículo que asegura es bueno para retener el calor del interior sin necesidad de usar el calentador.

—¿Y cuando haga calor me achicharraré? —Enarco una ceja.

—También es bueno para retener la frescura. —Mantiene su sonrisa de niño bueno.

Lo miro con sospecha, pero igual entro al asiento de atrás.

—Al menos aún puedo ver la calle —comento al apreciar la vista.

—Así es, escogí el de mejor calidad, ni notarás que está ahí —dice con orgullo.

—¿No se necesita un permiso para esto?

—¿Saliendo vamos por pie? —propone el conductor.

—Claro. —Entorno los ojos ya que está sospechoso.

—¿Pasa algo?

—¿Qué te importa? —Frunzo el ceño.

—¿Hice algo malo?

—No eres tú, soy yo. —Abro los ojos para apreciar la vista.

—¿¿Estás terminando conmigo?? —se escandaliza.

Me causa gracia su dramatismo y no puedo evitar sonreír.

—Aún tenemos tiempo, conduciré despacio, puedes aprovechar en descansar un poco —propone.

Exhalo y vuelvo a bajar los párpados.

No estoy cansada, y eso que a veces ni dormir puedo debido a esta incomodidad. Cada vez es más difícil encontrar una posición que no me sienta mal y me permita dormir al menos unas horas.

Me rindo con el intento de dormir y me concentro en la nuca de Max. Gracias al espejo retrovisor puedo verle parte del rostro, y compruebo que está sonriendo.

—¿Dónde está mi ex jefe?

Su leve alegría desaparece al instante.

—¿No te escribió? Volvió a LA por trabajo.

—¿Realmente ha vuelto? —Voy acariciando mi enorme panza.

—Sí —afirma con seriedad.

—Has mejorado. —Miro por la ventana—. Pero sigo dándome cuenta cuando mientes.

—Digo lo mismo de ti. —Intercambiamos miradas por el retrovisor—. Sé que hay algo que no me estás diciendo.

—Y yo sé que estás cambiando el tema a propósito.

—Amelí.

—Amax.

—Bien, tú ganas.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo? —Elevo las cejas.

—Lo sabrás pronto, te lo prometo.

—¿Debo preocuparme?

—No, de eso me encargo yo. —Me sonríe a través del espejo.

—Igual me voy a preocupar. —Me encojo de hombros.

—Ahora tú dime qué no me estás diciendo.

Exhalo ante el inminente suceso. Va a ser un incómodo viaje en auto. Pero supongo que nunca encontraré el momento adecuado.

—Es sobre Jane.

—Ah... eso —suena decepcionado—. Me llamó el otro día.

Frunzo el ceño y me recorre un escalofrío por el cuerpo.

—¿Para... qué? —hablo lento.

—Quiere verme y que hablemos.

—¿No se había ido? —Mis manos las hago puños.

—Sí, pero volvió.

Cierro los ojos con fuerza.

—¿Las vas a ver? —musito.

—Sí, ya la he lastimado demasiado y al menos se merece una explicación. —Suspira.

—Voy a dormir, despiértame cuando lleguemos.

Y me hago la dormida.


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—¿Escuchó, señorita Thompson?

—¿Ah? —Miro a la doctora—. Sí.

—Son buenas noticias. —Me sonríe—. El bebé está saludable, y si se mantiene así no habrá complicaciones durante el parte.

—¿Para cuándo estaría naciendo? —pregunta Max.

—Aún faltan unas semanas. —Se concentra en el abogado—. Finales de agosto o principios de setiembre.

—Mi cumpleaños es pasado mañana —dice sonriendo—. Significa que cumpliremos años el mismo mes.

—Es lo más probable. —La doctora también está de buen humor.

—Y... ya se puede saber... —Max se inclina hacia adelante—. ¿Su género?

—Claro. —Curva los labios—. Si es lo que ambos desean.

El abogado me enseña la cara de cachorrito más adorable que he visto en mi corta vida.

—Yo quiero que sea sorpresa —le vuelvo a aclarar.

Su boca literal se derrite y convierte en una carita triste.

—Pero tú puedes —agrego.

—¿En serio? —Sus ojitos le brillan de la emoción.

Asiento y miro a la doctora.

—¿Se puede? —le consulto.

—Justo aquí lo tengo. —Acerca un folder de manila.

Intercambio miradas con Max.

—Bien, cerraré los ojos. —Me los cubro con una mano—. Pero no me spoilees.

—Lo prometo. Veamos qué tenemos aquí.

Tengo que decírselo. Tengo que decírselo. Tengo que decírselo.

Tengo. Que. Decírselo.

Hoy se lo diré. Hoy.

Sí, se enojará, pero Rei tiene razón, no me odiará. ¿Cierto?

Siento que solo me estoy martirizando por lo que ocurrirá y tal vez ni siquiera resulte tan mal como me lo estoy imaginando.

Tal vez.

Nos despedimos de la doctora y nos encaminamos al estacionamiento.

—¿Luego de almorzar vamos de compras? —propone un entusiasmado abogado.

—Claro. —Curvo los labios ya que me anima verlo tan feliz.

Al menos cumplió en no decirme si es niña o niño.

—Perfecto, porque justo recordé que olvidamos comprarle disfraces. —Su boca se le va a romper de tanto sonreír.

—¿Disfraces? —Lo miro.

—De mimo, pirata, ogro, doctor... —va nombrando todos los que quiere comprar.

—Es un bebé, no una Barbie —aclaro.

—¿No crees que nuestro retoño luciría adorable vistiendo igual a Jack Sparrow? —Agita las cejas.

—Supongo... —digo sin estar del todo convencida.

—¿O a un mimo?

Entorno los ojos.

—Paso. —Me adelanto y lo dejo atrás, lo cual es sorprendente ya que camino más lento que una tortuga.

—¿Por qué no? —Me alcanza, lo que no me sorprende—. Sería taaaaan adorable, igual que su madre lo fue.

—Ya dejé atrás esa vida.

—Lo dices como si hablaras de tu pasado como narcotraficante.

—Sí, esa vida también la dejé atrás. —Exhalo en nostalgia.

—Mientras solo hayas vendido y no consumido me conformo. —Asiente.

—Solo así podía comprobar que era buena merca. —Me encojo de hombros.

—Con razón a veces pones ojos de loca, debe ser un efecto secundario de las drogas. —Niega con la cabeza en desaprobación.

Entramos al auto y exhalo al sentirme un poco mejor.

Saber que todo anda bien conmigo y el bebé me ha quitado una cosa de la qué preocuparme.

Ahora solo me queda una y podré descansar en paz.

—¿Qué se te antoja comer? —Me mira por encima de su hombro.

—Algo salado, con toques de dulce, y pizcas picosas —digo lo primero que se me viene a la mente.

—¿Pizza?

—Esa cosa tiene queso y ya no quiero hincharme más de lo que ya estoy.

—¿Tallarines?

—Eso me estriñe.

—¿Carne?

—¿Me estás llamando gorda? —me ofendo.

—No, pero elige algo.

—Tú elige.

—Ya lo hice y rechazaste mis propuestas.

—Tus propuestas apestan.

No dice más y se toma un momento para respirar profundo.

Elevo la nariz al olfatear algo delicioso.

—Ya sé qué quiero comer.

—Así se habla. —Se endereza y enciende el auto.

No quiero algo sólido, más bien para beber, que sea concentrado, y sobre todo hirviendo.

—¿Sopa? —pregunta al detenernos frente al restaurante especializado en aquel platillo.

Lo miro como si fuera una rama que desea ser partida en dos.

—Sopa —se anima—, justo lo que quería. —Sale primero del auto.

Me ayuda a salir y entrecruza su brazo con el mío para ir juntos al interior del establecimiento.

Una vez acomodados en una mesa junto a la ventana, reviso las opciones de la carta.

—¿Cuál es la sopa más grande que tengan? —le pregunto al camarero.

—El especial familiar.

—Quiero ese. —Cierro la carta y se lo entrego.

—Es para cuatro per... —Lo miro como si fuera masa de pan lista para ser aplanada—. Enseguida se lo traigo.

—Yo quiero... —dice Max, pero el sujeto ya se ha ido—. La paz mundial.

—Lo llamaré para que tome tu orden. —Me levanto del asiento.

—No no. —Se para con rapidez—. Iré yo. —Se toca el pecho.

Abro la boca para oponerme, pero se aleja sin darme oportunidad de decir algo. Así que vuelvo a sentarme y me concentro en la vista que me brinda el ventanal.

Aquí se lo diré.

Es un buen lugar, con varias salidas disponibles y una parada de taxis a una calle de distancia, perfecto para desplazarme por si Max se enoja tanto que me deja tirada.

—Listo. —Regresa rápido y se sienta—. Ya le dije a la camarera. —Sonríe como niño bueno.

—¿No era hombre? —Arrugo la frente.

—Sí, pero nos lo cambiaron. —Asiente repetidas veces.

—¿Por qué? —Elevo las cejas.

—Lo has asustado tanto que tuvo que cambiarse de pantalones. —Tuerce la boca ante el triste acontecimiento—. Y eso que solo lo miraste, seguro se habría desmayado si le hubieras dicho algo.

—Mientras traigan lo que pedí. —Entorno los ojos y voy observando a los camareros que pasan de un lado a otro.

Es entonces cuando mi vista nota a alguien a quien no esperaba ver.

—Parece que llegué a tiempo —dice la susodicha una vez se detiene junto a nuestra mesa.

La miro de pies a cabeza y puedo confirmar que esto no fue lo que pedí.

Oh, Jane, has elegido un mal día para aparecer.

—¿Jane? —Max luce perdido, como si no la esperara— ¿Cómo me encontraste?

—Pasaba por aquí y los vi por la ventana. —Enseña su estúpida sonrisa—. ¿Podemos hablar un momento?

—Ahora no creo que...

—A Amelia no le molestará. —Me mira—. ¿Cierto?

—A decir verdad... sí, y mucho.

—Te llamaré para coordinar. —Max se levanta—. Ahora estoy algo...

—Es que me iré pronto. —Hace un puchero—. Sé que nos dimos un tiempo, pero en serio necesito hablar contigo.

¿Se dieron... un tiempo?

Miro a Max como si fuera una galleta lista para ser triturada por mis dientes.

—Jane, por favor —habla con suavidad—, no hagas esto más difícil.

Exhalo de cansancio. Realmente no tengo ganas de mirar esta molesta escena.

—Ve.

—¿Qué? —El abogado me mira.

—Parece que no va a rendirse hasta que hablen, y tienes tiempo hasta que nos traigan las sopas.

Jane sonríe en victoria.

—No.

Frunzo el ceño ante la negativa.

—Jane. —Se enfoca en la pelirroja—. Tú y yo ya terminamos... lo que sea que hayamos tenido, y creí que habías entendido por qué no puedo seguir contigo, pero parece que lo tendré que volver a aclarar.

Miro a Max como si fuera una uña mal pintada. Me molesta, pero al rato se me olvida.

—Solo estás confundido por lo que sea que te haya dicho Amelia. —Lo sujeta del brazo—. Pero no puedes creerle, sabes lo mentirosa que es.

Miro a la mujer como si fuera un cayo del pie listo para ser raspado con mucha mucha fuerza.

—Es justo por eso, esa es la razón por la que no puedo seguir viéndote. —El abogado sacude la cabeza—. Pareces estar tan obsesionada con Amelí que ya me cansé de escucharte hablar sobre ella como si la conocieras.

Miro a Max como si fuera una planta en peligro de extinción.

—Maxi, hablemos, por favor —le ruega.

Y yo que creí que no podía caer más bajo.

—Lo siento, Jane. —Sacudo la cabeza—. Pero ya lo oíste, se cansó de escucharte. —Exhalo de cansancio—. Mejor retírate antes de que le canse verte.

—Todo esto es tu culpa, hipócrita de mierda —escupe y da un paso hacia mí.

Abro la boca de la sorpresa ya que no me esperaba tuviera ese vocabulario tan vulgar.

—Solo tenías que quedarte callada como la cobarde que eres y seguir fingiendo que fuimos grandes amigas, pero ni eso haces bien.

Ya no puedo verla más porque Max me bloquea la vista.

—Estoy siendo muy paciente contigo porque me agradabas —dice con calma—. Pero si sigues comportándote de esta forma dejaré de ser caballeroso.

Bufo ante la broma.

—Soy caballeroso. —Me mira por encima de su hombro.

Jane aprovecha el segundo en el que se distrae para darle una bofetada.

—Idiota.

Me levanto de un brinco.

—¿Cómo le dijiste? —Empieza a alejarse—. Ey, estoy hablando contigo. —Max me sujeta y no me deja ir tras ella—. Suéltame, pendejo —amenazo.

—No vale la pena.

—Difiero. —Trato de liberarme, pero es más fuerte y yo soy cada vez menos flexible.

Exhalo en rendición y regreso a mi asiento, él hace lo mismo.

Miro al abogado y su mejilla enrojecida.

Le hago señas a los meseros que han estado atentos al chisme, y uno se empieza a acercas mientras que el resto se dispersa y continúa trabajando.

—¿Puede traer hielo envuelto en esto? —Le entrego mi servilleta de tela.

—A la orden. —Lo recibe.

—Gracias. —Se aleja a la velocidad de la luz.

Vuelvo a enfocarme en Max. Tiene la vista perdida en la calle con un aura entre serio y triste.

—Descuida, sus bofetadas pueden doler, pero no dejan marca si le pones hielo por un rato.

—Que sepas tanto significa que no soy el primero en recibirlas.

—Ni siquiera el segundo —intento bromear.

Aunque estoy al borde del enojo por causa de esa mujer me resulta imposible desahogar esa furia con él.

—¿De qué hablaba?

—¿Cómo? —Ya me perdí.

Ahora sí que me mira, y con demasiada intensidad.

—¿Fingían ser amigas?

—Ah, eso. —Libero un largo suspiro—. Pensaba decírtelo luego de comer, pero esa mujer volvió a arruinar mis planes.

—Ustedes sí fueron amigas, paraban todo el tiempo juntas, se quedaba a dormir en tu casa y hacían pijamadas tan seguido que sentía celos de lo cercanas que eran.

—Sí, es cierto. —Asiento.

—¿Entonces por qué dijo eso? —Niega con la cabeza, se le nota bastante perdido y es mi culpa.

—Porque tenía razón, fui una cobarde y no te pude decir toda la verdad de lo que ocurrió en aquel último año de preparatoria.

—El otro día... —Frunce el ceño y aparta la vista tras recordar algo—. Hablaste del pasado antes de que la llamada te interrumpiera.

—Sí, estaba por decírtelo en ese momento. —Entrelazo mis dedos—. Toda la semana he querido decírtelo, pero me asustaba tanto que no me perdonaras que solo lo pospuse.

Se me queda mirando mientras escucha con atención cada palabra.

Respiro hondo y lamo mis labios.

—Jane fue mi amiga al principio, y todo iba estupendo entre las dos...

Hasta que empezó a juntarse con Amanda.

No me molestó al principio porque quería creer que al menos sería una buena amiga con Jane a pesar de que nosotras nos distanciamos hasta convertirnos en desconocidas.

Jane lucía feliz juntándose con ella y su grupito que solo podía sentirme feliz de que se sintiera bienvenida. Después de todo es lo que la mayoría queremos, un lugar donde pertenecer.

Mientras resumo como puedo todo lo que ocurrió hasta el fatídico fin de año, Max no comenta nada y solo se limita a escuchar.

Le cuento que Jane no solo me dejó de lado cuando empezaron a acosarme, sino que también lo hizo. Desde empujarme por las escaleras hasta encerrarme en el baño hasta el día siguiente.

Porque mientras más me molestaba, más popularidad conseguía.

Fue cuando entendí que le importaba más eso que nuestra amistad.

Max exhala una vez termino de hablar. Continúa en silencio, tal vez aún digiriendo todo lo que le he dicho, o tal vez buscando la forma civilizada de mandarme al carajo.

Espero sea lo primero.

Las sopas finalmente llegan y se pone a comer, así que hago lo mismo.

Lo miro de rato en rato, asegurándome que siga ahí ya que es difícil saberlo cuando sigue sin hablar.

Terminamos de comer casi al mismo tiempo. Moría de hambre, además que me ayudó a controlar mis nervios ante la espera.

—¿Puedes decir algo? —pido en cuanto se pone de pie, listo para marcharse—. Sé que estás molesto y solo te...

—No estoy molesto —afirma.

—Y yo no estoy embarazada —afirmo.

—Lo digo en serio —asegura con completa seriedad—. Vamos, te llevaré a casa.

—¿Ya no iremos de compras? —Presiono los labios.

—Mañana. —Rodea su brazo con el mío—. Por hoy descansemos.

—¿Te cansaste? —Me dan punzadas en la nariz, lo que significa que se están activando mis ganas de llorar.

—Lo digo por ti.

Me ayuda a subir al auto y se coloca tras el volante. No enciende el vehículo y solo permanece ahí, quieto y pensativo.

—Lo siento —musito.

—No, si te disculpas me voy a enojar.

Presiono los párpados con fuerza.

—Pero no contigo, sino conmigo.

Abro un ojo.

—¿De qué hablas?

—Sé por qué no me lo dijiste, creíste que no tendrías que verla de nuevo y no había motivo para mencionarlo y rememorar aquellos malos ratos que pasaste debido a ella.

Abro el otro ojo.

—Por eso te enojaste tanto cuando te insistí en hablarle, te obligué a tratar con una de las personas que te acosaron y hasta esperé que se llevaran bien.

Fingí tan bien que ni se me notó la incomodidad.

—Es que ahora todo es tan obvio. —Descansa su cabeza en el respaldar.

No añade nada más así que le doy un momento porque seguro tiene mucho en qué pensar.

—Cómo podría enojarme contigo por no decirme cuando la respuesta la tuve enfrente de mis narices y una vez más fui tan ciego para no notarlo. —Se cubre los ojos con una mano—. Vaya que soy idiota.

—Un poco tal vez —murmuro bajito.

—Me esfuerzo por hacer las cosas bien pero no dejo de arruinarlo. —Suspira en frustración—. Por qué nada me sale bien.

Frunzo el ceño, molesta ya que se está pasando.

—Max —lo llamo con firmeza—. Amax —me corrijo—. Oye, voltea y mírame.

—No creo que pueda volver a hacerlo. —Mantiene sus ojos cubiertos—. Es demasiado vergonzoso.

—Dije que voltees —le ordeno.

Exhala, baja la mano y se gira. Pero no me mira.

—Mírame.

Al fin me mira, a regañadientes, pero lo hace.

—Eres un pendejo.

—Vaya, gracias. —Baja la mirada.

Agarro su mandíbula, lo que lo sorprende y lo obliga a mirarme.

—Pero así todo pendejo te quiero.

Sus ojos se abren hasta su máximo.

—Ambos hemos sido tan tontos y cometidos tantos errores desde el inicio de los tiempos, y aun así nos perdonábamos porque desde el principio sabíamos en lo que nos metíamos.

Enarca una ceja ya que parece no entender a donde quiero llegar.

—Si tú me aceptaste como la mentirosa y cobarde que soy a veces, yo te acepto como el pendejo que sueles ser.

—¿Gracias? —Entorna los ojos, notoriamente perdido.

—De nada. —Lo suelto y sonrío—. Ahora vayamos por esos disfraces.

—¿No me odias? —Eleva las cejas, mirándome directo a los ojos.

—Ni aunque te comas todas las aceitunas del mundo podría odiarte. —Ladeo mi sonrisa.

Sonríe de oreja a oreja.

—Y yo no podría odiarte ni aunque me raparas.

—¿En serio? Interesante. —Asiento ante la idea que me ha dado.

—Lo haces y no te vuelvo a comprar pie —me reprende.

Me río, lo que le hace sonreír. Regresa a su puesto y enciende el auto.

—Eres tan pendejo. —Sacudo la cabeza ya que no tiene solución.

—Y tú tan cobarde. —Sacude la cabeza, imitando mi cara de desaprobación.

No solo es pendejo, es un Demonius Pendejorius.


♥(͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°)♥(͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°)♥

¡Hola! :3

Debo decir que este es el capítulo más largo de la novela porque, como es usual, me dio pena partirla u.u

Meta del cap: 200 comentarios 

El siguiente cap es el último u.u (sin incluir epílogo y escena extra), solo recuerden que la violencia no es buena y en especial si va hacia la autora T.T

Si llegamos a la cantidad de comentarios que indica arriba subiré el siguiente cap :3

PD: ¿Ya te uniste al chat de telegram de lectores e.e? El enlace para entrar lo encuentras en mi perfil o también puedes pedírmelo al privado :3

¿Preguntas?

¿Teorías de lo que pasará en el siguiente cap?

¿Frase favorita?

Aprecio, agradezco y atesoro cada comentario que me dejas. Quiero que sepas que los leo todos aunque a veces no pueda responderte, siempre te leeré y te querré por ello. Me apoyas muchísimo con cada comentario, así sea algo cortito, me animas e impulsas a seguir escribiendo, además que se siente menos solitario por aquí (͡° ͜ʖ ͡°)

Vale rie*

Los adoro

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