Capítulo 36: "Miedo a aceptar mi miedo"
♥(͡° ͜ʖ ͡°) 36. "Miedo a aceptar mi miedo" (͡° ͜ʖ ͡°)♥
«¿Cómo está Beatriz?»
«Peter dice que está en recuperación, aún no despierta»
«¿Qué fue lo que pasó?»
Abro los ojos, me giro y me siento al borde de la cama. El despertador no tarda en sonar y lo apago.
—Genial, ya me convertí en mi padre —me quejo al recordar que él también tiene la manía de despertarse antes de su despertador.
Arrastro los pies hasta la ventana, corro la cortina y aprecio la vista.
Respiro hondo mientras acaricio mi panzota.
—Hoy será un buen día —me digo.
Fuerzo una sonrisa y asiento, aceptándolo como un hecho.
El teléfono vibra junto al despertador y me encojo de hombros al sospechar de quién se trata.
Bufo al comprobar que tengo razón.
Copadre pendejo:
Buenos días, linduras, espero tengan un brillante día. En especial tú, linda Amelí, disfruta de tus vacaciones pagadas. Muak muak.
*Copadre ladrón de mantas salió del grupo*
*Copadre pendejo ha añadido a Copadre ladrón de mantas*
Sacudo la cabeza y busco el emoji del dedo medio, y lo mando sin esperar otro segundo.
—Solo estoy aceptando estas vacaciones por ti —le digo a mi panza mientras la acaricio—, prometo no quejarme tanto solo porque no quiero que creas que soy una mamá renegona.
Pestañeo varias veces al darme cuenta lo que he dicho en voz alta.
Mamá.
Soy mamá.
Oh cielos, ¡soy mamá!
—No puedo ser mamá. —Me toco la cabeza— ¡Aún estoy chiquita!
Respiro hondo y me enderezo.
—Que no cunda el pánico... que no cunda... —Inhalo hasta llenar mis pulmones—. Pánico.
El timbre suena y frunzo el ceño ya que me extraña que alguien venga de visita tan temprano.
Abro la puerta y bajo la mirada hasta el rostro de la adorable Brenda.
Brenda es la actual asistente del conde.
Y me dan ganas de apachurrarla cada vez que la veo.
—Hola, señorita Thompson. —Usa su dedo para ajustar sus gafas—. ¿Descansó bien? —Aún con sus lentes y su flequillo consigo apreciar sus enormes ojos marrones.
—Sí. —Sonrío—. Estupendamente.
—Me alegra. Esto es para usted. —Recoge del suelo un gran tarro de aceitunas.
No de nuevo.
Ayer fueron cajas de pie de manzana y ahora esto.
No sé si el conde me detesta o me adora, y como descarto en una la segunda opción confirmo que no soy de sus personas favoritas.
—Gracias. —Lo recibo porque se nota que le pesaba—. ¿Gustas tomar algo antes de irte?
—Negativo. —Vuelve a empujar sus gafas—. Debo volver a la galería para continuar con los preparativos de su inauguración —lo recita como si estuviéramos en el ejército.
Solo nos hemos visto un par de veces pero ya empiezo a entender por qué la contrató. Se le nota muy capacitada y comprometida con el trabajo sin importar la tarea que reciba. Por ejemplo llevarle aceitunas a su antigua asistente.
—¿Puedo acompañarte?
—Negativo, es peligroso —responde de inmediato.
—¿Sigue en construcción? —Arrugo la frente—. Creí que la inauguración sería dentro de poco.
—Afirmativo, ya casi han terminado la decoración en su interior.
—¿Entonces por qué sería peligroso? —Dejo el tarro a un lado que ya me está pesando.
Y no tengo pensado dejar que Brenda se vaya a menos que me lleve porque prefiero ir con ella que pudrirme en este lugar.
—Tengo órdenes de no decir la razón —confiesa con el mismo tono de soldado.
Entorno los ojos y sospecho cuál sería esa razón.
—Bien, no me lleves. —Me cruzo de brazos—. Pero te seguiré e igual terminaré yendo. —Ladeo mi sonrisa.
Abre la boca pero no sabe qué responder.
—¿Si le digo la razón promete que no irá? —Me mira fijamente.
Rayos, no me mires así que te diré sí a lo que sea que me pidas.
—Está bien. —Me aclaro la garganta.
—Mi jefe no desea que vaya a la galería por el momento porque quiere ver su reacción una vez esté terminada.
Ahora yo abro la boca sin saber qué responder.
¿Por qué le interesa tanto mi reacción? No sería la primera vez que estoy en una inauguración suya. Es más, nos conocimos en una inauguración.
—Como prometió que no irá me retiraré. —Hasta me hace una reverencia.
—Sí... —Suspiro con pesadez—. Supongo que me quedaré sola en casa, atragantándome con las aceitunas hasta reventar. —Cargo el tarro y empujo la puerta—. Nos vemos.
Pero la puerta no se cierra ya que algo la ha bloqueado. Miro al suelo y encuentro la zapatilla blanca de Brenda. Así que alzo la vista hasta su cara.
—¿Puedo... acompañarla un rato? —Empuja sus lentes.
—¿Lo harías? —Sonrío ampliamente.
Asiente y me hago a un lado para que entre. Me quita el tarro antes de seguir avanzando.
—¿Quieres algo de beber? —pregunto sin dejar de sonreír.
—Yo lo preparo —dice al instante.
—No. —Le corto—. Tú eres mi invitada, yo traeré las bebidas. ¿Prefieres té o café?
Se me queda mirando, sospecho que analizando las opciones que tiene disponibles.
—Chocolate caliente.
—¿Con este calor? —Enarco una ceja.
Y no lo digo solo por estar embarazada, que hasta en las noticias han dicho que estos días habrá un aumento de temperatura.
—Chocolate... frío.
—Enseguida salen dos chocolates fríos. —Sonrío como gato—. Puedes sentarte mientras lo preparo.
—Gracias. —Procede a sentarse.
—Y dime, Brenda —hablo alto mientras voy llenando las tazas con agua—, ¿de dónde eres?
Por su acento puedo notar que no es de por aquí, además que hay veces que confunde las palabras.
—De Perú —responde.
—Wow. —Asomo la cabeza—. ¿Cómo es por allá?
—Ruidoso.
Asiento y regreso para sacar hielo y poner un par de cubos en cada taza.
—¿Y te está gustando trabajar para... tu jefe? —Regreso con los chocolates fríos recién preparados.
Recibe ambos y los coloca sobre la mesita central, al lado del tarro de aceitunas.
—Mucho, aprendo bastante con él.
—Es cierto. —Agarro mi taza—. También aprendí mucho cuando trabajé para él. —Le doy un sobro y me maravillo por su delicioso sabor—. Un consejo, si se accidenta la pierna pide un año sabático.
No dice nada ya que se enfoca en degustar su chocolate.
—Señorita Thompson, ¿puedo hacerle una pregunta? —Deja su taza sobre la mesita.
—Llámame Amelia, si me tuteas me sentiré menos vieja. —Curvo los labios—. Y sí puedes hacerme una pregunta. —Dejo mi taza sobre la mesita—. Las que gustes, tengo todo el día.
—¿Está interesada en mi jefe?
Me atoro con mi saliva, así que vuelvo a coger mi taza para beber otro poco.
—No soy suicida —digo lo más amable posible.
Que luego podría ir a chismearle al conde lo que dije. Debo asegurarme antes si es amiga o enemiga y qué tan honesta puedo ser con ella sobre su jefe.
—Ya veo. —Agarra su taza y se toma su tiempo en beberlo.
Como noto que no tiene pensado decir algo más lo tomaré como mi turno.
—¿Por qué lo preguntas? —Enarco una ceja.
—No puedo decirlo. —Y vuelve a enfocarse en su chocolate.
Algo que también puedo confirmar es que es buena guardando secretos. Me sirve.
—¿Puedo decirte algo y prometes no decírselo a nadie?
Se me queda mirando.
—¿Se trata de algo ilegal?
—Nono .—Sacudo las manos—. Es algo más... algo un poco... no es la gran cosa.
—¿Por qué me lo quiere contar a mí? —El cambio en su rostro me causa gracia ya que es la primera vez que muestra otra reacción que no sea la típica cara de... bótox.
Oh santo cielo, ¡es igual al conde!
Con razón había algo en ella que me resultaba tan familiar y nostálgico, me recuerda a los primeros meses que trabajé para él, cuando no dejaba de meter la pata y solo se limitaba a darme latigazos con su cara de bótox.
Que buenos momentos.
—¿Si te soy honesta? Estoy aburrida, todos están trabajando o estudiando, y quiero aprovechar al máximo tu visita.
—¿No empezaron hoy sus vacaciones? —Frunce el ceño.
—Sí, y no creo pueda soportar otro día más aquí. —Me encojo de hombros.
Se me vuelve a quedar mirando.
—A cambio de su honestidad le contaré algo.
—Uuuuuh chisme. —Me sobo las manos.
—Mi jefe no solo me ordenó que le traiga el tarro de aceitunas, también me pidió que me asegure que usted está bien antes de retirarme. —Se endereza—. Por eso le pregunté si podía quedarme un rato, no parecía estar bien.
—Ah. —Fuerzo una sonrisa—. Eso.
—Ayer hasta me abrazó por los pies, pero hoy está... diferente.
Vaya, sigue hablándome con tanta formalidad, y se siente tan frío, como si me hablara alguien a quien acabo de conocer.
Suspiro con pesadez.
—¿Si te digo la razón empezarás a tutearme?
—¿Por qué quiere que la tutee? —Me mira.
—Porque me agradas. —Sonrío—. Y si vamos a vernos seguido me gustaría conocerte más.
—Usted también me agrada—. La miro feo—. También me agradas —añade.
Intensifico mi sonrisa, satisfecha por su respuesta.
—Y no necesitas decirme la razón, sospecho que no es una muy alegre y prefiero no arruinar más tu estado de ánimo.
—No es nada de eso. —Me río—. Solo estoy aburrida, me desanima un poco quedarme en casa sin nada que hacer y...
—Estar sola.
Me la quedo mirando.
—Creo que tienes razón. —Frunzo el ceño—. Me desanima estar sola. —Tuerzo la boca—. Que extraño, antes no tenía problema con eso, pero ahora...
—Estás embarazada.
—¿Eres mi conciencia y has reencarnado en un nuevo cuerpo? —Enarco una ceja.
Porque no deja de interrumpirme.
—Me disculpo si me sobrepasé. —Baja la mirada.
—No, al contrario... se siente bien que seas tan directa. —Sonrío como gato—. Cada vez me agradas más.
—El sentimiento es mutuo.
Me río.
Habla tan similar al conde pero en ella me resulta tan adorable.
Me estremezco en cuanto toma mi mano.
—No estás sola —dice fijando sus ojos en los míos—. Sea cual sea la razón por la que creas que lo estás es solo el miedo hablando, y dirá lo que sea con tal de ganar, así tenga que usar tus puntos débiles para conseguirlo.
Cierro los ojos con fuerza y sacudo la cabeza.
Otra vez estoy asustada, otra vez me estoy acobardando. Pro esta vez es peor porque no sé la razón.
Veo la sonrisa de Beatriz, tan clara que a pesar que duró menos de un segundo no se me borra de la mente.
Abro los ojos y un par de gotas caen al mismo tiempo.
—Ya sé la razón —musito.
Creí que solo eran pesadillas. Creí que solo seguía en duelo.
Mantengo la vista en una mancha de la puerta, algo que ha estado ahí desde que llegué pero que no hice nada para arreglarla.
—Tengo miedo de estar sola porque... me da miedo que me pase lo mismo que a ella... y no haya nadie de quien despedirme.
Yo nunca pude despedirme. Estuvo a tan solo unos metros y no pude estar ahí en sus últimos momentos. No estuve ahí. Y me aterra ser castigada por eso.
Parpadeo al reconocer la silueta que bloquea mi vista de la mancha.
Es el conde.
Me levanto de golpe y voy hacia él. Y lo abrazo con fuerza.
Ahí, sobre su pecho, rompo a llorar.
♥(͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°)♥(͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°) (͡° ͜ʖ ͡°)♥
¡Hola! :3
Capítulo un poquito más largo para presentar al nuevo personaje, Brenda :3
Es una combinación del conde con mi antiguo yo (durante la época en la que usaba flequillo :v)
He revisado este cap varias veces porque siempre me cuesta más las escenas que no son tan de risa (y se van un poco en lo sentimental) y quiero que salga lo menos dramático posible (o por lo menos no ser la única que termina llorando, pero eso ya es difícil ya que soy una llorona :'v).
PD: ¿Ya te uniste al chat de telegram de lectores e.e? El enlace para entrar lo encuentras en mi perfil o también puedes pedírmelo al privado :3
¿Preguntas?
¿Teorías de lo que pasará en el siguiente cap?
¿Frase favorita?
Aprecio, agradezco y atesoro cada comentario que me dejas. Quiero que sepas que los leo todos aunque a veces no pueda responderte, siempre te leeré y te querré por ello. Me apoyas muchísimo con cada comentario, así sea algo cortito, me animas e impulsas a seguir escribiendo, además que se siente menos solitario por aquí (͡° ͜ʖ ͡°)
Si quieres fangirlear conmigo o contarme qué te pareció cada cap, mi privado siempre estará abierto para ti, en cualquiera de mis redes, y no tengas pena en etiquetarme, yo encantada y honrada quedaré (͡° ͜ʖ ͡°)
Vale rie*
♡ Los adoro ♡
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