Capítulo 9: "Solo los dos"
«Tú me gustas mucho».
«Amelí... me he enamorado de ti».
«¿Quieres ir al baile conmigo?»
No quiero levantarme, pero tampoco quiero seguir durmiendo, ¿puedo sonar más disparatada?
Ya llamé a mi padre, y literalmente es todo lo que tenía planeado hacer hoy. Las chicas están ocupadas, Jack está trabajando, hasta las pilas del vibrador se han acabado de tanto usarlo. A veces solo lo encendía, lo dejaba en la mesita de noche, y me quedaba observándolo bailar.
Este domingo será largo.
—Amelia, ¿vas a seguir durmiendo?
Un viento misterioso me quita el cobertor que me protegía de la luz, y me siento desnuda.
—Fuera, ilusión de Jack. —Le tiro la almohada y me pongo boca abajo—. Ahora no quiero jugar.
—Vamos a salir quieras o no. —Una mano misteriosa me jala del pie, y aunque me agarro con las uñas no consigo sostenerme. De un momento a otro, aparezco en los brazos de la ilusión de Jack—. Ahora, ¿quieres que sea yo el que te cambie o lo harás por ti misma?
—¿Ah? —Pongo cara de zombie.
Miro el espejismo que ha creado mi mente, luego la cama, y por último el suelo.
—¿Eres el verdadero Jack? ¿O un ángel que ha venido a llevarme al cielo?
—¿Has bebido? —Enarca una ceja, sonriendo a medias.
—¿Lo he hecho?
Se carcajea.
—Me tomé el resto del día libre porque te extrañaba, ¿sabes que es casi mediodía?
—¿Me extrañabas? —me conmuevo— ¿En serio?
—Quiero hacer algo contigo.
Tengo una caja de condones en mi mesita de noche que ha estado esperando este momento.
—¿Qué estamos esperando? ¡Hagámoslo!
Cuando Jack dice «hacer algo» no significa «sexo salvaje», lo que en realidad quiere decir es: ir al centro comercial.
Mis condones se van a pudrir de tanto esperar.
—Entonces... ¿cuál te gusta?
Y la razón por la que estamos aquí es para comprarme un nuevo teléfono.
—¿Qué tal este? —Señala el negro del aparador— ¿No? —Sacudo la cabeza y seguimos mirando por el alrededor.
—¿Qué tal esta? —Señala otro.
—Se ve lindo.
—Señorita, ¿podría sacarnos esta? —le habla a la dependiente.
—Claro. —Sonríe con coquetería— ¿Le gustaría probarla? Tiene muchas funciones que podrían resultarle... placenteras.
Placentero va a ser el golpe que te daré en... ¿Para qué me molesto? Mejor seguiré viendo teléfonos, y que Jack se encargue de la mujer.
Creo que mejor quiero este, se parece mucho al que tenía... ¿A dónde se han ido los vendedores? Ah. No creo que Jack necesite tanta ayuda, ¿tienen que ser tan obvias?
—¡Disculpen! —el grito me desgarra la garganta, pero funciona—. Me gustaría ver este teléfono. —Sonrío como niña buena a las vendedoras que me miran con sorpresa.
Tardamos más de media hora, pero al fin tengo un nuevo celular, y por suerte aún mantengo mi viejo número.
—¿Qué tal está tu filete?
—Delicioso. —Acerco un pedazo a su boca, lo come y me sonríe.
Por mi visión periférica capto el acercamiento de una muchacha, y me pongo en guardia. Al estar bastante cerca de nosotros, golpeo la punta del cuchillo con la mesa lo suficiente fuerte para espantarla. Se aleja y sigo comiendo.
Noto que Jack se me ha quedado viendo.
—¿Qué pasa? —Sonrío.
—No sé. —Entorna los ojos y curva los labios—. Hay algo diferente en ti.
Me miro de pies a cabeza.
—¿Hablas de mi ropa?
—No, solo luces... diferente. —Tuerce la sonrisa—. Me gusta.
Me atoro con el pedazo de carne. ¿Acaba de decirme que le gusto? No, dijo que le gusta algo de mí, ¿pero qué significa eso? ¡Ay me ahogo!
Y el pedazo de carne aterriza en el vaso de agua de Jack. Fabuloso. Él solo se ríe y sigue comiendo con esa sonrisa que lo hace lucir como un hermoso y sensual ángel.
De tanto mirarlo como boba se me cae el cuchillo, me agacho para recogerlo, y mis ojos perciben un par de pies que aparecen de la nada.
—Con unas amigas iremos a beber algo, ¿te gustaría acompañarnos? —Una muchacha sonriente y animada está parada al lado de Jack.
Eso es rapidez, ¡estas chicas no descansan nunca!
—Iré por otro cuchillo. —Me pongo de pie, e ignoro lo que sucede allí.
Antes de alejarme Jack también se levanta.
—Lo siento, pero... —Me agarra de la cintura y me apega a su cuerpo—. Ya tengo planes. —Enseña esa irresistible sonrisa hipnótica imposible de rechazar.
Cada pedazo de mi piel saborea su cuerpo en forma, e incrementa mi sed de acercarme aún más a él.
Si fuera hombre ya se me hubiera parado.
—Jack, ¿sabes que nos están mirando? —Me tenso, un tanto incómoda de llamar la atención de este modo.
—Bien, así entenderán que vienes conmigo.
—Me han dado ganas de orinar —balbuceo.
Se carcajea, lo que solo aumentan las ganas de ahorcarme... y orinar.
—¿A dónde te gustaría ir?
Mientras conduce miro por la ventana la actividad nocturna que hay allí afuera.
—Hay muchas opciones.
En realidad, no hay ninguna que me apetezca, ya que todas son en lugares públicos, lo que seguro terminará con Jack rodeada de mujeres y yo de bebidas.
No gracias.
Podríamos ir a un lugar abandonado, tal vez un almacén. ¿Pero qué haríamos allí? Juegos de mesa, suena bien. Aunque también necesitaríamos algunas lámparas, tal vez una docena de velas, una cama inflable, algunos condo...
—¿Entonces?
—¿Ver una película en mi casa?
—Hay una tienda de videos a un par de cuadras. —Sonríe.
Ya en mi edificio, salimos del ascensor. Jack carga las películas con el paquete de palomitas mientras que yo trato de acostumbrarme a mi nuevo teléfono. Resulta emocionante conocer las nuevas funciones de un celular recién comprado, casi tan emocionante cómo conocer las nuevas funciones de un vibrador recién comprado.
Entramos al departamento y nos dirigimos a la cocina.
—Yo me encargo de las palomitas —digo.
—Y yo de las películas. —Se va a la sala.
Ahora que tengo un momento de paz y soledad, puedo decir lo que pienso, ¿o pensar lo que digo? Como sea.
Jack parece diferente.
Sí, lo dije, o lo pensé, lo que sea.
¿Lo habré excitado?
En realidad, soy yo la excitada.
¿Se habrá cambiado el corte de cabello?
¿En serio?
No lo había visto así desde la universidad.
Ah, la universidad. Los primeros tres años fueron los mejores de mi vida. Por sorpresivo que resulte, Jack estudiaba la misma carrera que yo, y fue así como nos conocimos.
Un día, al terminar una de tantas clases, él empezó a hablarme. Bueno, en realidad quería que le preste un libro, pero así comenzó. Nos hicimos cercanos.
Estudiábamos juntos, comíamos juntos, hacíamos casi todo juntos. La verdad es que no éramos tan cercanos como para bañarnos juntos, una verdadera desgracia.
Éramos como uña y mugre.
Ahora que recuerdo, mis compañeras solían llamarme así: mugre. ¿Por qué era que...? Ah, claro, ya me acordé: no importa cuánto intentes mantener limpia tu uña, la mugre siempre aparece.
Sí, no tuve muchas amigas en esa época. Era una desgraciada para ellas. Pero tenía a Jack y con él fue suficiente. Siempre fue suficiente.
Claro, hasta que se hizo modelo.
El sonido del microondas me saca del pasado con un coscorrón.
Voy a la sala con el tazón y encuentro a Jack parado a mi derecha mientras mueve el interruptor de luz arriba y abajo. Miro el foco que es prendido y apagado sin comprender lo que intenta hacer. No luce malogrado, aunque ¿qué se yo?
Interesante, esto se parece a un sueño que tuve, ese en el que Jack resultaba ser el técnico que venía a arreglarme el cable, y de algún modo pasamos a mi habitación para solucionar un problema más interno. Oh sí, vaya que me lo solucionó.
—Amelia —su susto me espanta. Sonrío y suspira—. ¿Hace cuánto estás ahí?
—Ya están las palomitas. —Levanto el tazón que cargo— ¿Qué estás haciendo? —Frunzo el ceño.
—Ah, yo estaba... —Se rasca la cabeza y tuerce la boca—. Intentaba bajar el brillo de la luz.
—No tengo de esos —digo con franqueza—, o se apaga o se prende.
—Sí, ya me di cuenta. —Agarra el tazón—. Vamos a sentarnos.
Agarro la manta roja y la comparto con Jack, y en medio de los dos deja las palomitas.
—¿Seguro que prefieres hacer esto que salir con tus amigos? —pregunto por si las dudas.
—¿Por qué? —Me mira y enarca una ceja— ¿Quieres deshacerte de mí?
—No. —Sonrío y golpeo su brazo—. Solo pensé que esto podría no ser tan excitante como ir a bailar y beber.
—¿Estás insinuando que ver a nuestro admirable Tom Cruise no es excitante? —Levanta la tapa de la película— ¿Qué clase de fan eres? —me reclama.
Me río.
—Olvídalo. —Sacudo la cabeza—. Pon la película.
—¿Por qué piensas que preferiría salir que estar aquí contigo? —Rodea su brazo por mi hombro, y me dan unas ganas de desviar su mano hacia uno de mis pechos. Claro, moverlo por accidente.
—Por nada. —Apoyo la cabeza en él—. Solo veamos la película.
—Genial, ahora tendremos que esperar a que salga la nueva película para saber si sobrevive o no.
Ya terminada la película estiramos nuestros cuerpos por tenerlos tanto tiempo quietos.
—Los directores se pasan a veces —digo mientras continúo comiendo el resto de las palomitas— ¿Cómo pueden hacernos esto?
Jack sujeta mi mano antes de que esta regrese al tazón.
—¿Cuándo tienes pensado contarme cómo es que te ocurrió esto? —Acaricia la bendita que protege mis nudillos.
Rayos, lo olvidé por completo. Al día siguiente de golpear a Max encontré esta herida, tal vez por la adrenalina de darle el puñetazo no lo sentí en ese mismo momento. O tal vez mientras dormía tuve una pelea con la cama... y gané. Quién sabe.
¿Cómo le explico que he golpeado a un fantasma del pasado? A un desagradable fantasma.
—Golpeé un tacho de basura.
Lo mejor que puedo hacer es no hacerlo. No hablarlo, esa opción me gusta. Nada pasó, todo está bien.
—No me gusta que te lastimes, a la próxima usa un palo.
Sonrío y lo observo mientras sigue acariciando la bendita.
—¿Por qué golpeaste un tacho de basura? —Me mira.
—Estaba lleno, por su culpa no pude tirar una envoltura.
—¿Por eso lo hiciste? —Se muestra incrédulo.
¿En serio no me cree? ¿A mí? ¿Su mejor amiga? ¿La que estuvo con él en las buenas y en las malas? ¿La mugre de su uña?
De acuerdo, estoy perdiendo el toque en esto de improvisar. ¡Su caricia me desconcentra! ¿No se da cuenta que solo me está calentando?
—¿Estás tratando de encender una fogata? —Me aclaro la garganta.
—¿Qué?
—Restriegas la curita con tanta dedicación que tuve la impresión de que intentas crear fuego.
Sonríe y me suelta.
—¿Te puedo preguntar algo? —Apoya el brazo en el respaldar.
—Claro, a menos que se trate de historia universal, en eso sí no puedo ayudarte.
—¿Te gusta Diego?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —Me carcajeo.
¿De todas las cosas que le he contado de él... esa fue su deducción? Hasta le confesé que fui yo quién inventó la leyenda de su castración.
—Solo responde. —Apoya su mano sobre la mía— ¿Te atrae?
—Jack... —Respiro hondo—. Antes castrada —digo con firmeza.
—No parecías opinar lo mismo el otro día. —Mete su mano en el tazón de palomitas, y saca solo una, pero en vez de comérsela solo la sujeta como si fuera su talismán.
—¿Qué otro día? —Abro más los ojos— ¿De qué hablas?
—Cuando estabas resfriada, vine a visitarte para ver cómo estabas. Te llevé a la cama porque te encontré durmiendo en el suelo, me recosté a tu lado, y charlamos hasta que te quedaste dormida.
—¡¿Qué?! —me exalto— ¡¿Estaba durmiendo en el suelo?!
Tal vez no deba exaltarme por haber dormido en el piso... igual no sería la primera vez.
—Justo antes de quedarte dormida mencionaste a Diego y sus lindos ojos.
—¡¿Qué?! —me exalto aún más— ¡¿Le hice un cumplido a Diego?!
Esto es mucho peor que dormir en el suelo. Mucho mucho peor. Mucho mucho mucho mucho peor. Por una razón mi cerebro lo bloqueó, pero ahora que lo sé...
Un momento...
¡¿Dormimos juntos?!
—Jack. —Sujeto su brazo—. ¿Qué pasó luego de que me quedé dormida?
—Me fui a mi departamento. —Lo suelto y me encojo de hombros, algo decepcionada por su respuesta.
Bastante decepcionada. Muy decepcionada. Decepcionada es mi segundo nombre. Mearé decepción a chorros.
—Entonces... ¿te gusta Diego?
—Como dije... —Suspiro—. Antes castrada. —Y me pongo de pie— ¿Quieres más palomitas?
Recibo un pedo de respuesta.
Jack y yo intercambiamos miradas.
—Yo no fui —digo de inmediato.
Suena otro pedo.
Jack baja la mirada hasta el área de mis pantalones. Y ni siquiera lo disimula.
Ataca un nuevo pedo.
—Espera. —Le enseño las palmas, dirijo una de las manos en el bolsillo y saco el celular—. Creo que es mi teléfono. —Un pedo fuerte y claro confirma mis sospechas—. Recibí un mensaje.
—¿Ese es tu ringtone de mensajes? —Se empieza a reír.
—Ya vino así. —Ni siquiera me detengo a leer quién mandó el mensaje y solo lo abro—. Te lo juro. —Apuesto a que una de las vendedoras lo puso en venganza—. No soy fan de los pedos... menos si es uno oloro...
¿Pero qué demonios...?
El mensaje es de Max.
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