Capítulo 48: "Solo es fingido"

«Feliz cumpleaños».

«Gracias, Jack, creí que este año no seguirías la tradición de despertarme en medio de la noche para darme tu saludo».

«Me gusta ser el primero en felicitarte. Por cierto, ¿está bien que invite a unos amigos a tu fiesta de cumpleaños?»


—¿Cómo? —Me incorporo de la cama— ¿Qué pasó? Sí, ya mismo salgo.

Agarro un sobretodo, una bufanda, y, sin tiempo para peinarme, me hago una coleta de camino al auto.

Llego al hospital en menos de media hora, tal vez cometí un par de infracciones, pero da igual.

Corro por los pasillos hasta encontrarme con Isabela, con quien me encontraría en una de las salas de espera. Ella también está en pijamas ya que a esta hora debíamos estar dormidas.

Nos estrechamos en un abrazo, aliviadas de vernos.

—¿Cómo está?

—Aún no han terminado las pruebas —dice con pesar—, pero Peter me ha dicho que no es nada grave, solo quieren estar seguros de que ni ella ni el bebé corren peligro.

—No entiendo, ¿cómo es que...?

—Tropezó, por suerte solo fueron unos cuantos escalones, y para evitar golpearse el estómago el impacto lo recibió su espalda.

Un hombre de cabello color miel y ojos verdes escondidos tras unos anteojos, vistiendo una bata de doctor, se acerca a nosotras.

—Gracias por venir. —Me mira e intento sonreír—. La bebé y ella están bien.

Finalmente podemos respirar y relajarnos siquiera un poco.

—Van a mantenerla en observación por el momento, ahora está sedada, pero si quieren acompañarla...

—Sí, por favor —me apresuro a decir.

Asiente, y puedo ver la pequeña sonrisa que se le dibuja hasta que nos da la espalda para guiarnos a la habitación.

Encontramos a Beatriz dormida, tal y como nos lo dijo, e Isabela llora apenas la ve. Peter nos deja a solas, y nos quedamos con ella mientras el Sol va despertando.

—¿Crees que debamos decírselo a Susana?

Peter fue tan amable de traernos café, sabe que tenemos pensado quedarnos el mayor tiempo posible.

—No lo sé, no quisiera arruinarle sus vacaciones familiares. —Suspiro y trago otro sorbo—. No importa que le digamos que ninguna de las dos corre peligro, seguro que querrá volver sin importar qué tan lejos se encuentre.

—Sí, es probable. Que Beatriz decida.

—Sí, eso suena bien.

—Torta de pepinillos.

—Sí.

—Torta de pepinillos de cumpleaños.

—Sí.

—Dulces de pepinillos.

—Sí.

—Leche de pepinillos.

—También. En serio, no hay nada que no esté hecho de pepinillos que no se me antoje comer.

—Acondicionador de pepinillos.

—Eso... tendría que pensarlo dos veces antes de tragarlo.

Las risas me ayudan a levantarme por completo.

Isabela, Beatriz y Peter sonríen con tanta tranquilidad que por un momento pienso que me he quedado dormida en algún restaurante mientras almorzamos. Pero cuando la imagen completa se hace más clara recuerdo que sigo en el hospital, y me incorporo del sillón en el que dormía.

—Hola, pequeña, ¿descansaste bien?

—Me duele un poco el cuello... —Miro a Beatriz con otros ojos al notarla despierta y sonriente—. Beatriz.

Corro a abrazarla un poco más fuerte de la cuenta, lo que le causa gracia y acaricia mi cabeza en el proceso.

—¿Cómo estás? ¿Te duele algo? ¿Cómo está Stefani? ¿Se ha movido? ¿Está de cabeza? ¿Van a tener que hacerte una cesárea?

—Estoy bien. —Curva los labios y se acaricia el estómago—. Stefani y yo estamos tan bien como podríamos estar.

—Hola, ahijada. —Acerco el rostro al abultado estómago escondido tras el cobertor blanco—. Gracias por ser tan fuerte como tu mamá. Prometo consentirte y comprarte todos los juguetes que quieras, sigue así.

Le doy un vistazo a Peter, sonriendo como tonta por la emoción de ser madrina, y al instante vuelvo a él al creer haber visto mal. Inclino un poco la cabeza con el ceño fruncido en confusión. Él ríe, lo que me ayuda a confirmarlo.

—Hola.

—Jack, pero, ¿cómo es que estás aquí? —Santo cielo, ¡creía que era Peter!

—Te estuve llamando y Beatriz respondió, me dijo lo que pasó y quise venir.

—Jack estaba siendo muy insistente, y como el ruido no pareció molestarte decidí contestar ya que podría haber sido una emergencia. Algo curioso, en el remitente salía el nombre Príncipe tonto, ¿cuándo lo cambiaste?

Pongo cara de botox, una combinación entre la perplejidad y el susto.

—Las chicas me comentaron que antes estaba como «Príncipe Terminator», un interesante apodo del que nunca mencionaste, ¿desde cuándo lo tengo? —Isabela se hace a un lado para que Jack pueda tomar su lugar.

Mi cara es un cuadro, y el título es «No se me ocurre ni un carajo». Acabo de despertar, ¿este es mi castigo por haberme quedado dormida? Es que el café ya no suerte tanto efecto conmigo luego de la quinta tanda.

—¿Quieres saber cómo te tengo en mi teléfono? —Se inclina un poco hacia adelante, como si quisiera que solo yo le oyera—. Princesa adictiva.

—¿En serio? —Mis cejas se fusionan con el límite de mi frente.

—¿Quieres saber por qué?

—Ah...

—Te lo diré si me dices la razón de mi apodo.

—Ah... te lo puso Susana.

—Se les ocurrió a ambas —interfiere Beatriz—, Príncipe por parte de Susana y Terminator por parte de Am.

Jack se carcajea y se muerde el labio inferior al regresar sus ojos en mí.

—Así que para ti soy un Terminator. —Su sonrisa se asemeja a la que tenía Rei la primera vez que nos presentaron, tan... de comercial—. Espero lo digas en modo de halago.

—Por supuesto. —Me rasco la oreja al sentir su ardor.

—Bueno, ahora no sé si pueda decir el mío. —Se acerca aún más— ¿Qué tal si te lo digo en privado?

—¿Quieren que les preste mi habitación? Porque puedo salir un momento con Isabela para que puedan estar a solas —comenta Beatriz, animada con su propuesta.

Jack se limita a sonreír y su mano alcanza mi espalda.

—Depende, ¿cuánto tiempo nos darías?

Isabela y Beatriz se ríen, y hago lo mismo al entender de qué va esto. Es solo una broma, un juego, un intento de Jack por alegrar el ambiente, porque su encanto es su mejor atributo.

Sí, debería haberlo imaginado, pero ahora que lo sé debo mantenerme realista.

—¿Te dijeron cuánto tiempo tendrás que permanecer aquí? —pregunto.

—Unas horas más, Peter me aseguró que saldrá temprano, no quiere dejarme sola ni un momento después del susto que le di.

—Eso es genial, como es doctor te cuidará tan bien que tu casa se volverá un hospital.

—Ya lo es, solo que ahora doblarán la seguridad y acolcharán hasta los tenedores. —Niega con la cabeza.

—Quiere ser precavido, es doctor así que seguro sabe lo que hace —dice Isabela.

—Exacto, es doctor, un doctor bastante... inteligente. —Contengo la risa con lo que casi se me escapa.

—Si te gustan tanto los doctores puedo pedirle a Peter que te presente a uno de sus colegas. —Sonríe mientras agita las cejas—. ¿Tal vez un Sheperd o un Jackson?

¡¿Sheperd, por qué tuviste que morir?! ¡Por quéeeee! No, cálmate mujer, ¡calma!

—¿Qué es lo que me vas a pedir? —Peter entra, se acerca a Beatriz y le acaricia la cabeza— ¿Cómo te sientes?

—De maravilla, cariño, de maravilla.

—Me alegra oírlo. Entonces, ¿qué es lo que me quieres pedir?

—Café —digo de inmediato—, ¿nos puedes decir en dónde conseguiste el café tan delicioso que nos trajiste?

—Nuestras salas de descanso cuentan con las mejores cafeteras, claro que solo pueden ser usadas por los doctores, pero no podía dejar que bebieran lo que sirven en la cafetería cuando se tomaron tantas molestias en venir a acompañar a mi chica de los pepinillos.

—Te dije que no me llames así. —Beatriz le golpea con suavidad el brazo, aunque no puede evitar reírse.

Verlos juntos me dan ganas de suspirar como enamorada, es como ver una película romántica, de esas que te dejan fantaseando con el día en el que tú puedas tener una relación como la de ellos.

Tan cariñosa, tan juguetona, tan... apasionante.

—¿Podemos hablar un momento? —Jack me susurra al oído mientras sigo contemplando la interacción entre Beatriz y su cariñoso doctor.

Sigo a Jack afuera de la habitación, y él se detiene unos metros más adelante.

—¿De qué quieres hablar? ¿El clima, el café exclusivo para doctores, por qué demonios lo sacaron del programa y dejaron sola a Meredith?

—No quiero hacerlo aquí. —Mira a los lados, como si en cualquier momento vayan a salir agentes del gobierno para llevárselo— ¿Qué tal esta noche, en mi departamento?

Últimamente me invita mucho a su departamento, ¿está intentando echarme en cara el magnífico colchón que tiene?

—¿A las siete?

—Se supone que iré a almorzar con Rei y sus compañeros a las cuatro, pero me aseguraré de terminar temprano.

—Genial, entonces me voy, tengo cosas que hacer, ¿podrías despedirte de los demás por mí?

—Claro.

—Adiós. —Besa mi frente.

—Adiós. —Arrugo la frente besada.

Regreso a la habitación, y la escena romántica se ha acabado porque el doctor se ha ido a seguir trabajando.

—Déjame adivinar, como son tímidos no querían besarse frente a nosotros —dice Beatriz de manera provocativa.

—¿De qué hablas? —Sacudo la cabeza, causándome gracia—. Solo hablamos, me dijo que esta noche vaya a su casa.

—Susana se va a morir cuando se entere que han decidido hacer lo que tienen planeado hacer justo cuando no está presente para atestiguarlo. —Suspira con dramatismo.

—En serio, ¿desde cuándo están saliendo ustedes dos? —Isabela se cruza de brazos, analizándome con la mirada.

—¿Hablas de Jack y de mí? —Arrugo la frente y empiezo a reírme—. Ustedes creen... —Las carcajadas se apoderan de mí hasta hacerme lagrimear—. Créanme cuando les digo que entre nosotros no pasa nada de nada, seguimos en el mismo lugar en el que hemos estado desde que nos conocemos.

—Jack pareció mostrar lo contrario. —Beatriz enseña una sonrisa segura, como si supiera algo que yo no sé—. Él creyó que tú eras la que estaba hospitalizada, y no me dejó aclarárselo porque ya había colgado, pero cuando llegó... debiste verlo. —Ensancha su sonrisa—. No sé cómo no lo oíste, parecía estar en shock, y cuando te vio repitió una y otra vez: Si algo te llegara a pasar regresaría al infierno del que salí. —Se toca el pecho, conmovida—. Ese hombre siente algo por ti.

—¿En serio no te diste cuenta? —Isabela eleva las cejas—. Solo nos bastó verlo por cinco minutos para confirmarlo. Es obvio que a Jack...

—Están equivocadas. —Suspiro y cierro los ojos—. Lo han entendido todo mal.

Jack es así, y lo que siente por mí es similar a lo que siento por mi padre. Sí, hay amor, pero no el que ellas piensan.

Si quiero pasar de página, y rendirme con ese tema, debo renunciar a cualquier minúsculo rastro de esperanza y hacerme a la idea de que Jack nunca sentirá lo que siento por él. Lo que trataré dejar de sentir.

—¿Por qué suenas tan segura? —Beatriz se cruza de brazos—. Creí que te animaría la idea.

—Eso era antes.

—¿Antes de qué?

—Antes de cansarme. Sí, como lo oyen, me cansé de las relaciones, y eso que no he tenido ninguna. Estoy por ir a adoptar veinte gatos, ¿quieren acompañarme?

—Llegamos.

—¿A dónde exactamente? —Miro por la ventana.

No encuentro algún rastro del restaurante en el que nos encontraríamos con sus misteriosos compañeros, los cuales, por cierto, no sé nada porque Rei lo ha querido así.

—Al almuerzo con mis compañeros. —Se desabrocha el cinturón— ¿No te mencioné que sería en su casa?

—No, no lo hiciste. —Desabrocho el mío.

—Y supongo que tampoco te dije que esto en realidad es una cita doble en donde tú serías mi pareja. —Se baja del auto.

—¿Ahhh? —La sigo.

Rei usa el elevador para explicarme la verdadera razón por la que me pidió venir, y para cuando las puertas se abren mi boca también lo hace.

—¿Estás loca? —intento susurrar, como si la susodicha fuera a oírme— ¿Vamos a cenar con tu ex y su nueva novia? ¿Por qué aceptaste algo así?

Se adelanta y me apresuro por alcanzarla.

—No le gustó como terminaron las cosas entre nosotras, y como ofrenda de paz me invitó a almorzar, especificando que trajera a mi pareja. Ya sabes, qué mejor manera de asegurarnos que ambas seguimos adelante que presentar a nuestras nuevas novias.

—¿Le dijiste que soy tu novia? —me exaspero.

—Entré en pánico, no podía decirle que seguía con Max porque él ya no está, y tu nombre fue el primero que me vino a la mente.

—Pero... —No puedo decir nada más porque ella ya ha tocado el timbre y la puerta se está abriendo.

—Hola —nos recibe una hermosa mujer de ojos claros y rizos marrones—, por favor, pasen.

Sonrío y entro después de Rei.

—Soy Sara, un placer conocerlas. —Extiende su mano hacia Rei.

—Rei. —Ella lo estrecha y la mujer sonríe.

—Susana... —Es mi turno de estrecharla. Rei me da un codazo—. No vino, soy Amelia. —Contraigo la cara por el dolor.

—Tomen asiento, en unos minutos estaremos sirviendo la comida.

—Gracias. —Rei me lleva hasta el comedor.

—¡No quiero hacer esto! —susurro apenas me siento.

—Por favor —me ruega—, te deberé una grande si me ayudas.

—¿Qué tienes en mente? —La miro con los ojos entrecerrados, dispuesta a una negociación.

—Te llevaré a todas las fiestas exclusivas a la que me inviten.

—Sigue hablando.

—Hablaré muy bien de ti en mis redes sociales, etiquetándote como la mejor amante que he tenido.

Si una modelo reconocida habla bien de mí no es tan malo, claro que preferiría que se trate de un modelo, así me pondrían como la leona en la cama y conseguiría hombres a montones, ¿cuál sería el efecto si lo hiciera una chica?

—¿Qué más tienes? —Me cruzo de brazos.

—Te presentaré a todos los artistas que conozco, además de conseguirte fotos interesantes y bastante reveladoras de ellos.

—Incluye a los que conocerás más adelante y es un trato.

—Bien. —Estrechamos las manos.

La comida, junto con las chicas, aparecen justo a tiempo para empezar con la farsa.

—Sofía. —Rei se levanta para saludar a su ex—. Te ves increíble. —Ambas se besan en la mejilla.

—Gracias, tú igual. —Me mira—. Tú debes ser...

¡Ay, mierda! ¡Es ella!

—Me pareces familiar.

¡Demonios!

¿Por qué? ¿Por qué justamente tenía que salir con esta mujer?

¡Se supone que nadie se enteraría de lo que pasó en ese baño!

—Tal vez nos hemos visto en el supermercado. —Finjo una sonrisa.

Que no me recuerde, que no me recuerde, ¡que no me recuerde!

—Sí, tal vez. —No se ve convencida, pero al menos no insiste.

Las cuatro nos sentamos, y me concentro en comer la pasta, evitando a toda costa verle a la cara a la tal Sofía. Mientras más rápido termine, más pronto podremos irnos, y menos probabilidades de que me reconozca.

¡Suena a un buen plan!

—Y... ¿en dónde se conocieron? —Sara interrumpe mi conversación interna.

Me atoro con un fideo y trago lo que queda de agua en mi vaso.

—Coincidimos en amistades —responde Rei, bastante calmada—, una tarde almorzamos juntas y nuestros amigos nos presentaron.

Espera, eso pasó en verdad. ¿Qué intenta hacer?

—Ahí mismo la invité a salir y desde entonces estamos juntas.

¿Ah? ¿No era una simple salida de compras? ¡¿Era una cita?!

—Amelia era tímida, así que yo di el primer paso.

¿S-se refiere al beso? Demonios, estoy sudando.

—Lo hicimos oficial hace unos días.

¿O-oficial? ¿Está i-insinuando lo que creo que insinúa? ¿P-pero cómo pasó...? Rayos, ya se me secó la boca, y no me queda nada en el vaso.

—Qué lindo. —Sara sonríe emocionada.

¿Lindo? ¿Lindo? Bueno, supongo que suena lindo.

—¿Qué hay de ustedes? —mi falsa amante se interesa.

¡Esto es tan extraño!

—Adoro los pasteles que prepara Sofía, así que iba seguido a su pastelería, y un día me animé a hablarle. Aceptó mi invitación de agradecimiento y así empezó.

Y así pasamos el resto de la velada, en donde me he visto envuelta con temas singulares y un tanto sorprendentes. Al parecer tuve una escapada romántica con Rei, en donde pasamos el fin de semana entero en una playa nudista, con la promesa de volver a ir pronto. En esta relación sé escalar, surfear, y también nos gusta ir a clases de cocina juntas.

Claro, todo es ficticio. ¿Por qué me siento deprimida al respecto?

Llegado el postre, pasamos a la sala acompañadas de nuestras copas llenas de vino blanco, y a estas alturas puedo tomar nota de algunas cosas de las que me he estado percatando.

Primero, Sofía puede no ser buena reconociendo a la gente, pero lo compensa en grande con su habilidad con los pasteles, que ya voy por la segunda tajada de la tarta de fresa que ha preparado.

Segundo, parece ser una buena chica, creo que ya dejó atrás su etapa acosadora, además de lo atenta que ha sido conmigo. Muy atenta y amigable.

Tercero, Sara quiere con Rei.

No ha sido tan obvia como para que Sofía lo note, pero sin duda he visto las miradas que le da, aunque estas no han sido recíprocas. Creo.

Sé que solo estamos fingiendo, pero esto no deja de molestarme, ¿cómo se atreve a insinuársele en mi propia cara? ¡Ja! Y hasta le pide su número, ¿qué se cree? Bien, Rei ha accedido a dárselo, pero no importa, seguro que solo está siendo amable... y por eso también le ha pedido el suyo.

Sí, está siendo tan condenadamente amable. ¿Qué se estarán susurrando?

—¿Quieres más?

¿En qué momento me acabé el pedazo?

—Gracias, pero ya estoy llena.

—¿Quieres más vino? —Sofía intenta ser una buena anfitriona hasta el final.

—Creo que ya es hora de que nos marchemos. —Me pongo de pie y miro a Rei—. ¿Rei?

—Claro. —También se levanta—. Pero primero quiero usar el tocador.

¿No puede aguantarse?

—Déjame mostrarte donde queda —Sara la guía por el pasillo de la derecha.

Si le hace algo voy a arrancarle esos rizos con los dientes.

—Gracias por aceptar nuestra invitación. —Sofía toma el lugar de Rei, lo suficiente cerca como para ponerme un incómoda al instante—. Rei es muy afortunada.

Veamos, hay tres ventanas que puedo usar, y estamos en un cuarto piso, pero si me lanzo sobre un auto podría sobrevivir. Solo diré: ¡¿Qué es eso?! y cuando ella se distraiga saltaré... ¿En serio? ¿Esto es todo lo que se me ocurre? ¡Hasta se me fue la imaginación! No solo seré una solterona con veinte gatos, sino que ¡seré aburrida!

Mejor me meto de monja.

—¡Sí! ¡Esto es increíble!

Ambas volteamos la cabeza en dirección del pasillo ya que reconocimos la voz de Rei. Me pongo de pie y trueno mis dedos, lista para atacar.

Rei sale apresurada, con una enorme sonrisa en el rostro, e intercambia miradas con ambas.

—Lo conseguí, ¡lo conseguí!

Que no diga orgasmo, que no diga orgasmo.

—¡Conseguí el papel! ¡Voy estar en la película!

Rei había ido a Los Ángeles la semana pasada para una audición.

—¡Salud!

Su próximo objetivo es convertirse en actriz, y aunque le han rechazado varias veces, no se dio por vencida.

—¡Salud!

Y ahora estará en una película, esto prueba que el esfuerzo siempre es recompensado.

—¡Salud! —Golpeamos nuevamente nuestras copas y con un simple movimiento nos bebemos todo su contenido.

—¡Alejandro, sírvanos otra! —Rei canturrea.

—Voy a ir a hacer pis. —Me pongo de pie.

Con la vejiga vacía, camino de vuelta con Rei.

—¿Y esto cuándo lo pusieron? —Miro con curiosidad unas escaleras de madera que parecen llevar al piso de arriba.

Me encojo de hombros y subo.

Lo que encuentro es un sitio completamente diferente y más calmado. Al aire libre, conveniente para quitarme el calor de encima, con mesas circulares protegidas por sombrillas, y un bar al fondo bastante desolado.

Los ladrillos que hacen de medio muro, y protegen que alguien se caiga de cara a la calle, son los respaldos de unos asientos que permiten una perfecta vista a la ciudad nocturna.

Ocupo uno de los puestos, con los brazos apoyados y los ojos cerrados, y disfruto las ventiscas de aire de esta fría temporada.

Aún no me acostumbro a esto, a esta clase de silencio con la que he estado viviendo antes de que Max aparezca. Y ahora que él y la molesta voz de mi cabeza se han ido me pregunto si alguna vez llegaré a acostumbrarme a esta tranquilidad.

—¿Qué estás haciendo?

No lo sé, ¿qué estoy haciendo? Se supone que esto es lo que quiero. Se supone... que era lo mejor.

Basta, no más quejas y a festejar por la oportunidad que se le ha brindado a Rei.

—Pensé que estarías en el baño.

Ya fui, pero ese no es el punto, aquí lo importante es que debo pasarla bien y disfrutar como pueda.

—¿En qué piensas?

En... en Rei. Sí, pienso en ella. ¡Va a salir en una película!

—¿Me estás escuchando? —Se oyen carcajadas.

Giro la cabeza hacia la derecha y lo que encuentro no es la voz interna que creía escuchar, se trata de alguien de carne y hueso.

—¡Jack! —Lo abrazo— ¡Qué bueno que llegaste!

—Parece que se han adelantado con la celebración. —Nos despegamos y sonríe— ¿Esta noche también te convertirás en la durmiente amnésica?

—¿Durmiente amnésica? —Sacudo la cabeza, mejor no quiero saber lo que quiere decir—. Solo he bebido cinco tragos, créeme, prácticamente sigo sobria.

Nos quedamos contemplando la vista, cómodos a pesar del frío.

—Extrañaré a Rei.

—Yo igual —digo.

—Es buena dando consejos.

—Sí.

—También lo es guardando secretos.

—Sí.

—Y ayudando a sus amigos.

—Lo sé. —Sonrío.

—Me resulta admirable que sea capaz de hacer cualquier cosa sin miedo alguno, tiene tantas agallas que uno no puede evitar contagiarse, siquiera un poco para ver lo que se siente, lo que sería si fueras ella.

—Sí. —Suspiro como enamorada. Ser como Rei debe sentirse igual a volar. Liberador.

—Me dijo que se te confesó.

El problema es que no solo le gusta compartir sus agallas.

—Quisiera poder atreverme a hacer algo así, pero nunca había estado enamorado.

—¿En serio?

—Mi hermano era el popular, y aun cuando se fue lo seguía siendo. Yo era un inadaptado que solía faltar a la escuela por enfermedad, no llegué a acostumbrarme.

—Entonces...

—Sí, nunca tuve una novia.

—¿Ni en la universidad? —digo con sorpresa, ya que no me lo imaginaba.

—¿Por qué crees que te seguía constantemente? Fuiste la primera amiga real que tuve.

Ja, esto es extraño, ¿no se dio cuenta que tenía un séquito de chicas babeando por él?

—Ser golpeado por mis padres y compañeros no le ayudó tanto a mi autoestima como para atreverme a hacer amigos.

Tuerzo la boca en cuanto varía el tema de conversación. Me quedo contemplándolo, un tanto asustada, un tanto curiosa.

—Y aunque me hice más fuerte, seguía siendo un inexperto. No sé ni cómo es que pude salir de allí, de dónde habré sacado la fortaleza para irme, pero estoy agradecido de haberlo conseguido.

Tiene la vista perdida en la calle, sus ojos brillan por las luces de los autos y postes de luz.

—Me armé de valor, apliqué a varias universidades sin que supieran, y elegí la primera a la que me aceptaron. Mi plan era concentrarme en los estudios, creyendo que eso me ayudaría a no pensar en lo demás, pero mi pasado seguía allí, quitándome el sueño.

Aprieto los dientes, con mi inconsciente tratando de alertarme.

—Quitándome poco a poco las ganas de seguir.

Trago saliva, tensándome a cada momento.

—Entonces un día decidí acabar con la tortura. Y ese día te conocí, justo cuando me preparaba para suicidarme.

Se me escapa un grito ahogado y mi corazón acelerado no me permite quedarme tranquila.

—Le renegabas al mundo, proclamándole guerra a cualquiera que se te cruzara. —Solo puedo ver una media sonrisa ya que sigue enfocado en la lejana calle—. Era un día soleado, cerca al parque, cuando un estruendo causado por las aves te asustó, tú alzaste la mirada y tus ojos verdes tocaron el Sol. Duró solo un segundo, pero pude ver un rostro muy diferente al que solías mostrar. Un rostro gentil, cariñoso. Soñador. —Suspira y esta vez sus ojos son los que me sonríen—. Me hiciste volver a creer.

—¿Por qué me cuentas esto? —Miro mis manos nerviosas que juegan entre ellas sobre mi regazo.

—Porque quiero cambiar las cosas. Quiero dejar de sentir vergüenza por algo que ya no puede afectarme. Quiero compartirlo todo contigo.

Cambiar. De repente esa palabra suena mágica, como si fuera un hechizo que pudiera concederte cualquier deseo.

—En realidad aún me da vergüenza hablar del tema. Que sepas lo que intenté hacerme sigue resultándome penoso.

Jack ha roto su silencio, se ha desnudado frente a mí sin miedo a lo que podría pensar...

Desnudo y aceitoso. Desnudo y mojado. Desnudo y apetecible. Bañado de chocolate y maní, con algunas almendras en...

—Pues no deberías, ahora eres un increíble tipo que podría romper nueces con el cuello y cuyo cuerpo cuesta más caro que un automóvil volador. —Sacude la cabeza como si no me creyera—. Mira en lo que te has convertido, no dejes que algo que sucedió años luz atrás le quite importancia al esfuerzo que has puesto para estar así. No sientas pena de algo que lograste superar.

—Ahora lo sé, gracias por tu discurso motivacional. —Me da un leve empujón con el hombro, con una sonrisa igual de animada que la de un niño.

—Para eso están las amigas. —Froto su brazo y sigo con la apreciación de la actividad que hay allí afuera, que necesito dejar de pensar en su cuerpo.

—Sí. —De repente luce apagado.

¿Ahora qué le pasa?

—Ahora que tengo muchos amigos... quisiera algo más.

¿Algo más que un amigo?

—Pero si ya lo somos. —Le codeo para que se anime—. Mejores amigos, así es —intento decirlo con emoción.

—Amelia... —Lo miro al resultarme curioso la forma en que dijo mi nombre—. Me gusta... —Expando los ojos y se para de golpe—. Una chica.

¿Qué... acaba... de... decir?

¡¿Le gusta alguien?!

¿Pero qué está pasando aquí? Siento que acaban de transportarme a un mundo alterno en el que Jack finalmente me confiesa que le gusta alguien, cumpliéndose de una vez por todas la pesadilla que he tenido hace más de un año.

La pesadilla que tuve, tengo que recalcarme. Tiempo pasado.

—Así que... te gusta esta chica.

Bueno, en realidad sigue doliendo. Después de todo aún lo considero mi amor platónico.

—Sí. —Se vuelve para verme.

—Bueno... —Me muerdo el labio—. Buena suerte.

Diablos, qué suertuda es la tipa que supo conquistarlo.

Es una maldita suertuda. ¿Está bien que le desee la muerte? Ni siquiera sé su nombre así que no creo que en realidad vaya a morirse por mi culpa, si lo hace será algo completamente accidental.

Suertuda desgraciada.

—Gracias. —Su sonrisa incrementa, como si estuviera a punto de reírse—. Ella es algo alocada, a veces tiene estos ataques en los que dice lo primero que se le cruza por la mente y termina por ponerme en una situación incómoda. Es cálida, pero distante, y no le gusta hablar de temas que le afecten. Sigue siendo un mito para mí a pesar de que la conozca hace mucho, y siempre termino descubriendo algo nuevo e interesante de ella. Pero lo que más me perturba es cómo puede acelerarme con un simple tacto, como si tuviera control sobre mí.

¿Significa que perderé a mi mejor amigo?

Tal vez la tipa sea celosa y obsesiva. Él no se merece alguien así, tiene que buscarse una chica buena, no alguien loca y psicópata como esa maniática que ha descrito. Pero si se lo digo podría molestarse, se supone que debo apoyarle ya que soy su amiga.

Maldita sea.

—Y supongo que no me vas a decir de quién se trata. —Me cruzo de brazos, resentida de que se ponga tan misterioso.

—Amelia, acabo de describírtela. —Arruga la frente—. ¿No sabes de quién hablo?

—Perdóname por no conocer tan bien a las personas con las que frecuentas. —Ruedo los ojos.

Que sea mi amigo no significa que tenga que conocer al derecho y al revés a todos sus amigos.

—¿Qué tan directo tengo que ser para que entiendas de quién estoy hablando?

—Podrías gritarlo aquí mismo. —Levanto las manos—. Así nos enteramos todos y hacemos festejo —digo con ironía.

Sé que me estoy pasando, pero no puedo evitarlo, es que ya odio a esa chica.

Su sonrisa confiada me da mala espina. ¿Está pensando hacerlo?

Respira profundo, ensanchando sus pulmones, y la primera sílaba está por salir de sus labios... pero se detiene ahí mismo para sacar el celular que le está vibrando. Así que suspiro de alivio.

Gracias, quien quiera que haya llamado.

—Sí, él habla. —Su sonrisa disminuye, como si lo que le estuvieran diciendo sonara bastante importante—. Sí, me comentaron al respecto. Sí, por una temporada. Serg Valentine. Sí, hace dos años. ¿En serio? ¿La agencia? ¿Cuándo? De acuerdo, gracias. La llamaré. Adiós.

En un estado lento, con los ojos perdidos en quien sabe dónde, se sienta a mi costado.

—¿Quién era?

—Sharleen Woods.

¿Sharleen? No me digas... ¿así se llama la tipa? Que horrible nombre... ¿Pero de qué hablo? Es hermoso, así llamaría a mi hija, a mi hija imaginaria ya que no tengo una.

—Es quien se encarga de reclutar nuevos modelos para Couture.

¡Genial! Eso significa que podré usar el nombre sin pena. Claro, a mi hija imaginaria.

Cierto, voy a ser una solterona, entonces lo usaré en uno de mis gatos.

—Llamó para reclutarme.

Mi mandíbula llega al centro de la Tierra.

—¡No juegues! ¿Hablas en serio? —Me pongo de pie, con la adrenalina duplicándose por mis arterias, excitada y empapada a la vez—. Eso significa... eso significa... ¡Vas a ser una celebridad!

Joyas, ropa, automóviles, colonias, y todo lo material que se te ocurra ¡Couture lo tiene!

Ay, que me da algo, esto está pasando tan rápido, creo voy a hiperventilar.

Primero Rei, ahora Jack ¡estoy rodeada de gente famosa! Oh mis entrañas, voy a convulsionar.

—Tengo dos días para decidir si acepto o no la oferta.

—¿Dos días? —¡Sí! ¡Más duro! ¡Hazlo con fuerza! ¡Ya falta poco, sigue así!— ¡Debiste aceptar cuando te llamó! ¿Quién en su sano juicio necesitaría esa cantidad de tiempo para pensar en si acepta o no la mejor oportunidad de su vida? Es como si alguien estuviera indeciso sobre si quiere aceptar o no la lotería que se ha ganado ¡Es absurdo! ¡Todos quieren ganarse la lotería! ¡Hasta Madonna!

—Si acepto tendré que ir a Milán.

—¿Estás bromeando? ¡Eso es aún mejor! Llámale ahora mismo y dile que aceptas.

—Viviría allá por cinco meses.

Esto es peor que imaginar a mi abuelo duchándose con mi abuela... ¡Arg! ¡Ya lo imaginé!

—¿Aún quieres que acepte?

¡Esa imagen no se me va a quitar de la cabeza!

Es el fin, no volveré a sentir un orgasmo en mi vida.


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