Capítulo 44: "Si hablo me muero"
«¿Segura que podrás hacerlo? Podemos decirle al profesor que...»
«Jack, tengo que hacerlo o jalaré el curso».
«El curso no es importante ahora, si no puedes exponer no lo hagas»
—Me despidieron del trabajo.
Tengo un tranquilo almuerzo con Jack, algo que empezamos a hacer más seguido gracias a que la comodidad entre ambos está regresando.
Tu mejor amigo te rechazó y regresaste a él con la cola entre las piernas.
¡Eso no fue lo que...!
—Amelia. —Sujeta mi mano—. Lo siento mucho.
¡Te está tocando! ¿Recuerdas cómo te emocionabas con eso?
—Descuida. —Palmeo su mano y sonrío. Aprovecho la ocasión para apartarla y finjo que la causa es porque estoy sedienta y quiero beber el resto del agua que me queda en el vaso—. No es tan malo.
Enseña una leve sonrisa y se vuelve a centrar en comer.
¿Recuerdas cómo te encantaba contemplarlo?
—También hay algo que tengo que contarte.
—¿Ah sí? —Le presto atención— ¿Qué es?
—La próxima semana voy a terminar mi contrato con Diesel.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Solo era por temporada, la cual ya va a terminar. —Sonríe—. No es tan malo.
—Tus admiradoras no estarían de acuerdo. —Arrugo la frente— ¿Eso significa que el contrato de Rei también va a terminar?
—Sí, y no sabes lo feliz que está, finalmente tendrá algo de descanso.
Entonces vamos a poder salir juntos más seguido, no suena mal.
Tal vez puedan hacer una pijamada en tu casa.
No te pases.
Podrían pintarse las uñas, hablar de experiencias íntimas y demás cosas.
¡Que no te...!
—Escuché que esa persona se irá pronto.
Dirijo la mirada hacia él y lo descubro observándome, tal vez esperando algún tipo de reacción por mi parte.
La cual no conseguirá porque te estás volviendo realmente buena en esto.
—Lo sé.
—Rei es muy cercano a esa persona, y aunque intento convencerme que lo que te hizo ocurrió hace mucho tiempo, sigo con ganas de asesinarlo.
—No, Jack...
Suspiro al sentir la vibración del teléfono y lo saco para contestar.
—¿Qué pasa, Susana?
—Solo quiero avisarte que esta noche habrá una fiesta de despedida en honor a todos los ex compañeros, lo cual te incluye. De paso que los que quedamos aprovecharemos para divertirnos un poco antes que también nos echen.
—¿Qué? ¿Fiesta de despedida? —pregunto, incrédula— ¿Pero por qué?
—Muchos tomaremos caminos distintos y es posible que no nos veamos tan seguido como antes, ¿no crees que debamos realizar una despedida adecuada?
—Supongo que sí, pero no sé si yo pueda...
—Es seguro que me vaya pronto, además que voy a estar muy ocupada organizando el viaje, y quiero pasar un último buen rato al lado de ustedes. Tienes que ir.
Susana es muy mandona. Deberías asesinarla.
Debería asesinarte a ti.
Inténtalo si puedes.
—Bien. —Suspiro en rendición—. Nos vemos allí.
—Va a ser una fiesta solo de compañeros, nada de modelos.
—Entendido. —Asiento repetidas veces, con una débil sonrisa en el rostro—. Adiós.
—Luego te envío la dirección del lugar. Adiós, y salúdame a Jack.
—Lo haré.
Guardo el celular mientras exhalo en cansancio.
—¿Era Susana? —Jack se interesa.
—Sí, llamó para avisarme que esta noche habrá una fiesta de despedida. Y también para mandarte saludos.
—¿Una fiesta? Suena divertido.
¿Divertido? Las fiestas de trabajo no suelen ser divertidos, creí que lo sabía.
Él es modelo.
Ah.
—Te invitaría a ir, pero es solo para compañeros.
—Tal vez puedan hacer una excepción conmigo. —Sonríe.
Deberías decirle que las fiestas de los mortales no son iguales a las que hacen los dioses como él.
—¿Por qué querrías ir? —Levanto las cejas, con la curiosidad activándose.
—Solo... me gusta ir a las fiestas contigo. —Amplía su sonrisa—. Es más divertido cuando estamos juntos.
—Hablaré con Susana, pero no creo que cambie de parecer. —Pincho un pedazo de tomate.
—Seguro que habrá un modo de convencerla.
Sonríe tanto que ya asusta.
Solo está feliz.
Sí, eso debe ser. Tú estás bien, él está bien, todos en el mundo están bien.
—Pruébate este.
Rei me entrega una camiseta negra con mangas transparentes e insuficientes botones delanteros que puedan cubrir mis pechos de un modo decente.
Ella había aceptado encantada en acompañarme a buscar algo adecuado para usar en la reunión, me indicó que estaría lista en cinco minutos y que la fuera a buscar de inmediato, y eso hice.
—Está linda, pero... —Lo pongo sobre mí para ver cómo me quedaría—. Me daría frío.
—Puedes ponerte esto encima. —Levanta una chaqueta de ante color gris.
Hago una mueca, mostrando mi aprobación, y me lo da con una sonrisa.
—Si necesitas ayuda aquí estaré.
—Ah, falta algo más. —Levanta las cejas sin captarlo—. Un brasier —me inclino para susurrárselo.
—Fácil, no te pongas uno. —Extiende su sonrisa juguetona.
—¿Cómo? —Me cubro los pechos con el largo del brazo, de repente sintiéndome tímida.
—Es más fresco —trata de convencerme—. Mira, yo no traigo uno ahora.
¡Que barbaridad de pechos!
Toso y me esfuerzo por ver a otro lado.
—Mejor me quedaré con el que traigo puesto. —Doy media vuelta y entro en uno de los cambiadores que están a solo unos pasos de nosotras.
Empiezo quitándome la camiseta blanca.
—Sobre esa fiesta que mencionaste, ¿solo pueden ir compañeros de trabajo?
—Me temo que sí. —Meto la cabeza por el agujero—. Aunque también irán los que ya no lo son.
—Es una pena, ¿y será que podré colarme sin levantar sospechas?
—Hasta un muerto se levantaría de su ataúd si fueras a su velorio. Te notarían de inmediato.
Con el atuendo puesto en sus debidos lugares, salgo para recibir la decisión de la jueza. Me inspecciona de arriba a abajo varias veces hasta que levanta el pulgar y sonríe.
—El jean moldea tu figura y hace relucir esas curvas, la camiseta resalta tus pechos y la chaqueta te hace ver moderna. Estás hermosa.
Ir de compras con Rei es muy divertido.
Solo está siendo amable.
¿Y tú no podrías serlo también?
Podría. Tus pechos... no están tan caídos.
Mejor cállate.
***
—Gracias. —Nos detenemos en la puerta de su departamento—. Por ayudarme con la ropa, creí que tardaría horas en encontrar algo.
Al estar tan agradecida por la gran ayuda que me dio la tuve que acompañar hasta la puerta del departamento que comparte con Max.
No me engañas, tú quieres la pijamada.
—Un placer. —Sonríe y usa su llave. Empuja la puerta y entra primero—. Ahora nos encargaremos del maquillaje.
—Gracias, pero no es necesario. —Agito la mano, sin moverme un centímetro—. Puedo hacerlo sola.
—Ya estás aquí, déjame darte una mano, ¿sí?
—No lo sé... —Con disimulo miro el interior en búsqueda de algún ente molesto.
—Max no está, avisó que llegaría tarde.
—En ese caso. —Pongo un pie dentro, sonriendo—. Una ayuda no estaría mal.
—¿Qué se atraen ustedes dos? —Sacude la cabeza, manifestando su molestia—. Me contó que has estado evitando sus llamadas.
¡Soplón!
—Es complicado, mejor no hablemos de eso.
—De acuerdo. —Rueda los ojos y suspira—. La fiesta no será hasta dentro de unas horas, ¿quieres ver una película mientras esperamos?
—Solo si es una de acción.
—Te gustan mucho, ¿eh? —Tuerce su sonrisa—. En esa repisa puedes escoger la que quieras. —Señala el mueble gris que está al lado del televisor—. Traeré unas bebidas.
Paso los dedos por cada DVD, analizándolos y descartándolos en cuestión de segundos. Mi mano se detiene en uno y lo saco, curiosa con la imagen que tiene de portada.
—¿La hija de mi vecino? —leo el nombre, segura de que no lo he escuchado antes.
Le doy la vuelta para leer la sinopsis.
He sido amigo de mi vecino Larry por más de veinte años, somos prácticamente como hermanos. Seguro que dejaríamos de serlo si supiera lo que siento por su hija. Tiene vacaciones en la universidad y ha venido a pasarla con su familia. Y es muy hermosa. He soñado con ella desde que se graduó de la escuela. Se ha convertido en toda una mujer. Y solo espero tener la oportunidad para hacerla mi mujer.
Oh santos monjes. ¿Esto es lo que creo que es?
Sí, es porno.
¿Y lo dices como si nada?
Por favor, ni que fueras una santa, tienes toda una colección en el ordenador que prueba lo experimentada que eres».
¡Pero esto es un DVD! Por lo menos yo lo escondo, ¡esto está a la vista de todos!
¿No tienes curiosidad por saber de quién será?
—¿Y encontraste algo de tu interés?
Me espanto por la voz de Rei y dejo caer el impuro objeto. De inmediato me agacho para recogerlo y tal vez tragármelo. Pero no previne lo cerca que ella se encontraba.
—Oh, encontraste la película que Max alquiló —dice mientras le da un vistazo a su reverso, justo donde se encuentra el resumen de la película—. Aún no la he visto porque me dijo que no me iba a gustar, pero si quieres verla...
—¡No! —Se lo quito y lo regreso a la repisa— Mejor veamos otra cosa. —Fuerzo una sonrisa.
Max y tú son tal para cual, ambos son unos degenerados.
Cállate.
—Vamos, deja de moverte.
—Eso intento.
—Quédate quieta.
—De acuerdo, estoy quieta.
—Ahora abre los ojos.
—Si los abro me moveré.
—Amelia, no seas miedosa, déjame terminar o llegarás tarde a la fiesta.
—Bien. —Abro los ojos—. Pero sé cuidadosa.
Rei vuelve a acercar el palito del rímel a uno de mis ojos y trato de mantenerlo abierto hasta que termine de pintarme la pestaña.
—Ahora pasemos al otro, ¿estás lista?
—Adelante.
Empieza a arderme el ojo y el párpado ya está temblando, pero lo soporto como si mi vida dependiera de ello.
—Listo. —Se aleja y sonríe—. La boca te la pintaré luego de que te cambies de ropa.
Me levanto y me dirijo al baño del fondo con las prendas en la mano.
Primero me saco el pantalón y busco las bragas negras que Rei compró sin que me diera cuenta, seguro porque sabía que me habría negado de inmediato.
—Rei, no sabes el día que tuve.
¡No es cierto!
—Max, llegaste temprano.
—La reunión duró menos de lo que pensé, solo me bastó enseñarles los registros que encontré para que cantaran. Hubiera llegado antes pero el tráfico estaba insoportable.
Me apresuro en ponerme el nuevo jean que compré sin hacer ningún tipo de ruido.
~Tan tan tan tan tarán tan tarán, tan tan tan tan tarán tan tarán~
¡Oh, rayos, dejé mi cel en el sillón!
—¿De quién es este teléfono? Creí que ibas a dejar de traer chicas.
¡Ja! Cree que eres una conquista de Rei.
Como puedo me pongo la camiseta y de inmediato abro la puerta.
—Ah, eso es mío. —Levanto la mano, como si la profesora imaginaria acabara de decir mi nombre.
Max se tarda en reaccionar, usa sus preciados segundos para mirarme, mirar el teléfono y mirar a Rei. Utilizo ese tiempo para acercarme y poder recuperar el aparato.
—Rei, ¿qué le has hecho? —Aparta la mano que sostiene el celular, sin permitir que lo agarre.
Ella le golpea el brazo, le quita el teléfono y se me acerca para entregármelo a la mano.
—Déjame ayudarte también con esto. —Levanta las manos y comienza a unir los botones que al parecer me faltaron.
¡Estaba mostrándolo todo!
—Ahora terminemos de maquillarte —propone con una amigable sonrisa.
Me siento en el apoyabrazos del sillón y ella trae el pintalabios que dejó en la mesita central.
—¿A dónde piensan ir? —La cabeza de Max no tarda en aparecer.
—Yo a ninguna parte, es Amelia quien tiene un importante compromiso al cual no puede faltar. Así que deja de distraerme.
—¿Vas a salir con Jack?
—Eso no es de tu incumbencia —responde Rei.
—No te hablo a ti.
—Ella no puede hablar, y estoy segura que diría lo mismo, ¿o me equivoco?
Asiento con entusiasmo.
—Rei, déjanos solos un momento.
—Eso no pasará —canturrea, sin detenerse en el pintado.
—Rei —usa su tono severo.
—Max —ella también lo usa.
—Rei —duplica la severidad.
—Si no cierras la boca serás el siguiente al que maquillaré.
Max se marcha dando fuertes pisadas hasta su habitación y azota la puerta luego de entrar.
Rei es genial.
Lo es.
—No me mires con esos ojos o volveré a besarte.
Rei es tenebrosa.
Lo es.
—Presto, ya estás lista para arrasar en la fiesta.
—Gracias, te debo una. —Sonrío con mis nuevos labios.
—Lo anotaré en tu cuenta. —Me guiña un ojo—. Ahora vete antes que Maximiliana la parlanchilla salga.
—De acuerdo.
Cierro la puerta con mucho cuidado, casi exagerando, e inhalo con más seguridad al ya estar fuera de la zona de peligro. Empiezo a andar y voy hacia el ascensor.
Falta menos de una hora para las nueve, tengo tiempo de sobra. Las puertas se abren y disco el número de Susana al ser ella quien me había llamado antes.
Si supiera que le pusiste el ringtone de Batman...
¿Qué? Es lindo. Ella es mi caballero de la noche.
—Ya estoy yendo para allá —digo apenas responde la llamada.
Las puertas del elevador se cierran.
—Más te vale, pero no llamaba para eso, Jack me llamó para preguntarme si podía asistir a la fiesta.
—Que testarudo, le dije que no iba a ser posible.
—En realidad es muy buen negociador, pudo convencerme a mí y a las demás que organizaron la fiesta. No sé qué le contaste del evento, pero parecía muy convencido a venir, tanto que aceptó tomarse fotos y dar autógrafos.
—Me escuchó mencionarlo, apenas y hablamos del tema. —Pongo todo el peso en un pie, a la espera de llegar al lobby.
—Bueno, igual ya hicimos un trato y ahora está obligado a venir.
—¿Aún no llega?
—Mandó un mensaje avisando que tardaría un poco por el trabajo.
—Y a mí ni un hola me ha enviado —digo, algo resentida.
—Está pasando por algunos percances en el trabajo, seguro no le dio tiempo... ¿Por qué te estoy animando? Solo aguántate y llega de una vez.
—Ya estás bebiendo, ¿verdad? —Sonrío, entretenida por su rápido cambio de actitud.
—Luego de organizar tremenda fiesta me merezco una recompensa, ¿no crees?
Llego al primer piso y camino hasta donde dejé el auto.
—Si antes no estaba convencida de ir ahora muero de ganas por llegar, que no puedo perderme una aparición de Susana la aventurera.
—Susana, deja la botella, ya bebiste demasiado —reconozco la voz de Isabela en el fondo.
—Cuando vea el triple de ti habré bebido demasiado, ¿no es cierto, gente? ¡Que empiece la juerga!
Alejo el teléfono para no quedar sorda con su grito, y saco la llave del auto.
—Am, mejor date prisa, que vamos a necesitar que nos ayudes con Susana —explica Beatriz—. ¡Susana, bájate de la mesa!
—Ya estoy en camino. —Subo al auto—. Llevaré su medicina y estará como nueva, hasta entonces asegúrense que no haga algo de lo que vaya a arrepentirse.
—¡Él no es Arturo, deja de querer desvestirlo! —Enciendo el auto mientras sacudo la cabeza, triste por estar perdiéndome la diversión—. Creo que ya es algo tarde para eso. Debo colgar. ¡Susana...!
Arranco el vehículo y giro el timón hacia la derecha. Max sale de la nada y freno antes de chocar con él. Su mirada desafiante no muestra pizca de miedo, camina todo decidido hacia la puerta del copiloto.
¿Este quiere morir atropellado? Porque le puedo cumplir el deseo.
—Abre. —Golpea la ventana con los nudillos.
—Max, voy algo tarde, ¿podemos dejarlo para otro día?
—Eso dijiste la última vez, no volveré a caer. Abre.
No pierdas más tiempo y ábrele.
Suspiro con exasperación y le quito el seguro a la puerta. Apenas entra agarra las llaves del auto y lo mete en el bolsillo del pantalón de vestir negro que tiene puesto.
—Ey —me quejo.
—Tengo que asegurarme que no volverás a escapar —dice, con su malhumor latente.
—¿Primero me esposas y ahora me secuestras en mi propio auto? —me quejo.
—No me das muchas alternativas, ¿no crees? —Sus intensos ojos me enseñan que va en serio con lo del enojo.
Y es por esto que...
Cállate.
Ni siquiera me has dejado terminar.
Es suficiente con tener que escucharlo a él.
—Quiero saber qué es lo que sucede contigo, ¿por qué me has estado evitando? Y sé que lo has estado haciendo así que no te atrevas a negarlo.
—Estaba muy ocupada —es lo único que se me ocurre decir.
—¿Con qué? Estás desempleada.
Auch.
—Mira, tengo que ir a un lugar urgente, así que si solo te vas a quejar porque no te he prestado algo de atención...
—No soy un niño resentido por su mamá que no le da cariño, soy un hombre preocupado por la mujer de la que está enamorada.
—Amelí. —Se acerca y me sujeta de los brazos para que quedemos cara a cara—. Sé que te resulta difícil hablar de algo tan complicado como lo que ocurrió cuando éramos unos niños, lo sé porque he notado lo mucho que te esfuerzas por evitarlo, pero cree en mis palabras cuando te digo que necesitamos hacerlo. Tenemos que aclarar ese tema, solo así podremos seguir adelante. Tú más que todo.
Sus palabras me saben a ruego, y él me resulta alguien indefenso que lo único que parece querer es recibir afecto, algo que hace un momento afirmaba no buscar.
Está desesperado, quiere arreglar las cosas contigo, y para eso deben hablar de lo que sucedió aquella vez.
Lo sé.
Y también lo que ocurrió después.
No».
Tienes que hacerlo.
No tengo.
Amelia...
—De acuerdo, vamos a hablar —la voz me sale rasposa, mi garganta parece suplicar por agua, pero no es sed lo que tengo.
Me suelta, más tranquilo, casi sonriendo. Casi feliz.
Merece que sea honesta, así dañe mi orgullo.
Merece que le digas la historia completa.
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