Capítulo 34: "Casi me matan"

«Jack, muero de sueño».

«No digas eso».

«Es solo una expresión».


—En qué lío te has metido.

—Ni me lo digas.

Le conté a Susana la nueva situación actual en la que me encuentro y gracias a eso respiro con más facilidad. Al menos hay alguien con quien puedo hablar sin miedo, bueno, tal vez con un poco de miedo, es que con ella no se sabe.

—¿Y se puede saber lo que harás?

—Sobrevivir.

—¿Cómo la canción?

—Como la canción.

—¿Algo más?

—Comer bien.

—No me fastidies, dime en serio qué harás.

Suspiro y me quedo pensando.

—No tienes idea de lo que harás, ¿cierto? —No tarda en captarlo.

Pongo cara de pena y asiento.

—Tampoco es que vaya a ser tan malo —comenta.

—¿En serio lo crees? —Mi cara de pena se intensifica.

—Am, no es el fin del mundo, vas a estar bien.

—¿En serio lo crees? —Le sujeto los brazos con desesperación— ¿Crees que estaré bien? —La empiezo a sacudir— ¿Qué saldré viva de allí?

—Jack dijo que se comportará, tú también hazlo. —Se libera de mi agarre—. Finge que es una simple cena entre seudo amigos.

No es cosa de comportarse o no, creo yo, sino de saber fingir.

—¿Me acompañarías? —Entrelazo mis manos para completar el ruego.

—Si yo voy habrá un asesinato múltiple.

—Pero acabas de decirme que me comporte, ¿no puedes hacerlo tú también? —Le sacudo el brazo.

—Yo no puedo comportarme, no está en mis genes —asegura con orgullo.

—Qué ejemplo me das —digo de mala gana.

—Tienes que enfrentarlo tú solita, ya estás grandecita. —Palmea mi cabeza.

Pero no estoy lo suficiente grandecita para que deje de hablarme y tratarme como si fuera una niña.

—Vas a ir a una cita doble con tu ex, si no te comportas podrían encerrarte de por vida —concluye.

Qué ánimos me da.

Remojo una vez más mi rostro y cierro la llave del lavabo.

Miro mi desastroso reflejo empapado y suspiro tan fuerte que mis pulmones se quedaron tan vacíos como dos pasas secas.

Si Jack dice que puede yo también podré. Si tengo a Jack a mi lado podré hacerlo.

Solo es una cena, no es la primera vez que nos reunimos los cuatro. Claro que en ese entonces los involucrados no contábamos con tanta información.

Sí, soy tan buena para subirme el ánimo como Susana.

—¡Por favor! —me quejo al ver el reflejo de Max en el espejo— ¿Otra vez me metí en el baño equivocado?

—Tranquila —dice sonriendo—, supuse que estarías aquí y entré.

—Ah. —Me giro para verlo— ¿Y qué quieres? —Observo la puerta, con miedo a que alguien entre—. Estamos en horas de trabajo, no pueden verme contigo, mucho menos en el baño.

—¿Vas a ir a la cena de esta noche?

Tuerzo la boca, dudosa sobre si hay alguna buena respuesta para dar.

—No sabía que tenía opción. —Me cruzo de brazos, haciéndome la interesante.

—Claro que la tienes, si no quieres ir no vayas. —Se apoya de la pared junto a la puerta—. Fue idea de Rei después de todo, es su manera de agradecerte.

Los modelos agradecen de formas raras.

—¿Entonces no irás? —insiste.

—Jack irá —respondo como si hubiera preguntado eso.

—Me lo temía. —Asiente—. Seguro que va para darme otra paliza.

—Lo que te hizo ayer te lo merecías, ya sea con sus manos o con las mías tú habrías terminado con la cara desastrosa. —Solo tiene el labio partido, pero peor es nada.

—¿No será que la razón por la que me dio la golpiza fue por envidia? —Se cruza de brazos, activando su altanería.

Resoplo, sin ganas de seguir escuchándole.

—Tal vez se dio cuenta de la obvia atracción que tienen nuestros cuerpos. —Sonríe y aprecio sus hoyuelos de niño—. Por eso no soportó vernos tan juntos, en el clímax de la escena.

—¿De qué porquería hablas? —Bufo, a punto de carcajearme— ¿Has venido ebrio a trabajar?

—Vamos, sé que también lo sentiste.

¿Sentir qué? No me digas que está hablando de su...

—No seas pervertida, estoy hablando de lo otro.

¿Lo otro? ¿Pero cuántos tiene?

—No tengo tiempo para esto, debo seguir trabajando. —Me dirijo a la puerta—. Baja la tapa del inodoro cuando termines.

Paso por su lado y agradezco que no me haya detenido.

—Sé que es difícil admitirlo. —Mantengo mi mano en la manija—. También fue duro para mí.

—Trata de no mojar el suelo, no quiero que alguna compañera termine resbalando. —Bajo la manija.

—¿No quieres saber lo que admití?

—Aún si quisiera, no es de mi incumbencia —me pongo seria para que entienda que no seguiré escuchándole.

—Oh, claro que es de tu incumbencia. Tiene mucho que ver contigo.

Mantengo la manija baja, pero sin jalarla para abrir la puerta, y me quedo estática en esa posición.

¿De qué demonios habla...?

No, no quiero saber, ya me propuse a verlo como un simple conocido y tengo que seguir con el plan.

Entonces, como conocido, ¿tengo derecho a saber lo que intenta decir? ¿Tengo derecho a tener curiosidad? No lo creo, ¿o sí? No, no me debe importar. ¿Pero y si es algo interesante?

¡Que no y punto!

Apena siento que la puerta se mueve, la bloqueo con las manos.

¿Qué estás haciendo? Déjale entrar.

¡No pueden verme con él!

Solo huye del lugar como si no pasara nada.

¿Y si luego me preguntan qué hacíamos juntos en el baño?

—¿Quieres saber?

—No quiero —afirmo.

—¿Entonces por qué no te vas? —Se inclina hasta tener su cara a milímetros de la mía—. La curiosidad siempre ha sido tu mayor debilidad.

Lo enfrento con la mirada, y uso mi pie para bloquear la entrada.

Maldita sea, ¿qué hago?

—¿Quieres que te lo diga?

—¿Quieres que te agrande la herida de la boca? —digo apretando los dientes.

—Inténtalo —me reta.

—¿Crees que no lo haré? —murmuro.

—Creo que lo intentarás. —Se coloca detrás de mí y apoya ambas manos a la puerta, imitando mi posición—. Pero no lo conseguirás.

Estaría agradecida por la ayuda si ¡no estuviera atrás mío!

—Amelí, tengo que decirte algo y espero no enloquezcas.

Yo me voy.

Como si me leyera la mente, baja los brazos a la altura de los míos, y me aprisiona como si fueran las barreras de una celda.

Y así es como Amelia perdió su virginidad.

¡Cierra la boca, carajo!

Lo hizo en el baño mientras la gente oía al otro lado de la puerta. Sus gemidos se oyeron por todo el edificio.

No lo aguanto más.

En cámara lenta se aprecia bien cómo mi cabeza se impulsa hacia arriba y se estrella contra la quijada de Max. Él retrocede, y aprovecho su desorientación para escapar sin mirar atrás.

—Te ves bien.

—Tú también, el bóxer te queda de maravilla.

Levanta las cejas, sin tener idea de cómo responder.

Como el caballero que es, me ha pasado a buscar con anticipación para poder llegar a tiempo a la cena.

—Bien, dejaré de hablar del tema —bromeo y le doy un suave empujón que ni lo mueve.

—Quisiera creerte. —Hace caras para mostrarse ofendido. Le ofrezco una real cara larga y me da un empujón suave junto con una sonrisa— ¿Nos vamos?

—Me olvidé echarme perfume, ahora vuelvo.

Se interpone en mi camino.

—Aguarda. —Sujeta mi brazo para no alejarme—. Tengo una idea. —Sonríe de manera juguetona.

Sin soltarme, me atrae hacia él hasta quedar casi pegados, y mete la mano libre en el bolsillo interno de su chaqueta. Reluce un diminuto frasco de lo que sería su colonia, la cual carga siempre por si es que llega a necesitarla. Abre la tapa y, con el palito de plástico, lo frota en mi cuello.

—Así emanaremos el mismo aroma —afirma sonriente.

—Creo que emanar no es la palabra que hubiera usado. —Arrugo la nariz y levanto las cejas—. Uno emana gases, no aromas.

—No tengo una respuesta para eso. —Niega con la cabeza.

—Solo di que tendremos la misma fragancia —propongo con una amigable sonrisa.

—Tendremos la misma fragancia.

—Siempre suena mejor cuando tú lo dices. —Amplío mi sonrisa.

—Llegaremos tarde a la cena —insinúa sonriente.

—Andando, míster emanador.

Me ofrece su brazo y nos vamos bien juntitos.

—¡Hola! Pasen, pasen, llegaron justo a tiempo, la cena ya está lista. —Rei nos recibe con gran emoción, enseñando esa alegre personalidad característica en ella.

Le doy un rápido chequeo a su lujoso y amplio departamento, y quedo maravillada por la decoración tan sutil y elegante.

—Mmm, ¡huelen bien! —comenta mientras nos lleva del brazo a ambos— Esperen. —Deja de caminar, me olfatea y luego hace lo mismo con Jack—. Ustedes huelen exactamente igual, ¿han estado restregándose los cuerpos en el camino? —Intercambia miradas con ambos.

—Rei, ¿podrías dejar de hacer preguntas innecesarias? —interfiere Max, saliendo del pasillo de la derecha.

—¡Ya sé! —Aplaude, ignorándolo— Se dieron un revolcón en el auto.

Tardamos en reaccionar y atraemos un profundo silencio en la sala.

—Rei, mejor ve a servir la comida —le ordena Max con genio mandón.

—Bien, pero tú atiende a nuestros invitados. —Se va a la cocina.

Max suspira y se adelanta hacia los sillones. Nos llama con la mano antes de sentarse.

Me escudo con Jack a mi izquierda y el apoyabrazos a mi derecha, lo más lejos de donde Max se ha sentado.

Debería ser yo la del malhumor, pero soy lo suficiente madura para ser amable. Me alegra saber que por lo menos soy más madura que este pendejo del demonio.

—¿Los estás atendiendo, Max? Porque o me he quedado sorda o tú te has quedado mudo.

—¿Qué tal estuvo el revolcón? —ataca casi gritando, seguramente solo para hacer callar a Rei.

—No hubo nada de eso —aclara Jack tranquilamente—, solo le presté mi colonia, me pareció divertido que... tuviéramos la misma fragancia. —Me guiña un ojo y sonrío.

—¿Y no han tenido nada de acción últimamente?

Le mando una cara indiferente, ya se está poniendo molesto.

—¿Rei tardará mucho? Mejor iré a ayudarle. —Me paro con la firme intención de dejar que se las arregle solo con Jack, que luego del golpe dudo que quiera provocarlo de nuevo.

En la cocina, Rei está concentrada en servir los platos lo más ordenadamente posible.

—¿Necesitas ayuda?

Sonríe, sin dejar de hacer lo que hace.

—¿Puedes ir llevándole los platos a los muchachos?

Localizo los dos platos servidos muy parecidos a como lo harían en un restaurante de renombre, los sostengo y regreso a donde están los demás.

Me encuentro con la conversación que esperaba, la muda. Podría sofocarme con tanta tensión, pero el aroma de Jack me ayuda.

—Tengan. —Les entrego los platos.

—Gracias. —Jack sonríe con gratitud.

Le sonrío en respuesta y me siento en el apoyabrazos de la derecha para verlo comer.

Max se aclara la garganta y enciende las chispas necesarias para explotar una gasolinera.

—¿Está rico? —le pregunto a Jack, aún con la sonrisa puesta.

—Sí, está delicioso. —No tarda en meterse otro bocado.

—Gracias, lo preparé con mucho cariño —dice Max.

¿Este quiere morir? Porque puedo agarrar el tenedor de Jack y destriparle el riñón con un simple movimiento.

—Amelia, ¿puedes darme una mano aquí? —la salvadora de Rei interviene a tiempo.

Me relajo y salgo de la sala.

—¿Podrías sacar cuatro copas? Están en la repisa de arriba. —Señala con la mano.

Noto como pone fuerza al sacacorchos de metal que usa contra el vino, retorciendo de a pocos el moderno objeto.

Dejo de verla para levantar los brazos y alcanzar las copas que tengo adelante, consigo atrapar una y el teléfono me vibra a través del pantalón. Lo saco y miro al remitente de la llamada. Es el número de Rita.

Le doy un rápido vistazo a Rei antes de contestar y me vuelvo hacia la encimera apenas acepto la llamada.

—Amelia... —Está llorando—. Amelia, tu padre... tu padre... él está... —Y se queda así, lo demás que oigo de ella son sollozos que mutilan mis oídos.

La copa se resbala de mi mano y me apoyo de la encimera al perder el equilibrio. Mi cuerpo no reacciona, mi respiración se vuelve débil. El pánico que ella acaba de contagiarme me deja inmovilizada, completamente inútil.

—Am, ¿qué ocurre? —la voz lejana de Rei se integra de milagro, acompañado de una versión borrosa de su persona que se coloca frente a mí.

Trato de reaccionar, pero no puedo. Mi mente no deja de trabajar, de entregarme todas las opciones que puedan significar lo que Rita trató de decirme.

—¿Hola? Habla la amiga de Amelia... —Rei continúa con su diálogo— ¿Qué...? ¿Su padre...? ¿Dónde...? Claro, se lo diré.

Rei, ¿qué pasa?

Es el padre de Amelia, ha tenido un ataque cardíaco, está hospitalizado.

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