Capítulo 33: "Hoy no toca fiesta"
«Jack, ¿por qué te preocupas tanto por mí?»
«Porque eres mi amiga».
«Ya, te voy a creer, ¿no será que me quieres llevar a la cama?»
Es como si estuviera viendo al coco, a Jason, a Freddy Crugger, a la chica del aro, al abogado calvo, a todos juntos fusionados en un solo y perfecto cuerpo con forma de príncipe y llamado Jack.
Max se aparta y detiene las puertas del ascensor que estuvieron por cerrarse.
—Creo que es hora de que me vaya. —Mira a Jack de pies a cabeza.
Toco mi acelerado pecho mientras observo a ambos. Aparto la vista y me concentro en tranquilizarme.
—Nos vemos mañana —añade.
Y Max cae al suelo.
Santas estroncias, ¿Jack en verdad lo ha golpeado o fui yo la que lo hizo?
Miro mis manos y estas se ven igual, no me duelen ni nada. Eso significa...
—¡Jack! —Me coloco delante de él y le doy la espalda al que está tirado para enfocarme en mi amigo— ¿Qué hiciste?
—Ese tipo se lo merece por acosarte. Me corrijo, se merece más. —Al instante comprendo lo que significa y lo sujeto del brazo antes que vuelva a golpear al no desmayado.
—Jack, creo que con uno basta —intento razonar.
—Amelia, suéltame. —Aparta mi mano con facilidad.
Se posiciona encima de Max, lo agarra de la camisa y apunta su puño al rostro del otro. ¡Carajo...!
—¡Jack, te dije que ya es suficiente! —Me trepo a su espalda y le rodeo con mis brazos como si fuera una soga de secuestrador.
—Amelia, ¿qué estás haciendo? Quítate. —Se remueve, lo que me desequilibria y provoca que me caiga. Demonios.
—Jack, escúchame, esta no es la manera. —Subo de nuevo a su espalda, tan terca como el asno que soñaba convertirse en un unicornio—. Déjame explicarte.
Max resopla, supongo que la vista no debe ser muy agradable para él.
—No hay nada que explicar, no me importa si es un amigo de Rei, si es una buena persona o no sé qué más, no tiene derecho a venir a tu trabajo para... —Inhala profundo y estoy segura de que lo escuché gruñir.
Caigo de nuevo, soy pésima en esto de montar. Juro que tomaré clases en cuanto tenga oportunidad.
Le da un golpe directo a la boca. Max ni siquiera se está cubriendo.
Encuentro el impulso y lo intento una vez más.
—¡Jack, deja... Ahh! —¡Carajo! Mi arranque fue excesivo y me voy hasta el otro lado, terminando en el piso boca arriba.
Auch, eso debió doler.
Si no vas a decir algo positivo te me callas.
Aún de cabeza las cosas lucen igual de desastrosas. Su puño se prepara a dar otro golpe.
—¡Él es el abogado de la compañía!
Su brazo se detiene a medio camino y lo contrae lentamente. Se levanta y nos da la espalda. Mientras se toma un momento, me siento y chasqueo el dedo para llamar a Max. Al conseguirlo, muevo los labios pero sin pronunciar palabra.
¿Qué esperas? Vete de aquí.
Mueve la cabeza en negación.
¿Quieres que te siga golpeando?
Se encoge de hombros.
¡Pendejo del demonio castrador de lagartijas!
Rueda los ojos y finalmente se levanta. Se limpia la sangre de la boca y se marcha en silencio.
—¿Cómo es que él...? —mi amigo suspira.
Se acerca y me ayuda a levantarme.
—¿Puedes explicarme lo que sucede aquí? —La cara de perdido que ha puesto me clava el pecho y desinfla mi corazón.
—Es una larga historia, pero con gusto te lo contaré.
Me suelta y exhalo, lo último que quiero hacer es dar explicaciones, pero es la única manera. Y Jack merece saber la verdad.
—Cuando nos reunimos por primera vez para ir a comer me sorprendí tanto que no supe qué decir, no podía creer que se tratara de la misma persona.
Froto mi brazo, con mi vista saltando por ahí, buscando algo con lo que distraerse.
—Para cuando reaccioné noté que él actuaba con normalidad, como si no me conociera. Así que hice lo mismo.
Se cruza de brazos y debo suponer que desea que continúe.
—Al día siguiente, en el trabajo, me mandó a llamar y me explicó que por el bien de todos lo mejor sería dejar a un lado nuestra relación laboral.
—¿Por qué no me contaste?
—No quería ponerte en una posición difícil, sin importar qué tan bueno seas actuando igual se notaría tu incomodidad.
—Amelia, ¿por qué no me lo contaste? —insiste.
En sus ojos encuentro persistencia y amargura. Entiendo, más parecen pretextos que otra cosa. Pero debo demostrarle que no es así.
—Pensé que te estaba acosando, que vino hasta aquí para tomarte por sorpresa y... —Y el momento del ascensor viene a su cabeza, lo sé, el cambio en su mirada me lo confirma—. Lo que interrumpí hace un momento, ¿él te...?
—No, por supuesto que no. —Agito la mano, como si espantara moscas—. No pasó nada.
—Eso no fue lo que vi. Él te iba a...
—Créeme, no pasó nada, yo lo hubiera detenido de ser así.
—Pero sí iba a pasar —asegura.
—Lo que importa aquí es que seguimos vivos —digo con solemnidad—. Que tenemos nuestra juventud y unos perfectos aparatos reproductivos.
Y lo perdí. O mejor dicho lo recuperé ya que su cara de menso ha regresado.
—Entonces dices que estás dudando.
Apenas puse a cargar el teléfono llamé a Susana para reclamarle por haberme abandonado, y cuando no me creyó le conté lo que ocurrió con Jack y Max.
—No estoy diciendo eso. —Ruedo los ojos al parecerme ridículo que sacara esa conclusión.
—Claro que sí —me contradice.
—Claro que no.
—Am, eso acabas de decir, te escuché bien claro.
—Escuchaste mal, lo que yo dije es que...
—¿Es a causa de Max?
—¿Qué? Claro que no. —Mi ceño se frunce ante la ofensa—. Esto no tiene nada que ver con él.
—Has estado enamorada de Jack por más de un año y cuando ese sujeto aparece me sacas con esto. ¿Segura que no tiene nada que ver con él?
—Tan segura como que el helado de choco chispas es el mejor.
—Error, el de menta es el mejor.
—¿A quién en su sano juicio le gusta el helado de menta? —refuto.
—A alguien con el juicio tan sano que se da cuenta de lo mucho que te ha afectado la presencia de tu ex.
Auch.
—¿Ahora también me vas a decir que has dejado de desearlo? ¿Luego de todas las obscenidades que quisiste hacerle? ¿Luego de querer crear un nuevo volumen del Kama Sutra con él?
—Ya, y también descubrí que en realidad nací hombre y la cola que escondo en realidad es mi cosa —digo con sarcasmo, un sarcasmo amargo.
—Gracias por la imagen sucia, ahora tendré pesadillas de ti queriendo mostrarme tu cola.
—Mejor hablamos mañana, ¿te parece? —me exaspero.
De repente me siento demasiado enojada para hacer algún otro tipo de comentario, para decir algo que alivie la tensión.
—¿Te molesta tanto pensar en la posibilidad de que estés dudando sobre tus sentimientos hacia Jack a causa de Max?
—¡Que no estoy dudando! —Mi respiración se acelera—. Yo solo... —Me quedo ahí, pensando, viendo las opciones que tengo frente a mí, y completamente perdida por no saber cuál elegir.
—¿Solo qué, Am? ¿Solo qué? Explícame por qué has desperdiciado tantas oportunidades para decirle a Jack lo que sientes, ahora que él parece haber cambiado en su comportamiento e intenta acercarse a ti, tú pareces hacer lo mismo, pero para alejarte de él.
—Tengo miedo —susurro, incapaz de decirlo lo suficiente alto para que mi corazón sea capaz de oírlo.
—¿De perderlo? Am, tienes que correr el riesgo, si en verdad...
—No temo solo perderlo a él, temo perderme a mí también.
No estoy lista.
—Todo parece estar avanzando muy rápido, y en este punto empiezo a creer que eso no es tan bueno como parece. No quiero cambiar.
—¿Cambiar cómo, Am?
—A la que era antes.
Asusta... demasiado.
***
¡Cállate, alarma, cállate de una vez antes que te tire por el retrete! ¡Cállate que quiero dormir!
Demonios.
Mi cabeza se incorpora de la almohada que era víctima de babeo, y alargo una mano para apagar al condenado despertador que ha decidido ignorar mis súplicas mentales. El sonido del golpe me hace abrir los ojos y me doy cuenta que usé el teléfono que sigo agarrando para golpear al aparato.
Cierto, ayer me quedé hablando con Susana... ¿en qué momento me quedé dormida? ¿Y cómo es que llegué a mi cama? No tengo tiempo para esto.
Inicio el día con lo acostumbrado, baño, desayuno y luego trabajo. Y mientras los panes se van tostando apago la tetera y me preparo una taza cargada de café.
El teléfono suena de repente y le quito el bloqueo para saber la razón. Se trata de un recordatorio avisando que... ¡faltan dos días para el cumpleaños de mi padre!
Al fin. Va a ser genial verlo después de tanto tiempo. Pronto voy a poder abrazarlo, besarlo, apretujarlo, pellizcarle las mejillas y llorar como niña en sus brazos. Pensar en todo lo que quiero hacerle me da más ansias de verlo, pero solo debo esperar. Ya falta poco.
—¿Aló? —contesto el teléfono que comenzó a vibrar en mis manos, de paso que saco las tostadas y las llevo junto con el café a la sala.
—Buenos días, Amelia, este mensaje es una invitación sorpresa y de agradecimiento por haber podido lidiar con el lado infantil de Max. —Me siento en el sillón y agarro el control remoto para encender el televisor—. Por favor sírvase a estar preparada a las nueve de la noche para cenar en nuestro temporal hogar. Puede llevar un acompañante pero no creo que vaya a ser necesario ya que también tengo pensado llamar a Jack para invitarle...
—¿Qué? —Se escucha al fondo—. Eso no fue lo que acorda...
—Y si se pregunta sobre el remitente de esa especial llamada le habla Rei, o como bien denominaste, sonrisa de comercial. Hasta la noche, te estaremos esperando.
Ammm. Bueno. Okey.
¡¿Qué carajos?!
¿Luego de lo que ocurrió en el ascensor cree que estoy con ánimos para encontrarme con él? ¿Acaso cree que Jack estará con ánimos de verlo? ¿Qué acaso es estúpido?
Bueno, es Rei quien me ha invitado ¡pero es igual! Lo más razonable es que se lo haya contado y así evitar situaciones ridículas como estas. ¡Pero no! Parece que se lo ha guardado para él mismo y ahora piensa que estará bien para nosotros fingir que no pasó nada. ¡Pero sí pasó! Y tanto Jack como yo no...
¡Mierda, Jack! Dijo que también lo llamaría.
Tengo que detenerla.
Marco su número y ruego que lo conteste.
—Buenos días, Amelia, que grata sorpresa es esta —responde de buen humor.
—Lo sé, solo quería saludarte y desearte un buen día de trabajo —digo, sonriendo con nervios y moviendo los pies como un tic.
—Gracias, espero que también tengas un buen día de trabajo.
—Gracias... —Rayos, ya no sé qué más decir—. Y... ¿te estás cambiando?
—Estoy por empezar, acabo de salir de la ducha, ¿y tú?
—Aún me queda tiempo, ya me duché y estoy empezando a desayunar.
—Déjame adivinar —comenta divertido—, mientras ves el canal de celebridades.
—Acertado. —Sonrío y pongo el canal que ha mencionado—. Ahora déjame adivinar a mí, tú estás por cubrirte el cuerpo con la crema que te trajeron de Canadá.
—Corrección, estoy terminando de echarme la crema.
—Que veloz —me expreso con sorpresa—, significa que estás usando un cómodo bóxer oscuro.
—¿Cómo...?
—Te demoras siete minutos menos cuando usas bóxer en vez de los normales calzoncillos de marca que te dan de regalo.
—Tú sí que me conoces —se muestra sorprendido.
—Lo suficiente para saber que primero metes la pierna izquierda que la derecha.
—Ya, sabelotodo, y según tú ¿qué voy a hacer luego?
—Mmm, andar así hasta la cocina y encender la cafetera.
—¿Tienes cámaras en mi departamento? —pregunta exaltado, adorablemente exaltado.
—Descuida, en el baño estás a salvo. —Le doy un sorbo al café.
—Entonces no sabes con cual mano me enjabono el cuerpo.
—¿La derecha? —pregunto.
—¿Y qué parte me enjabono primero? —insiste.
Suelto una carcajada fuerte de escepticismo.
—¿En serio quieres que responda? —Pongo una sonrisa de loca incrédula.
Jack se pasa a veces.
—Creo que tienes razón, ganas esta contienda.
—Lo supuse —aseguro mientras sonrío.
—Ahora en serio, ¿cómo supiste del bóxer?
—Te hicieron esa pregunta en una entrevista el año pasado —declaro, agarrando una tostada del plato.
—Ah, cierto, lo olvidé por completo.
—Tú recuerdas mis momentos vergonzosos y yo recuerdo los tuyos. —Muerdo la tostada.
—Me descubriste. —Lo escucho reír—. Parece que hoy has despertado verdaderamente bien.
—Verdaderamente cierto —aclaro. Otro mordisco a la tostada— ¿Salimos esta noche? Podríamos ir a bailar, ha pasado mucho que no lo hacemos.
—No creo que nos alcance el tiempo luego de la cena, pero si es que se puede vamos.
Mi sonrisa queda petrificada.
—Hablando de eso, ¿vamos juntos? —prosigue.
—¿Adónde? —pregunto para verificar mis temores.
—A la cena de Rei.
—¿Ya te llamó? —Cada vez me inquieto más.
—Justo antes de que llamaras.
—No me digas. —Me dejo caer en los cojines del sillón.
¡Qué rápida!
—Entonces, ¿paso por ti?
—Claro, aquí te espero. —Golpeo mi frente contra los cojines.
—Genial, ahora debo colgar, necesito ambas manos para el pantalón.
—Antes que cuelgues... —digo lentamente mientras me vuelvo a sentar— ¿Estás seguro de querer ir?
—¿Por qué lo preguntas?... Ah, te refieres a lo que pasó anoche. No te preocupes por eso, está todo olvidado.
¿Todo olvidado? ¿Qué significa eso?
—Luego de que lo hablamos me siento un poco más tranquilo, te prometo que me comportaré.
—Bueno...
—No es que me arrepienta de lo que hice, solo digo que no volverá a pasar. Si Rei fue tan amable en invitarme lo menos que puedo hacer es comportarme. Y, sobre todo, no quiero ponerte en una situación difícil.
—Bueno...
—Ahora sí cuelgo, nos vemos en la noche.
Genial, y yo que tenía esperanzas de que podría librarme de esto con su ayuda, pero resulta que es más maduro que yo.
Pues no voy y punto.
No quiero, no quiero, no quiero.
¡No quiero ir!
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