Capítulo 24: "Demasiado bueno"
«¿Qué haces aquí?»
«¿Tú qué haces aquí?»
«Pregunté primero».
Jack debió pasar malos ratos, tener una vida tan dura que la última oportunidad de ser feliz es escapar de casa y dejar a sus padres. No me veo capaz de meterme en sus zapatos y poder entender lo que debió haber sentido cuando tomó esa decisión.
Me pregunto si existe esa persona que tuviera una vida sencilla, alguien sin complicaciones, sin ningún pasado que le atormente, una simple existencia tranquila en donde lo más emocionante que le pudiera pasar es que se le acabe el azúcar y tuviera que ir a la tienda por más.
Sí, me pregunto cómo sería tener esa vida.
—Am...
Las sentiría como unas vacaciones.
—Am...
Unas merecidas vacaciones pagadas.
—Am...
—¡¿Qué quieres?! —reclamo al que me interrumpe en plena fantasía.
Siendo Susana quien lo hizo, pone su cara de ¿Vas a usar ese tonito conmigo? que combina con la posición mandona que acaba de aportar.
—¡Tu teléfono ha estado sonando hace rato y ya me está hartando, contéstalo de una santa vez! —me gana por mucho, si esto fuera una competencia ella me habría hecho picadillo en un instante.
Me quedo con la boca abierta al no estar preparada ante su explosiva furia exprés, y le sigo con la mirada mientras se aleja con ese genio.
Volteo para ver la razón por la que vino gritarme y escupirme, y observo como el teléfono está bailando al lado del teclado. ¡Está en vibrador! ¿Es que tiene oído de elefante?
Al notar cómo se sacude solo por unos segundos puedo entender su fastidio, la vibración realizada en el escritorio de madera es algo insoportable de escuchar.
Lo agarro sin mucho ánimo, pero cuando estoy por contestar la llamada se pierde. Leo el remitente. Príncipe Terminator. Rayos, debí contestar antes.
Paso los siguientes segundos decidiendo sobre si debo llamarlo o no, ya que la regla de no llamar en horas de trabajo sigue vigente. Pero él llamó primero, eso puede significar que es una emergencia.
Sin necesidad de seguir pensándolo, el teléfono tiembla de nuevo, pero en un corto tiempo para anunciar que recibí un mensaje.
De: Príncipe Terminator.
Ups. Sin querer te llamé, olvidé que debes estar trabajando. Solo quiero confirmarte que pasaré por ti a eso de la una para almorzar tal y como hemos acordado.
Una sonrisa se asoma mientras releo el mensaje, tener en mente nuestro almuerzo es lo que necesito para iluminar lo que resta del día.
El reloj marca la una en punto y doy por oficial el inicio de mi descanso.
Me levanto para ordenar el escritorio y meter en el bolso lo que tengo desperdigado por el escritorio.
—¿Preparándote para el almuerzo? —oigo la insinuante pregunta de Susana en el momento en el que pasa a mi lado por casualidad.
Les avisé a las chicas sobre las buenas nuevas y recibí una ostentosa felicitación de cada una, ya que al fin estoy avanzando con Jack.
Entro al pasillo que me lleva hasta los ascensores. Presiono el botón de uno de ellos y aporto una posición de espera.
Arqueo la boca al percibir algo extraño, como una presencia invisible, o un aire diferente en el ambiente. Giro noventa grados para mirar atrás y no veo a nadie, soy la única aquí, rodeada de un silencio medio perturbador.
Presiono de nuevo el botón y doy un paso atrás para fijarme si el ascensor de al lado está disponible.
Esta calma repentina, del tipo de ser la única alma viva en el piso, la última humana que queda, es demasiado parecida a la de una película de terror. Lo que me convierte en la víctima de apertura, la que usan para presentar al loco asesino o al demonio que escapó del infierno para succionar todas las almas posibles.
Sí, me siento exactamente igual a esa víctima, alguien que no se espera su muerte y la manera horripilante en la que vendrá. En cualquier momento llegará y pegaré el grito de mi vida, el último antes de morir...
¡Hijos de su...!
El sonido de las puertas del ascensor abriéndose estuvo a punto de ocasionarme un parto involuntario de un hijo imaginario. Toco mi pecho para calmarlo y suspiro de alivio al ser la única acción que ocurrió.
Entro al ascensor y normalizo mi respiración. Mi teléfono vibra y contesto.
—Hola Jack, justo estoy bajando. —Sonrío—. En cinco estaré allí.
—Genial, porque te tengo una sorpresa —se muestra emocionado.
—De acuerdo —digo sonriendo.
Devuelvo el celular al bolso y empiezo con la reflexión.
Dijo sorpresa, lo escuché bien claro. No me digas que consiguió que su hermano le diera la pintura. Ya quisiera, Frank no parece ser de los que se echa para atrás cuando dice algo, y bien que me amenazó con que todos lo verán.
Hago el recorrido por la recepción hasta llegar a las puertas de salida. Jack está esperando a un lado, posicionado de perfil para permitirme ver su expresión calmada. Lo inspecciono y no veo nada en sus manos, nada en forma rectangular y plana. Nada. Bien, qué bueno que no me hice esperanzas.
Nos saludamos con una sonrisa y me guía hasta donde debe estar estacionado su auto.
Aprovecho que va rodeando el vehículo para comprobar los asientos de atrás y buscar algo forrado en papel de regalo, algo del tamaño de una pintura. Nada. Si tuviera esperanzas seguro que ahora mismo me habría llevado una gran decepción.
—Antes de ir a almorzar tenemos que hacer una parada sorpresa —aclara abrochándose el cinturón.
Antes de arrancar enseña su sonrisa cómplice nada disimulada, advirtiendo que tiene algo tramado.
—Dime que no iremos a recoger a tu hermano —muestro un claro descontento con la idea, con mi cabeza ladeada, rogándole que no me haga verlo de nuevo.
—Tranquila, él ya se ha ido lejos. —Niega mientras sonríe.
—No me malentiendas, hubiera sido genial almorzar juntos antes de que se vaya —añado con una inmensa sonrisa falsa, algo exagerada debo admitir.
—Te creo —denota con sarcasmo.
Supongo que soy pésima en actuar cuando alguien me cae pésimo. Hago mi esfuerzo, sé que lo hago, pero al final termina por notarse.
—¿Esta es la parada sorpresa?
Ni cuando nos estacionamos, ni cuando entramos al edificio Jack me da alguna explicación del motivo por el que estamos aquí. Y ahora que nos encontramos en el lobby, con varias fotografías enormes enmarcadas, dispersadas por las paredes del espacio abierto, sigo insistiendo a que diera alguna pista.
Este lugar podría estar tan callado como un almacén abandonado, no puedo escuchar ni los autos, bien podríamos estar en el desierto o en medio del océano.
Las paredes blancas apenas se notan al ser lo más llamativo las fotografías colgadas, todas resguardadas en vidrio. Puedo ver chicas hermosas, hombres sexys, parejas románticas y hasta grupos sonrientes, todos en diferentes posiciones que denota profesionalismo. Y en cada una de ellas puedo observar algo en común: su sensualidad.
Parece ser una agencia de modelos... o de citas en línea.
Continuamos caminando, Jack sigue en silencio y no insisto más para seguirlo desde atrás. Estamos adentrándonos en el recibidor, debo suponer que para llegar a los ascensores.
A un par de metros diviso a una joven de espaldas, de buena figura, usando unos jeans azul oscuro que resalta lo costoso que es, botas negras puestas por fuera, y una chaqueta gris que le llega a la cintura y me permite apreciar el consistente trasero que posee.
No tengo idea de por qué me fije también de tal detalle.
Estamos por pasar a su lado cuando noto que Jack se detiene justo en frente de ella. Intento comprender la razón, más cuando él tiene una enorme sonrisa puesta.
La chica recién se da la vuelta al percibirnos, lo que me permite verle la cara. Intercambia miradas con ambos y sonríe en respuesta, solo que usa esas perfectas sonrisas que se pueden apreciar en los comerciales de pasta dental.
—Amelia. —Jack da un paso adelante y se vuelve para quedar al lado de la joven y poder mirarme de frente—. Te quiero presentar a Rei, mi compañera de trabajo, alguien que seguro te terminará cayendo tan bien como a mí.
¿Qué?
Enfoco los ojos en la chica, en Rei, esta vez de una forma totalmente diferente, uno más agudo para observar cada detalle en ella.
Cabello corto por un lado, más largo por el otro y de un negro intenso, piel de porcelana, nariz respingada, ojos grises, labios carnosos y rosados, cuello largo, más alta que yo, más delgada que yo, con ropa más a la moda que yo.
Aquí está la viva imagen de la mujer perfecta la veas por donde la veas. Y eso no es todo, al lado de Jack se puede notar al instante que son el uno para el otro. Iguales en perfección.
Almas gemelas.
No, no, volvamos atrás un momento, creo que algo me está faltando, algo crucial en esto.
Cabello corto, piel de porcelana, nariz respingada...
Ya he visto esto antes. No puede ser una coincidencia. ¿En dónde la vi?
—Parece que soy el último en llegar.
No, no, no, no, no, no, ¡no!, no, no, no. No puede ser él, díganme que no es él.
Díganmelo. ¡Díganmelo!
Siento que otro cuerpo se coloca a mi derecha, alguien a quien no consigo ver bien porque no deseo hacerlo. Sé que si lo hago esto se convertirá en una maldita pesadilla.
—Bueno, ¿vamos a almorzar o no?
Sin lugar a dudas desearía a un loco asesino o al más endemoniado demonio que me asesine en este momento, prefiero que me destripen, que me corten en trocitos para luego ser frita y comida, prefiero que succionen mi alma con un sorbete o una jeringa. Prefiero todo eso que a él.
¡¿Por qué tiene que ser Max?!
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