Capítulo 21: "Sí, como no"

«Feliz cumpleaños, Amelí».

«Pero aún faltan unos días».

«Feliz casi cumpleaños, Amelí».


—Espero me perdonen por haber tardado tanto en confesarles esto, en no haber conseguido la suficiente fuerza para decirles, también espero que comprendan la razón de esa debilidad.

Inhalo profundo, sintiendo de nuevo esa ligereza de cuerpo entero, otra confirmación de que esto de declarar secretos hace bien, mucho bien a decir verdad.

—Ahora, si me disculpan, me iré con Jack, el hombre que ha esperado pacientemente hasta que termine de hablar con ustedes.

Susana toca mi espalda, posiblemente orgullosa de mi valentía; mi pecho se infla ante su afecto. Como no hay nada más que pueda decir y aún están en proceso de asimilación, me retiro para irme con Jack.

—Hasta mañana, Am —se despide Susana cuando estoy a medio camino y sonrío con suficiencia.

—¿Vamos? —le propongo al mejor hombre de mi vida, esa persona que no ha dejado de mostrarse feliz en todo mi recorrido hasta él.

—La noche es joven... —dice, ofreciendo su brazo con galantería.

Bufo en diversión, le sujeto emocionada y ambos arrancamos.

—...y nosotros lo somos más —termino la frase, tal y como solíamos decirlo cuando estábamos en la universidad, advirtiendo que esta será una noche memorable.

—Y... aparte de mí... ¿quiénes de tus amigos irá también?

Ya en el auto de Jack, con él conduciendo, busco la sutil manera de saber si esta será solo otra salida de amigos.

—¿Amigos? ¿De qué hablas? —Sonríe en diversión—. Solo te invité a ti, Amelia.

—¿En serio? —cuestiono con gran escepticismo.

Ríe con tal encanto que parece brillar igual que una estrella fugaz.

—En serio. No hay nadie más con quien quisiera compartir este momento —declara con vehemencia, y siento que lo hace desde lo más profundo de su corazón.

—¿Me lo juras?

Sé lo infantil que estoy sonando, pero en serio no puedo quitarme esta incredulidad, este presentimiento de que se le ha olvidado decirme algo.

—¿Es tan difícil creer que quiero pasar un momento especial contigo? —La sonrisa se le borra y hasta parece dolido.

Demonios, mis dudas lo han ofendido. Esto no está bien, tengo que remediarlo.

—No digo que sea difícil, solo me resulta... curioso. —Le toco el hombro—. Ya sabes, nosotros solemos salir en grupo.

Rayos, qué hombro tan exquisito.

—Lo siento —confiesa con pesar.

Que idiota, solo lo he empeorado.

—No tienes que disculparte —digo en broma y golpeo su hombro como juego—, es divertido salir con tus amigos.

Mi sonrisa también se desvanece al darme cuenta de lo que dije. ¿Por qué le sigo mintiendo?

—Jack, la verdad es que nada de eso interesa, con pasar un tiempo juntos es más que suficiente, no importa si solo somos los dos o si están tus amigos, con tal de que yo siga siendo una de ellas me basta.

—Tú no eres una de ellas, Amelia, tú eres ella. La única para mí —garantiza.

—Tú también eres la única para mí, Jack.

Vuelve a reír, lo cual me anima. Yo solo quiero eso, que sea feliz.

Finalmente llegamos a la mencionada galería, un sitio con más gente de la que habría pensado, y mucho más elegante de lo que mi vestimenta hubiera imaginado. Pero sosteniendo el brazo de Jack sé que podré disfrutar de esta noche. Con él siento que puedo hacerlo todo.

—Es un hecho, el arte no es lo mío —confieso con honestidad mientras contemplamos un cuadro en blanco, con un corazón negro central y un círculo rojo dentro de este, ambos tan simétricos que parecen haber sido hechos con papel calca o moldes de figura.

Jack ríe divertido.

—Dale una oportunidad, ese es solo el primer cuadro que vemos —sugiere en tanto me guía hacia el siguiente.

—Pero si este es así ya puedo suponer como serán las demás.

—Confía en mí, algún cuadro de aquí podría llegar a sorprenderte —asegura, esbozando una sonrisa.

Bueno, le daré la opción de la duda, pero solo porque Jack insiste.

Nos quedamos mirando el siguiente, un cuadro muy diferente al anterior, con el mismo objetivo confuso latente.

Dos círculos anaranjados convenientemente pintados a la misma altura, y una línea curva debajo de estas.

Lo diré, parece una carita feliz, una mosca feliz, una persona con grandes anteojos sonriendo, el punto es que este cuadro irradia felicidad. Tal vez hasta ese sea el real objetivo de la pintura.

O tal vez solo soy alguien que no entiende el arte.

—Tal vez en el siguiente —dice luego de notar mi silencio.

—Tal vez —afirmo sin creérmelo.

—Jack, sé que quieres que lo disfrute, pero de verdad te digo que el arte no está en mi lista de cosas que goce observar.

Ya se nos están acabando los cuadros y a mí esa juventud que aseguraba aún conservar, ahora me siento una anciana cansada de tanto caminar y con ansias de beber chocolate caliente mientras teje alguna bufanda.

—No me daré por vencido, así tengamos que pasarnos la noche viendo cada cuadro de esta galería sé que vas a terminar agradeciéndome la invitación —asegura optimista, sonriendo más divertido que antes.

La cara que tiene me huele a plan, él no sabe lo pésimo que es ocultando cosas, ya que la satisfacción de decirlo siempre se le desborda por los poros.

—Espero humildemente que hayan podido disfrutar de esta presentación tan especial para mí —oigo decir al hombre de pantalón negro entallado, el cual le hace lucir las delgadas y extensas piernas que posee; lo acompañan una camisa blanca y un sobre todo negro y largo.

Cada parte de él dice a gritos que es el dichoso pintor que ha realizado cada uno de los cuadros presentes, es que más obvio no puede ser. Su perfil es demasiado llamativo para confundirlo por una celebridad, aun cuando no se tenga idea de quién es, uno ya quisiera un autógrafo de esa persona.

Jack me lleva hasta el tipo extravagante para escuchar mejor el discurso que está dando.

—Y antes de dar por concluida esta inauguración me complace poder presentarles una pequeña sorpresa que he preparado para ustedes —anuncia entonando la voz. Va levantando ambos brazos para sujetar la tela negra que cubre el cuadro de su izquierda, el cuadro que bien acaba de mencionar.

Unos pocos segundos antes de descubrirlo, su vista se desvía en nuestra dirección, pero no en mí, sino en mi acompañante. Para saber si Jack también lo ha notado, volteo a verlo, él está sonriendo, lo mira mientras sonríe, como si... la sonrisa fuera para él.

Quita la tela y deja apreciar el cuadro. Lo veo y lo comprendo, me sorprendo y lo comprendo, quedo en shock, pero lo comprendo. Esto ya estaba premeditado.

Cubro la boca abierta con ambas manos, tan desconcertada como conmovida. Es una pintura mía. Yo salgo en el cuadro.

Esa soy yo ¡Soy yo!

—Jack, ¿qué hiciste? —un reclamo es lo único que consigo decir.

—Te dije que quedarías sorprendida.

—Pero ¿cómo...? ¿Cuándo...? —digo sin poder concretar alguna pregunta, demasiado asombrada, sin quitarle la vista al retrato por temor a que desaparezca si dejara de admirarlo.

—Fue en la universidad —responde. Lo miro pidiendo más detalles— ¿Recuerdas que solía ir a buscarte a diario para comer juntos? Ese día que pasé te encontré dormida en tu cama, justo en esa posición.

Miro el cuadro. Allí estoy al revés, con la cabeza en casi toda la pintura. Los pelos del flequillo flotando y la boca un poco abierta, posiblemente un indicio de que me encontraba roncando.

Esa fue mi época del cabello largo, cuando aún lo tenía largo. Y el flequillo, había olvidado ese flequillo.

Aprovecho que las personas despejan el área y camino hacia esa pintura de mi juventud, contemplando como lucía en esa etapa de mi vida. Estoy segura que este es de mis mejores días, de cuando lucía pasable y sin andar asustando a la gente.

Ver a la antigua yo me choca más de lo que imaginaría, ahora mismo parece que la tuviera justo en frente, tan real que no puedo evitar recordar aquella época tan...

¿Es eso un grano? Este pintor se pasó con los detalles.

Tuerzo la cara en disgusto al continuar viendo aquel inmenso barro que tengo cerca a la barbilla, rojo y punzante, algo tan asqueroso para ver, pero a la vez tan hipnótico que no me permite alejar la vista de ella.

—Un momento, ¿acabas de decir que me fotografiaste mientras dormía? —le cuestiono al mi amigo, quien está parado a mi izquierda.

—Ah... supongo que se podría ver de ese modo —explica con relajo, sin darle importancia.

—¿De qué otro modo más se puede ver? Explícame. —Coloco las manos en la cadera, intrigada con su explicación.

Guarda silencio para pensar. Cruza los brazos y se rasca la barbilla esperando a que alguna idea se le ocurra.

—Ya lo tengo. —Enseña el índice, en plan profesional—. No sé si te acuerdes que en primer año tomé algunas clases de fotografía.

—De acuerdo...

—Ese día el profesor nos dejó un trabajo: fotografiar algo que los cautive —prosigue—, entonces cuando te vi, algo en tu forma de dormir me cautivó.

—¿Te cautivó? —pregunto sonriendo, con un ardor en las mejillas.

—Cuando duermes pareces un ángel, y supe que era algo que nunca querría olvidar.

—¿Sabes que eso no cambia nada? Me fotografiaste dormida —advierto divertida.

—De acuerdo, lo hice, pero solo porque estabas realmente hermosa.

Rayos, Jack, a veces eres tan tonto, ¿por qué me dices todas esas cosas? Solo provocas que me enamore más de ti.

—Así que estaba hermosa, aún con un enorme grano encima —comento, concentrándome en mirar la pintura.

—¿Un grano? ¿De qué hablas? —Se acerca más.

—De eso. —Señalo con el índice.

—¿Hablas de ese pequeño punto rojo? Tal vez solo sea un error que se le escapó a Frank.

Mira hacia su izquierda, campo que tiene despejado, y le llama con la mano al pintor del pantalón ajustado para que se acerque.

El hombre de piernas largas deja de hablar con otros sujetos extravagantes, y se aproxima a nosotros.

—Frank, Amelia. Amelia, Frank —nos presenta con prisa—. ¿Puedes decirme si esto de aquí es un grano? —le consulta mientras señala la parte de mi barbilla del cuadro.

Me quedo con la boca abierta, dispuesta a decir unas palabras de saludo, pero al instante se enfocan en mi grano.

—No estoy seguro —duda en tanto sigue examinando la pintura. Acerco la cara hacia adelante para verle el rostro. Parece que se lo está tomando muy en serio—. Tendría que ver la fotografía para asegurarme de si lo es o si lo puse allí por accidente.

—¿Entonces es posible que no fuera un grano? —pregunto más enfrascada en el asunto, viéndole la cara.

—Es posible —responde con franqueza, mantiene la vista en mi barbilla pintada—. En ocasiones se me escapan detalles que no estaban en el plan original, lo que yo creo es que en el pasado hubo un grano allí, y mientras lo pintaba pude sentirlo y terminé por añadirlo sin darme cuenta.

—¿Puedes percibir esas cosas? —Lo miro con sospecha.

—La última vez le pinté un lunar a un cliente, cuando se lo mostré me confesó que hace años tenía uno justo en ese lugar, pero lo extirpó años atrás porque le desagradaba.

¿Este tipo está tomándome el pelo?

—¿Estás de broma? ¿En serio pasó eso? —entono en todo mi asombro, a poco de verlo admirada.

—Yo nunca bromeo con pinturas, señorita —afirma seriamente, con su afilada mirada incrustándose en mis pupilas.

Lo veo mejor al notar algo extraño. Miro a Jack, quien se ha colocado a su costado. Ambos no dejan de estudiar el retrato con atención, mostrando gestos similares, acomodados en posiciones similares.

—¿Ustedes de dónde se conocen? —cuestiono, dejándome llevar por la curiosidad.

Ambos se enderezan como si fuera solo uno quien controlara sus cuerpos, tan sincronizados que tienta de ser perturbador.

—Él es mi hermano.

—¿Quién?

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