Capítulo 4. Emoción de lector.
No entendía el porqué de su curiosidad. El no saber lo estaba matando, las preguntas estaban carcomiendo su cerebro.
¿Por qué de repente estaba tan interesado en esa misteriosa chica?
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—Señor, ya es hora de la cena —anunció Margareth irrumpiendo en su habitación.
Stalya dió un brinco en su silla, exaltado. ¿Ya era tan tarde? ¿Cuanto tiempo había pasado pensando?
Consultó su reloj en su muñeca, viendo que efectivamente, se le habían pasado las horas volando. Se aclaró la garganta y habló:
—No tengo mucho apetito, pero de todas formas iré, solo dame unos minutos —la sirvienta asintió, y estaba a punto de irse por donde mismo había entrado cuando el chico volvió a hablar —. ¡Demonios! ¿Cuando va a ser el momento en donde dejen de llamarme señor? —se dirigió hacia ella con un gesto enojado bastante inmaduro, haciendo que Margareth sonriera para sus adentros.
—Nunca —respondió rápidamente y salió de la habitación.
El joven se quedó unos segundos perplejo para luego removerse en su asiento y levantar los brazos indignado cual niño pequeño:
—¡Oye! ¡Margareth! ¡No me dejes con la palabra en la boca! ¡Maldición!
Suspiró, realmente eran una casa bastante particular. No cualquiera dejaría que sus empleados le trataran así, no obstante no le importaba. Él simplemente no podía concebir que lo trataran como un ser superior solo por su acomodada posición, lo aborrecía.
Se levantó de su escritorio, comprobando que apenas había escrito unas pocas palabras en la amarillenta hoja de papel. Al parecer ese día no estaba muy inspirado, pero había algo inquieto en su mente.
Esas tantas, y tantas preguntas.
Esas preguntas que no sabía si algún día encontraría su respectiva resolución.
¿Por qué tenía esa mala manía de fijarse en cada detalle?
Ahora no podía despegar el misterio sin respuesta que flotaba sin parar en su cabeza.
El misterio de esa chica.
Sacudió su cabeza, alejando todos esos pensamientos. No era su vida, y no le importaba lo que pasaría después. Al fin y al cabo, ella se marcharía luego de un tiempo. No tenía porqué inquietarse por eso.
Después de todo, no era como si fuera a cambiar su vida.
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Minutos más tarde, se encontraba ahí el de mirada eesmeralda, sentado a la mesa, frente a un plato de porcelana que cargaba abundante carne. Las velas iluminaban la sala que se había oscurecido por la caída de la noche.
El peli-cenizo comía con desgano, mordiendo lenta y aburridamente un mismo trozo de pan que había comenzado a devorar hacía como 20 minutos.
Las dos doncellas que se encontraban ahí, Susan y Lisanna, lo observaban inquietas. Preocupadas por ese drástico cambio de humor que estaba experimentando.
—Señor, ¿se encuentra bien? —preguntó con su suave voz la rubia.
El joven dió un respingo, claro gesto de desconcentración, haciendo que las sirvientas se miraran preocupadas nuevamente.
—Ehhh, sí... Estoy bien, no tienes porqué alarmarte, Susan —le concedió una sonrisa tranquilizadora, claramente falsa, que no la convenció del todo.
Esta vez, tomó la palabra la de cabellera azabache:
—Se le percibe un poco despistado, señor, ¿problemas con el libro? —inquirió con su tono intachable.
Asta Stalya bufó, desinflandose, encongiendose en la silla. Con una expresión cansada, afirmando la pregunta de Lisanna.
—Últimamente no he podido avanzar ni tan siquiera una pagina —se lamentaba—. No sé cuando regresará mi toque. ¡Agh! Sinceramente este bloqueo artístico me está matando.
—Tranquilícese, señor, ¿no recuerda que antes siempre decía eso de: "¡No me rendiré! ¡Aún no!"?
Susan lo imitó con su característica pose y expresión enojada, sacándole unas leves risitas a su compañera. El joven la miró con una sonrisa melancólica y volvió a fijar su vista en el plato que tenía enfrente:
—Si... —murmuró para sí, y luego se volvió a hablar con las dos chicas—: De todas formas... ¿Donde está Noelle? ¿Ya ha cenado?
El repentino interés que se observó en el joven Stalya no sorprendió a las sirvientas, pues en esas dos semanas en que la hermosa muchacha había estado inconsciente no dejaba de preguntarles si había experimentado alguna mejora. Además, el mero hecho de que se inquietara por la salud de alguien, no era algo para nada fuera de lo común.
Lisanna le respondió que Margareth la estaba alistando para venir a cenar cuanto antes. Stalya se presentó confuso, “¿Alistarse?, ¿para qué?” preguntó mientras volvía a tomar su tenedor e ingullir un gran trozo de carne.
—Al parecer la señorita Noelle tiene muy buenos modales y se negaba a presentarse ante usted sin tener, al menos, una apariencia decente —respondió calmada, con su inmutable mirada grisácea. Pero a pesar de su explicación, el único hombre presente produjo un ruido de confusión, obligando a la azabache a explicarle de mejor manera—: En pocas palabras, señor, la señorita Noelle le tiene un gran respeto por haberla, como ella misma expresa, "salvado".
Asta al oír aquello se quedó un momento asombrado, pero luego rió a una carcajada suave:
—Se equivoca, eso es algo que habría hecho cualquiera. No tiene porqué tenerme tal estimación.
«En realidad, eso no es lo que haría cualquiera, señor» pensaron a la misma vez Lisanna y Susan.
—En ese caso —continuó el chico —, la esperaré tranquilamente.
Las doncellas se sonrieron. Al menos con la intervención inesperada de la misteriosa chica, los ojos verdes de su señor brillaban divertidos e interesados. Parecía que no podía esperar por conocerla. En todo el tiempo que la rubia y la morena había estado allí habían comprendido la alegría que siempre desprendía Stalya por el comienzo de una nueva amistad en su vida.
Era realmente reconfortante ver al joven animado, esos días se había advertido abatido, se podía decir que incluso funesto. Las dos chicas sentían como se les desprendía un peso de encima al ver nuevamente esa sonrisa y mirada tan viva.
En ese momento, a paso cauteloso y un poco dudoso, entró la joven peli-plateada seguida de Margareth, la última tenía una sonrisa complacida por su exitoso trabajo arreglando a la chica.
«Hablando del diablo» pensaron nuevamente las dos doncellas.
Noelle lucía un sencillo vestido un poco más bajo de las rodillas, dandole bastante movilidad. Tenía simples encajes en la punta de la falda y en la terminación de las cortas mangas. Con un claro tono celeste combinado con un blanco puro y limpio.
Su cabello plateado estaba peinado y suelto, con mechones largos a los lados favoreciendo su inseguro rostro que miraba como una criaturilla indefensa hacia todos lados de la sala.
—C-con permiso —dijo con voz quebradiza, claramente nerviosa.
La jovencita se sentó a la mesa, aún intranquila. Su rostro era como un libro abierto y Stalya supo de inmediato que se sentía fuera de lugar.
—No tienes porqué estar tan tensa, relájate. Sientete como en tu casa —le dijo con su característica sonrisa.
Al Asta mencionar la palabra “casa” los ojos de la chica se ensombrecieron, y la mano que estaba a punto de tomar el tenedor más cercano a ella tembló levemente. Ese acontecimiento no duró ni tan siquiera unos segundos, por lo que las tres doncellas no se dieron cuenta de ese hecho, pero el joven sí que lo hizo, tornando su rostro serio.
Esa actitud despertó nuevamente la curiosidad del muchacho, pero tenía que abstenerse a preguntar, repitiéndose mentalmente que no era su vida y que no tenía porqué interferir en asuntos que no eran de su incumbencia.
Era solo... Educación.
La cena transcurrió tranquila, con algunos cortos intercambios de palabras entre los protagonistas de la mesa. Pero a pesar de los intentos del de ojos verdes, no pudo ganarse la confianza absoluta de la joven, que cuando le preguntaba alguna cosa vanal se apreciaba impaciente y cortante.
Por alguna razón, quería acercarse amenamente a ella. Siempre le gustaba trabar buenas migas con todas las personas que conocía, pero en este caso no podía evitar pasarsele por la cabeza su imaginación.
¡Se sentía exactamente como en aquellas novelas! Un personaje desconfiado y brusco, que no quiere relacionarse con nadie por ocultar alguna cosa, que al descrubirse seria crucial en el desenvolvimiento de la historia.
Estaba tan emocionado que su corazón palpitaba rápida y ruidosamente.
Se detuvo un segundo.
Alejó esos pensamientos, a veces su imaginación como aficionado a la lectura jugaba malas pasadas con su mente, no era una novedad que le pasara continuamente. Aunque reconocía que era una mala manía por parte de él.
El vivir tanto en esos mundos fantásticos, creados por esas personas de mentes brillantes, había hecho que en todo momento fuera en busca de algo relevante en su vida. De algún giro inesperado, de algo emocionante que volteara su día a día, a 180 grados. Se había convertido en parte de su personalidad.
—B-bueno, me retiro —comentó Noelle, sacando a Stalya de sus pensamientos, mientras limpiaba delicadamente sus labios con una servilleta y levantándose, intentando hacer el menor ruido posible.
Entonces quedóse solo en el gran comedor. Meneó la cabeza con una sonrisa divertida.
Tal vez solo la chiquilla era tímida.
No debía darle tantas vueltas.
Abandonó la sala a paso ligero, con destino a su habitación en busca de un poco de inspiración para escribir, por lo menos, unas escasas palabras, pero no resultó como había planeado. Su creatividad no estaba dispuesta a encenderse ese dia, así que se recostó en su cama con la esperanza de conciliar sueño, también en vano. Se sentó en el borde de la cama frustrado, cuando las cosas no le resultaban bien siempre se creaba una ansiedad en su organismo que no le dejaba dormir tranquilo por las noches. Tal vez sería buen momento para tomar un poco de aire fresco en compañía del estrellado cielo nocturno.
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Noelle se despertó bruscamente, sin parar de temblar, con la respiración agitada, y ojos nerviosos mirando su oscura habitación.
Otra vez le volvía a pasar.
Otra vez volvía a soñar con ellos.
Por más que lo intentase, por más lejos que corriera, sus demonios siempre la perseguirían, era inevitable. Y lo peor es que nunca dejaba de horrorizarse, de que todo lo que le había pasado en esos largos quince años atacara su mente de golpe, traumatizado más su cerebro y enloqueciendo sus sentidos.
Ya lo consideraba un hecho, nunca lo podría superar
Encongió sus piernas y las pegó a su pecho, escondiendo su cabeza entre ellas, tratando de calmar su respiración.
En eso escuchó algo, un ruido raro que agudizó sus sentidos, estremeciéndose.
Levantó la vista cautelosa, aún aterrorizada y en la negrura de el cuarto vislumbró sombras.
Jadeó fuerte y su cara se contrajo en una expresión de espanto.
Una pequeña parte de su mente le decía que era producto de su imaginación, estaba segura de que lo era. Pero el miedo había interferido con la conexión entre su razón y sus reacciones físicas.
Su corazón palpitaba en sus oídos y su respiración era tan fatigosa que sentía que se estaba ahogando.
«Aire... ¡Necesito aire!» pensó en un acto de desesperación.
Con una ventana no le bastaba, no, por supuesto que no. Imploraba por un lugar abierto, donde pudiera respirar aire puro y calmar esos nervios que atacaban su cordura.
Caminó apresurada por los pasillos, jadeando, con sudor recorriendo su frente. Obviamente no conocía la residencia Stalya y se dedicaba a caminar guiada por su instinto. Era verdaderamente un lugar bastante grande, a tal punto de asemejarlo con un laberinto.
Se tambaleaba y exhalaba ruidosamente. Su cabeza le daba vueltas, tenía ganas de vomitar.
En su rápida caminata trastabilló logrando casi caerse, pero se sujetó a una pared. Se quedó en esa posición, sin moverse por unos segundos, inspiraba gran cantidad de aire, no obstante aun tenía la sensación de que se estaba ahogando.
Levantó la vista fatigosamente y se desprendió del agarre que le proporcionaba la pared.
Claramente su ritmo para recorrer pasillo por pasillo buscando una salida había bajado un poco. Sin embargo, el brillo de nerviosismo de sus ojos y los sonoros jadeos no habían bajado su intensidad.
Se sentía extremadamente mareada, pero no se detenía, a pesar de no dar con su deseosa salida. Estaba segura de que en algún momento finalmente colapsaría.
Hasta que por fin...
Penetró por las dos grandes puertas que de alguna forma estaba abiertas, dando lugar a un portal.
Inspiró una gran cantidad de aire y casi al instante se desplomó sobre el suelo.
Estaba a punto de desmayarse cuando escuchó pasos asercársele apresuradamente y una voz diciéndole:
—¡Oye! ¡¿Estás bien?!
Luego de eso sucumbió a la oscuridad.
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Abrió los ojos lentamente, encontrándose con el cielo nocturno.
Se incorporó entonces rápidamente, completamente confundida. Notando que estaba acostada en una hamaca. Se preguntó cómo rayos había llegado a parar a aquel lugar y entonces los recuerdos antes de perder la consciencia golpearon su mente, dándole la respuesta.
—¡Oh! Ya despertaste —le dijo una voz sacándola de sus pensamientos. Cuando buscó con la vista al poseedor de la alegre voz se encontró con Asta, el cual la miraba aliviado desde la pequeña mesa que estaba cerca de su hamaca. Parecía haber estado leyendo pues tenía un ejemplar a su lado, entreabierto. Noelle lo observó confundida, como pidiendo una explicación para la situación, y el comprendió el gesto —. Estaba aquí, en el portal cuando te ví entrar, me paralicé cuando te desmoronaste en ese mismo momento. ¡Vaya sustos que me das, Noelle! —la peli-plateada se ruborizó de la vergüenza por las palabras pronunciadas, pero él le hizo un gesto de que no se preocupara por eso —. Primeramente pensé en llevarte a tu habitación, pero al parecer te veías tan necesitada de aire fresco que decidí dejarte aquí. ¿Gustas té? —preguntó refiriéndose a la taza de té que tenía, invitándola a sentarse con él.
La de ojos violetas asintió y se dirió hacia la mesita, tomando el asiento que se encontraba frente a él. Y mientras aceptaba la taza con té que previamente le había llenado preguntó:
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
Se detuvo a pensar un segundo y luego respondió:
—Aproximo unos veinte minutos.
Ella pareció tranquilizarse, no lo gustaba el hecho de que estuvieran cargando con ella mucho tiempo. Se advertía como un estorbo en esas situaciones.
—Y dime, Noelle... —continuó el joven—. ¿Qué fue lo que te dejó en ese estado? ¿Algún mal sueño?
La chica se asombró. No podía explicarse como ese chico penetraba tan fácilmente en sus pensamientos. ¿Tendría telepatía?
—No, no tengo —respondió este.
—¿Qué?
—Te estabas preguntando si tenía telepatía, no, no la tengo —sonrió de lado.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó esta, que se encontraba atónita.
—Tu cara es como un libro abierto, Noelle. Es fácil descifrar algunas cosas que piensas —soltó pequeñas risitas.
La joven se ruborizó por el comentario. A partir de entonces se diría que no fuera tan expresiva.
—Señor Stalya —empezó ella, pero el otro le dedicó una mirada de reproche—, digo, Asta... ¿Por qué tú estabas aquí? —dijo volviendo al tema inicial.
Suspiró, revolviendo con una cucharilla su té antes de tomar otro trago.
—Insomnio —contestó con cansancio—. Me pasa seguido, por lo que salgo aquí y me sumerjo en un libro y me atiborro a té, porque si es a café, no pego ojo en una semana.
Noelle rió un poco por lo dicho.
—Te gusta mucho leer, ¿no?
—¡Me fascina! —manifestó de manera enérgica—. ¡Me he apegado tanto a ellos que siento que si en un día no puedo leer ni siquiera una oración me moriré!
—¿No es eso un poco exagerado? —tenía una sonrisa divertida y las cejas arqueadas.
—Tal vez —alegó regresándole la sonrisa.
Entonces empezaron a hablar de diversos temas, perdiendo Noelle un poco, su timidez de antes. No sabía porqué de repente tenía tanga soltura a la hora de hablar. Pero es que sentía tan incomprensiblemente cómoda con la compañía de Asta que dejaba en segundo plano el mundo a su alrededor.
Y lo que más le gustaba de su compañero es que no husmeaba tanto en su vida como pensaba que haría, evitaba lo más posible abrirse paso en asuntos íntimos, eso la reconfortaba. Se advertía de alguna manera segura con él.
Pero:
—Debió haber sido un viaje muy largo para llegar hasta aquí, ¿vedad? —preguntó el peli-cenizo con una expresión indescifrable.
La pregunta la dejó un tanto desconcertada.
—¿Qué quieres decir con eso?
El chico desvió su mirada y dio un leve suspiro.
—Nada —dijo—. Bueno, creo que ya va siendo hora de que me marche a mi habitación —tomó su libro y se encaminó a la entrada, pero antes giró su cabeza en su dirección—. Buenas noches, Noelle.
Mencionó y se fue.
—Buenas noches... Asta —correspondió a la despedida aún trastornada.
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Ola ola,
Akí yo escribiendo de nuevo xdxd. (Por fin!!! Xdxd)
Sé que ustedes mis queridos lectores tendrán muchas preguntas, pero solo tienen que esperar a que se desarrolle la trama 🌚.
Akjskaja, "la trama" Recordé los memes xdxd.
No, no esa "trama" Xdxd.
Wano, de todos modos comenten que les pareció el capítulo y qué les pareció la historia en general hasta ahora.
Los quiamo! ♥♥♥
Lou fuera!
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