CAPITULO 11
Al día siguiente Guillermo observo el auto de Samuel de nueva cuenta, estacionado esperandolo como siempre. Samuel una vez mas le esperaba con una sonrisa la cual aunque lo intento no pudo corresponder del todo, había parecido mas una mueca que otra cosa. El castaño lo noto, y confundido espero a que el pelinegro se subiera a su lado, este lo hizo y tan pronto cerro la puerta solto un suspiro.
—Guille, ¿estas bien?— pregunto intentando esconder su preocupación. El mencionado le miro unos segundos.
Sus orbes se veían vacías, sin ese brillo tan especial, su sonrisa tan característica se había esfumado por algun lugar que no podia descifrar. Dolía verlo así, no conocia la razón del porque su amado se veía de aquella manera, pero estaba seguro que era algo grave.
—Si, supongo es sueño— contesto intentando restarle importancia, en cambio el castaño no estaba convencido.
Lo conocía tan bien que asustaba, lo conocía de pies a cabeza. Aunque la ventaja de aquello era que sabia perfectamente como hacerlo sentir reconfortado, y esperaba pudiera contarle lo sucedido. Un poco titubeante, acerco la mano con rumbo a la mano de Guillermo la cual reposaba en sus muslos.
—Sabes puedes decirme lo que sea, lo que necesites, para eso estoy— le dijo calmo, casi como una caricia, en una especie de susurro que calmaba el alma y lo llenaba de seguridad.
Guillermo bajo la mirada apenado al ver la mano de Samuel por sobre la suya, sintió un escalofrío recorrerle la espina vertebral, contuvo el aire un segundo cuando sintió como Samuel sobaba con su pulgar el dorso de su mano y su corazón se acelero sin control. Sus cachetes rojos. Sus miradas unidas. El era su lugar de confort. No secretos, no mentiras. No con Samuel.
—Samuel— susurro bajo y trago saliva pesadamente. Tenia un nudo en la garganta, lo que estaba por contarle no era fácil, aun ni siquiera el mismo conseguia digerirlo pero era algo que lo carcomia por dentro. Penso que quizás contárselo a alguien seria bueno y que mejor que fuese a la unica persona en la que confiaba. Relamio sus labios nervioso y suspiro para al fin soltarlo —Estoy comprometido
Los ojos del castaño se abrieron como platos y casi juro poder sentir un golpe en el estomago que le sacaria el aire. Todo le dio vueltas.
Guillermo, su Guille se iba a casar.
—¿Pero como? ¿Con quien?— pregunto intentando no exasperarse, más fue en vano. ¿En que momento había pasado eso?
Guillermo lo noto y quiso desaparecer en ese mismo instante. No quería decepcionar a nadie y era sumamente complicado, por no decir imposible, tener a todos contentos. A Lana no podía hacerla feliz puesto que no podía corresponderle como ella deseaba, a su madre la había decepcionado al actuar tan impulsivo y a Samuel, a él no quería perderlo.
—Lo lamento, se que debi contarte antes, no quiero te enfades y pienses no te tengo confianza— se disculpo sincero, y ahora fue el quien tomo la mano se Samuel pues este había soltado un poco su agarre ante tal confesión.
El castaño se sintió dolido. Había perdido por completo a su amado, justo cuando lo tenia mas cerca y con mas oportunidades, le golpeaba la dura realidad. A pesar de tenerlo tan cerca, lo cierto es que nunca habían estado tan lejos como en ese momento.
Tenia muchas preguntas, ¿Acaso Guillermo le engañaba desde antes del accidente? Porque de no ser así se le había muy precipitado para tener un compromiso de tal magnitud.
—¿Pero como?—se animo a preguntar en un hilo de voz. No quería pensar de más antes de tiempo aunque para este punto ya lo habia pensado.
Los ojos achinados del menor se aguaron revelando lágrimas y una pizca de desesperanza.
—Ni yo lo se— acepto sincero —Esto es un caos, no recuerdo nada de ella, al despertar mi madre me contó sobre que tenia una novia a la distancia desde hace tiempo e íbamos a casarnos antes de mi accidente.
—¿Tu madre te dijo eso?— pregunto ahora intrigado a lo que el menor asintió con la cabeza.
Claro, ahora todo tenia sentido.
Era un invento de la señora Díaz para evitar ellos pudieran estar juntos, le había mentido a su propio hijo por caprichos de ella misma. Samuel sintio pena, ver aquella mirada tan confundida y desorientada de Guillermo le hacia entender que decia la verda, y por desgracia no podía hacer más que consolarlo.
Entendía que Guille no tenia culpa alguna de lo sucedido, moría por contarle toda la verdad siendo patente eso no era posible y no conforme con ello, ahora debía ser parte de la mentira. ¿Qué otra opción tenía? Ninguna, o al menos no por ahora.
—Hey...— le hablo calmo esta vez sin saber el mismo de donde habia sacado la fuerza para actuar cuerdo —Tranquilo, te aseguro todo tomara forma de a poco, no sabia tenias novia, nunca me habías contado— mintió, el menor aun sostenía la mano de Samuel y permanecía con la cabeza gacha —Te parece si hablamos con Luzu y pedimos descansar ambos el viernes y así poder platicar mejor esto, no lo se, quizas en el café que te gusta tanto.
Guillermo asintió formando una pequeña sonrisa y esta vez lo miro directo los ojos. Samuel eran tan comprensivo con él que le daban ganas de lanzarse hacia el y llenarle toda la cara de besos. Supuso era lo normal, pues siendo tan lindo con él, era obvio tener esos pensamiento... ¿O no?. Sacudió la cabeza quitando de inmediato esos pensamientos e hizo una pequeña mueca dudando en si decirle lo que quería pedirle.
—De echo— pronuncio el menor— Quería pedirte un favor, me da mucha pena pero...
—Sin problemas, dime que es— Espeto sincero. Guillermo suspiro.
—Queria ver si saliendo del trabajo puedes ayudarme con algo, es solo llevar una maleta de con mi madre a casa de un primo, será rápido, no vive muy lejos de mi casa.
Le avergonzaba de verdad pedir cosas así, en verdad le hacia sentir mal él aprovecharse de Samuel, sin embargo, era el único amigo y apoyo que tenia en aquellos momentos.
—¿Maletas?— pregunto confundido —¿Te cambiarás de casa?
—Algo asi— y una vez más, frustración era lo se formulaba en el rostro del menor —Veras— jalo aire —Anoche mi madre se molesto porque no he llamado a mi prometida en mucho tiempo, ella marco a la casa preguntando si yo estaba bien y bueno... Me pidió no volver hasta que organice mis ideas
—¿De verdad?— pregunto Samuel mas atónito que nunca.
Sabia la señora Díaz era un tanto dura para con su hijo pero nunca la había imaginado haciendo tales maldades. Le hirvió la sangre. Si Guillermo estuviera con él no sufriría todo aquel tormento, él había accedido a no buscarlo más por su bien y quien lo dañaba era ella.
—¿Todo bien?— pregunto Guillermo al notar enfado en los ojos de Samuel y como este había soltado finalmente el agarre de sus manos.
El castaño llevo las manos a su rostro y paso sus dedos por su cabello. Debía aparentar no sabia sobre el engaño de su madre.
El prometido de Guillermo debía ser él.
—Si chiqui— pronuncio sin pensar mucho, lo único que quería era tranquilizarlo.
Los cachetes regordetes de Guillermo se tiñeron de un rojo intenso. Recordaba aquel apodo pronunciado por el castaño cuando había despertado, aunque no había sido capaz de preguntarle el porque le había llamado así.
—Yo... Guille— le dijo nervioso Samuel habiéndose dado cuenta de como lo había llamado segundos antes.
La había cagado.
El pelinegro río un poco.
—Tranquilo, me gusta como suena— quiso darse un golpe por ser tan lanzado.
¿Qué le sucedia? A decir verdad, ni el lo sabía, eran como impulsos qué le brotaban de la nada. Como si sus palabras fuesen más rápidas qué su mente y su cordura. Inclusive sentía que sus respuestas y acciones eran por inercia.
Pero había algo de cierto y de lo que no dudaba, si le gustaba como sonaba.
Samuel sonrió contento.
¿Acaso era un permiso para llamarle así?
Le tomo la mandíbula haciendo lo mirara fijamente, el contrario aun se encontraba un poco sonrojado, y a ojos de Samuel era lo mas perfecto de su dia.
Lo demás no importaba.
—Escucha, necesito tu mente este despejada, hoy ira Luzu al restaurant, tu puedes, nonlo dudes— le animo —Me siento muy orgulloso de lo que lograste ayer y se hoy no sera la excepción. Por la noche iremos por tu maleta, te llevo con tu primo y si un día necesitas un lugar para dormir no dudes en decirme. En mi departamento hay mucho espacio y no me molestaria poderte ayudar, no dudes en pedirme nada— expreso sincero desde su corazón. No quería dejarlo desprotegido en ningun momento.
Por su parte el pelinegro se sintio aliviado de haber podido contarle su secreto al mayor y que aquello hubiera salido mejor de lo pensado. El calor reconfortante que le brindaba Samuel no tenia comparación, era verdaderamente perfecto.
—Hecho, pero por ahora debemos irnos tío, se nos hará tarde— exclamo Guillermo divertido al ver la hora y la cara de preocupado de Samuel.
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