¿Me Quieres?// Capitulo 3

¡IMPOSIBLE!

Narra ¿...?

Hablábamos. Sólo conversación. Ni luces de que dejara que me abrazara o tener algún tipo de contacto físico, salvo que a veces me tocaba brazos u hombros, no le iba a permitir nada más que esos tics característicos de él... a pesar de que técnicamente me lo estuviese suplicando a gritos con la mirada, pestañeaba seguido. Estábamos en la montaña, nevada y fría como ahora lo estaba yo.

— Surt—lo llamé.

— Dime—dijo intentando abrazarme, por lógica, le enseñé el puño, haciendo que se apartase de mala manera. Bufó.

  — Que cariño más grande me tienes, Hielera con patas...—Farfulló cruzado de brazos con un tono sarcástico e irónico que me resbaló ya que no le di importancia, provocando que el contrario me mirara fijamente y de perfil  

  — Escóndete—Sentencié serio y frío. Voltee a verlo, parecía un niño pequeño recién regañado por mi frialdad. Mis ojos se toparon con sus orbes rosados si es que la nieve no me jode el campo visual. 

  — ¿Qué?—Se indignó, poniendo una mano en su pecho, fingiendo sorpresa— ¿Es lo más romántico que se te ocurrió, Acuario?

  — Aclaremos tres puntos—Puse una de mis manos en mi cadera y con la otra mostré los dedos índice, corazón y anular.

  — ¿Quieres que... los lama?— Se mordió el labio provocativo, comiéndome con la mirada. ¡Ja! como si quisiera tener sexo con él. En sus sueños y en mis pesadillas. Se ganó un golpe seco a mitad de la cabeza con mi mano puesta de manera vertical.

 — Estúpido idiota tenías que ser...—Rodé los ojos de mala gana— Uno, no me gustas y no quiero tener sexo contigo, ¿comprendes?—Bajé el dedo anular.

  —El arqueó una ceja— Lo más bien que teníamos relaciones sexuales antes de que te fueras al santuario definitivamente...—Susurró mirando abajo. Me fui al santuario sin volver cuando tenía unos dieciséis o diecisiete años... Fue cuando comencé a salir con Milo...— Recuerda el trato que tenemos.

Me había olvidado de eso... El trato de esa vez... Decidí no recordar, moviendo la cabeza.

  — Dos, en terreno de batalla me debes obedecer. Soy el que conoce a los dorados, sus debilidades y ataques... y no soy tan idiota como tú, ¿Sabes?, debes ser mejor estratega.

  — Sí, bien bien, tal y como digas—suspiró molesto, sentí que algo me ocultaba.  

  — Y tres...—Sonreí de lado, burlón Dejé el dedo del medio y reí— Vete a que te folle Radamanthys.

Él definitivamente se sintió furioso con eso, voltee nuevamente y lo empujé, antes de que me golpeara. El motivo por el cuál pedí que se escondiera no lo conocía, fue como si mi corazón se emocionara de repente y no quisiera que aquella persona viniera y viese al pelirrojo, quien está diciendo miles de improperios en susurro... desconozco el motivo... cierro una mano, atrapando un copo de nieve... sentía un cosmos acercarse, un cosmos dorado, estaba de espaldas y el pelirrojo tras unas rocas congeladas. Sí o sí me iba a topar con el dueño de ese cosmos, con el dueño de aquella armadura... El guardián de la Octava Casa Zodiacal... lanzo el copo de nieve... El guardián de mi corazón... Venía con capa, pero sonreí melancólico y decidí ponerme la mía.

— Un Santo de Oro... aparentemente la sabandija decía la verdad—Susurró y se me acercó. 

Una brisa fuerte sacó mi capa, removió mi cabello aguamarina, lo miré fríamente, él, quedó parado detrás de mi, no tan lejos, podíamos escucharnos y hablar claramente.

— Camie...—Me dedicó una sonrisa, me iba a tocar el hombro, sorprendido y alegre— Me encantaría hacerte mimos y hablar, pero ¡Vamos!—Reíste muy animado—, parece que su base está cruzando este lugar—Hiciste una pausa, una pausa que me hizo tomar determinación, con dolor, debo cumplir— ¡Les sacaremos la verdad a los Dioses Guerreros!

No pude girar la cabeza para verlo, no sabía como iba a mirarlo a los ojos, sus luceros zafiro que me enloquecía, sus orbes que me llenaban de felicidad, no sé como verte a los ojos después de lo que voy a hacer... Oh Milo... yo también deseo abrazarte pero...

— ¿Qué demonios...?—Me miraste confuso, y reclamante.

Así es, congelé tu capa, la cual sacaste de tu cuerpo y lanzaste, se destruyo en cientos de hielitos al ser impactada contra el piso.  Me miró sorprendido, así como yo indiferente, apretó los dientes, creo que no debe de impresionarse que estemos en bandos contrarios de nuevo. Pero él debe entender, él... debe hacerlo. Lo siento en el alma Milo, pero es mi deber como hombre de palabra, claramente es cumplir la promesa que le hice al desquiciado, pervertido, y molesto de Surt, mi amigo de infancia que resultó estar enamorado de mi.

  —...—No dije nada.

— ¿¡Qué es lo que haces!?—Siento tu mirada clavada en mi.

Me doy vuelta, debo darte la cara, ¿Verdad, Milo?, pero siento un nudo en la garganta, Surt salió de su escondite, juro que lo mataría si es posible. 

— ¿No lo entiendes?—Ríe arrogante, lo miras, él está sobre el hielo, creyéndose superior a ti. Eso me molesta, me hierve la sangre, pero permanezco callado— Soy el Dios Guerrero, Surt de Eikpynir, y él es Camus de Acuario...—Te mira de reojo— Compañero de batalla.

 —Me miras con sorpresa, confundido y dolido, aprietas los puños frunciendo el ceño, de rabia e impotencia— ¡Camus!—Gritas. Su armadura resplandecía por la nieve— ¿¡Traicionaste a Athena otra vez!? ¡¿Por qué?!—El llanto quiere venir, en tus ojos lo veo, Milo.

Silencio. Silencio es lo que se oye. Surt, decide adelantarse a una respuesta que yo no iba a dar, no porque no la supiera, ni tampoco porque él debía decirlo, sino, porque tengo miedo de tu respuesta hacia mi, temo por haber traicionado, otra vez, a la Diosa Athena.

— ¡Eso no te incumbe! ¡No necesitas saberlo, Escorpio no Milo!—Responde, ruedo los ojos, ¡Wow! ¡Que sabio!— ¡Mis llamas te incinerarán! ¡Flame Deer Maelstrom!

No... a pesar de que Milo es muy fuerte, no podrá con las llamas de Surt en este estado. 

  — ¡DIAMOND DUST!—Atino a decir.

Miras ambos ataques, no alcanzas a defenderte, simplemente te impactan y caes por el precipicio. Miro, aterrado y con ganas de llorar y lanzarme contigo. Surt ríe, te golpeas en la cabeza, supuse que ya estarías desmayado... para luego, sentir las bofetadas del viento. Caes al agua. Él baja y pone una de sus manos en mi hombro.

 — Buen trabajo, Camie—Con cariño revuelve mi cabello— Muestras lealtad hacia nosotros, confío en ti—Sonríe, pero me miras seriamente— Aunque... ¿No crees que... tu Polvo de Diamantes halla inhibido el efecto de mis llamas?

— Tal vez un poco...—Digo la verdad a medias.

— Así no va a morir...

— Lo dudo—Te miento, pues esa era la idea— Ambas técnicas son fuertes, y no creo que vaya sobrevivir.

Surt me toma de la mano y me roba un beso. Se separa, lo miro con algo de asco... Aunque... doy un último vistazo...

Tal vez deba dejar de Milo a un lado de momento...
 y buscar a alguien más... 
Surt...

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