11


Arno preparó la mesa, colocó los platos, cubiertos, copas. Compró un vino suave y fino. Prendió algunas velas y se preparó para abrir la puerta de la habitación de Napoleon. Suspiró, colocó la llave en la cerradura y la abrió. 

Al entrar encontró a Napoleon en un rincón de la habitación abrazando sus rodillas echo bolita. El asesino no le agradó verlo de ese modo.

-He preparado la cena. Ven.- Se limitó a decir. Este momento se le hacía incómodo. Napoleon no dijo nada y volteo la mirada hacía la pared. Le tenía un odio hacía Dorian.

-Déjame sólo, no tengo hambre- Se escuchó del comandante. Al asesino no le agradó el tono que uso contra él. Decidió volverlo a invitar una vez más con un tonó más grave y amenazante, la paciencia no era lo suyo. Napoleon se levantó bruscamente. -¡Que me dejes en paz!-

Eso acabó con lo poco que le quedaba al franco-austriaco de paciencia.-¡Bien! ¡Tú problema si no comes! ¡Maldito desgraciado!- Salió y cerró de un golpe la puerta con llave detrás suyo. Se sentó en el comedor, dispuesto a comer. Pero el apetito se le fue, no quería nada ahora.

Al anochecer, abrió un poco la puerta de la habitación donde encerraba a Napoleon, notó que este último se había quedado dormido. Entró sigilosamente a la habitación, cargó entre sus brazos al comandante sin despertarlo para dejarlo en la cama. -Je t'aime.- Susurró, quería volver a besarlo. Pero se aguantó.

Salió del cuarto y volvió a cerrar la habitación.

Estaba a punto de irme a dormir, hasta que escuché mucho jaleo a fuera del apartamento. Me asome a la ventana, malditos soldados de Napoleon.

"¡¡Encuentren al comandante!! ¡¡Entren en todas las casas!! ¡¡No volveremos hasta encontrarlo!!"

-Claro que no volverán- Murmuró, se colocó su traje y ser armó de su espada y hoja oculta. Salió de un brincó por la ventana aterrizando en frente de los soldados. -Ustedes me quieren separar de mi Napoleon.... es imperdonable.- Suspiró deseoso. 

-¡Atrápenlo!-

Y enseguida Arno se lanzó contra ellos aferrándose a su espada. A uno le cortó la pierna, a otro el cuello degollándolo enseguida. Traspasó el pecho de uno de ellos y se desciso del cuerpo sin vida. Faltaba otro de pie, el último. Este fue un tanto más complicado de matar, un buen oponente.

Pero no tan ágil como él, le hizo una zancadilla en un rápido movimiento y con su hoja oculta le atravesó el cuello.

Se levantó de su lugar dispuesto a irse de vuelta a su departamento. Pero escuchó como algo o alguien se arrastraba a duras penas. Aquel mismo soldado que le había cortado la pierna intentaba escapar, pero todo esfuerzo era inútil.

Arno sonrío de un lado, camino con tranquilidad hacía el hombre caído. -Admiro su esfuerzo... pero no puedodejar cabos sueltos.- Levantó el pie sobre su cabeza, amplió su sonrisa de oreja a oreja y de un golpe bajó bruscamente el pie sobre la cabeza.

Enseguida se escuchó el gratificante sonido de algo partirse. No contentó, siguió pateando una y otra vez escuchando cada vez más aquel sonido que le complacía.

Ya cansado decidió devolversea su apartamente.

Sin notar una presencía que lo había visto absolutamente todo desde la distancía en la oscura calle.




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