Capítulo 14

Meliodas estaba en el sillón de su casa esperando que su hijo terminara de desayunar. Su hijo estaba de lo más feliz, y no se daba cuenta del problema que había; él creía que su mamá estaba viva, en otro lugar, pero viva. A Meliodas le costaba decirle esas cosas, pues un niño necesita de una madre.

— ¡Papá, mira, mamá está aquí! — gritó el pequeño entrando al salón saltando en una pata.

— Tristan, ya te dije que tú madre no está aquí — dijo mientras fruncía el ceño cada vez que su hijo le repetía que Elizabeth estaba ahí.

— ¡Pero está aquí!

— ¡Ya basta Tristan! — le gritó Meliodas al niño pequeño — ¡Tu madre no volverá, está muerta!

— ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Eres un mentiroso! — le respondió Tristan con lágrimas en sus ojos y no pudo hacer más que salir corriendo a su habitación.

— Ay dios...

Meliodas se tiró en el sillón y mordió su labio inferior y suspiró. Tomó su cabeza con desesperación y comenzó a sollozar; miró al techo y preguntó por qué la vida le había arrebatado lo que más amaba.

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