3.
- Señorita, aquí está su orden.
El camarero dejó la pequeña taza con café frente a mí e inmediatamente se alejó devuelta a su trabajo.
Nuevamente "El café de John" era mi lugar favorito. Dos años fuera de la ciudad habían sido suficiente para darme cuenta de que solo podemos ser felices si estamos en casa. Y Nueva York es mi casa.
La gran ciudad estadounidense, y el pequeño café a donde solía venir con mi padre cuando era niña.
Como de costumbre, sostenía un libro abierto entre mis manos "Tú" de Mark Schur, uno de mis favoritos.
La campanilla sobre la puerta del local sonó indicando que alguien había entrado. No es que sea importante, pero era inevitable no voltear a verlo.
Un chico. Llevaba una musculosa azul, jeans oscuros y una chaqueta de cuero negra, acompañado también de lentes oscuros frente a sus ojos. Oh si, y un letrero colgando de su cuello que decía:
"Soy el típico chico malo de toda historia cliché"
Mordí mi labio inferior intentando no soltar una carcajada ante mis pensamientos y volví a concentrarme en el libro que leía.
Pasaron solamente segundos cuando sentí una presencia sobre mi, y aquí comenzó mi gran historia.
- Disculpa... - murmuré dejando el libro a un lado sobre la mesa y fijando mi vista sobre el chico. - esta mesa ya está ocupada.
- Oh - él sonrió. Sonrió perfectamente. - Lo siento, es que siempre me siento aquí, creí que estaba sola.
- Pues no, es más que claro que estoy aquí sentada ¿cierto?
Grave error. Sentí como algunas miradas se posaban sobre mi, aun así decidí restarle importancia.
- Bueno, lo siento. Si te molesta, puedo irme.
- Si, si me molesta; y si, puedes irte.
El chico se puso de pie tomando la mochila que anteriormente había dejado sobre la mesa. Al hacerlo, esta resbaló golpeando mi taza con café y haciendo que está se volteara sobre mi, y claro, cubriendo mi vestido. Menos mal que tomó café helado.
- ¿Qué te pasa, idiota? - alcé la voz poniéndome de pie al instante en el que sentí el líquido sobre mi. - ¿Acaso esto es una broma? ¿Crees que es divertido?
- En verdad lo siento, no sabía que había algo más que mi mochila sobre la mesa. ¿Te derramé algo?
- ¡Si! El café, imbecil. Claro que había una taza sobre la mesa, ¿es que acaso estás ciego?
Y fue ahí en donde toda mi vida se fue al diablo.
Las personas suspiraron con decepción ante mi mal comportamiento y el chico solamente inclinó su cabeza hacia abajo.
Susurró un "lo siento" y caminó torpemente hacia la salida del local. La gente aún me miraba.
¿Por qué? No lo sabía, y en estos momentos, tampoco pretendía saberlo.
Frustrada tomé mi teléfono y me dirigí hacia el baño para intentar limpiar mi vestido. Al notar que habían muchas chicas esperando para entrar, ya desesperada regresé por mi bolso y me dispuse a dejar el local.
Adelantemos un poco la parte en donde olvido pagar el café y debo volver adentro para hacerlo.
Una vez fuera, nuevamente, sentí una mano tocar mi hombro y fue ahí en donde mi desastrosa historia comenzó.
- Bien hecho, tonta.
Una rubia pasó a mi lado soltando una escandalosa carcajada, ¿se burlaba de mi? Si, era más que obvio.
- Ignórala, viene todos los días y nadie la soporta. Aunque debo admitir que si eres una tonta. - su voz masculina provocó que volteara los ojos.
- ¿Por qué tonta? El chico derramó el café sobre mi, fingiendo que no sabía lo que hacía.
- Un placer, mi nombre es Mattew. Y cariño, él no sabía lo que hacía. - aclaró su garganta mientras guardaba sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. - Estabas en lo correcto. Edward es ciego, la única mesa que recuerda en donde está ubicada es en donde justamente tú te sentaste, y no, no sabía que tenías algo sobre la mesa.
Pausemos.
¿Podría existir una chica más tonta?
Ahora, retrocedamos un poco.
Camiseta ajustada, pantalones igualmente ajustados, chaqueta negra y lentes oscuros...
Lentes oscuros, ahora lo entendía.
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