11.
— Entonces la chica si corre peligro, pero no de la manera en la que ella cree. Ella piensa que Lyk es su salvador, pero realmente es con él con quien siempre ha corrido peligro.
Parecía hablarle al vacío mientras mi mejor amiga mordía con desinterés el borrador de uno de mis lápices, había pensado ya en tantas tramas, tantos escenarios en los que podría inspirar mi historia y ninguna lograba convencer a la rubia sentada frente a mí.
— Rach, lo siento pero tu historia suena como un tremendo cliché sobre el chico malo que la dañará pero al final terminará siendo el amor de su vida, se casarán y tendrán hijos a los que seguramente llamarán con los nombres de sus mejores amigos. Yo sé eso y ni siquiera leo libros.
Estaba en lo correcto, cada una de mis ideas terminaba en el mismo agujero negro al que caían junto al resto de las historias cliché que seguramente la universidad desecha como basura literaria.
Pero ahí estaba yo, intentando darle un giro a lo que ya parecía obvio y poco inesperado.
— Ayúdame. — Le dije en casi un suplico.
— ¡Tengo una idea! — exclamó la rubia con emoción. — Seguramente una fiesta te dará inspiración para escribir cuanta cosa quieras. Y si sale bien, hasta podría ser una copia mejorada de Cincuenta Sombras de Grey.
Bufé llevando mi mano hacia mi cabeza con cansancio.
— No escribiré sobre sadomasoquismo.
— Todas aman leer como Christian azota a Ana en su sala oscura.
— Cuarto Rojo. — corregí.
— Lo sabía. Tú también te emocionas con esos libros. — ella parecía sonreír como si hubiese ganado la discusión. — Escribe sobre Edward.
— ¿Edward? — pregunté.
— Edward.
— ¿Por que escribiría sobre él?
— No lo se. Quizás su historia de vida sea interesante, por lo que me dijiste el chico perdió la vista, no es de nacimiento y quizás detrás de esa ceguera hay una desgarradora historia que todos amarán si sabes redactarla.
Por primera vez en las últimas tres horas mi amiga había dicho algo interesante. Realmente ni siquiera yo me había tomado el tiempo de investigar como el chico ciego había llegado hasta donde estaba, de hecho hace ya dos semanas que no hablaba con él a causa de mi estadía en la ciudad y mi concentración en el libro.
— El chico parece haber tomado mucha confianza en ti y no dudo en que te contaría su historia, y si lo convences podrías mejorarla, agregarle alienígenas, duendes o hacer que él tenga superpoderes. — Añadió la rubia.
— Te funcionaron por muy poco tiempo las neuronas, amiga.
— Piénsalo Rach, tienes una gran mente y quizás el haber conocido a ese chico no sea pura casualidad. A lo mejor él es tu libro por escribir.
De alguna forma parecía tener razón, aunque llevase poco tiempo conociendo a Edward, leer para él era un tanto extraño. Parece un chico que en su vida tomaría un libro y discutiría sobre este, lo único que sabía es que después de su accidente muchas cosas cambiaron para él. Además de aquella primera y única llamada en la que lo escuché sollozar después de que le pidiera a su tía llamarme.
Él no me había llamado nuevamente. Dos semanas había pasado desde la ultima vez que nos vimos... bueno, que lo vi. Y no sabía nada sobre él desde entonces, el pensar en escribir un libro sobre un chico con sus características me daba ciertas ideas, las suficientes para convencerme de ir y hablar con él sobre eso.
Y ahí estaba nuevamente. Frente a su casa esperando a que su tía abriera la puerta y me dijera que él no estaba disponible. Aquel valor que había tomado para pedirle su historia y escribe un libro con ella había desaparecido y ahora parecía una acción totalmente descarada de mi parte.
Oh, perfecto. Derramas café sobre mi, me humillas, te pido que leas un libro para mí y ahora quieres escribir uno sobre mi. ¿En donde quedó tu respeto hacia las personas, Rachelle?
— ¿Rachelle? — aquella suave voz interrumpió mis pensamientos.
— Oh. ¡Hola! — exclamé. — Es un placer verla nuevamente, señora.
— Querida, llámame Maura, por favor. — ella se hizo a un lado permitiéndome el paso a su humilde y cómodo hogar.
Aunque no había visitado desde hace dos semanas, la confianza que ella me había dado parecía mucha y eso lo apreciaba.
— Él no te lo dirá pero ha estado ansioso, no ha querido llamarte porque piensa que estarás ocupada y por eso no seguiste leyendo para él.
— Lo siento, he olvidado llamar y mi mente se ha mantenido cerrada últimamente. — le aclaré con algo de vergüenza.
— No te preocupes, cariño. Solo el hecho de que tomes tu tiempo para venir es suficiente, hace mucho que no veo a sus amigos.
Alguien pareció aclarar su garganta desde una esquina de la casa, ahí estaba el chico sosteniendo un bastón con su mano derecha y con la otra simplemente dejándola colgar al lado de su cuerpo.
— Tia, aprecio que quieras avergonzarme frente a Rachelle, pero creo que yo puedo solo. ¿Nos permites?
La mujer simplemente sonrió alzando los hombros y se dirigió hacia la cocina perdiéndose detrás de la puerta.
— Edward. — Murmuré acercándome a él.
— No tienes que leer para mi si no quieres hacerlo. No estás obligada solo por haber derramado un poco de café sobre una camiseta vieja y fea.
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