Capítulo. 1: Chica misteriosa

Ninjago era una ciudad muy tranquila desde que los ninjas trajeron de vuelta la paz al derrotar a los malvados villanos que se presentaban. Eran pocas las veces en las que las serpentines hacían desorden en la ciudad; sin embargo, también era algo que tenían claramente bajo control. Sus vidas habían cambiado para bien y, junto con éstas, su nuevo hogar.

Un día soleado los ninjas, Garmadon, Sensei Wu y Nya se encontraban afuera de una casa junto con una vendedora. Acababan de concluir con el tour por dentro y se podía notar por sus rostros que los cinco ninjas estaban ansiosos por comprarla.

—Bueno, solo para rectificar lo que ya les he mostrado: la casa cuenta con tres baños, diez habitaciones (una de ellas con balcón y otra para huéspedes), una sala principal, una sala de video, una lavandería, una cocina, un patio, un comedor, una cochera, una terraza y un sótano. —la vendedora marcó con una palomita cada cosa en su libreta—. ¿Entonces? ¿Se han decidido ya? —continuó con un contrato en su mano.

A todos les brillaron los ojos al escuchar todas las instalaciones que tenía la casa. Era algo que ni en sus sueños habían imaginado conseguir; por lo tanto, los cinco ninjas asintieron embobados.

—Serían $3,000,000. —anunció aún sonriente la vendedora.

Las quijadas de los ninjas cayeron al suelo al instante y sus ojos quedaron abiertos como platos: Era una cantidad demasiado alta.

—Chicos, ustedes trabajan para sostener esta casa, ¿estamos de acuerdo? Si no, nos vamos a una casa más económica. —murmuró por una última vez Sensei Wu a los ninjas.

—Sí, Sensei. —afirmaron seguros y entusiasmados al unísono.

—Sí, la queremos de pagos mensuales. —Sensei Wu se volteó con la señorita.

—Sería de... ¿$5,000 por mes? —preguntó la vendedora mientras hacía sus anotaciones.

Sensei Wu volteó la mirada hacia los ninjas y éstos se limitaron a asentir con la cabeza.

—Sí, de $5,000. —concluyó el señor de gran edad.

—De acuerdo, firme aquí. —la vendedora le entregó el contrato.

Wu firmó.

—Okay, disfrute su hospedaje. El primer pago será en un mes empezando el día de hoy, ¡qué tenga buenas tardes! —la mujer les dedicó una sonrisa y se retiró.

—¡Wooo! —Jay fue el primero en reaccionar mientras entraba a la casa corriendo como un niño chiquito.

Todos los demás entraron a la casa detrás de él, excepto por Lloyd y Sensei Wu.

—Tendremos que encontrar un trabajo rápido. —suspiró Lloyd hacia su tío.

—Lo sé, Lloyd, pero algo me dice que cosas buenas están por venir. —comentó el peliblanco mientras caminaba a la casa junto con el rubio.

[...]

Después de unos cuantos meses, las cuestiones de los pagos de la casa se mantenían con normalidad. Jay había logrado conseguirse un trabajo como repartidor de pizzas; Cole se volvió maestro de matemáticas; Kai se consiguió un trabajo como cajero en el cine de Ninjago; Zane se volvió cocinero de un restaurante de sushi; y por último, Lloyd trabajaba en una tienda de cómics. A Jay le pagaban de sus propinas y los demás ninjas tenían salario marcado al mes, así que al final del mes todos lograban aportar su parte correspondiente.

Era un día lluvioso por la tarde, un 20 de noviembre, para ser exactos. Una tremenda tormenta eléctrica hacía presencia a todo su esplendor: los truenos rugían cual león y el viento soplaba haciendo que la ventana silbara. Todos se encontraban en sus habitaciones, excepto Jay, quién se encontraba recostado en la sala disfrutando de tal espectáculo ya mencionado y de ver los rayos por la puerta corrediza que daba al patio; es su clima preferido, después de todo.

—¿Disfrutando de la tormenta? —inquirió Kai mientras bajaba las escaleras para en seguida servirse un vaso de refresco en la cocina.

—Así es. —Jay comentó colocando sus manos detrás de su cabeza y cerrando sus ojos, reflejando relajamiento.

Kai rió, negó con la cabeza, y subió las escaleras de vuelta a su cuarto.

• Perspectiva de Jay •

El sonido de los truenos era melodía para mis oídos y la imagen de rayos saliendo de las nubes eran simplemente sublimes. Demonios, siento que estoy pensando como un poeta enamorado. Si tan solo este clima pudiera estar todos los días, yo sería feliz por siempr-...

Toc, toc, toc. —unos toques en la puerta hicieron que saliera de mi trance placentero.

Fruncí el ceño y cerré mis ojos esperando a que la persona se fuera. De seguro no es importante.

Toc, toc, toc, toc. —siguieron insistiendo.

—¡Yo abro! —grité pesadamente y sin ánimo a pesar de que nadie me escuchara.

¿Quién demonios viene a tocar la puerta con este clima? ¿Será el señor del recibo de la luz? ¿El señor cartero? ¿Una niña exploradora vendiendo galletas? Odio esas galletas. Desvíe esos pensamientos y me digné a abrir la puerta. Al hacerlo, me encontré con alguien encapuchado y con un abrigo obscuro con una capa empapada de agua por la lluvia. Me espanté al principio: ¿era una serpentine acaso?

—Disculpa. —una dulce voz femenina me recibió. —Busco a Lloyd Montgomery Garmadon. —repuso.

Me sorprendí un poco al escuchar su voz, sin embargo también me alivié. No es que piense que una chica no pueda sacar una metralleta y matarme, pero... Espera, ¿había dicho Montgomery? Creí que casi nadie conocía el nombre completo de Lloyd.

—¿Quién lo busca? —pregunté curioso mientras me cruzaba de brazos y me recargaba en el marco de la puerta.

—Karly, Karly Woods. —la chica me respondió quitándose su capucha.

Aquella chica dejó al descubierto su pálido rostro. Portaba unos ojos miel, cabello lacio y largo rubio cenizo y una sonrisa que inspiraba confianza. Tan solo no podía dejar de verla: ¿Acaso era una de esas princesas de Disney?

—Eh... Sí, espera aquí. —comenté sin poder quitarle los ojos de encima, para después, salir corriendo a por Lloyd.

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