Prejuicios, sexo y un barquito

Es esa sensación de que te van a cazar. De que te desean por completo. De que vas a ser devorada por un hombre al que en este momento, en este preciso momento, tú, tal y como eres, flaca, gorda, alta, baja, con o sin celulitis, dientona o cuatro ojos, etc., tú eres ahora mismo su perdición, su deseo más carnal, su pasión. Y él, obviamente, lo es para ti también Es esa sensación la que se te queda clavada en la memoria y que puedes revivirla en tu mente una y otra vez como si la fuera la primera.

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Hace unas semanas, un compañero de la empresa dijo durante el almuerzo: Ningún hombre va a querer estar con una mujer con panza. Igual, también una mujer con un hombre" Luego de ciertas miradas cómplices en la mesa, lo pensó y se retractó: Bueno, cada loco con su tema. Me quedé mirando a la ventana como siempre hacía, perdida en los rincones de mi mente (enferma, como le dicen), entre mis recuerdos, mis momentos especiales y estuve a un segundo de contestarle algo así como: Yo tengo panza y te aseguro que he tenido hombres muchísimo más guapos que tú. Obviamente no lo dije porque me di cuenta al instante que estaba cayendo en los mismos prejuicios que él tuvo hacia mi género. Entonces pensé: Es cierto, cada persona tiene sus gustos. Y para cada gusto hay una persona, por así decirlo. Entiendo por qué su pensamiento estereotipado lo llevó a decirlo. Definitivamente, él no se acercaría a cortejar a una mujer de dimensiones grandes ya que no son de su agrado. No tiene nada de malo. Sin embargo recaí en lo curioso de los estereotipos y el deseo sexual que los ligan.

Es sencillo, hay chicas a las que les gustan los chicos con cara de malos. Esos bad boys de rostro pícaro y mirada coqueta. Esos que tú sabes, en el fondo, muy en el fondo, son de los que van detrás de muchas, pero eso no importa, al menos no en ese momento. Hay otras chicas que gustan de los de cara bonita, rostros delicados, atletas de gimnasios, etc,. Para todas hay. Yo, por ejemplo, soy de las que voltean a ver un chico con "pinta" de tranquilo. De esos que no matan ni una mosca (y que muchas veces es todo lo contrario). Esos son mis gustos, sin embargo eso no quiere decir que todas mis parejas hayan sido así. No, para nada. No todos mis enamorados (ojo, enamorados), han tenido la misma complexión física, ni nada por el estilo. Quizás la mayoría sí, pero no todos.

En cuanto al deseo carnal, a lo meramente sexual, sin ataduras, ni intimidad, sé muy bien que nunca se ha tratado enteramente de mis "gustos" y de que siempre ha habido un algo más. Es la forma en cómo uno se mueve, cómo uno mira, cómo sonríes, cómo conversas, cómo tratas a la otra persona. Se trata simple y sencillamente de cómo seduces.

Hay un arte oculto en el apareamiento de los animales, todo un arte que nosotros seguimos al igual. Claro, tenemos reglas, muchísimas reglas y miles de cuestiones sociales mucho más complejas, pero en el fondo es el mismo cortejo que puede haber entre dos aves en la calle que en el que hay en una cita de fin de semana. ¿O no? Y no siempre termina seduciéndote alguien que se acopla a tus "gustos" ¿o si?

Estaba en un crucero hacia Las Bahamas y tenía que elegir entre cuatro actividades que realizar apenas el "barquito" (notar que así lo recuerdo, a pesar de ser todo un crucero inmenso) tocara tierra. De las cuatro, dos implicaban playa y las otras la ciudad. Honestamente, ¿pagar un crucero a Las Bahamas y no ir a la playa? No, no, no, paso. Así que elegí la que significaba ir a la playa y luego visitar un mercado. Nos dijeron que debíamos registrarnos en nuestras actividades en Recepción y que lo hiciéramos rápido ya que éstas se podrían llenar y nos quedaríamos sin cupo. Perfecto, pensé yo. Ahora mismo me inscribo. Obviamente, había que realizar un pago de por medio. Me dirigí al módulo de Recepción y había una señora con su hija realizando el trámite. Esperé mientras leía todo el recorrido en mi brochure y miré de reojo al joven que estaba atendiendo. Fue una mirada fugaz e indolente. Sólo miré y seguí en mis asuntos. ¿Por qué? Bueno, porque a primera vista era de esos chicos enormes y musculosos con pinta de cantantes reggaetoneros tipo Daddy Yanky, Don Omar y demás. Ya sabes, de esos que llevan puesto siempre un par de jeans a la cadera con un polito tan apegado que puedes notar cada línea de sus abdómenes y una cadena enorme y huachafa en el pecho. No mi tipo, para nada (¿ya ven?, llevada por los estereotipos y prejuicios exactamente igual a mi compañero de trabajo) Él no estaba vestido así. Llevaba puesto su uniforme de trabajo. La camisa blanca y pantalones negros con cinturón azul marino tal y como lo lleva cada miembro de la tripulación de cabina. Pero aún así, no llamó mi atención y no miré nada más que lo que había a simple vista.

Cuando llegó mi turno, me acerqué al mostrador y dije sin levantar la mirada: Quisiera registrarme en la primera actividad. Un segundo más tarde una voz absolutamente grave y varonil me dice: Lo que usted quiera, mami. Cuando estaba a punto de reventar en un ataque de rabia ante tamaña insolencia y falta de respeto, alcé la mirada y el mundo se detuvo. Había un barquito moviéndose debajo de mis pies y aún así yo no lo sentía. El oxígeno se encontraba ahí y sin embargo yo no recordaba como respirar. Un calor punzante entró en mi cuerpo y lo llenó de pies a cabeza. Podía sentir como recorría toda mi piel, toda mi sangre. Mi pulso paró y ese momento, ese segundo en el que mi mente intentaba razonar palabra alguna se hizo infinito. Dos ojos verdes preciosos me miraban de tal forma que podía verme completamente desnuda a través de ellos. Unos labios rosados, gruesos y carnosos me sonreían de medio lado diciéndome "quiero probar de los tuyos ahora, right now". Creo, ahora que recuerdo todo, que el chico debe haberse estad matando de la risa por dentro al verme tan perpleja, tan vulnerable ante su encanto, tan... estúpidamente congelada. Me olvidé de todo. Me olvidé de quién era, de qué hacía ahí, de dónde demonios estaba, de absolutamente todo. Y no era por el color de ojos o la forma de los labios. O lo guapo y varonil de su rostro. No. No tenía nada que ver con mi reacción. Eran hermosos, sí, pero he visto muchos chicos así "bonitos" y nunca me han llamado la atención o me han hecho reaccionar de esa forma. En él, era la forma en que los usaba para causar su efecto fulminante. Sí, eso era. Él sabía lo que podía causar usándolos de la forma adecuada. Eso vale mil veces más que una cara bonita.

Cuando me volvió a sonreír pero ahora sí de forma abierta y radiante. Volví a tierra y dije con una voz nerviosa: ¿Perdón? El chico se rió más aún y contestó con su acento caribeño: ¿Usted quiere que la registre en la primera actividad?

Era oficial. Estaba absolutamente perdida. Todo había cambiado. A la mierda los prejuicios. Ya no era un piraña, salsero, reggaetonero con su arete dorado en el lóbulo izquierdo No. Ahora era un hombre guapo. Absolutamente guapo. Alto, de más de metro ochenta, hombros y pectorales bien formados, los brazos enormes y musculosos como del tamaño de un balón de futbol americano. Tenía el cabello casi al ras debido al trabajo, supuse, y eso lo hacía verse aún más sexy. Su color de piel era una mezcla oscura, bronceada y canela. Sus ojos... oh, sí ya hablé de sus ojos. No me importa, Lo repito. Sus ojos verdes y sus labios, sí, sus labios carnosos, enormes. Un semidios caribeño pensé yo. Al diablo los estereotipos, al diablo los gustos. Es un adonis y estaba frente a mí, sonriéndome. A mí. ¿A mí? Bueno, confianzas aparte, siempre he gozado de una baja autoestima y no me veo ni siento bonita. No es que piense que soy fea, pero muy agraciada tampoco soy. Tendré lo mío pero sé que no soy un cuero o algo parecido. Pero este chico, perdón, este hombre me estaba mirando con tal deseo que era imposible no sucumbir ante él.

Describir todo el cortejo que se dio ese día lo haré en otra oportunidad, sin embargo he de decir que viví una aventura única. Una fantasía hecha realidad. Con un hombre desconocido en aguas extranjeras y con el que nunca me hubiese imaginado vivirla. Es decir, él es un chico al que yo nunca me detendría a mirar en la calle porque no me atraen los hombres así. Sin embargo, su actitud y forma de seducirme convirtieron lo vivido en una versión resumida de lo que podría definir como la relación perfecta o mejor, lo que todo hombre debe hacer con una mujer (o con otro hombre, dependiendo de tus preferencias sexuales)

¿Tanto así?, me dirán.

Sí, definitivamente sí. Y ahora, me explico:

1. Conversamos durante horas. Me preguntaba mil cosas y no dejaba de tratar de conocerme y mientras tanto me sedujo cada minuto haciéndome sentir la mujer más sensual, hermosa y deseable de la tierra

2. Cuando llegó la hora de la hora. Le pregunté si traía protección. Me dio un beso y sin protestar, sacó uno del bolsillo, se lo puso, me volvió a besar y dijo: Te protegería hasta la muerte (Ok, podrán decir que fue frase cliché y que seguro se lo dije a muchas otras, pero en ese momento me lo estaba diciendo a mi). Y durante el acto sexual, se preocupó en hacerme llegar al orgasmo antes que él.

3. Cuando terminó todo, Me dio un beso de aquellos que nunca olvidas y se retiró del camarote antes que yo lo hiciera para no levantar sospechas (recuerden que él estaba en su lugar de trabajo). Abandoné el lugar completamente abrumada por lo que acababa de pasar, fui al comedor a tener mi cena buffet y entonces algo pasó. Llamaron mi nombre dos veces a través del altoparlante que se escuchó por todo el barco pidiendo que me dirija a Recepción. Fui pensando lo peor, que lo habían descubierto o que se habían quedado mis documentos ahí o algo por el estilo, que él perdería su trabajo por lo que hicimos, etc.,. Cuando llegué, él estaba con una flor en la mano sonriendo de medio lado esperándome.

. Me la dio y yo pregunté asustadísima:

- ¿Qué pasó?

- Nada, dijo sonriéndome. Sólo quería seguir conversando contigo. Seguir conociéndote.

He ahí la versión corta de lo que para mí debe hacer siempre un hombre día tras día. Conversa y sedúceme, preocúpate por seguir conociéndome, protégeme cuando lo solicite y satisface mis necesidades sexuales antes que las tuyas. Por último, búscame por todo un barquito de cuatro pisos y regálame una flor. No, mentira. Por último, dime que aún deseas seguir conociéndome cada día más, incluso y especialmente después del sexo.

No hubiese experimentado nada de esto si hubiera seguido mis "gustos". Si me hubiera guiado tan sólo en los prejuicios y estereotipos. Esa es la verdad. El arte de seducir es algo sumamente complejo y, sin embargo, mi nuevo amigo me enseñó que a veces, no lo es. A veces sólo es cuestión de abrir un poco tus horizontes y descubrir algo nuevo. Algo fascinante. Maravilloso. He ahí la verdadera cuestión sobre los estereotipos y el deseo sexual: Juntos no valen ni mierda.

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