El estanque
No sé nada de peces. Soy un cero a la izquierda en peces porque, según yo, siempre he tenido gatos y pues, resulta que los mininos no son precisamente los mejores amigos de los peces, o al menos eso he visto en los dibujos animados de niña... ¡el punto es que no conozco de peces! Pero, no recordaba que sí los había tenido antes.
Esto es un cambalache y ahora lo voy a explicar. Verán, cuando era niña vivía en un edificio y no recordaba nada de eso porque... ya saben... mi memoria de pollo... y resulta que en la época en la que vivimos en un departamento, mi papá tenía peces. Mi papá y mi hermano tenían una pecera, esa es la verdad y creo que hay una parte de mi cerebro que intenta acordarse de ello, pero no lo logro ver. Estaba muy pequeña para recordarlo, así que solo me queda creer en lo que mi familia me cuenta.
Al parecer, tuvimos peces y la dueña del edificio donde vivíamos nos obligó a botarlos. Se quedó junto a mi mamá mientras ella tiraba a los desdichados peces por la cañería. La señora tenía la superstición de que los peces traían pobreza; los peces estaban prohibidos. ¿Ven?, por eso no me acordaba de ellos Ahora me pongo a pensar en lo triste que debió ser para mi papi y mi hermano tener que deshacerse de sus animales y claro, no pude evitar relacionarlo a cuando tuve que entregarle mi gato a mi mamá porque la misma dueña no quería tampoco ninguna mascota. Hay personas que odian a los animales, así es la vida.
Mi hermano y yo amamos a los animales, hemos sido un dolor de cabeza para mis padres porque traíamos perros o gatos abandonados todo el tiempo. No podíamos evitarlo, los veíamos en la calle y tratábamos de cruzar la pista lo más rápido para no tener más contacto visual porque sabíamos que terminaríamos llevándolos a la casa y solo causarnos más problemas.
¡Ay! Los problemas... Ahora que lo pienso, ¡qué sencillos eran nuestros problemas cuando éramos niños! ¿no?
Resulta que esta semana los peces nadaron a mi puerta, otra vez. Ok, no a mi puerta literalmente hablando, sino a mi nueva-vieja vida que tengo ahora.
Ya saben que volví a casa de mis padres... Sí, estoy jodida, y pueden reírse todo lo que quieran al respecto; merecido me lo tengo, pero ya verán que volveré a mi independencia pronto siempre que el fin del mundo no me alcance primero. El punto es que, en medio de esta pandemia, de la crisis económica, de la ansiedad, la depresión, de la muerte tan cercana que a todos nos está afectando... los peces volvieron.
Tuvimos la oportunidad de tener un estanque hermoso con plantas acuáticas y peces gigantes en la entrada de la casa. Mi papá estaba entusiasmado, mi hermano me dijo que se veía bonito. Le mostré las fotos a R y como el mejor arquitecto que conozco me dijo: "Muy bonita, le traería vida a la entrada que ya te dije que es un asco" Lindo mi mejor amigo, ¿no?
Pero, la vida supo cómo meter su dosis de sarcasmo tan peculiar que adora enrostrar en mi cara. Lo entiendo, sí sé que mi vida es un enorme chiste lleno de ironías y estoy acostumbrada a ello, pero tenía ya bastante tiempo sin fastidiar.
Mi mamá no quiso el estanque. Mi mamá hizo que sacaran el estanque de la entrada y ahora está al fondo, en un sitio donde la gente no lo puede ver. Les dije, ironía pura.
Pero eso no fue lo peor. Lo realmente malo es que mi mente hizo de las suyas y cuando me di cuenta de todo lo que había pasado, tuve mi primer ataque de pánico serio en casa de mis padres. Me encerré en mi cuarto y... bueno, ya saben... mi ansiedad ganó.
Resumiré lo que ocurrió en que el dueño del estanque deseaba colocarlo para todos en la entrada, pero no nos lo dijo. Pensó que como a mi mamá le gustaban las plantas, no habría problema alguno; pero él no contaba con que la ironía, mala suerte y sarcasmo estaban siempre presentes en mi vida. Sí, ya sé que él cometió el error de no avisarnos antes, pero su intención era la mejor. Como una especie de regalo para todos, ¿me entienden?
Y mi mamá se portó tan mal con él que yo morí de la vergüenza y tristeza porque él se había portado tan bien con nosotros, arriesgándose, siendo paciente y admirable. ¡Y él se esforzó tanto!
Luego, después del shock inicial, el episodio ocurrió.
Entre mi mente nublada, el tambor en mis oídos, mis golpes de puño a la pared y mi falta de respiración, en lugar de acudir a mi remedio natural que es el pensar en mi pareja (que ya no sé si aún lo es, pero eso les contaré otro día) cometí el terrible error de ponerme a pensar en el Aire.
Antes de que me comiencen a tirarme piedras, no lo hice a propósito. No lo fue, en verdad. Simplemente pasó. Y, obviamente, acrecentó mi ansiedad. Pasé una muy mala noche entre el llanto y la cabeza que me daba vueltas y el zumbido en mis oídos; lloré y lloré recordando al Aire y sobre todo, lo que más me cuesta perdonarle.
Pasé de los peces al rencor absoluto que le tengo al amor de mi vida en cuestión de unos minutos. ¡Qué frágil que es mi mente! ¡Qué débil que soy!
No debió ser así, debí refugiarme en mi B, en mi compañero, debí pensar en él, en sus ojos, en su sonrisa, en su olor, en su forma de coquetearme, en sus ocurrencias, en todo lo que su ser representa en mi vida... y no lo hice. Lo extraño muchísimo.
Tengo miedo ahora de que otra vez cuando me venga uno de mis ataques (porque todos sabemos que mi mami lo hará de nuevo) vuelva a pensar en el Aire una vez más. ¿Es que retrocedí tanto? ¿Cómo me permití pensar en él? Incluso soñé con él esa noche. Terrible, de verdad.
¿Es que nunca voy a dejar de quererlo? ¿Es posible eso?
Ayer antes de dormir me puse a ver el estanque desde la ventana de mi cuarto. Está precioso; las plantas, los peces, la mezcla de colores; está verdaderamente bonito. El estanque es ahora un resumen de buenas intenciones, generosidad, bondad y esfuerzo arrumados al fondo de un edificio donde no puede ser visto más que por aquellos que se acercan a él. El estanque es ahora una metáfora viva de la ironía de la vida y lo frágil que uno puede ser. No tendría que ser así, ¿verdad?
No, no lo será.
De ahora en adelante, el estanque será lo que me recuerde que no debo recaer en mi ansiedad; en que antes de llorar debo respirar y acudir al recuerdo de mi pareja diciéndome que me tranquilice; que puedo superar mis ataques de pánico a pesar de lo que estamos viviendo; que la ironía siempre estará en mi vida, pero también lo hermoso de reconocer lo mejor de la gente que me rodea. De ahora en adelante, cuando me sienta triste y desolada, miraré por mi ventana el estanque y recordaré que soy más fuerte de lo que pienso que soy.
Hola, estanque. Bienvenido a mi mundo. Te bautizaré con el nombre de "Taquito" por... estanquito...¿entienden?... Badam, tssss... Es tarde, hay que dormir. Me hago vieja y me duele la espalda. Hasta otro día.
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