El cachorro en la puerta (2015)
Hoy me desperté y lo vi andar. Yo estaba jugando con los otros pero pasó, me vio y me sonrió, luego se fue. Camina muy gracioso, con las manos en los bolsillos y mirando al suelo. Pero es un poco raro, igual espero verlo mañana porque cuando me sonrió se sintió bien.
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Pasó de nuevo, después de varios días. Se quedó mirándome y volvió a sonreír. Creo que le causo gracia. Me quedé a su lado un par de pasos y de ahí volví con los demás. Ojalá mañana venga.
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- ¡Ahí viene!
Siempre camina mirando abajo. Se ha quedado junto a mí.
- ¿Qué está haciendo?
Me acaricia las orejas. Hace cosquillas. Me rio y empiezo a saltar. Qué bien se siente. Ya se va. Me quedaré jugando con los otros.
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Llegó y fue directo a mí. Me volvió a acariciar pero ahora si todo completo. Le gusta verme feliz. Él sonríe mucho. Me gusta verlo feliz. Lo acompañé varias cuadras. Me cuidaba al cruzar la calle ¿Cómo si yo necesitara que me cuiden? Que dulce es. Tuve que volver porque él fue hacia un lado que yo no conozco y me puedo perder. Me han dicho que no vaya por ahí.
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Hoy caminamos por un largo rato. Luego, él se cansó y se quedó parado, mirándome. No entendí. Estaba triste. No me gusta eso. Fui por mi pelota más querida, esa roja que tiene forma extraña y que hace bom, bom. Se la di y él sonrió. Fue hermoso. Empezamos a jugar. Él la lanzaba y yo la recogía y se la volvía a traer. Jugamos así por horas. Me encanta verlo sonreír.
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Salto de emoción cada vez que lo veo y su rostro se ilumina cuando me ve correr hacia él. Hoy se sentó en el gras y yo me animé a morder un poco su mano. Me acarició debajo de las orejas, haciendo cosquillas. Luego fuimos a caminar y ahora siempre tiene mi pelota en su bolsillo. Veo que la acaricia cuando camina con las manos metidas ahí. No me di cuenta y llegué hasta una puerta. Él me miró y dijo Hasta mañana. Entró y me quedé afuera. Volví con miedo, nunca había estado tan lejos.
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Hoy me fue a buscar más temprano. Ahora viene todos los días desde muy pero muy tempano. Se queda conmigo todo el día. Jugamos a lanzar mi pelota y, a veces, la lanza muy lejos. Pero no importa, verlo tan feliz vale el esfuerzo y corro y corro.
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Se echó en el gras a jugar conmigo. Me animé a lamer su mano y le gustó. Se quedó conmigo, acariciándome el lomo por horas y horas. Luego fuimos hasta esa puerta y entró y la cerró. Sé que se queda ahí, así que vuelvo con los demás antes de que oscurezca. Ya no me da miedo. Conozco el camino de regreso. Es triste porque lo hago sola, pero me gusta sentir su aroma en mi pelaje.
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Es muy de noche y sigue aquí conmigo. Estoy tan feliz. Me carga y me da vueltas. Me marea un poco pero no importa. Veo sus ojos y está contento.
- ¿Sabes cuánto te quiero? – me dice.
No aguanto la felicidad y me abalanzo hacia su cara y lamo todo su rostro. No le molesta. Al contrario.
Vamos caminando hacia esa puerta y se agacha y me besa.
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Hoy está triste. Incómodo. Molesto.
- ¿Hice algo malo?
Me mira y voltea la cara. Coge mi pelota que hace bom bom y la lanza lejos. Es muy lejos. Volví pero... no está. No está. Se fue. ¿Dónde está? No lo entiendo. Se fue. Lo busco pero no está. ¿A dónde fue? Solo... se fue.
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Esperé. Horas. Días. No viene. Ya no viene. Ya no juega. Ya no lo veo sonreír. Se fue. Mi pelota ya no hace bom bom. La veo, roja y sucia. No me gusta. La esconderé.
Busco un buen lugar, empiezo a escarbar y la meto muy al fondo. Ya no la quiero. Me echo encima de la tierra. Lloro. Lo extraño. Lloro. Aullo. Duele. ¿Qué duele?
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Escucho algo venir. No son los otros. Las patitas son más ligeras. Es una cosa peluda extraña. Tiene mucho pelo y bigotes largos pero cola y cuatro patas como yo. Se ve tierno. Hace un sonido raro. Quiere jugar. No quiero. Vete. No se va. Vuelve a hacer un sonido raro, suena a Miau. Quiere jugar. ¿No entiendes que no quiero? Estoy triste. Vete. No se va. Se queda a mi lado. Su calor me acompaña.
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La cosa extraña se mueve y juega por todos lados. Hoy jugaré. Sonrío pero me acuerdo de mi pelota y ya no quiero jugar.
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Me hace miau y miau y ahora jugamos todo el día. Vino otro igual hoy. Es más grande pero juega también. Son graciosos. Escucho mi pelota hacer algún sonido debajo de la tierra, pero no sé que es. Son tiernos los dos. Me hacen reír. Se siente bien pero... mi pelota sigue sonando raro. Aún duele. ¿Qué duele?
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Estamos jugando y... huele a él. Es él. Lo sé, es él. Lo siento venir. Oigo sus pasos, su extraño andar, su mirada en el suelo. Sí, es él. Ahí viene. Corro desesperada al verlo. Él me mira y sonríe. Vamos al gras a jugar. Me carga y me da vueltas. Me besa y me engríe. Lamo toda su cara otra vez y somos felices. Muy felices. Voy y escarbo como loca, saco mi pelota que hace bom bom otra vez. Jugamos todo el día. Es hermoso.
Escucho unos pasos. Es alguien como él. Entonces, él me mira y me carga.
- Él te va a cuidar de ahora en adelante. De la forma en que yo no puedo hacerlo.
Le entrega mi pelota y se va. Corro y corro detrás de él. Ladro fuerte pero no me escucha. Solo se va. No lo alcanzo. Estoy cansada pero no me detengo. Sigo corriendo hasta que ya no lo logro ver. Me detengo, lloro. Escucho unos pasos otra vez. Es el otro. Se me acerca y se agacha.
- No soy él y nunca lo seré. Pero haré mi mayor esfuerzo.
Lo miro. Largo rato. Me levanto, tengo jeans y una chompa morada encima. Mi cabello es largo y ondeado. Me muerdo los labios y digo:
- Ok. Pero no volveré a ser un cachorrito. Nunca más.... Y tenemos que llevarlos con nosotros.
Le señalo a los dos gatitos en mis piernas. Él los mira, sonríe y me dice:
- Perfecto. Soy más de gatos que de perro.
Sonrío, al fin. Y no dejo de hacerlo.
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