1. Un nuevo sentimiento

"No hay ningún enamoramiento todavía. Pero seguimos diciendo, bueno"...

... "Probablemente el próximo verano, ¿verdad?"

Dedicado a @lichisgava

***

El primer día del siguiente verano es tan mágico que le quita el aliento.

El mar suena. Se ve precioso en ese atardecer, pero esa belleza no opaca la que irradia aquel cabello castaño oscuro al sol. Le gusta la forma en la que los rayos veraniegos de luz se ven en él.

Esa misma refracción se aprecia en aquella mirada. Él tiene unos ojos deslumbrantes que se hacen pequeños cuando ríe, que brillan como piedras preciosas de color café cornalina. Son casi rojizos, como el té negro.

Más que compararlos por su color, le gusta asemejarlos con esa bebida, porque dicen que si la bebes antes de dormir, te la pasarás toda la noche en vela.

Su risa es una melodía, su gracia es inmensa cuando salta, gira y da vueltas mientras corre en la playa. Luca quiere ser perseguido y atrapado, quiere correr, quiere reírse, quiere disfrutar del nuevo verano.

(Créditos a @lichisssssss en Instagram)

Para Alberto, quien hace todas estas descripciones en su mente, parece que su mejor amigo va en cámara lenta, porque se pueden apreciar todos los detalles en su tersa piel blanca. Se nota cada lunar, cada peca y cada fugaz instante en que sus ojos destellan como su sonrisa.

En medio de esa carrera por la arena, Alberto ataja las muñecas de Luca e intenta tumbarlo, pero el menor se defiende y terminan girando juntos, sin saber bien qué es lo que hacen.

Terminan riéndose porque las jugarretas se transforman en danza, y cuando Luca logra empujar al moreno, vuelven a perseguirse. Corren en zig-zag sin parar, con los brazos abiertos y sintiendo el viento.

Ambos gritan alto el nombre del otro y vociferan para todo el pueblo que van a atraparse y que el contrario va a perder, disfrutando de lo desafinados y lo escandalosos que son. El dúo caótico, les llamaban.

Las risas son tan embriagantes que Luca tropieza, se cae y rueda en la arena; cerrando los párpados y mostrando sus pequitas sobre sus mejillas rosadas. Su aura es alegría, sus gritos de emoción son pura libertad. Finalmente ha vuelto a su pueblo natal, y lo que más quiere ahora, es hacer tonterías con su mejor amigo.

Entonces se levanta y va al mar cristalino, a patear el agua, jugando a salpicar todo. Sus escamas tienen un efecto hipnótico también. Un tornasol de color verde y azul, que por algún motivo tiene a Alberto mirando con una sonrisa boba y un rubor en sus pómulos, sin decir nada.

— ¡Ven Alberto, no te quedes ahí! —Luca le toma la mano, llevándoselo hacia quién sabe dónde. Solo está viviendo el momento.

Alberto lo sigue, pensando en que él ha tomado su mano sin preguntar, y que no parece tener intenciones de soltarlo muy pronto. Esperaba que no las tuviera.

Se detienen cuando parece que han llegado al final de la playa y sobre ellos se encuentra el muelle. Ambos están debajo, escondidos en la sombra que la plataforma les brinda.

Ahí, en la oscuridad y con los pies metidos en el agua, el de ojos café es el primero en decir algo, recuperando el aliento después de correr.

—Ay, Alberto... No sabes cuánto extrañaba esto... —Dice ligeramente inclinado, buscando sus ojos de color verde mientras posa sus manos en sus propias rodillas.

— ¿Qué cosa?

—La playa, Portorosso... ¡Todo! —Luca pone su espalda derecha para poder extender sus brazos y referirse apropiadamente a las colinas, al mar, al cielo anaranjado.

— ¿Eso quiere decir que estás feliz de volver? —Pregunta Alberto, sonriente.

— ¡Muy feliz! Extrañaba todo, pero más que nada, extrañaba muchísimo a mi mejor amigo. Te extrañé, Alberto. —Sonrié y vuelve a tomar su mano, a la altura de su pecho, como si estuviesen saludándose.

— ¿Lo hiciste?

—Sí, te lo estoy diciendo ahora.

—Es que creí... No me mal entiendas, Luca. Pero no pensé que lo harías.

— ¿Por qué pensabas eso?

Alberto vacila antes de decir la verdad, pero se prometió ser más honesto. —Génova debe ser mil veces más genial que aquí, supongo que hay cosas de este pueblo pequeño que no lo pueden superar.

Luca ve su afligido rostro con atención y una mirada preocupada. Después sonríe y niega con la cabeza.

—Yo no voy a ir a ningún lado. Quiero decir, a estudiar sí, pero acá es a donde pertenezco. Yo adoro Portorosso porque en este lugar, está todo lo que amo. Te juro que Génova, por más genial que parezca, no se compara en nada aquí.

— ¿De verdad crees eso?

—Tú eres literalmente uno de los motivos por los cuales he vuelto, Alberto. No hay una copia tuya en Génova... ¿De verdad crees que no te eché de menos?

Esa frase fue como un disparo certero en el pecho con la mejor de las punterías. Ante ella, el moreno sabe que no quiere dejar ir su agarre porque se siente bien, y sin pensarlo, toma el riesgo y acaricia con su pulgar la dermis de la pálida mano, con suavidad.

Es agradable, quizás es mucho más que eso. Es un extraño revoloteo, es un salto en su corazón que jamás había sentido antes. Desconoce lo que es, pero se alegra de sentirlo.

—Yo también te extrañaba, Luca. Todos los días. Y jamás me perdí una sola carta tuya, siempre las esperé.

Luca sonríe con los ojos cerrados y es envuelto en un fuerte abrazo, uno que contiene tantas emociones desbordantes en el interior del ojiverde, que hasta ese preciso instante, no sabía que tenía.

Ni siquiera necesitan hablar. Solo quedarse así, debajo del muelle disfrutando de la emoción de estar juntos, después de tanto tiempo de estar separados y lejos.

Todo lo que habían querido y necesitado era abrazarse escuchando al arrullo que provoca el sonido de las olas cuando estas llegan a la orilla y chocan suavemente contra sus rodillas.

Alberto despega un párpado cuando siente un calor en su pecho que quema y arde. Ve a Luca rodeándolo con sus brazos mientras sonríe y luego ve al horizonte pensando en que se ha dado cuenta de algo.

Algo que es terrible y que no puede compartir.

Ay no.

Un mes completo tuvo que transcurrir para que Alberto pasara de la etapa de negación a la etapa en donde pudo aceptar lo que estaba sintiendo.

Al menos solo él sabe que tuvo que pasar más de una vez disimuladamente por el puesto de revistas junto a la gelatería, para terminar de leer el mismo artículo fingiendo que en realidad leía el diario.

Así lo hacía cada semana con una revista nueva. Se iba un rato a los escaparates cuando salía con Giulia a conseguir el pan para la cena o cuando se encargaba de las entregas de la pesquería. Estaba ahí intentando buscar respuestas a sus preguntas y dándole vueltas a lo obvio.

Casi siempre se refugiaba en los mismos artículos bobos de adolescentes, pero por alguna razón aquellos títulos como: ''Cinco signos para saber si te gusta alguien'', ''¿Estás enamorada de tu mejor amigo?'' y ''Siete etapas de enamorarse'' le hicieron descubrir lo evidente. Le daba una vergüenza horrible.

No importa cuánto se esforzara en ignorarlo, no importa cuánto tratara de convencerse de que todo lo que esas patéticas revistas decían era falso. Al final, tenían razón en cada palabra.

Se había enamorado de su mejor amigo, maldición.

Todo esto sin previo aviso, como si se hubiese pegado la gripe. Una muy fuerte, cuyos síntomas eran impaciencia, alegría incontenible, sonrojos que eran confundibles con fiebre, taquicardias, ansiedad y repetición extrema. ¿A qué se refiere lo último?

Bueno pues, su cerebro traidor no hacía más que repetir el nombre de Luca cada condenada noche sin falta antes de dormirse. A eso se refiere.

Ya estaba harto.

Al cerrar la puerta de su habitación, Alberto se dejó caer en su cama boca abajo. Enterró su cara en la almohada y gritó. O más bien, ahogó sus gritos de frustración. — ¡¡Hmmmmmmmmm!!

Frustración, sí. Otro síntoma.

Sin duda no es un comienzo convencional para esta historia, pero es donde todo empezó, o bueno, es el momento exacto en el que Alberto se rindió ante la idea de que sí, le gusta Luca, y mucho.

Es un problema, pero también es el día perfecto de verano. Debería enfocarse en ello.

Otra vez es verano y no puede ser mejor para él, un chico de quince años que ha esperado alrededor de nueve meses para volver a sus dos personas favoritas en el mundo.

Luca Paguro, quien es el del problema, y Giulia Marcovaldo, su amiga y ahora hermana adoptiva.

Los tres se habían reunido ya hace un mes y algunas semanas en el pequeño pueblo de Portorosso y todo iba de maravilla. La diversión no cesaba y menos para ellos, jóvenes adolescentes que se autoproclamaron como "los relegados" el año pasado.

¿Existía algo que ya no habrían hecho? No lo sabían. Esas dos semanas se fueron volando de lo bien que la estaban pasando, de tantas actividades y tantas risas. Todos los días salían a hacer algo diferente, y era lo máximo.

Para Luca y Giulia en este momento, parece que todo sigue igual, mas para Alberto... Este tema con sus emociones que no lo deja dormir por las noches lo está volviendo inquieto y más distraído de lo usual.

Cuando las luces se apagan y sabe que debe descansar, a su mente vienen recuerdos y se siente extraño, con el corazón acelerado y las piernas inquietas. No es desagradable, sino lindo, pero estresante al mismo tiempo. Por eso sabe que definitivamente, algo ha cambiado.

Y por supuesto, si con la llegada del amor todo le ha dado una vuelta de ciento ochenta grados.

Ahora se parte la cabeza imaginando como sería la vida si él tuviese el valor para decirle al menor lo que siente, ha pasado de ser un experto a ser un ingenuo, y su confianza para estar cerca de Luca se ha vuelto más como un: ''Por favor, trágame tierra, pensará que soy un idiota''.

Y lo es.

Nadie se explica por qué actúa tan extraño últimamente, pero Alberto no quiere decir nada. En esto, está solo. Además, hay un par de cosas que hacen que el chico de pecas y ojos verdes no hable con nadie sobre el tema.

Primero, recién lo está descubriendo. Segundo, no tiene a quién decirle y tampoco a quién pedirle ayuda.

Giulia es una opción descartada.

No lo malentiendan, la chica pelirroja de catorce años es una excelente hermana menor para Alberto, aunque... Hay ocasiones en donde ambos se pelean o se molestan mutuamente, para luego actuar como si nada hubiese pasado. Es divertido tenerla como su familia, sin embargo, es un riesgo que ella lo sepa.

Él confía en Giulia, pero con un tema como este... No mucho. Sabe que quizá abrirá la boca antes de tiempo o que lo va a molestar día y noche.

Y aunque una parte de sí quiere sacar ese gran secreto a la luz para recibir su apoyo fraternal, decide callárselo a pesar de que ella es inteligente y sabría que hacer.

¿Qué tal hablarlo con su papá? No, tampoco.

Es algo demasiado vergonzoso para decirle a Massimo. Muy extraño para preguntarle.

El chico de piel trigueña y algo morena por el sol quiere mucho a su padre adoptivo y confía en él, pero de todas maneras decide que es mejor no decir nada. No está seguro de si será un buen momento para hablarlo o... Bueno, no sabe nada.

Es injusto porque no le queda más gente en la lista.

Solo quedaría Luca, quien es la persona con la que más confianza tiene; pero por obvias razones, no puede abrir la boca. No puede decirle nada ni siquiera fingiendo que habla de alguien más, porque se delataría a sí mismo en segundos.

Todo sería mucho más fácil si él no tuviera esa bonita sonrisa, ni esos ojos café que tanto le recordaban al chocolate. Su risa también es un problema. Es como música relajante, una sinfonía de violines calmados y guitarra acústica para sus oídos.

Todo de él es un problema, y no sabe cómo diablos explicarlo más que con la palabra amor.

Le molesta que sus pecas resalten tanto cuando se sonroja porque lo distrae, le fastidia que su cabello sea ondulado y tan suave porque le quita el aliento. Le desespera que huela a perfume dulce siempre porque luego anda buscando inconscientemente ese mismo aroma en las flores y no lo encuentra.

Y su personalidad, sus chistes malos, sus miedos tan irracionales y sus sueños son tan... ¡Son tan!

Hubo otro grito ahogado en la almohada. Enamorarse de su mejor amigo es una tortura extremadamente dolorosa.

Porque en este minuto, Alberto piensa que quizá las charlas profundas e interminables que ambos comparten son solo signos de amistad, que tal vez los desinteresados gestos amables que Luca hace con él, son solo eso.

Que está confundiendo amistad con amor, y por lo mismo se está inventando escenarios románticos donde en verdad no existe nada y que quizás Luca lo odie por eso si es que se entera.

Suspiró y luego de calmarse un poco, se acomodó mejor en la cama, boca arriba.

Se quitó el silbato plateado de los salvavidas, pues había terminado su turno. Miró en él su reflejo con los pensamientos vacíos y lo dejó caer cuando un repentino azote de la puerta lo asustó, sobresaltándolo.

— ¡Giulia! ¿¡Acaso no sabes tocar la puerta!? —Exclamó.

— ¡Perdón fratello! Vine a buscar mis zapatos para que salgamos con Luca, él dijo que nos esperará en el muelle. —Mencionó sin mirarlo a los ojos, apresurada.

Buscando en el baúl que estaba debajo del camarote de ambos, se detuvo cuando notó que su hermano aún tenía la camiseta roja sin mangas de los salvavidas.  — ¿Por qué tu no estás listo?

—Pues... —''Estaba en el medio de una crisis, pensando en mi amor platónico y muriéndome un rato por lo imposible que es que se fije en mí''. —No sé.

—Tu turno terminó como hace media hora y acá estás recostado. En mi cama. —Hizo énfasis en el "mi". —Te estábamos esperando.

—Lo sé, solo estaba un poco cansado, scusa. —Alberto fingió un bostezo y se estiró, levantándose para buscar una camiseta nueva en la cajonera.

—Lo que tú digas.

Giulia siguió buscando sus zapatos blancos y cuando los encontró, escuchó un golpe y un quejido de Alberto. Al dirigir su mirada hacia él, notó que se había pegado en la cabeza contra una repisa.

En lugar de reírse como siempre, ató su cabello rizado en una cola de caballo mientras miraba a su hermano, extrañada. Estaba muy torpe, más de lo normal. Así llevaba varios días.

Inútil, como si estuviera en la edad del pavo donde olvidas lo que te enviaron a comprar aun cuando te lo repitieron más de cinco veces.

No es la única que se da cuenta. Massimo también lo nota muy raro. Difícilmente se concentra en el trabajo, a veces hace las cosas al revés de como se las pide y en ocasiones, debe repetirle las oraciones porque no escucha.

Llega a ser preocupante que Alberto haga las cosas tan inconscientemente al punto que quebrar un vaso por accidente. De hecho, está con más ojeras de lo normal y se halla tan distraído que ni Giulia ni su papá saben qué hacer con su actitud.

Luca también lo piensa, porque cuando hablan, a veces Alberto se encuentra mirándolo sin decir nada, y cuando llama su atención con un chasquido de dedos, es como si hubiese despertado de un sueño, o un trance mental.

Lo ha hablado con Giulia anteriormente. Está preocupado por su amigo, pero tampoco sabe decir el por qué actúa de tal manera, pero quiere ayudar.

Por esto, Giulia pensaba que si ni el mismo Luca podía decir que sucedía con el moreno, entonces de verdad era un tema serio.

Necesitaba llegar al fondo de esto.

—¿Alberto? —Llamó, colocándose el calzado.

—No te burles, no me fijé.

— ¿Qué pasa contigo? Estás más idiota de lo usual. —Cuestionó la chica de camiseta amarilla a rayas blancas, shorts azules y cabello rojo.

— ¿De qué hablas? Estoy igual que siempre. —Dijo. —Espera. ¿Me llamaste idiota?

—Santo pecorino, es peor de lo que pensé. —Dijo ella, negando con la cabeza. —Por si te lo estabas preguntando, el agua que usamos para limpiar el piso no se bebe.

— ¿Y cuándo he bebido eso?

—Por como actúas, apuesto a que lo has hecho. Es como si te hubieses golpeado en la cabeza o algo. ¿De verdad estás bien?

—No tengo nada, Giulia. No molestes. —Dijo, restándole importancia al asunto y cambiándose la camiseta de espaldas, por una blanca de mangas cortas.

Giulia se levantó del suelo, sin convencerse todavía.

—Entonces... ¿Por qué estás tan distraído? Porque estás claramente en las nubes estos días. Me preocupa, y papá también cree que algo te pasa.

—Solo olvídalo.

—Sé que algo pasa. Y si es algo importante, me puedes decir. En serio, sé que a veces no soy la mejor persona para escuchar, pero si quieres hablar con alguien, te prometo que no diré nada, e intentaré hacer lo posible para que todo esté bien.

—Lo aprecio. —Trató de cortar la conversación.

— ¿No es nada con Luca?

Alberto se sobresaltó ante su nombre. — ¡No! ¿Por qué pensarías eso?

—Es que el otro día conversábamos sobre esto con él. Ni Luca ni yo sabemos bien que te pasa, porque es obvio que algo sucede. Y pensé que...

— ¿Tú piensas? —Le molestó, recibiendo un tirón de orejas de su hermana. — ¡Au, perdón! ¡Es broma!

—Pensé... —Retomó el tema. —Que si Luca no sabe, quizás es porque tú estás enojado con él porque se lo contarías, es literalmente tu mejor amigo. Mínimo me hubiese dicho algo así como: "Sé lo que le pasa, pero no te puedo decir". ¿Y qué crees? No tiene ni la más remota idea.

— ¡No! No estoy enojado con él, no hay razón para estarlo. Solo déjalo, Giulia. Con Luca estamos bien, y si no le he dicho nada, es porque en verdad no pasa nada.

La pelirroja lo miró dudosa aunque no pudo detenerse a interrogarlo más, porque pronto escuchó unos pasos acercarse al cuarto.

— ¿Oigan iremos o no? —Dijo Luca, el chico de piel pálida y cabello castaño, asomándose por la puerta de la habitación.

—Señor salvavidas está agotado, Luca. Dile que se apure, porque a mí no me hace caso. —Respondió la pelirroja, recriminando al moreno.

— ¿No ibas a esperarnos en el muelle? —Le preguntó el moreno, un poco tenso esta vez. Luca había entrado de la nada y eso lo puso nervioso nuevamente.

No se esperaba que entrara por la puerta, y su corazón se saltó un latido al imaginar que habría pasado si le hubiese dicho la verdad a Giulia. Quizá habría escuchado y sería un desastre. Que bien que no fue así.

—Hace calor afuera y me estoy aburriendo solo... ¿Ya podemos irnos? —Cuestionó, con una mirada algo cansada por esperar tanto bajo el sol, pero a ojos del mayor, se veía tan adorable como siempre. Además, el sol le marcaba más pecas en su rostro.

—Sí, ya vamos. Es que Alberto se tarda demasiado. —Dijo Giulia, cruzándose de brazos.

—Ya voy, ya voy. No me presionen.

—Bueno. Los espero abajo, es que en serio, dijeron que abrió una nueva gelatería y lo único que quiero es ir con ustedes dos. —Dijo Luca, entusiasmado por el plan.

—Voy contigo. ¡Te esperamos abajo, Alberto! —Mencionó Giulia, siguiendo al de piel pálida pero no sin antes voltear y ver a su hermano, preocupada.

Una vez que los dos se fueron, Alberto suspiró y se dio unos golpes en las mejillas para aliviar su rubor. Ocultar lo que siente por Luca es una tarea sumamente difícil, sobre todo intentar no verse tan obvio a veces.

Más de una vez se encontró a sí mismo perdido en aquella mirada chocolate. Más de una vez se hizo el chico genial con él, tratando de impresionar. Eso solo ocasionaba que olvidara el objeto que estaba cargando consigo, por lo cual se le caía. Otras veces sus palabras tropezaban entre sí y terminaba diciendo puras cosas sin sentido.

Lo bueno es que usualmente esto no le ocurre. Alberto puede mantener una conversación normal sin que sus emociones se crucen con sus interacciones amistosas. Después de todo, sigue siendo el mejor amigo de Luca... Y precisamente es por eso que tiene que pasar desapercibido y fingir que las cosas están en orden, demostrar que no existe ese tipo de interés hacia él.

Es evidente, su amor está siendo ocultado bajo la alfombra y eso lo molesta en demasía, porque usualmente su comportamiento es impulsivo, y ahora mismo quería gritarle a los cuatro vientos lo que sucedía en lo profundo de su ser.

Solo que esta vez... La situación es algo que definitivamente debe pensar y analizar. No puede llegar y actuar, no puede poner sus manos al fuego porque las probabilidades de ser rechazado son muy altas.

Obviamente no quiere correr el riesgo de reducir su tan preciada y bella amistad a cenizas, no puede declararse porque eso destruiría todo.

Es casi evidente que Luca no siente por él lo mismo; de hecho, hasta es muy probable que ni siquiera le interesen los chicos. Ha escuchado como habla de sus compañeras de Génova. Siempre recalcando lo inteligentes y buenas personas que son, lo amables y lo bien que se visten y bla, bla, bla.

Claramente no está en posición de decir nada o jugársela por su amor. No quiere hacerlo. Prefiere mantener su amistad, su apoyo, tenerlo a su lado como un amigo y no como un tipo que lo ha rechazado y se ha convertido en un extraño con recuerdos.

Por eso se esconde.

Eso sí, Alberto no cuenta con que llega un punto en el que el montículo debajo de la alfombra es demasiado grande para ignorarlo, por lo cual es cuestión de tiempo para que la verdad sea descubierta.

Después de haber paseado por todo Portorosso en bicicleta con Luca y Giulia, los tres amigos ahora estaban sentados en un banco de madera afuera de la nueva gelatería del pueblo.

Estaba atardeciendo ya, de hecho era "la hora dorada", donde los rayos del sol alcanzan su máximo punto en iluminar cada rincón de las calles de aquel pueblo pesquero.

Habían terminado de comer tan deliciosos postres hace poco, y ahora comentaban sus pensamientos sobre lo que hicieron en el día, y lo que harían mañana, entusiasmados.

— ¡Y cuando Giulia chocó la bici! —Rio Alberto, recordándolo.

— ¡Eso fue culpa de ustedes! —Exclamó, dirigiendo la mirada al de piel pálida, quien también se reía. — ¡Te cruzaste!

— ¡No me crucé! —Rio Luca. —Tú fuiste la que se acercó mucho a la rueda. Además, yo estaba llevando a Alberto, y está más pesado de lo que recuerdo. No podía esquivarte, así que tuve que seguir.

—Tienen suerte de que no me haya lastimado. Necesitamos otra bicicleta para que no lleves a este bruto. —Bufó Giulia, rodando los ojos.

— ¡La quiero roja! —Dijo Alberto.

— ¿Quién dijo que sería para ti? —Su hermana se burló, levantándose de donde estaba, haciendo reír a Luca. —No, pero en serio. A la siguiente carrera, nos vamos a turnar. No es justo, porque los dos hacen mucho peso juntos.

—El peso extra es bueno para las piernas. —Se excusó Luca, y luego miró al moreno. — ¿No viste como subí la colina contigo atrás, Beto?

— ¡Sí! Pero, ¿no quieres que lo haga yo después? Parecía difícil.

—No, no. —Dijo, dándole dos golpecitos en el brazo. —Tú te volviste muy fuerte en mi ausencia. Déjame algo a mí, yo también quiero levantar barriles como si fuesen plumas. ¿Lo has visto, Giulia? ¡Es asombroso!

Alberto apartó la mirada un poco, sonriendo. ¿Pensaba que era fuerte? Ese era un cumplido que se iba a guardar, obviamente.

—Sí, Luca, lo he visto. No le des la oportunidad de presumirlo más tarde. —Dijo ella, soltando un bostezo. —Ah, qué cansancio. ¿Qué vamos a hacer mañana?

— Sería divertido ir a las grutas escondidas e ir nadando, o... Podríamos organizar una carrera más amplia. Así sería más interesante. —Alberto sugirió.

— ¡O al cine! Quiero ver muchas películas nuevas. De hecho, hay una en estreno que es para mayores de dieciséis que es de terror. Papá no me dejará verla, pero en serio estaría genial hacernos pasar por chicos más grandes. —Dijo la pelirroja. — ¡Incluso Alberto se ve de dieciséis!

— ¿Yo? Puede que sea cierto y es una buena idea, pero... ¿Y ustedes cómo pasarían?

—Solo hay que demostrar confianza. Además, este año cumplirás dieciséis... ¿O no?

—Todavía faltan meses para eso, Gi.

— ¡Pero igual! Puedo hacer que tu identificación diga que tu cumpleaños es un año más temprano con solo un rotulador. ¡Con Luca decimos que olvidamos la nuestra y listo! Solo hay que decirle a papá que iremos a ver otra película, una de las aburridas. Pero en realidad... —Sonrió maliciosamente.

— ¡Giulia eres una maestra! Me agrada, hay que hacerlo. —Dijo Alberto, convencido. Ambos chocaron los cinco.

— ¡Todo eso suena divertido! —Agregó Luca, interrumpiendo la emoción de Giulia y Alberto. —Me encantaría hacer todo eso mañana, en serio, pero no puedo.

— ¿Por qué no? —Preguntaron sus amigos.

— ¿Tienes miedo de ir a la cárcel? —Bromeó Giulia, tratando de asustarlo, pero Luca solo sonrió siendo amable.

—Es que mamá me pidió que fuera a casa por unos días. Me quedaré bajo el agua hasta entonces y bueno... Todo eso tendrá que esperar. Aunque, todavía pueden hacer eso sin mí.

— ¿Qué? ¡Pero, Luca! ¿No puedes ir tan solo por el día? —Alberto cuestionó. — ¡No es lo mismo sin ti!

—Alberto tiene razón, no vamos a excluirte de los planes así como así. ¡Además nunca has visto una película de terror! ¡Sería una travesura, nadie tiene que saber!

— ¡Escápate en la noche o algo! —Dijo el ojiverde. —Yo te iré a buscar.

—Son una pésima influencia. —Rio Luca.

—Pero somos la mejor pésima influencia que podrías tener. —Sonrió la pelirroja, haciéndose la encantadora y parpadeando muchas veces.

—Es que se lo prometí. Además mi abuela me echa de menos y me necesitan con lo de los peces... No he visto a mis padres en meses y también quiero verlos un poco... Pero eso no quiere decir que no disfrute de estar aquí con ustedes.

—Bueno, Luca. Todavía queda mucho verano, unos días no harán mucha diferencia. —Giulia dijo esta vez, guiñando el ojo para darle seguridad y no hacerlo sentir mal.

—Sí. Nosotros te vamos a esperar lo que necesites. —Le alentó el moreno.

—Será poco tiempo, dos o tres días como mucho. —Luca le sonrió, para luego posar su mano encima de la suya. —Les prometo a los dos que entonces haremos todo lo que dicen.

— ¡Más te vale! —Dijo Giulia, riendo con los ojos cerrados. Luca le siguió.

Alberto no dijo nada más. Se le había apagado la televisión y el tiempo se detuvo de algún modo.

Solo podía mirar a Luca con un muy notorio rubor en sus mejillas porque él le estaba tomando la mano de nuevo, como si fuese la cosa más natural del mundo.

Ya iban más o menos unas cinco veces en las que Luca hacía eso desde que llegó. ¿Será una costumbre que trajo desde Génova? ¿O será realmente intencional?

Sentía el retumbar de su pecho en sus oídos y le daba miedo que alguien más lo oyera, por lo fuerte que latía. Todo eso por un simple toque encima de su mano, que luchaba por quedarse quieta ahí, sin hacer ningún movimiento para que Luca no la quitara.

Y aun así, el chico de ojos cafés y piel pálida se veía tan desentendido, como si ni siquiera se hubiese dado cuenta de lo que había hecho con los hilos de su corazón.

Era injusto.

(Créditos a @lichisssssss en Instagram)

Con los últimos rayos de sol, los tres amigos se despidieron con abrazos en el muelle de Portorosso. Ya estaban cansados por el día tan largo y sus aventuras, así que no hicieron que la despedida fuera tan larga.

Luca debía volver nadando a su hogar subacuático, y los hermanos adoptivos ya tenían ganas de cenar y dormir horas infinitas.

— ¡Nos vemos en unos días, relegados! —Se despidió el de ojos cornalina, agitando su mano con una sonrisa, para luego correr hacia el mar y saltar de forma tan limpia, que lo hizo casi sin salpicar.

— ¡Adiós, Luca! —Exclamó Giulia, viendo cómo a lo lejos él volvía a despedirse, ya transformado en una criatura acuática que reemplazó piel por escamas. Ella se dio la media vuelta para ir a casa, pero su hermano seguía ahí.

— ¡Adiós, Luca! Nos vemos luego, Lu... Te echaré de menos.  —Murmuró Alberto, otra vez viendo embobado, todavía procesando el abrazo que el menor le dio como despedida. Había sido muy suave y tierno. Suspiró al verlo irse nadando y saltando las olas, con tanta gracia, tanta belleza...

Giulia se volteó cuando oyó ese suspiro. Después vio a Luca desaparecer entre las olas, y volvió a dirigir la vista a su hermano. Tenía una mirada...

Como cuando comía pasta con pesto. No, era más intensa, como la que hace cuando está muy feliz. Pero también muy boba, como usualmente tenía desde que... habían regresado... a Portorosso y... desde que Luca lo abrazó y se puso rojito... No puede ser.

Su mandíbula se cayó. Giulia jadeo de la sorpresa y abrió los ojos a más no poder cuando todas las piezas se unieron en lo que era tan obvio que ni ella pudo percatarse por lo natural que se habían dado las cosas.

—No me digas... ¡No me digas que es lo que creo que es! —Dijo ella, golpeando el hombro del moreno y sonriendo de forma pícara. Oh, estaba tan lista para molestarlo...

— ¿De qué hablas? —Preguntó Alberto, sin entender mucho ahora que salía de su trance.

— ¡Ya lo entendí! ¡Ya. lo. entendí. todo! —Exclamó, emocionada. — ¡Absolutamente todo! ¿El amor está en el aire, eh? ¿Adelantamos San Valentín y sus flechazos de Cupido, acaso?

— ¿Qué?

— ¡No me preguntes que qué! ¡Esto es noticia!

—Giulia.

— ¡No puedo creer que recién me estoy dando cuenta de lo obvio!

— ¡Giulia!

— ¡Tú y Luca!

Las pupilas de Alberto se achicaron cuando escuchó eso. ¿Ella ya sabía? Ay no, no. No podía saber. Lo que sentía era casi como si su corazón se hubiese detenido, y bueno, los nervios comenzaron a atacar. Había sido atrapado y su secreto había salido a la luz. El miedo le recorrió la sangre.

— ¿¡Qu- ¿¡Qué!?

— ¡Todo tiene sentido ahora!

— ¡Giulia, baja la voz!

— ¡Tú te enamoraste de Luca! —Exclamó tan fuerte, que Alberto le tapó la boca con sus manos por el miedo a que alguien escuchara.

— ¡Ya cállate! ¿¡Quieres!? — Demandó, sintiendo el calor en sus mejillas y la menor no encontró mejor solución que pasarle la lengua a la palma de sus manos para liberarse. — ¡Giulia, qué asco! —Reclamó el moreno, limpiándose con el pantalón de la pelirroja, quien se reía a la vez que seguía emocionada.

— ¿Entonces eso quiere decir que sí te gusta Luca? —Le preguntó ahora en voz normal, con una sonrisa que no se sabía si era de maldad o de orgullo en el rostro.

Alberto solo encendió el botón de "niégalo todo" en su cabeza y así lo hizo, restándole importancia al asunto con un simple ademán de mano. —Pff... Claro que no. ¡Para nada!

— ¿En serio? —Preguntó la pelirroja, cruzándose de brazos y alzando una ceja, demandante.

— ¡Muy en serio, Giulia! —Negó, notando el sudor en sus manos. Pronto tuvo que cubrirlas o se notarían sus escamas color bígaro otra vez. — ¿Por qué pensarías eso? No podría gustarme, ni muerto.

— ¿Estás seguro de eso?

— ¡Sí! ¡Él es mi mejor amigo, casi como mi hermano! No, eso es muy raro. ¡Pero eso no importa! Lo que en realidad debería importar es que solo somos grandes amigos que pasan el tiempo juntos. No es como si estuviera sintiendo cosas por él, ni siquiera creo que sea mi tipo o...

Alberto se distrajo ante la mirada acusadora de Giulia, y no pudo continuar con su mentira. No si ella lo miraba así, como si lo leyera sabiendo todos sus secretos más oscuros. Suspiró y luego se cubrió la cara con las manos, totalmente avergonzado.

—Porfa, no le digas que me gusta.

Giulia dejó salir un chillido de emoción. — ¡Santa Mozarella, con razón! ¡Ahora todo tiene sentido, por eso estás tan torpe e inútil! No puedo creer que no me haya dado cuenta antes, era muy obvio.

— ¿Ya puedes dejar de burlarte de mí? ¿Terminaste? —Preguntó, rojo de la vergüenza y el enojo.

— ¡No me burlo, es que estoy emocionada! Mi hermano y mi mejor amigo... Quién iba a decir. ¡Por fin empieza lo divertido del verano, lo estaba esperando! Y bueno, obviamente estás solo en esto. Necesitas a alguien que te ayude, porque no eres lo suficientemente listo para manejarlo solo.

— ¿Disculpa? —Reclamó, mirándola con enojo. Alberto ya quería jalarle el cabello para que se callara de una buena vez.

Fratello. No lo digo porque quiera burlarme de ti. Bueno, si quiero. ¡Mucho! Pero el punto es que no sabes como no ser tan obvio. ¡Yo lo descifré justo ahora!

—Aun así te tardaste un mes en darte cuenta. —Bufó y luego volvió a ser invadido por el miedo. —Ay no. ¿Crees que él lo sepa?

—Luca es una de las personas más listas y a la vez más inadvertidas que conozco. No hay manera de que él lo sepa.

Alberto suspiró, derrotado y sonrojado. —Si le dices de esto a alguien, voy a bajar de mi camarote por la noche, y voy a ahogarte con una sábana.

—Quiero ver que lo intentes, grandulón. —Rio, revolviéndole el cabello rizado, especialmente su copete. —No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. No voy a decirle a nadie.

—Ni siquiera a papá, per favore. No quiero que nadie más lo sepa.

— ¡Lo prometo, en serio! —Dijo y luego estiró su meñique, apretándolo con el dedo meñique del mayor, sellando esa promesa. —Entonces... ¿Cuál es el plan? —Preguntó ella.

— ¿Plan?

—Para decirle a Luca que te gusta y hacer que él sienta lo mismo por ti.

Oh. La única cosa que nunca había pensado. —Pues, no tengo un plan. Además, tampoco sé si quiero decirle. Su amistad es todo para mí, no quiero arriesgarme a perderla.

—Ay, Santa Mozarella. ¡Para eso me tienes! —Exclamó, agitando los brazos. —Y tienes suerte de tenerme, porque voy a ayudarte.

— ¿Exactamente cómo vas a hacer eso? ¿Sabes algo del amor?

—No. Pero puedes confiar en mí, porque se me acaba de ocurrir algo.

Alberto soltó un quejido al doblar sus rodillas. — ¿Tengo opción?

—Si no quieres morir solo, confía en mí. Vámonos a casa, te mostraré algo que podría ayudarnos.

Y por esto, damas y caballeros, es que no hay que esconder las cosas bajo la alfombra. Porque el montículo se descubre tarde o temprano.
Solo era cuestión de tiempo.

Continuará...

¡Hola! Me presento por si no me conocen, mi nombre es Yazz y soy la escritora del fanfic.💫

Primero que nada. ¡Muy feliz día de San Valentín para todo el mundo que está leyendo! ¿Cómo están? ¡Es un gusto estar de vuelta!

¿Qué les parece este primer capítulo hasta ahora?

Yo estoy muy contenta de traerles un nuevo fic de las mojarritas, y mucho más con esta temática de los crushes y del próximo verano. Guiño guiño*

Había pensado en esta historia desde que comencé mi primer fanfic "¡Ciao, Ciao!" (que si no lo han leído aún, los invito a leerlo) y aunque quería lanzarlo, no lo continué porque estaba muy enfocada en la otra historia, pues quería finalizarla bien.

Al terminar, salió la icónica frase del "maybe next summer, right?" y no pude resistirme a retomar.

Pero ya. Después de este pequeño intro, me despido deseándoles un muy buen día. ¡Espero que disfruten de la lectura de este fic tanto como yo disfruté de escribirlo! ❤️

¡Gracias por leer, corazones!

Un agradecimiento especial a @lichisssssss (en Instagram) que es mi compañero el cual nos trae estas preciosas ilustraciones que pudieron ver a lo largo del capítulo. ❤️🤌🏻

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