Epílogo.

El camino de regreso a casa fue casi el mismo tiempo que fue el de ida a Sina, pero ninguno de los cuarto lo sintió así.

Esa vez no llevaban a nadie que los lleve, así que Rivaille y Erwin se turnaban para conducir el carruaje.

En el camino Jean y Eren se la pasaban peleando, pero sus novios estaban completamente seguros de que esa era su forma de mostrar afecto el uno con el otro, aunque los dos lo negaran rotunda y completamente.

En las noches, Erwin y Jean iban a cazar, mientras que Eren recolectaba leña para la fogata y Rivaille preparaba todo para que pudieran dormir y despertar bien descansados a la mañana siguiente para continuar el viaje hacia el castillo de la legión de reconocimiento.

La pasaron tan bien que el tiempo del viaje se acortó como si no hubieran hecho ni la mitad.

Cuando vieron llegar el carruaje conducido ahora por Rivaille, Mikasa pegó un grito avisando a todos que los chicos ya habían llegado. Hanji fue la primera en llegar al lado de Mikasa aunque haya estado un kilómetro lejos de ella. Corrió hacia el carruaje y, como los de adentro la escucharon, abrieron ambas puertas a los costados y Eren y Jean salieron cada uno por cada una. Entonces ambos corrieron dejando atrás el carruaje con Rivaille y Erwin. Hanji se apresuró a tomar a Eren entre sus brazos, sin dejar de repetirle que estaba bien, que había estado muy preocupada por él y que se alegraba de verlo. Mientras Jean había intentado saludar a Mikasa, pero ella lo ignoró y se unió al abrazo entre Eren y Hanji. Aunque no le importó mucho porque al instante llegaron todos sus demás compañeros a saludar, tan alegres que parecían estar al borde del llanto, como Hanji.

—¡Chicos, chicos! —llamó Connie, tratando de calmar a todos y tomando la atención— ¿Soy yo, o Jean y Eren regresaron más felices de lo que se fueron?

Se hizo el silencio y los mencionados enrojecieron cual manzana. Rivaille y Erwin llegaron en ese instante ya cuando dejaron la carreta bien acomodada en donde iba. Ambos se dieron cuenta de la cara roja de sus parejas que miraron a todos los presentes tan acusadoramente que Connie también se ruborizó un poco.

—B-Bueno, Connie... —quizo responder Eren, pero Mikasa lo abordó antes de que pudiera decir otra cosa.

—¡¿Qué pasó allá?! Dios, Eren, se nota a kilómetros que ya tienes novio. ¡Dime! ¿Quién es? ¿Cómo pasó? ¿Cuándo te diste cuenta? ¡Cuenta, cuenta todo! —le susurró ella mientras lo separaba de la creciente bolita de personas que había reunidas ahí para recibir a los cuatro soldados.

Eren se cubrió la cara con las manos, avergonzado, y le susurró como respuesta:

—Rivaille...

A continuación ella gritó y saltó con tanta energía que Eren creyó que nunca la había visto más brillante en toda su vida.

—¡Eren, Eren! —habló sin dejar de saltar— ¡Sabía que querías a Rivaille! ¡Lo sabía!

Eren le sonrió e intentó detenerla para que no llamará la atención de los que saludaban alejados a ellos.

—Sí, Mikasa, sí... —dijo él—. Pero no grites que ellos van a escuchar.

—Aquí va otra predicción —dijo ella con aire sabihondo y levantando un dedo para atraer la atención de su hermano—. Apuesto que al sargento eso le va a valer y se lo va a decir a todos. Recuérdame cuando lo haga, Eren, en serio.

Él la miró como si estuviera dándole la razón pero dudándolo al mismo tiempo. Se quedó un momento ahí antes de que ella había caminado de vuelta con los demás de la legión y, a mitad de su camino, se volteó y esperó a que Eren la siguiera. Entonces él así lo hizo.

~

A la hora de la comida todo el mundo ya los estaba esperando en el comedor. Y esa vez no sé si se podría llamarla "comida" cuando la palabra "banquete" le quedaba más próxima a la definición del comedor aquel día.

Casi se podía palpar la emoción y felicidad en el lugar y Eren pensó en lo que sus compañeros habrían estado haciendo en su ausencia. Aunque Sasha mencionó algo sobre que habían extrañado las peleas idiotas con Jean y que en verdad no se habían dado cuenta de cuánto los necesitaban hasta que se fueron. ¡Y eso que solo fueron unos cuantos días, por María!

—¡Eren, no te comas toda la salchicha, idiota! ¡Sé que te encanta pero deja un poco para los demás! —gritó Jean desde el otro lado de la larga mesa.

—¡Si quieres salchicha ve a conseguir una a la mesa del comandante! ¡Qué esa te encanta! —le respondió Eren, dándole una gran mordida al trozo de carne que tenía en la mano. Jean puso cara de imbécil avergonzado y rojo, le levantó el dedo medio y siguió comiendo algo que no era salchicha, definitivamente.

Los demás en la mesa rieron y Eren se preguntó porqué. Se supone que ellos no sabían aún ¿o sí?

—¡A Jean le gusta el pene, a Jean le gusta el pene! —canturreó Connie, seguido por Sasha y en poco tiempo por casi toda la mesa, exceptuando a Mikasa, Eren (que estaba más confundido que Rivaille cuando él le dijo que también lo amaba), y, claro, Jean, más rojo que la salchicha que Eren estaba mordiendo.

—¡N-no es cierto! Bu-bueno... Sí, pero ¡no tienen porqué gritarlo! —habló en voz muy alta él— ¿¡Por qué mejor no molestan a Eren!?

—¡A Eren le gusta el pene, a Eren le gusta el pene! —cantó ahora Sasha, quien fue seguida de los demás poco después.

Ahora el cara-manzana era Eren.

No sabía qué hacer ni qué pensar. Estaban cantando eso de broma, ¿no? Porque si no era así, ¿como se habrán enterado de que él y el sargento Rivaille...?

—¿Por qué rayos hacen tanto ruido, mocosos? —preguntó el sargento, quien de pie detrás de Eren, tomó los hombros del cadete y los apretó indicándole que se levantara a hablar con él.

Así lo hizo. Mirando a sus compañeros sentados en la mesa que lo miraban también y, aún más avergonzado, se cubrió el rojo rostro y caminó rápidamente frente al sargento. Éste tomó su lado y puso su mano en la cintura de Eren para acercarlo más a él y el pánico de Eren por el tema de que sus compañeros estaban viendo aquella escena entre su sargento y él y el hecho de que se supone que no sabían aún y que puede ser que así lo haya querido el sargento.

En fin, los nervios lo estaban carcomiendo.

~

Entre beso y beso, Eren intentó hablarle a Rivaille y preguntarle si acaso sus compañeros ya estaban enterados de... el asunto.

Pero las caricias, besos y suaves palabras del sargento hacían que, si no se quedaba callado dejándose ser, gimiera levemente por el amor de Rivaille. Correspondía a cada beso con aún más ímpetu que el anterior y, al darse cuenta, Rivaille se tornaba cada vez más intenso.

El cadete enredó sus dedos por el cabello del sargento y apretó su mano por más cercanía de sus caras, sus bocas y sus humedad lenguas. Rivaille complació la intención de su cadete y, cuando lo sintió jadear buscando aire, mudó su boca hacia el cuello del menor. Fue ahí cuando Eren encontró su oportunidad para preguntar.

—Sargento... ngh~ ¿Ellos...? —alcanzó a decir antes de que un fuerte jadeo saliera de pronto por su garganta al sentir la mano de su novio apretando deseosamente su trasero.

—Ellos... —lo animó a seguir el sargento, pegándose más al cadete, teniéndolo aprisionado entre la pared de su limpia habitación y él, haciéndole imposible el poder hablar.

Eren separó las piernas dejando que el sargento le tomará más firmemente el trasero y lo levantara hasta hacer que Eren se sostenga abrazando con brazos y piernas al sargento, aún entre su novio y la pared.

Lo llevó a la cama lentamente sin dejar de tocarlo, acariciarlo y devorar su boca. Se tiró de frente dejando caer de espaldas a Eren sobre la cama. Eren preguntó de nuevo.

—¿Ellos ya lo... saben? —pudo articular al fin la pregunta y Rivaille, entre beso y beso en el cuello de Eren respondió:

—Sí —mordió la clavícula del contrario y Eren gimió.

—Ahh~ ¿Por... qué? —habló jurándose a sí mismo que sería la última palabra antes de dejar que el sargento se lo follara.

—Porque yo les dije —dijo y seguido de responder levantó la camisa de Eren y lamió uno de sus pezones, haciendo suspirar de expectativa al cadete.

"Porque yo les dije"... Eren recordó a Mikasa, "Apuesto que al sargento eso le va a valer y se lo va a decir a todos".

Eren sonrió y Rivaille lo notó, entonces se acercó y lo besó con amor, suavidad y ternura, como si estuviera diciéndole que aquello que terminaba ese día daba paso a un nuevo comienzo, uno juntos.

Fin.

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