26. Fuga.
Rivaille y Erwin no pararon la carrera hasta llegar a donde se supondría estaría aquella científica. Pero no encontraron nada. Y, jadeando, Rivaille le habló a Erwin pidiendo una explicación, pero éste lo ignoró para salir a buscar a Ana con un desesperado Rivaille atrás.
Aunque no sabía por qué rayos Erwin tenía la idea imbécil de que con encontrar a Ana se resolvería el problema que mantenía a Eren en la ciudad. Pero de algo estaba seguro: Erwin, después de todo el caos con Eren, seguía siendo el comandante de la legión de reconocimiento y, por ende, haría lo que fuera por la libertad de la humanidad. Y, como todos sabemos, Eren es la maldita pieza más importante del plan. Entonces, habría que luchar por él para conseguir lo que todos queremos. La libertad.
Preguntaron por Ana varias veces a varias personas, pero nadie dijo haberla visto ese día. Algunos dijeron que no sabían quién rayos era. Y otros simplemente no les respondieron.
Todo eso olía mal, apestaba. Era como si de pronto toda Sina se hubiera puesto de acuerdo para cagarles la vida a los soldados de reconocimiento. Y sí que lo estaban logrando.
Erwin estaba cansado de preguntar sin respuestas, entonces, voltea con Rivaille, como esperando a que al Sargento se le ocurriera algo mejor. Rivaille soltó un gemido de desesperación, como si el enojo que sentía por lo que Erwin lo estuvo ignorando se esfumara ahí, junto con el aire desde su garganta.
—¿¡Qué chingados, Erwin!? —exclamó mientras se detenía de correr junto con el comandante. Éste se limpió el sudor de la frente mientras miraba a todas direcciones y al final, se detenía en los ojos de Rivaille, como pidiéndole ayuda que él no tenía idea de qué.
—Ana... —dijo en un jadeo de cansancio—. La... necesitamos...
—A ver, a ver, a ver —desesperó Rivaille, moviendo las palmas de sus manos de un lado a otro y cerrando un poco los ojos, intentando calmarse a sí mismo—. Respira, cálmate y dime qué rayos te dijeron ahí dentro cuando me fui.
Erwin alzó la mirada, vio la expresión en la cara de Rivaille: imperturbable, calmada pero alerta, manteniéndose. Entonces Erwin lo comprendió, estaba perdiendo la calma. Se reintegró al mundo donde debería estar, mirando a Rivaille mientras organizaba las palabras dentro de su cabeza antes de expresárselas a el sargento. Inhaló profundamente para calmar su respiración y serenar su habla junto con su acelerado pulso. Cerró los ojos con tranquilidad para después abrirlos y mirar a Rivaille y explicarle lo que tendrían que hacer si querían llevarse a Eren de vuelta a la legión de reconocimiento:
—Los idiotas del gobierno se están dejando llevar por lo que dice una leyenda estúpida —habló por fin el comandante—. La leyenda dice: "Quien más se le parezca a un titán terminará siendo aliado de ellos, sin importar lo que ésta persona diga acerca".
—Ajá, y ¿eso que tiene que ver con Ana? —preguntó el sargento pacientemente, no quiera que Erwin volviera a agitarse como antes.
—Ese hombre con el que hablé antes ahí dentro está de nuestro lado —continuó el rubio—. Dice que podemos convencer a los nobles y al rey si demostramos que Eren no se parece a un titán, que solo tiene el don de tomar la apariencia y fuerza de uno, pero con la voluntad de un ser humano como nosotros. Que busca también eliminarlos a todos.
—Preguntaré de nuevo: ¿Y eso que tiene que ver con Ana? —desesperó el sargento.
—¡Ella tiene las pruebas, Rivaille! ¡Lo sabe todo! Sabe que Eren es completamente humano, que lo único que lo diferencia de nosotros es que puede convocar a un titán y controlarlo, pero eso no lo convierte en uno, ni si quiera en alguien que se parezca.
A Rivaille se le iluminó el rostro. Entendió lo que Erwin le estaba explicando, pero le sorprendió que nunca había pensado en esa posibilidad, en ese hecho.
—Es cierto —habló el sargento, con las ideas rebotando en su cabeza, descubriendo cada vez más y deleitándose con el sentimiento de conformidad al notar como todo encajaba en su lugar perfectamente.
—Los que en realidad controlan el gobierno y le dicen que hacer y decir a los nobles se dieron cuenta de esto y están intentando esconder de nosotros a Ana —dijo Erwin, concentrado en comunicarle a el sargento Rivaille todo lo que le había dicho el noble de antes. Sin dejar de mirar hacia todos lados con la esperanza de encontrar a la científica por ahí, pero al mismo tiempo intentar mantener la calma como el Sargento le había pedido y explicarle la situación correcta y precisamente.
—¿Estás diciendo que se la llevaron para que nosotros no podamos hablar con ella? —preguntó el sargento con expresión de incredulidad.
—Sí. Porque aunque se deshagan de toda la evidencia, de las pruebas acerca de Eren, si nosotros la llevamos con el Rey y toda su asamblea para que ella dé su reporte ellos no la cuestionarán. Tenemos todos los puntos a favor: el reporte de Ana y con Eren podemos recuperar las tierras y eso es lo que ellos más quieren. A pesar de todo, ellos tienen la decisión final, y optaran por lo que más les convence.
Rivaille asintió dando entender a el comandante que entendía perfectamente el sentido de la situación, pero también se encargó de que con su postura y mirada Erwin tenga claro que Rivaille seguía pensando en lo estúpido que sería quedarse ahí más tiempo para que aquellos idiotas pudieran llevarse a la llave de la libertad de Eren (y tal vez, la salvación de su vida).
Erwin le asintió de regreso, en señal de entendimiento para después voltear de nuevo tras de él e intentar percibir alguna persona que parezca involucrada mientras sigue moviéndose rápidamente por el lugar y el sargento lo sigue.
—Oye, idiota —escucha hablar a Rivaille, pero su voz no parecía dirigirse a él, sino a otra persona. Volteo rápidamente y encontró al sargento sujetando a un muchacho de la camiseta, aunque no lo levantara del piso (el chico era unos 10 centímetros más alto que Rivaille).
—¡Estoy de su lado, en serio! —afirmó la presente víctima del sargento mientras levantaba su mano izquierda sosteniendo un papel blanco doblado. Rivaille lo soltó tan repentinamente y dejó que el chico cayera al suelo, no sin antes tomar el papel doblado en cuatro partes antes de que cayera al suelo junto con aquel idiota.
Erwin se acercó con la intención de también saber lo que era, entonces Rivaille lo desdobló y ambos comenzaron a leer:
"Reporte de inspección del cadete Eren Jaeger. Chico con la habilidad de invocar un titán y controlarlo, pero completamente diferente a uno real."
Leyeron el encabezado de lo que parecía ser un texto completo con el tema que justo ellos necesitaban. Voltearon hacia el chico que seguía ahí con cara de enojado, esperando que alguno de los dos le dijera algo pero como no les vio intenciones de abrir la boca entonces él habló:
—La doctora Ana lo hizo a toda prisa esta mañana, alegándome que era de suma importancia que yo se los entregara porque ella no podría hacerlo. No me quizo decir por qué. En fin, los encontré y no pensé que me trataras tan mal solo por intentar llamar tu atención y darte el maldito papel —finalizó dirigiendo su enojada mirada hacia Rivaille.
—Estoy algo inquieto esta tarde. Da gracias a que no te golpeé el mismo instante en que me tocaste —respondió el sargento dándose la vuelta para regresar por donde llegaron con la intención de llevar el escrito de Ana al rey y los nobles y que al fin puedan llevarse a Eren para que el sargento se ponga en paz con él mismo mientras toma una taza de té en el castillo de la legión con Eren en su regazo.
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